El día después del funeral de Marcos, el Padre Rafael Dávila mencionó que nuestra liturgia en la tarde del miércoles sería la primera vez que don Marcos nos acompañaría en la misa desde el cielo. Su comentario nos dio un nuevo nivel de conciencia sobre la Comunión de los Santos consagrada en las enseñanzas de la Iglesia en el Credo de los Apóstoles.
Marcos y yo leímos con regocijo sobre la Comunión de los Santos en el Catecismo de la Iglesia Católica en la primavera del año pasado cuando él todavía podía reflexionar sobre lecturas conmigo.
Ahora, con las palabras del Padre Dávila, esta enseñanza se convierte en una realidad vibrante al darnos cuenta de que cuando cantamos el himno de Gloria y el Santo durante la Misa, estamos cantando con los ángeles y todos los santos, con creyentes pasados y presentes, y cuando recibimos la Comunión hay un vínculo especial entre los que celebramos la Eucaristía aquí y todos los santos en el cielo.
Ha sido un consuelo para mí, en mi duelo, el recordar que estamos rodeados por una gran nube de testigos (Hebreos 12: 1-2), y el recordar cómo nos ayudan las oraciones y el aliento de los santos, incluyendo ahora especialmente a Marcos.
Un Santo para los Don Nadie
Estas reflexiones me hicieron recordar las muchas veces que Marcos hablaba de los santos y el por qué le dimos a nuestra primera Casa de Hospitalidad el nombre de Casa Juan Diego. Cuando comenzamos, Juan Diego no era todavía un santo canonizado, pero Marcos lo identificó como un santo para los Don Nadie, un santo especial para nosotros, los Don Nadie que comenzarían la Casa Juan Diego, y un santo especial para los pobres que vendrían a nuestras Casas de Hospitalidad, aquellos considerados unos Don Nadie a los ojos del mundo; de la misma manera que Juan Diego fue considerado un Don Nadie hasta que Nuestra Señora de Guadalupe se le apareció.
Necesitamos las oraciones de Marcos, las de Juan Diego, las de Nuestra Señora de Guadalupe y las oraciones de todos los ángeles y santos en estos días.
Qué hacer en tiempos oscuros
Es fácil caer en la desesperación en tiempos arduos, oscuros y difíciles. Las guerras, los rumores de guerras, las divisiones entre los pueblos, la política maquiavélica y el individualismo crean ansiedad entre aquellos que tratan de trabajar por el bien común. Para los seguidores del Nazareno todo se torna al revés a la luz de las filosofías utilitarias, el capitalismo salvaje, la manipulación sin ética, la búsqueda desen-frenada de la riqueza y el poder, la destrucción del medio ambiente, el nacionalismo extremo y la falta de preocupación por los pobres, por los refugiados y los inmigrantes.
Basta para convencernos (como decía Daniel Berrigan, S.J.) de la presencia del mal, el saber que no estamos luchando contra carne y sangre, sino contra los principados, potencias y oscuridad que se mencionan en la Carta a los Efesios.
Dorothy Day, cofundadora del Movimiento de los Trabajadores Católicos, se apoyó en Santa Teresa de Ávila para encontrar la esperanza en tiempos difíciles: “Que la gente no le eche la culpa a los tiempos, porque todos los tiempos son tiempos en los que Dios da su gracia a los que le sirven con sinceridad”.
Jim Forest, ex editor de El Trabajador Católico (Nueva York) y autor de Todo es gracia: una biografía de Dorothy Day, escribió recientemente a su lista de correo electrónico: “Nancy planteó la pregunta: ‘¿Cómo podemos vivir en estos tiempos oscuros?’, Y me di cuenta con clara intensidad de lo importante que es centrarme en el testimonio y el ejemplo de personas que considera-mos (canonizadas o no oficialmente) santas, es decir gente que, de manera notable, ha centrado su vida en el amor: Amor al prójimo y amor a Dios. Personas que me desafían a vivir una vida más valiente, más libre, más aventurera, y menos cautelosa”.
