El Papa Francisco constantemente nos recuerda que todos podemos ser santos: “todos los cristianos como bautizados, tienen una igual dignidad ante el Señor y los une la misma vocación, que es la de la santidad.” La santidad es vivir con amor y ofrecer el testimonio cristiano en las ocupaciones de todos los días. Donde trabajas puedes ser santo. Y no conozco un mejor ejemplo de esto que lo que he visto a lo largo de mis 5 años como voluntaria en Casa Juan Diego. Son muchas las personas que trabajan aquí, dando lo mejor de sí mismas cada día y dando este testimonio cristiano. Sin embargo hoy quisiera hablar de “don Marcos”, como lo llaman nuestros huéspedes de Casa Juan Diego.
En el tiempo que llevo aquí, he conocido a Mark por lo poco que he platicado con él, pero sobre todo a través de sus escritos, de la gente que se expresa increíblemente de él, también a través de las anécdotas que cuenta Luisa, que siempre se refiere a él con gran amor y admiración. También he tenido la oportunidad de traducir varios de sus artículos para el periódico y parte del libro Misericordia sin Fronteras. Y de verdad puedo decir que viendo a Mark entiendo a lo que se refiere el Papa Francisco. Desde que lo conocí me impresionó. Era un hombre de 83 años que iba y venía, cargando sándwiches para repartir todos los días a los trabajadores en las vías del tren, cargaba paquetes pesados de botellas de agua, entraba y salía por la puerta varias veces al día, siempre de buen humor, con su gorra que con frecuencia olvidaba en el cuarto del periódico. Lo que más me impresionaba era ver como la gente lo quiere, los huéspedes, los volun-tarios, las familias que nos ayudan con sus donaciones. Es un gran ser humano que con su carisma y sencillez se ha ganado el corazón de mucha gente.
Durante mi tiempo de voluntaria en Casa Juan Diego, he sido testigo de cómo su salud se ha ido deteriorando poco a poco. La enfermedad de Parkinson lo fue disminuyendo poco a poco. Pero esto nunca le impidió seguir con su trabajo, siempre dando testimonio cristiano y siempre dando su vida por los demás. Tal vez ya no podía repartir los sándwiches, o realizar labores que implicaran esfuerzo físico, sin embargo seguía al pendiente de todo lo que sucedía en la casa, escribiendo artículos para el periódico, etc. Físicamente se fue haciendo imposible para él realizar todos los trabajos que hacía antes para la Casa, cosa que seguramente le frustraba mucho, porque si por él fuera seguiría cargando galones de agua y bolsas de kilos de arroz. Actualmente nuestro don Marcos se encuentra ya muy enfermo, recibiendo todos los cuidados y amor por parte de Luisa, de toda su familia, y de los huéspedes de Casa Juan Diego. Agradezco a Dios y a la Virgen de Guadalupe el haberme permitido conocer a Marcos, un gran ejemplo de santidad en lo cotidiano.
El Trabajador Católico de Houston, Octubre-diciembre 2016, Vol. XXXV, No. 4.