En su discurso del 10 de enero ante el Cuerpo Diplomático del Vaticano este año, el Papa Francisco les recordó (y a todos nosotros) de nuestro destino común en medio de las crises en el mundo: “El tema de la migración, junto con la pandemia y el cambio climático, ha demostrado claramente que no podemos salvarnos solos ni por nosotros mismos: los grandes desafíos de nuestro tiempo son todos globales.”
En el gran esquema de las cosas, Casa Juan Diego es un pequeño esfuerzo, aunque cientos vienen cada semana en busca de ayuda, un lugar para quedarse, atención médica, víveres para llevar a casa o un sandwich .Atendemos a los indocumentados, especialmente a los inmigrantes y refugiados recién desarraigados, pero cada semana también vienen más ciudadanos necesitados de alimentos.
Casa Juan Diego es una comunidad internacional, que refleja la riqueza y diversidad de culturas alrededor del mundo. Los huéspedes que viven con nosotros nos ayudan a comprender la humanidad que se encuentra en las personas de todas estas culturas. Nuestros salones resuenan con el español hablado (con diferentes acentos y vocabularios), francés, portugués, pero también lenguas africanas. Los huéspedes que se han hospedado con nosotros en los últimos meses han incluido innumerables personas de Venezuela, pero también refugiados de Angola, Burkina Faso, la República Democrática del Congo, Chad, Costa de Marfil, Cuba, Nicaragua, Honduras y Guatemala. Las familias afganas se encuentran entre las muchas que vienen a buscar comida todos los días.
El Cuerpo Místico de Cristo y la Doctrina Social Católica
Al mirar alrededor y escuchamos y hablamos con nuestros huéspedes en muchos idiomas, recordamos las obras de Henri de Lubac, uno de los grandes teólogos del Concilio Vaticano II. Reflexionando sobre los escritos de los Padres de la Iglesia, él enfatizó que “la sangre de nuestro Señor ha hecho un reino de todas las naciones en el Cuerpo Místico de Cristo.” Recordándonos que San Atanasio escribió que “Dios hizo al hombre a su propia imagen.” De Lubac aclaró aún más, que “la imagen divina no difiere de un individuo a otro, en todos es la misma imagen.” (Henri de Lubac , Catolicismo: Cristo y el Destino Común del Hombre, Ignatius Press, 1988). La imagen divina es la misma en la gente de todas las naciones. Y todos son miembros o miembros potenciales del Cuerpo Místico.
De Lubac y los Padres nos dicen que “La humanidad es una, orgánicamente una por su estructura divina; es misión de la Iglesia revelar a los hombres esa unidad prístina que han perdido, restaurarla y completarla” (De Lubac, p. 51). Esperamos en Casa Juan Diego poder aportar nuestro granito de arena a la misión de la Iglesia Católica en esta revelación y restauración de la unidad y el respeto hacia todos.
Refiriéndose a los comentarios de San Agustín, De Lubac afirma: “Nadie tiene derecho a decir con Caín: ‘¿Soy yo el guardián de mi hermano?’ Nadie es cristiano solo por sí mismo.” De Lubac también presenta a algunas de las grandes santas de la Edad Media: Matilde de Magdeburgo, Ángela de Foligno, Catalina de Siena, en sus oraciones y preocupaciones por las personas de todas las naciones y la paz y la unión de los cristianos. (244-245)
No Solo los Migrantes
La pandemia ha cambiado la vida de los trabajadores y ha dañado los medios de subsistencia de muchos en todo el mundo, especialmente de aquellos trabajadores “esenciales” que cada día enfrentan no solo la posibilidad de enfermarse con COVID, sino que tienen que trabajar en las difíciles circunstancias de la escasez de personal y la presión resultante de aquellos que pueden trabajar. Muchos que apenas se ganan la vida a duras penas no han tenido permiso por enfermedad, han perdido sus trabajos o se han sentido presionados para volver al trabajo incluso estando enfermos. Esto está relacionado con un nuevo fenómeno llamado La Gran Renuncia, en el que muchos de los que pueden se van de su empleo.