Jim continuó diciendo: “Cabe recordar que, al comienzo de su relación, Peter Maurin le dijo a Dorothy Day que los santos, a través de los siglos, respondieron de manera radical a los males sociales de su época, haciendo hincapié en la “primacía de lo espiritual”. Peter quería que Dorothy adquiriera una visión de la vida y la historia centradas en la santidad – estudiar el pasado con especial atención en la vida de los santos y su impacto en el mundo que los rodea. «Es mejor conocer la vida de los santos», insistió Peter, «que la vida de los reyes y generales». Por supuesto, estudiar la historia también era esencial: «Debemos estudiar la historia -dijo- para descubrir por qué las cosas son como son. A la luz de la historia, debemos trabajar hoy para que las cosas sean diferentes en el futuro”.
Dorothy Day y los santos
Dorothy escribió, a los cincuenta años, cuando enfrentaba tiempos difíciles y oscuros, después de muchos años viviendo con los pobres en el Trabajador Católico y trabajando por la paz y la no violencia: “No estoy desilusionada, sin embargo, he estado desilusionada durante mucho tiempo de los medios usados por cualquiera, excepto los santos, para vivir en este mundo que Dios ha hecho para nosotros”.
Cuando a veces Marcos y yo preparábamos una charla sobre el movimiento del Trabajador Católico, Marcos comenzaría la charla diciendo: “Si Dorothy Day estuviera aquí hoy, empezaría hablando del Santo cuya fiesta se celebró en este día”.
Dorothy sabía que todos somos llamados a ser santos para servir al Señor de una forma u otra. Creía, con Léon Bloy y el padre John Hugo, que sólo hay una infelicidad: la de no ser uno de los santos.
Ella tomó su señal de la Santa Madre Iglesia en lugar de lo que ella llamó irónicamente “la Santa Madre del Estado”, con la convicción de que debemos realizar obras de misericordia en lugar de obras de guerra.
Ella equilibró el llamado a la contemplación y el llamamiento a la acción en sus intentos de vivir la enseñanza del Evangelio y en pequeños trabajos para transformar el mundo en Cristo.
¿Dónde están los demás?
Dorothy escribió sobre la Comunión de los Santos en el Trabajador Católico de enero de 1944, citando a Carlos Péguy; “Tengo miedo de ir solo al cielo. Dios me dirá: ‘¿Dónde están los otros?”.
La autora de La larga soledad escribió: “En cierto sentido vivimos y morimos solos en una soledad espantosa. Pero, afortunada-mente, todos somos miembros unos de otros, miembros del mismo cuerpo y nuestra Cabeza es Jesucristo. La última encíclica se trata del Cuerpo Místico.”
“Aquí también está la idea de la comunión de los santos. ‘Cuando la salud de un miembro sufre, la salud de todo el cuerpo se reduce.’ Y contrariamente, si uno es levantado, él levanta a los demás con él. Compartimos el honor, la gloria, la belleza y el amor de los demás. Podemos aprovechar sus méritos. Estamos inspirados por su ejemplo. Somos seguidores de Cristo, nuestra Cabeza.”
Dorothy Day con frecuencia salpicaba sus pensamientos y oraciones sobre los santos en sus escritos. Ella escribió en El Trabajador Católico en abril de 1958: “Hoy es la fiesta de San Patricio y en el nuevo misal de Maryknoll aparece como un porquero cuando vivió por primera vez en Irlanda. Hemos tenido bastantes porqueros en nuestra medio; hombres que han trabajado limpiando los corrales de los cerdos en Secaucus, Nueva Jersey. Un hombre que trabajaba allí vino a nosotros a morir y fue tendido en nuestra capilla en Maryfarm, Easton, mientras le recitábamos los salmos del oficio de los muertos. San Patricio, el porquero, el santo y el erudito; San José, el carpintero y el santo; San Benito (“obra y oración”) y San Isidro, el labrador, miembro del proletariado mundial, sus fiestas son toda esta semana. Eran seguidores de Cristo, y la Iglesia los eleva al rango de santos canonizados para que los imitemos”.
Entonces Dorothy añadió la famosa frase citada tan a menudo, tanto así que la gente pensó que ella la había inventado en lugar de Dostoievski: “Ser un santo es ser un amante, dispuesto a dejar todo, a darlo todo. Dostoievski dijo que el amor en la práctica era una cosa dura y terrible en com-paración con el amor en los sueños, pero si ‘vemos sólo a Jesús’ en todos los que vienen a nosotros; el cojo, el inválido y el ciego, que vienen a ayudar y a pedir ayuda, entonces es más fácil”.
