header icons

San Óscar Romero ¿Un Doctor Pastoral de la Iglesia?

En Casa Juan Diego recibimos con gran alegría las noticias del Vaticano de que el Beato Óscar Romero será canonizado el 14 de octubre de 2018 en Roma, junto con el Papa Pablo VI, quien dio a Monseñor Romero el apoyo incondicional en un momento difícil en El Salvador.

En 2015, cuando el Arzobispo Romero fue beatificado, el Papa Francisco lo declaró mártir de la fe y mártir de la caridad, asesinado por su amor y defensa de Dios en los pobres.

Marcos y yo conocimos personalmente la santidad y el testimonio profético de Óscar Romero, quien fue nombrado Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977. Llegamos a El Salvador a principios de ese año para vivir con los pobres, aplicarnos a aprender español, y conocer sobre las pequeñas comunidades de base cristianas.

¿Biblia Subversiva?

Poco después de nuestra llegada se realizaron las elecciones nacionales y después de las protestas y las preguntas sobre el fraude electoral, el gobierno declaró el país en estado de sitio. Las nuevas reglas bajo la ley marcial establecían que todos debían estar en sus casas a las 9:00 p.m. cada día y las reuniones con más de cinco personas fueron prohibidas.  Las personas que se reunieran para leer la Biblia podrían ser asesinadas instantáneamente, sin hacer preguntas.

Cuando llegamos a El Salvador, nos sorprendimos cuando los soldados que inspeccionaban el equipaje de nuestro automóvil pasaron mucho tiempo discutiendo si nos permitirían quedarnos con la Biblia de Taize de los niños que venía en nuestro equipaje.  Tuvimos a nuestros hijos, Jennifer y Joaquin, con nosotros en lo que resultó ser un desafío de varios meses. Las biblias ya eran claramente sospechosas.

Óscar Romero fue nombrado Arzobispo en el momento en el que todo el país estaba tenso en medio de la represión violenta después de las elecciones y las protestas. La campaña de terror contra su propio pueblo en El Salvador se produjo en respuesta a las reflexiones bíblicas en pequeños grupos por parte de sacerdotes católicos y laicos

Muchos líderes católicos se habían tomado en serio el llamado a apoyar a los pobres. Se unieron a la gente en su intento de enfrentar los serios problemas de desnutrición y pobreza. Cuando los líderes de la Iglesia se pronunciaron en contra de los abusos y violaciones de los derechos humanos, fueron acusados de tener inclinaciones comunistas o ser engañados por ellos. Sus esfuerzos no fueron inspirados por los Comunistas más de lo que fueron los Evangelios.

Los ricos hacendados y empresarios aliados con el gobierno se habían sentido amenazados por la organización de las comunidades de base cristianas.  Estos grupos siguieron el método “Observar, Juzgar y Actuar” de los Jóvenes Estudiantes Cristianos, Jóvenes Obreros Cristianos y el Movimiento Familiar Cristiano, originalmente desarrollado y popularizado por el Cardenal Cardijn de Bélgica muchos años antes para ayudar a las personas y sus familias a vivir la fe cristiana en la vida cotidiana.  Las reflexiones sobre las realidades actuales a la luz del Evangelio en estos grupos en El Salvador naturalmente llevaron a la idea de un pequeño aumento en los salarios para la gran cantidad de gente pobre, especialmente los campesinos, que apenas podían sobrevivir con lo que recibían por su trabajo. A medida que la gente comenzó a pedir condiciones de trabajo seguras y algo más parecido a un salario digno, la ira de los ricos creció, y la alianza del gobierno de El Salvador y los ricos hacendados se fortaleció más que nunca.

El P. Bernie Survil nos recibió en su parroquia de San Salvador. Nos presentó a uno de estos grupos de reflexión bíblica y asistimos a sus reuniones.  Pronto fue deportado a los Estados Unidos. (En ese tiempo los sacerdotes extranjeros conocidos como defensores de la justicia y la paz fueron deportados.  Más tarde fueron asesinados.) Continuamos reuniéndonos con el grupo unas pocas veces a pesar de la prohibición de las reuniones y las advertencias, pero una de las madres del grupo nos informó que su hijo, que era policía, le había dicho que los grupos deben dejar de reunirse. Se les había ordenado disparar a esos grupos allí mismo.

