Estimados Amigos,
Si agradecimos a todos tanto como debiéramos por lo que han hecho por los pobres de Casa Juan Diego, no tendríamos tiempo para nada más.
No hubiéramos podido sobrevir sin el constante apoyo de un gran número de amigos y parroquianos, quienes celebran su gratitud mediante su generosidad hacia nosotros cada mes y especialmente en la Navidad.
No hubiéramos podido sobrevivir sin las personas generosas que proveen servicios médicos o donan de su tiempo en las muchas reparaciones y remodelaciones de nuestros edificios o nos ayudan a organizar donaciones.
Nuestro trabajo humilde es abrumador a veces cuando tantas personas vienen buscando ayuda y la entrada del edificio está completamente llena de donaciones de cosas que la gente necesita.
Seguimos adelante debido a las oraciones de los que apoyan a Casa Juan Diego y los Trabajadores Católicos que rezan.
Nada de lo que entregamos a los pobres es nuestro: tanto sea comida, vestimienta, medicina, hospitalidad o asistencia para los enfermos y los paralizados.
Estamos aquí para distribuir lo que es de ustedes y del Señor entre los pobres, ya que a ellos les pertenece por derecho.
Cuando los huéspedes dejan Casa Juan Diego, no les permitimos decir “gracias por todo.” Insistimos en que es nuestro honor y privilegio al servirlos; somos nosotros los que debemos estar agradecidos.
Les damos gracias a ustedes por permitirnos servir a los pobres.
Pedimos sus oraciones, para que, en un futuro no muy lejano, todos seamos gente agradecida, capaces de celebrar nuestra gratitud todo el año.
Gracias a ustedes y al Buen Señor.
Muy agradecidos,
Luisa y toda la gente de Casa Juan Diego
El Trabajador Católico de Houston, Vol. XXXVII, No. 1, enero-marzo 2018.