El caminito
Dorothy estaba interesada en escribir una mejor y más realista hagiología. Ella misma logró esta tarea escribiendo un libro sobre Santa Teresita de Lisieux, aplicando su enseñanza a los temas más desafiantes. Como señaló Pedro Casarella cuando escribió sobre Dorothy y Santa Teresita: “Dorothy quería levantar el velo de la piedad desecada de la imagen familiar de los santos católicos. Además, estaba convencida de que responder al llamamiento a la santidad en el centro mismo de la vida cotidiana era la única manera de enfrentar las injusticias globales generalizadas sin exacerbar el ciclo de violencia y desesperación en el mundo”.
Peter Maurin y los santos
Dorothy y Peter Maurin se referían a menudo a los santos como modelos y compañeros de viaje. Peter dijo: “En el Trabajador Católico debemos tratar de tener la pobreza voluntaria de San Francisco, la caridad de San Vicente de Paúl, el acercamiento intelectual de Santo Domingo, las sencillas conversaciones sobre lo importante de San Felipe Neri, y el trabajo manual de San Benito “.
En este sentido, Dorothy escribió sobre la influencia de Peter en el periódico El Trabajador Católico: “Peter recomendó los escritos de los santos, en lo relacionado con sus vidas prácticas, lo que su fe les llevó a ser y hacer. Cuando Ade Bethune vino a nosotros como una chica de escuela secundaria con dibujos de los santos, Peter le instó a imaginar a los santos como trabajadores, y ella dibujó imágenes de Nuestra Señora alimentando a los pollos, barriendo una habitación, cuidando a una multitud de niños; no a alguien para ser adorado, sino para ser seguido. Ade y otros que la siguieron en esta tradición (Carl Paulson en su vitral) representaban a San Benito plantando un campo, San Pedro con de sus redes, San Martín de Porres alimentando a un enfermo” (El Trabajador Católico, mayo de 1965).
Cuando Dorothy escribió en El Trabajador Católico de Nueva York de septiembre de 1945 sobre cómo al reunirse con Peter Maurin la gente cambiaba, ella atribuyó el desafío de su presencia a su seguimiento del ejemplo de los santos: “Cuando las personas entran en contacto con Peter Maurin, cambian, despiertan, comienzan a ver, las cosas se vuelven nuevas, miran la vida a la luz de los Evangelios. Admiten la verdad que poseen y viven, y aunque ellos mismos no llegan a recorrer todo el camino, sus rostros se vuelven al menos hacia la luz”.
“La fe de Peter era invencible. Dios proveería nuestras necesidades, siempre y cuando fuéramos generosos con nuestro trabajo y sacrificio. Él nunca falló a ninguno de los santos, y todos éramos llamados a ser santos, como dijo San Pablo. Una vez más Peter llamaría nuestra atención hacia aquellos que deberían ser nuestros líderes y maestros: los santos”.
“Estamos llamados a ser santos”, dijo San Pablo, y Peter Maurin nos pidió hacer esa clase de sociedad donde era más fácil para los hombres [y las mujeres] ser santos. Nada menos funcionará” (El Trabajador Católico, mayo de 1965).
En el mismo número Dorothy escribió en memoria de Peter Maurin:
“Mayo es el mes de Peter Maurin, no sólo porque es responsable del movimiento de los Trabajadores Cató-licos, sino también porque murió el 15 de mayo. Luchó la buena lucha y dio todo a Dios, cuerpo, alma, y mente; está en compañía de Nuestra Señora, San José, Santa Teresita y en la dichosa doctrina de la comunión de los santos!”.
Santidad, el mundo afligido y Manos Mutiladas
La experiencia de Marcos Zwick en el sexto grado ilustra cómo hasta los niños pueden comprender que el compromiso con la vocación y el devenir de un santo, un seguidor de Cristo, puede conducir al martirio. Marcos me contó varias veces durante varios años acerca de la Hermana que enseñó su clase. Les diría a los estudiantes que si fueran muy buenos, les leería del libro Manos Mutiladas: una historia de los mártires de Nueva York. No necesitaba ninguna otra medida disciplinaria para que toda la clase estuviera atenta y callada a fin de escuchar la historia.
Peter Maurin tenía experiencia como maestro en los Hermanos De la Salle. En su libro Peter señaló que: “El corazón está hecho para el heroísmo”, y le parecía que inculcar cualquier ideal menor a los niños no era correcto; “de todos modos, leerán sobre héroes: super-hombres, figuras militares. ¿Por qué no poner ante ellos héroes del espíritu, santos, hombres [y mujeres] de carácter? Las únicas aventuras verdaderas están en el orden espiritual”, diría Peter.