El grupo dejó de reunirse.

Los escuadrones de la muerte empezaron a rondar las calles.

El P. Rutilio Grande asesinado.

El P. Rutilio Grande, S.J., uno de los líderes en catequizar a la gente y preparar a otros sacerdotes para trabajar con las pequeñas comunidades, fue asesinado el 12 de marzo.  Marcos Zwick asistió a su última Misa, donde habló enérgicamente para condenar la violencia contra las personas y en defensa del evangelio de Jesús.  El P. Rutilio dijo que si Jesús viniera a El Salvador sería arrestado por ser un subversivo.

Hablar de fe en la realidad histórica puede ser peligroso

Después de que su amigo, el P. Rutilio fue asesinado, y durante los tiempos terribles que siguieron, el Arzobispo Romero se reunió con la gente pobre (la mayoría de los salvadoreños) en todo el país.

Óscar Romero insistió siempre en que no podemos segregar la palabra de Dios de la realidad histórica en la que se proclama.  Y proclamarla fue lo que hizo, en sermones semanales transmitidos por todo el país por la estación de radio católica, llevando la verdad del Evangelio a los pobres y arrojando luz sobre las terribles realidades de la época: la represión, las torturas, los asesinatos.  Escuchábamos esas homilías mientras caminábamos por las calles de El Salvador. Uno no podía confiar en nada impreso en los periódicos en ese tiempo.  La información real solo estaba disponible a través de esa estación de radio y el periódico de la Arquidiócesis.

Como dijo Monseñor el  de febrero de 1979, “Querer predicar sin referirse a la historia en que se predica no es predicar el evangelio.  Muchos quisieran una predicación tan espiritualista que dejara conformes a los pecadores, que no les dijera  idólatras a los que están de rodillas ante el dinero y ante el poder.  Una predicación que no denuncia las realidades pecaminosas en las que se hace la reflexion  evangélica no es evangelio”.

Por sus predicaciones, en defensa de cada persona detenida arriesgándose a ser desaparecida y torturada, recibió críticas y amenazas de muerte por parte de los ricos y poderosos.  Su respuesta fue: “No nos debe extrañar  que una Iglesia tenga mucho de cruz, porque si no, no tendrá mucho de resurrección.  Una Iglesia acomodaticia, una Iglesia que busca el prestigio sin el dolor de la cruz, no es la auténtica Iglesia de Jesucristo. “(19 de febrero de 1978)

A medida que aumentaban las amenazas y se hacía evidente que el martirio era una posibilidad muy real, como lo había sido para tantos, Romero prometió permanecer con su rebaño:

“Quiero asegurarles a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo, sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio exige” (11 de noviembre de 1979).

El arzobispo Romero fue un profeta no-violento.  En marzo de 1980, en lo que sería su última homilía, hizo un llamamiento especial a los militares y a la guardia y a los soldados por individual: “Ningún soldado tiene que obedecer la orden de matar. Nadie tiene que obedecer a una orden  contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla.En nombre de Dios, en nombre de este sufrido pueblo les suplico, les ruego, les ordeno que cese la represión”. Poco después de decir estas palabras, fue asesinado mientras celebraba la Misa.

¿Doctor de la Iglesia?

A pesar de que Monseñor Romero no recibió apoyo de sus hermanos obispos en El Salvador, sino más bien críticas de parte de ellos, él era en gran medida un hombre de la Iglesia.  Sus sermones y escritos están llenos de referencias a lo que el Papa Pablo VI decía en su momento, a los documentos del Concilio Vaticano II y de las diversas reuniones de los obispos de América Latina en el CELAM.