Durante los efectos devastadores de la pandemia, mientras muchos han luchado por sobrevivir, otros se han vuelto aún más fabulosamente ricos o se han convertido en multimillonarios, incluso llenando sus bolsillos con dinero dado por los gobiernos para ayudar a los trabajadores. La desigualdad ya existente, pero creciente, ha traído frustración, a veces desesperación, a veces amargura y una búsqueda de a quién culpar, a menudo mal dirigida.
El cambio climático también está cambiando la vida de muchas personas. Las sequías, los huracanes y las temperaturas extremas han desarraigado a millones de refugiados y migrantes que ahora están varados en lugares que antes desconocían. El cambio climático también está cambiando la vida de aquellos que han tratado de no salir de sus hogares, pero que sufren la destrucción por tornados, inundaciones e incendios históricos, otras tormentas y temperaturas extremas en los Estados Unidos y en todo el mundo.
El ídolo caído
Las crisis y disparidades económicas y sociales de nuestro tiempo no comenzaron con la pandemia o el cambio climático, pero se agravan con ellos. Las raíces de la desigualdad reciente y el malestar social relacionado con ella se remontan a la teoría económica reinante de los últimos 40 o 50 años. Los profesores de economía y los políticos abrazaron el “neoliberalismo,” conocido en Estados Unidos como neoconservadurismo. Esta ideología enfatiza los mercados absolutamente libres, la economía del chorreo, el individualismo, la eficiencia, la competencia, la privatización, la desregulación y el desprecio por la vida y el bienestar de los trabajadores. Los empresarios que siguen este modelo a menudo utilizan públicamente a los inmigrantes como chivos expiatorios, al mismo tiempo que contratan a los indocumentados con salarios muy bajos para su propio beneficio. Desafortunadamente, las riquezas que el “chorreo” ha creado entre los muy ricos nunca se han derramado. El modelo neoconservador/laissez faire ha fomentado no solo el traslado de empresas a países pobres para evitar los sindicatos aquí y buscar mano de obra cada vez más barata, sino también golpes de estado contra los gobiernos que defienden a sus trabajadores y no apoyan el modelo empresarial estadounidense.
Peter Maurin y Dorothy Day siempre hablaron de construir un mejor orden social. Un buen lugar para comenzar en este esfuerzo sería leer los Evangelios y las enseñanzas del Papa Francisco, así como un nuevo artículo en Commonweal (3 de enero de 2022) de Anthony Annett, “El ídolo caído: Una alternativa católica al neoliberalismo.”
Dorothy Day habló de barones ladrones de una época anterior. Dorothy dijo: “Nos dicen, y siempre tratamos de mantener una actitud justa hacia los ricos, pero cuando pienso en nuestra fila de desayuno, nuestra casa llena de gente durmiendo en el piso, cuando pienso en los fríos departamentos de vecindad a nuestro alrededor y los rostros delgados y demacrados de los hombres que acuden a nosotros en busca de ayuda, la desesperación en sus ojos, es imposible no odiar, con un odio sincero y con mucha ira, las injusticias de este mundo” (El Trabajador Católico, abril de 1937) . Los multimillonarios de hoy son los barones ladrones de hoy.
Desearíamos poder cambiar el mundo entero — y tenemos una responsabilidad con todo el mundo, pero trabajamos de acuerdo con el Caminito de Santa Teresita de Lisieux. Como escribió Dorothy en El Trabajador Católico en febrero de 1940: “Lo que hacemos es muy poco, es como el niño pequeño con algunos panes y peces. Cristo tomó ese poco y lo aumentó. Él hará el resto. Lo que hacemos es tan poco que puede parecer que estamos fallando constantemente. Pero también Él fracasó. Se encontró con un aparente fracaso en la cruz. Pero a menos que la semilla caiga en la tierra y muera, no hay cosecha.
Sin embargo, no estaría de más pedirles a los profesores de economía y políticos que lean sobre la Doctrina Social Católica.
El Trabajador Católico de Houston, enero-marzo 2022, Vol. 42, No. 1.