Hablamos recientemente en nuestra reunión del miércoles acerca de los recuerdos de Marcos, como estudiante de sexto grado, de aquellas experiencias del libro Manos Mutiladaas. Anna Meriano luego reflexionó sobre cómo los niños están fascinados por zombis e historias extrañas en las que los zombis podrían, por ejemplo, comer la pierna de una persona. Tal vez, dijo, alguien podría hacer novelas gráficas de las historias de los mártires para los jóvenes. Serían al menos tan interesantes como las historias de zombis y más inspiradoras.
Santos, vocación y personalismo comunitario
La idea de la santidad está estrechamente ligada a la vocación, y a buscar una forma de vivir el Evangelio en nuestras vidas.
Peter Maurin recomendó los escritos de Emmanuel Mounier. En el libro El Manifiesto Personalista que Peter valoró tanto, Mounier escribió de manera creativa sobre la búsqueda de nuestra vocación: “En nuestras acciones esperamos final-mente encontrar nuestro verdadero yo, pero encon-tramos que en ellas también hay muchas conversaciones vacías y a menudo lo mejor de nuestras acciones nos parece extraño, como si en el último momento se hubieran sustituido otras manos por nuestras manos.”
“Por el acto de concentración, profundizamos en un estudio de nuestros actos, buscando centros de iniciativa. Esto no es una unificación sistemática y abstracta, sino más bien un progresivo descubrimiento de un principio espiritual de vida. Este principio no destruye lo que integra sino que lo salva y lo perfecciona recreándolo desde dentro. Es precisamente este principio vivo y creador el que llamamos la vocación de cada persona”.
En su libro sobre Peter Maurin, donde citó a Mounier, Arthur Sheehan señaló que “Peter intentó animar a las personas a reflexionar sobre este pensamiento, pues sabía que una vez que comprendieran el hecho único de que tenían un propósito específico en el plan creativo de Dios, nunca más se contentarían con vivir simplemente en los pensamientos o acciones de los demás, sino que intentarían aportar su don único a la comunidad”.
Vocación y personalismo pueden llevar al martirio
Dorothy escribió sobre los mártires del siglo XIX en El Trabajador Católico de mayo de 1976: “La Nación me ha enviado un ejemplar de un artículo (6 de marzo) sobre el martirio de los jóvenes sacerdotes misioneros en Honduras, diciendo cómo predicaban (con líderes campesinos) la Revolución Personalista y Comunitaria de Emmanuel Mounier. Los sacerdotes han sido asesinados, encarcelados y exilados”, dice el editorial. La dinamita inherente en la enseñanza de Peter Maurin está siendo puesta en marcha, como predijo en el primer número de El Trabajador Católico.
Así que rogamos a nuestros lectores (91,000 ejemplares en circulación ahora) que oren por estos hombres en Centroamérica que han derramado su sangre. Y puesto que creemos en la Comunión de los Santos (todos somos llamados a ser santos, escribió San Pablo), oremos a nuestros com-pañeros trabajadores que han sufrido el martirio y roguemos por sus oraciones”.
Cómo comenzar, según los santos
A la mayoría de nosotros no se nos pide literalmente ser mártires y dar nuestras vidas por la fe de una manera física, pero todos estamos llamados a vivir el Evangelio a través de las Obras de Misericordia (Mateo 25).
Los santos leían los Evangelios y trataban de imitar y seguir a Jesús. El secreto de San Francisco de Asís fue su compromiso con el Evangelio. Los libros eran difíciles de encontrar en ese momento antes de la imprenta, así que para compartir la Palabra, sacaba páginas del Nuevo Testamento y se las daba a la gente; toda su vida era una de vivr el Nuevo Testamento. En nuestro libro El Movimiento de Trabajador Católico Marcos escribió: “El amor de Francisco por los pobres y los marginados se ilustra dramáticamente por su trabajo con los leprosos, que eran completamente recha-zados en su mundo. Habiendo conocido y besado al leproso enfermo en el nombre de Jesús, Francisco nunca fue lo mismo.
El Diálogo de Santa Catalina de Siena en El Trabajador Católico, cada uno con el mensaje esencial de que “el amor a Dios se manifiesta a través del amor al prójimo”. La comprensión de Dorothy del amor activo a través de Mateo 25:31, encontrando a Cristo en el disfraz contemporáneo de los pobres, fue confirmada por el ejemplo de Catalina. Dorothy, contemplativa en acción, se identificó con esta contemplativa en acción de muchos siglos antes.
