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A través del infierno a la esperanza: Migrantes en camino al Estados Unidos

por L. V. Díaz

Un 23 de septiembre del 2022, mi esposo, mi hija y yo decidimos emprender un viaje para un mejor futuro, una mejor calidad de vida. Todo marchaba bien desde que salimos de Perú, luego Ecuador,  Colombia, donde comenzó nuestra verdadera pesadilla. Nosotros internamos en la selva de Colombia llamado Darién un 27 de septiembre. Eso fue toda una pesadilla porque nadie dijo la verdad que ocultaba esa selva. Niñas que por no tener dinero las violaban y en otro caso hasta los mataron.

Yo particularmente sufrí mucho por mi sobrepeso. Me costó mucho subir esas montañas. Siempre me quedaba de última. Mi sobrino era quien siempre me esperaba para ayudarme, porque mi esposo tenía prácticamente el peso de los bolsos que donde traíamos la comida y la poca ropa que dejamos en la primera montaña.

Perdí todas las uñas de mis dos pies. Sufrí mucho porque apenas comenzábamos y ya yo estaba lesionada. Pasé  dos montañas que faltaron descalza, sin zapatos solo en medias  porque me dolían mucho mis uñas y también tenía muchas ampollas por la planta del pie. Duramos 12 días de los cuales el día 10 se nos terminó la comida. Solo tomábamos esa agua de río y lo que pedíamos a las demás personas que pasaban. Estábamos cansados y sin fuerzas, angustiados porque la niña estuvo débil.

Decidimos recortar camino por el río. Fue la peor decisión porque cuando íbamos a la mitad del río bajó como una ola fuerte del río que hizo que yo perdiera mi estabilidad en los pies  y quedé en el aire solo bofetada de una piedra y con mucho miedo de morir ahogada. Mi esposo se dio cuenta que estaba tragando mucho agua y como pudo me agarró de la mano fuerte  y empezó a pegar grito para que le ayudaran y luego otro chico lo ayudó a sacarme del río.

Perdimos nuestras pertenencias como ropa y dinero que traíamos, pero lo importante es que me salvaron y aún viva. Fue un susto muy horrible. Luego que me sacaron, lloraba y gritaba. Seguimos nuestro camino y como yo había perdido mis sandalias fue cuando mi esposo me tuvo que dar sus botas y vio lo que realmente lo tenía en sus pies. Tenía huecos en el talón, llagas en los pies, y con mucha sangre.

Decidimos descansar ese día porque su dolor era muy grande y estuvimos a 8 horas de salir de ese infierno donde casi perdí la vida. Al siguiente día emprendimos nuestro viaje.        Tuvimos que quedarnos como 5 días en el campamento de la ONU donde lo atendieron, le limpiaron las heridas. Luego seguimos poco a poco a Panamá, Costa Rica, Nicaragua. Nos metieron por un platanal horrible, donde se nos dificultaba por la condición que traíamos en los pies. Poco a poco llegamos a Honduras, Guatemala, su gente buena, pero sus gobiernos son una basura de gente. Hay duramos 4 días durmiendo en cartones en la frontera de Corinto. Porque no nos dejaban avanzar y ya no teníamos ni para comer.

 Un señor le dice a un esposo , amigo, vaya con la niña y pida a los traileros que ellos le ayudarían. Y asî fue. Nos daban para la comida y al quinto día decidimos avanzar. Con mucho miedo nos montamos en una lancha porque había que cruzar un río. Logramos pasar y luego quedamos nuevamente a la deriva porque nos dejaron en un sitio muy peligroso. Caminamos como 2 horas huyendo de la policía y nos dejaron en un platanal donde no sabíamos para donde agarrar. Al cabo de llevar 2 horas caminando  ya estaba oscuro. Veíamos a lo lejos una camioneta de la policía con linternas y fusil en mano.

por L. V. Díaz

Como pudimos nos escondimos muy asustados de tantas cosas malas que ya habíamos visto, nos acostamos en un pozo, donde fue lo peor que hicimos, porque las hormigas nos picaron la espalda y todo. Aguantamos el dolor y la picazón porque no podíamos ni hablar porque no podían descubrir donde estábamos. Se cansaron de buscarnos y decidimos seguir luego. Hay conocíamos a un familiar guatemalteco que nos ayudó mucho, gracias a Dios.

