Hoy quiero ser el portador de un gracias que suba hasta el cielo, primero para dar gracias a Dios por el tiempo que nos permitió a Don Marcos en esta vida y segundo también para darle un gracias a Don Marcos en nombre de los miles y miles de personas que Don Marcos ayudó, de una forma u otra, sin importar raza, color, religión o nacionalidad. Nunca prejuzgó a nadie.
Y en Casa Juan Diego que junto con su esposa Doña Luisa fundaron hace cerca de 40 años, entregando su vida a procurar un hogar, comida y vestimenta a los miles que pasamos por Casa Juan Diego. Preocupándose siempre, cuando sus fuerzas lo permitieron, por llevar a enfermos a los hospitales sin importar la hora que fuera. Grabando en nuestras mentes su forma dinámica de participar en cargar y descargar el camión con la comida, que cada martes se distribuye a los pobres de la comunidad. Dando palabras de aliento a todo el que lo requirió y con sus acciones y palabras devolviendo la dignidad humana a tantos maltratados por autoridades y por el mismo hombre. Él que nos llamó la atención de forma apacible pero recia, cuando en alguna ocasión no le parecía correcta la forma de tratar a algún huésped.
Sin olvidar viéndolo llevar alimento a los jornaleros de las esquinas de nuestra comunidad, sin importarle las condiciones del clima. Para él todo era servicio hacia el más necesitado. Nos dió una profunda alegría el pasado día 2 de noviembre cuando, a pesar de su salud tan desmejorada, tuvo el deseo de acompañarnos a la tradicional misa de acción de gracias que año tras año se ha celebrado todos los miércoles en Casa Juan Diego. Como él decía, al tomar la palabra para dar la bienvenida a todos nosotros, “en este país hay un día de acción de gracias cada año, pero en Casa Juan Diego todos los miércoles es el día de dar gracias a Dios por la llegada de ustedes y por los benefactores que hacen posible la obra de Casa Juan Diego, por tener lugares para dar atención a tanto enfermo, desamparado y sin hogar.
Por la clínica para atender a tanto enfermo que no tienen acceso a programas de salud, con sus doctores y personal voluntario y sobre todo por la llegada de todos ustedes, diciendo Don Marcos, “Es un orgullo para nosotros que estén en esta su casa” e invitaba a alguno de nosotros a participar compartiendo su historia de cómo llegaron desde su lugar de origen hasta aquí. Escuchando las más desgarradoras historias y testimonios de los más asombrosos milagros, y en algunos casos incluso la intercesión de María Madre.
Sin olvidar que junto a su compañera de vida, decidieron vivir en pobreza voluntaria, por convicción propia, lo cual hizo que brillara más aún en este hombre su gran corazón de oro.
Hay un dicho que dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, y con Don Marcos, no fue la excepción, sólo que esta gran mujer siempre estuvo a su lado, luchando mano a mano, consiguiendo tanto para sus pobres desde el momento que así lo decidieron. La obra que juntos realizaron tiene reconocimiento a nivel internacional y no se digan en el cielo, por él que todo lo ve.
Por eso confiados en las palabras del Evangelio que se fueron la fundación de Casa Juan Diego, estamos seguros que nuestro Señor Jesucristo con los brazos abiertos le dijo a Don Marcos: “Bienvenido bendito de mi padre, y toma posesión del Reino que ha sido preparado para tí desde el principio del mundo.” Mateo 25.
Un eterno agradecimiento a Don Marcos y Doña Luisa por esta gran obra, que de la nada ha sido como un granito de mostaza, y ha fructificado como tal.
Marcos Zwick, que en paz descanse
El Trabajador Católico de Houston, enero-marzo 2017, Vol. XXXVI, No. 1