Solo recientemente, el año pasado, nos enteramos del movimiento de la causa de que Monseñor Romero fuera declarado Doctor de la Iglesia.  Según el blog Super Martirio, la idea fue presentada en la Universidad de Notre Dame el año pasado por el P. Robert Pelton (responsable del documental destacado Monseñor: El Último Viaje de Óscar Romero).  Dos meses después, la idea fue retomada por el Nuncio del Vaticano a El Salvador.  El Arzobispo Kalenga anunció en la reunión de CELAM del 2017 (Consejo Episcopal Latinoamericano) celebrado en El Salvador ese año que promovería el reconocimiento de Romero como Doctor de la Iglesia Universal. El Cardenal Gregorio Rosa Chávez de El Salvador también ha argumentado a favor de  proponer a Óscar Romero como Doctor de la Iglesia.

Monseñor Romero recibió doctorados honoríficos de la Universidad de Georgetown y de la Universidad de Lovaina y universidades en América Central.

Si Romero es nombrado Doctor, será el primer Doctor de la Iglesia latinoamericano – “doctor pastoral”, una voz para los pobres y la no violencia profética.

Tragedia de opresión en nombre combatir el  comunismo

La opresión en El Salvador empeoró después de que nos fuimos (aún en 1977), y la guerrilla se organizó para combatirla. Estados Unidos siguió enviando dinero para “combatir al comunismo” a cualquier precio y los soldados salvadoreños recibieron entrenamiento militar en ese entonces se llamaba la Escuela de las Américas en el estado de Georgia.

Enviar dinero para derrocar al gobierno represivo no era una cuestión de política partidaria desde la perspectiva de los Estados Unidos. Parece remoto en este momento de la historia, pero en ese tiempo los líderes en los Estados Unidos estaban aterrados de que toda la América Central fuera tomada por los Comunistas. Tristemente, lo que ellos apoyaron fue peor.

Cuando llegamos a El Salvador, la gente nos expresó con alegría, su esperanza de que Jimmy Carter, que acababa de convertirse en Presidente de los Estados Unidos, llevaría a cabo su compromiso con los derechos humanos y ayudaría a los salvadoreños.  Aproximadamente un año más tarde, el Arzobispo Romero le escribió al Presidente Carter para suplicarle, como defensor de los derechos humanos y como cristiano, que no enviara dinero al gobierno salvadoreño.  Poco después de enviar la carta, Monseñor Romero fue asesinado a balazos en el altar cuando celebraba la Misa.

En su funeral los francotiradores abrieron fuego contra la congregación y mataron al menos a 30 personas. Increíblemente, el Presidente Carter envió cinco millones de dólares para ayudar a ese gobierno represivo. A pesar de que Carter cortó la ayuda un tiempo después de que las cuatro mujeres religiosas fueron violadas y asesinadas, el Presidente Ronald Reagan aumentó la asistencia financiera por otros doce años de la sangrienta y violenta guerra civil.

Óscar Romero respondió a todas las habladurías sobre el Comunismo y a las acusaciones de que él mismo podría ser un comunista o, por el otro lado, que no era lo suficientemente radical, el 3 de junio de 1979:

“Es divertido. Yo he recibido en esta semana  acusaciones de los dos extremos: de la extrema derecha, de que soy comunista; y de la extrema izquierda, porque ya me voy haciendo de derecha.  Yo no estoy ni con la derecha ni con la izquierda.  Estoy tratando de ser fiel a la palabra que el Señor me manda predicar, el mensaje que no se puede alterar, al que a unos y a otros les dice lo bueno que hacen y las injusticias que cometen.”

Se podría decir que predijo el 13 de julio de 1979 lo que podría suceder incluso después de que la guerra terminara si no cambiaran sus corazones:

“Me alegro, hermanos, de que nuestra Iglesia sea perseguida precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres y decir a todo el pueblo, gobernantes, ricos y poderosos: Si no se hacen pobres, si no se interesan por la pobreza de nuestro pueblo como si fuera su propia familia, no podrán salvar a la sociedad.”

La violencia de las pandillas hoy surgió de las guerras centroamericanas

Una generación creció entre la violencia que se produjo en una guerra civil durante doce años después del asesinato de Romero, y las consecuencias ahora son horriblemente visibles en las pandillas (maras) que aterrorizan a Centroamérica.