Catalina no sólo escribió que el amor de uno por Dios debe ser expresado a través del amor al prójimo; ella personalmente cuidó de los enfermos e incluso murió durante los brotes de la plaga. (de Zwick y Zwick, El Movimiento del Trabajador Católico: Orígenes Intelectuales y Espirituales, Paulist Press)
Venga tu Reino
¿Qué significa rezar al Padre Nuestro y pedir “Vénganos tu reino… así en la tierra como en el cielo?”
Dorothy y Peter y los Trabajadores Católicos en muchas ciudades y granjas no sólo han realizado las Obras de Misericordia, sino que han seguido los Objetivos y Propósitos del Movimiento del Trabajador Católico publicado por Dorothy en 1940: “Estamos trabajando por un nuevo cielo y una nueva tierra, en la cual habita la justicia. Estamos tratando de decir con acción: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Esto significa involucrarse en un mundo donde muchos no comparten los valores de los santos o incluso de los Diez Mandamientos. Significa una ardiente oración por nuestro mundo y por los que sufren, pero también supone involucrarse no tanto en la política partidista, sino en la política en el sentido aristotélico de la preocupación y el compromiso por el bien común.
Significa responder a los pobres, a los marginados, a los inmigrantes, a los refugiados, a todos los que sufren, a la vez que nos esforzamos por crear un orden social más justo.
No podemos hablar de la hermosa doctrina de la Comunión de los Santos sin ser conscientes de aquellos que más necesitan de nuestra ayuda.
Como Dorothy escribió en una Navidad:
“Lo más difícil fue el decir” Feliz Navidad “o” Feliz Año Nuevo “durante este tiempo de asueto, a estos hombres con desesperación y paciente miseria dibujada en muchos de sus rostros. Uno se sentiría mejor tomándoles las manos y diciendo: ‘Perdóname, ¡perdonémonos los unos a los otros! Todos nosotros los que vivimos cómodamente, que tenemos un lugar donde dormir, tres comidas al día, un trabajo – Nosotros somos responsables de su condición. Somos culpables de los pecados de los demás. Debemos soportar con-juntamente las cargas de cada uno. ¡Perdónanos y que Dios nos perdone a todos! ‘”(De Selected Writings (Selección de Escritos)
En su libro On Pilgrimage (En Peregrinación), Dorothy nos muestra el camino:
“Amor y más amor es la única solución a cada problema que surge. Si nos amamos los unos a los otros, iremos sobrellevando los defectos y las cargas de cada uno. Si amamos lo suficiente, encenderemos ese fuego en el corazón de los demás. Y el amor calcinará los pecados y el odio que nos entristecen. Y el amor nos exhortará a hacer grandes cosas el uno por el otro. Y entonces, ningún sacrificio o ningún sufrimiento nos parecerán demasiado”.
Música y discordia en la comunión de los santos
El camino hacia la Comunión de los Santos no es suave en este mundo. El pecado, la debilidad y la duda atormentan a aquellos que se regocijan en su visión y en su música incluso aquí y ahora. Y los principados y potencias tratan de interferir.
Tal vez la escritura de J. R. R. Tolkien en The Silmarillion, “La Música de Ainur” pueda inspirarnos y animarnos. En esa sección del libro, Tolkien habla de los intentos de alguien a quien se le habían dado los mayores dones de poder y conocimiento, pero que quería crear sus propias cosas, trayendo la discordia a la armonía de la Gran Música del Único y de los Santos y en la vida y el trabajo de los Santos, entrelazando materias de su propia imaginación en desacuerdo con los temas de la música.
El Único tomó la discordia introducida por Melkor y la tejió en el patrón solemne de la hermosa música. Él dijo: “Deberás ver que no se puede interpretar ningún tema que no tenga su fuente máxima en mí, ni que se puede alterar la música a mi pesar. Porque el que intente esto resultará ser solamente mi instrumento en la creación de cosas más maravillosas, cosas que él mismo no se ha imaginado”.
Lo que nos recuerda: “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ningún corazón humano ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes le aman” (1 Corintios 2: 9).
El Trabajador Católico de Houston, abril-junio 2017, Vol. XXXVI, No. 2.