 Me enfermé por casi 15 días con fiebre y no podríamos avanzar. Cuando me mejoré, decidimos emprender nuestro viaje a la capital donde los policías hicieron de los suyos. Nos robaron nuevamente.

 Pero seguimos. Ya mi esposo estaba desanimado de seguir adelante, pero mi fe y esperanza aun seguían en mi para llegar a mi destino.

Logramos pasar hasta Tapachula, México, el peor país que nos tocó. Duramos 20 días en Tapachula porque volvía a recaer con fiebre y asma. Aun, salimos todos los días a buscar trabajo. Y nada. Todo era negativo.

En vista de eso mi esposo decide llamar a unos amistades de familia y pedirles ayuda monetario ya que no tuvimos para comer y vivíamos en la calle.

Me recuperé, gracias a mi Dios todopoderoso y nos entregamos a Migración donde nos dieron un papel para avanzar hasta Arriaga. Mi esposo fue y compró boletos. Cuando íbamos a Tonalá nos para una alcabala de Migración y nos hace bajar. El chofer lo hizo y habló con el agente de Migración pero aun así nos tuvimos que quedar y nos chequearon y no duraron ni 5 minutos, pero ya el bus se había ido. Teníamos que esperar otro. Se paró un carro rojo y un señor se ofrece para darnos el aventón. Nosotros inocentes de lo que traumaba. Nos montamos sin saber lo que realmente nos iba a pasar.

Cuando habíamos recorrido como 4 km hay una alcabala de policía de investigación y hacen bajar al señor y nos piden documentos. Nosotros asustados porque pensábamos que habíamos metido a el señor en un problema y era que no – ya él venía metido en un gran problema por trata de personas y drogas. Gracias a nuestro Dios que estaban esos funcionarios hay, porque no les hubiéramos estado contando. Duramos casi 8 horas detenidos en una delegación en Tonalá para ver si su realidad era verdad o mentira lo que decíamos. Sale un comisario y nos preguntó que como nos sentíamos y le dijimos muy asustados. Bueno, la próxima vez  no se monten en ningún carro para nada. Y nos mostró los mensajes y las fotos que ya nos había tomado el mal hombre y el mensaje decía, “Te hablo en un rato que Migración me paró. Ojalá y no me quiten a los 3 conejos que te llevo y una menor de edad.”

Cuando leímos eso comenzábamos a llorar y abrazamos fuerte a mi hija porque era gente mala. Ya nos tenía negociado.

Luego el agente nos llevó a nuestro destino que hay nos quedamos en un refugio.

A los tres días decidimos seguir a San Pedro a sacar nuestro permiso y en la última alcabala o punto de control logró pasar mi esposo y las otras dos personas que iban con nosotros, pero la niña y yo no nos agarró Migración y nos encerró en una combi. Y nos estaba metiendo una psicoterror y la niña asustada y yo firme no desmayo a pesar que sabía que nos podían devolver.

Pero ellos lo que querían era plata y lo único que me acompañaba era 500 pesos que se los tuve que dar para que nos soltara. Lleguemos al campamento, nos apuntamos en la lista y al siguiente día nos dieron el permiso. Salimos de hay con rumbo a la ciudad de México. De hay fuimos a Monterrey y de Monterrey, Matamoros. En la vía hay mucha extorsión, secuestro y muerte si no le das lo que ellos piden.  Fueron 3 alcabalas: 1 de policía, 2 cartel y la 3, Migración. Si no daban lo que te pedían o te mandaban preso 10 días a Reynosa o te mandaban de nuevo a Tapachula. Llegamos por fin a Matamoros donde demoramos 1 mes y 7 días esperando nuestro proceso, ansiosos, con desespero. Unos días desanimados, otros días con frio, pero con mucha fe y esperanza que pronto íbamos a pasar y hay aquí le estoy resumiendo un poco de mi travesía de este largos 3 meses y 18 días desde que salimos a Estados Unidos.

A un nuevo comienzo, un gran futuro para mí, mi esposo, mis hijos, mi nieto, mis padres. Aquí llegó esta guerrera a salir adelante. Primeramente a Dios le debo mi vida y la de mi familia por siempre estar a nuestro lado y cuidarnos y protegernos. A él le debemos la vida, la fe, la esperanza. Gracias Diosito por no abandonarme.

Salida: 23 de septiembre – Llegada: 10 de enero

 

El Trabajador Católico de Houston, enero-marzo 2023, Vol. XLIII, No. 1.