Justo antes de ir a Misa un domingo reciente, vi un segmento de noticias en las noticias locales de Houston sobre la terrible pandilla MS-13 que causa terror en toda América Central e incluso en algunas ciudades de los Estados Unidos.  El énfasis del programa de noticias era el arresto y la deportación de pandilleros, aunque la cobertura incluía el reclutamiento forzoso de niños de doce años a las pandillas, la falta de esperanza para los jóvenes allí y los niveles casi increíbles de desempleo.  El programa informaba cómo se formaban largas filas de personas cada vez que se anunciaba una vacante de trabajo, a pesar de que solo había cinco empleos disponibles.

Sabemos por aquellos que han podido llegar a Houston en los últimos años que todos están en riesgo por la violencia de las pandillas.

Los jóvenes no pueden negarse a unirse a una pandilla cuando son presionados a hacerlo, las jóvenes no pueden negarse de convertirse en novia de un miembro de una pandilla. Y no pueden dejar la pandilla.

El programa de noticias de Houston no mencionó que las pandillas se formaron cuando tantos jóvenes huyeron de El Salvador a fines de la década de 1970 y principios de los 80 durante la violencia y en Los Ángeles formaron sus propias pandillas para defenderse.

Llevé estas preocupaciones conmigo a Misa esa mañana. Pensé en todas las personas que tratan de escapar de la violencia de las pandillas, en la gran cantidad de refugiados centroamericanos en las calles y ciudades de México donde la gente los ayuda. Pensé en las familias que intentan venir a los Estados Unidos para encontrar seguridad y paz

Mientras rezaba, recordé la época en que mi esposo Marcos y yo y nuestros dos hijos vivíamos en El Salvador y estalló la más terrible violencia, con escuadrones de la muerte que atacaron y torturaron a las personas, matándolas instantáneamente o dejándolas sangrando y muriendo. La violencia cruel fue visible para todos, adultos y jóvenes y niños.  Los salvadoreños nos advirtieron acerca de evitar hacer cualquier declaración o crítica política mientras estuviéramos allí debido a los orejas(orejas de los espías contra el pueblo) por todos lados listos para entregar a la gente y llevarlos a la extinción. La organización nacional de espionaje se llamaba ORDEN.

Generación de líderes asesinados

Se produjeron violaciones masivas de los derechos humanos en el intento de someter a toda una nación de personas dispuestas a lograr la libertad y la justicia para todos.

La matanza fue exitosa. Muchas voces de libertad y justicia fueron sepultadas.

Además de la muerte de Óscar Romero, quien habló desde su corazón y su fe del amor y el cuidado de Dios por los pobres y la justicia para los oprimidos, la gran tragedia de El Salvador fue la pérdida de una generación de líderes laicos y democráticos.  Junto con varios sacerdotes, fueron asesinados por las fuerzas gubernamentales de El Salvador.  Al recordar la vida y muerte de Monseñor Romero, también debemos recordar que Estados Unidos participó no solo en su fallecimiento, sino también en la muerte de miles de civiles en El Salvador a través de nuestro apoyo al ejército salvadoreño durante años de cruel represión.

Hay también un movimiento hacia la canonización de Los Santos Mártires de El Salvador.

Es muy probable que si los líderes que fueron asesinados en los años setenta y ochenta estuvieran vivos todavía, los refugiados que continúan viniendo al Norte huyendo de la violencia en El Salvador no tuvieran que venir a los Estados Unidos y ser deportados.

El legado de Óscar Romero

Cuando Óscar Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador, algunos se apresuraron a contarnos su consternación.

Sorprendentemente, sin embargo, para aquellos que pensaban que él era la persona equivocada para convertirse en Arzobispo de San Salvador porque se pensaba que se identificaba con los ricos y la clase media, Monseñor Romero se convirtió en la voz constante en defensa de los sacerdotes y los pobres durante el conflicto, una voz para la paz y contra la violencia, hasta que fue asesinado en 1980.

