Es la época de dar y recibir. Algunos dirán que es la mejor época del año. Los días entre finales de noviembre y Navidad son momentos especiales y ojalá compartidos con nuestros seres queridos. Esta es de mis épocas favoritas del año, y creo que todos estamos de acuerdo en que hay algo mágico que envuelve este tiempo.
Cuando era niño mi familia iba a la Misa de Gallo en Nochebuena. Pienso que durante algunos años no podía estar sentado en la banca porque estaba inquieto de la emoción. Todo lo que quería era adelantar el tiempo para poder vivir lo que había estado esperando durante todo el año. Conforme han pasado los años, he crecido y he aprendido a apreciar la Misa. Mientras el niño dentro de mí aún se estremece con la anticipación, ahora tengo la madurez para sentarme con esa emoción. Una de mis cosas favoritas es voltear a mi alrededor para ver si los niños pequeños están bailando en sus asientos, esperando a que la Misa termine para poder irse a la cama y esperar a que llegue Santa.
Llegué a Casa Juan Diego el 15 de junio sin saber qué esperar. Me gradué de la Universidad de St. Joseph en Filadelfia un poco más de un mes antes y estaba ansioso por esperar vivir una fe que hace justicia, tal y como mi educación jesuita me lo enseñó. Creo que intercambié alrededor de 10 correos electrónicos con Luisa antes y después de comprometerme a venir aquí, así que puedo honestamente decir que no sabía del todo en lo que me estaba metiendo.
La vida aquí es muy ocupada. Los días son muy largos y aún así las semanas se van volando, lo cual puede ser porque actualmente soy el único Trabajador Católico viviendo en la casa de hombres (Casa Don Marcos), trabajando con un equipo de hombres inmigrantes. Ha habido una gran ola de inmigrantes, mayormente de Venezuela, en busca de un lugar donde redescubrir su identidad y una fuente de comunidad. La mayor transición, ademas de irme a vivir al otro lado del país, fue haber sido arrojado a un mundo que hablaba un lenguaje completamente nuevo, el español. El decir que estaba agobiado sería poco. No estaba seguro de lo que estaba esperando, ya que sólo había completado como tres lecciones en la aplicación de Duolingo. En retrospectiva ahora que puedo comunicarme más efectivamente, no hubiera querido que fuera de otra manera. Mi inmensa lucha con la comunicación me dio un poco de perspectiva de lo que la gente con la que vivo experimenta cuando llega a un nuevo país. Mi tiempo aquí hasta ahora ha sido extremadamente transformador, reformando mi comprensión de lo que es el mundo y demoliendo mi entendimiento de lo que realmente es dar y recibir.
Pienso que mucha gente tiene una manera muy transaccional de ver los actos de dar y recibir. Una persona es la que da y la otra la que recibe. Antes de pasar un tiempo aquí, esa era exactamente mi manera de pensar, y desde afuera, podría parecer que esto es verdad. Definitivamente parece como si Casa Juan Diego fuera un lugar de dar y nuestros huéspedes son los que reciben. Pero puedo asegurarles que el libreto está invertido. A través de venir aquí, yo quería la oportunidad de dar mi tiempo y esfuerzo a una población que estaba marginada de nuestra sociedad y que a menudo se encuentra en segundo plano. Vine a aprender qué lo que pasa en Casa Juan Diego es un encuentro mutuo de cada ser.
Es un privilegio encontrarse en el camino de los inmigrantes. Cuando estos hombres, mujeres y niños se embarcan en un viaje con la esperanza de una vida mejor, saben que será un trayecto largo y extremadamente peligroso. Muchos vienen cara a cara con muchas cosas que amenazan su vida, como la selva en Panamá o el Cartel. Pero cuando les pregunto sobre el viaje, la frase poco a poco es comúnmente usada por los hombres con los que hablo. Sus travesías fueron con certeza largas y arduas, y a simple vista podrían parecer imposibles. Aún en contra de los males que se los prohibían, lo consiguieron un paso a la vez.
Cada noche cuando las cosas empiezan a calmarse y cuando todos están listos para dormir, muchos de los hombres pasan tiempo en el teléfono con sus esposas y sus familias en sus países. Me tardé en darme cuenta, pero este tiempo es realmente un momento hermoso. Escuchas los ecos de bebés balbuceando y de niños hablando con sus papás, muchas veces a miles de millas de distancia. Es un recordatorio de la triste realidad de las familias que están separadas. Y aún así, este momento exacto al final del día es un regalo hermoso y perfecto que es la esperanza de un futuro mejor.
Todos estamos en nuestras travesías individuales de alguna manera, ya sea en nuestra relación con Dios, nuestra carrera, o simplemente en la vida en general. Uno de los muchos regalos que he recibido es un nuevo entendimiento de cómo abordar mi travesía individual. A menudo he estado cegado por el pensamiento del futuro. Pienso que todos podemos aprender cómo ser mejores en tomar las cosas poco a poco. Nuestra sociedad en los Estados Unidos se encamina hacia el futuro y en lo que sigue. Mi mente siempre ha estado en el futuro, fallando en reconocer la perfección y la belleza del presente que está justo frente a mí.
Mateo 25:31-46 es un verso bíblico que con frecuencia está en nuestras mentes en Casa Juan Diego. Cada día, es Cristo mismo viniendo a nosotros en el migrante, la madre soltera debatiendo entre fórmula para bebé y la renta, el adicto, el padre desempleado. Jesús, en su forma muy poco reconocible, justo en frente de nosotros cada día.
Veo a Dios en cada persona que me encuentro diariamente. ¿Qué regalo más grande hay que el de encontrarse a Cristo frente a mí cada día? En realidad, yo estoy recibiendo mucho más de lo que podría dar. Estoy empezando a darme cuenta de que el Cielo no es necesariamente algo por lo que esperamos, sino una realidad por la que debemos luchar para comprometernos continuamente en cada uno de los aspectos de la vida.
Así que mientras entramos a la época del adviento, ojalá recibamos el regalo de tomar las cosas poco a poco, aspirando a establecer un Cielo en la Tierra, justo como Él imaginó. Que nos sentemos en el momento presente con la emoción de un niño en Nochebuena, porque la buena nueva de Jesucristo está aquí.
Esta época navideña, tal vez, si nos calmamos un poco, nos apegamos al poco a poco, y abrazamos el regalo perfecto del preciso momento que está delante de nosotros, lo veremos a Él, en Su forma más irreconocible.
Puedo decir honestamente que vivir aquí ha sido el punto culminante de mi vida hasta ahora. Es verdaderamente un privilegio caminar con los hombres mujeres y niños inmigrantes en sus trayectos hacia una vida mejor. El mundo con certeza te criticará por pasar tiempo al margen de la sociedad, con aquellos que están en un segundo plano, pero las opiniones de aquellos críticos no importan al final del día. Sólo puedo rezar para que algún día, ellos reciban el regalo con el que yo he sido bendecido. Puedo asegurarte que si vives con la pasión de ver el evangelio en cada aspecto de tu vida, enfocando cada día en el poco a poco, lo verás a Él, y tu niño interior estará desbordado con emoción.
El Trabajador Católico de Houston, octubre-diciembre 2022, Vol. 42, No. 4.