En un país cada vez más cercano a la guerra civil, donde los abusos de los derechos humanos eran abrumadores, el Arzobispo Romero habló de la verdad sin temor.  Escuchó a pobres y humildes contar sus historias. Asistió a las celebraciones parroquiales y confirmaciones en toda la Arquidiócesis y escuchó a los feligreses. Desafió a los ricos hacendados por su explotación de los trabajadores temporales. Se enfrentó a los militares por su tortura, asesinatos y terror que producían a la población rural.

A medida que la persecución a la Iglesia y las críticas al arzobispo crecieron en 1980, él respondió: “Un llamamiento a la oligarquía. Les repito lo que dije la otra vez: no me consideren juez ni enemigo.  Soy simplemente el pastor, el hermano, el amigo de este pueblo, el que sabe de sus sufrimientos, de sus hambres, de sus angustias. Y en nombre de esas voces, yo levanto mi voz para decir: No idolatren sus riquezas, no las salven de  manera que dejen morir de hambre a los demás.Hay que compartir para ser felices. “(6 de enerode 1980)

En esa Misa dominical pensé en los valientes y profundamente espirituales sermones del Arzobispo Romero que escuchamos en la estación de radio católica todos los días mientras caminábamos por las calles de San Salvador, y los artículos patentemente falsos en los periódicos atacando al arzobispo y a los sacerdotes.  Recordé el día en que Marcos asistió a la última Misa del P. Rutilio Grande y su asesinato poco después.  Sabía que Marcos estaba conmigo en esa reciente Misa dominical como siempre cuando cantamos el Gloria y el Santo Santo con todos los ángeles y santos, así como también con aquellos que perdieron la vida en Centroamérica en ese momento.  Los refugiados y migrantes que se han refugiado en Casa Juan Diego también estuvieron allí en la Comunión de los Santos

¿Que podemos hacer?

Ha habido una historia de violencia y represión contra los pobres e indígenas durante siglos en América Central. Pero nosotros en los Estados Unidos tenemos mucha culpa del legado de extrema violencia de las guerras centroamericanas más recientes: en Guatemala y Honduras, así como en El Salvador.

En lugar de tratar de deportar a tantos centroamericanos como sea posible, deberíamos pedir perdón por el papel que ha tenido Estados Unidos en el sufrimiento de tantos, deberíamos ayudar a reconstruir sus países (siguiendo la línea de la carta pastoral del Arzobispo Escobar de San Salvador) y recibir a quienes solicitan asilo antes de que más jóvenes y familias sean asesinadas.

Deberîamos seguir las palabras de Monseñor Romero poco antes de su martyrio:

“Dios en Cristo vive cerquita de nosotros.

Cristo nos ha dado una pauta:

“Tuve hambre y me diste de comer “.

Donde haya un hambriento, allí está Cristo muy cerca.

“Tuve sed y me diste de beber”.

Cuando alguien llega a tu casa pidiéndote agua, es Cristo, si tú miras con fe.

En el enfermo que está deseando una visita, Cristo te dice:

“Estuve enfermo y me viniste a visitar”. O en la carcel”.

¡Cuántos se averguenzan hoy

de dar su testimonio a favor del inocente!

¡Que terror se ha sembrado en nuestro pueblo

que hasta los amigos

tradicionan al amigo

cuando lo ven en desgracia!

Si viéramos que es Cristo el

hombre necesitado—

el hombre torturado,

el hombre prisionero,

el asesinado—

y en cada figura de hombre

botadas tan indignamente

en nuestro caminos,

descubriéramos a ese Cristo

botado,

medalla de oro que recogeríamos con ternura

y la besaríamos

y no nos avergonzaríamos

de él.

Cuánto falta para despertar en

los hombres de hoy

sobre todo en aquellos que

torturan y matan

y que prefieren sus capitales

al hombre,

de tener en cuenta que de

nada sirven

todos los milliones de la

tierra!

Nada valen por encima del

hombre.

El hombre es Cristo

Y en el hombre, visto con fe

y tratado con fe,

miramos a Cristo el señor.”

 

El Trabajador Católico de Houston, julio – septiembre 2018, Vol. XXXVIII, No. 3.