El Salvador está de nuevo inundado de violencia. En Casa Juan Diego estamos muy conscientes de la crítica situación para los salvadoreños gracias a los refugiados que vienen a nuestras puertas y nos cuentan sus historias.
En respuesta a la situación de crisis en donde el tasa de muertes por homicidios es una de las más altas en el mundo y donde algunos perpetradores de violencia parecen estar deshumanizados, el arzobispo de San Salvador José Luis Escobar Alas, ha publicado una Carta Pastoral titulada “Veo en la ciudad violencia y discordia”, una declaración que aborda las raíces de la violencia y que presenta uno de los mejores argumentos de la no violencia cristiana en Latinoamérica que se ha formulado en décadas.
De manera creativa integra fuentes del Antiguo y Nuevo Testamento, de antiguos y nuevos teólogos y maestros, del Concilio Vaticano Segundo, de lo que él llama el Magisterio Latinoamericano (reportes de las conferencias de los obispos latinoamericanos) de Mona. Óscar Romero, y de los escritos del Papa Francisco). Dentro de cada una de estas fuentes está entretejida la realidad salvadoreña.
La Carta fue publicada en la Fiesta del Beato Oscar Romero de este año.
Carlos X. Colorado, quien ha traducido la Carta Pastoral al inglés en la red, ha dicho que “ya se murmura acerca de ella en los círculos católicos de San Salvador, como el pronunciamiento más importante de la Iglesia desde Romero.” (Gracias al sitio CRUX por publicar su comentario.)
Cuando en 1977 vivimos en San Salvador, la represión del gobierno tomó la forma de escuadrones de la muerte en las calles, especialmente en contra de católicos y líderes comunitarios o laborales que abogaban por justicia económica. La gente nos advertía que no criticáramos al gobierno o a los ricos debido a las consecuencias que podían existir. Nos dijeron de forma discreta sobre las masacres de tantos salvadoreños, especialmente indígenas, cuando la gente trató de sublevarse en 1932.
El arzobispo Beato Oscar Romero fue una voz de paz y de defensa de las víctimas de la violencia cuando vivíamos en El Salvador, y en los años siguientes hasta su asesinato. Ahora otra voz profética de paz ha emergido en un país destruido por la violencia en este period durante y después de la guerra civil.
En lo que algunos están llamando su Carta Pastoral épica, Mons. Escobar habla sobre la realidad en el país en el que “se están provocando decenas de muertes diarias como si estuviéramos en medio de un campo de batalla.”
El arzobispo Escobar habla de la violencia criminal actual y de la extorsión, pero aborda las causas que están detrás de la violencia y sus raíces históricas: la exclusión social, la injusta distribución de la riqueza, la desempoderamiento, la falta de respeto de los derechos humanos, la idolatría del dinero, el individualismo.
Él traza las raíces de la violencia en el país desde los tiempos de la conquista cuando a los indígenas se les enseñó (a través de los métodos más crueles) a ser violentos con sus hermanos, a través del comienzo de la independencia cuando los métodos violentos continu-aron en una nueva forma, privando a sus derechos a la mayoría de la gente.
El arzobispo Escobar nos recuerda que antes de estas irrupciones de violencia en la historia de El Salvador, los pastores de la Iglesia predijeron lo que pasaría si las injusticias y las cuestiones sociales no eran atendidas, incluyendo en los tiempos coloniales. En 1930 el arzobispo de San Salvador José Alfonso Belloso y Sánchez, publicó una Carta Pastoral en la que puntualizando qué puntos deberían ser transformados por los dirigentes políticos y los dueños del poder económico para detener la andonada de violencia social: “se niega el derecho de propiedad privada; se apropian bienes destinados por la naturaleza al común provecho; se defrauda el salario equitativo; se buscan ganancias excesivas en el comercio y en la banca; se exigen retribuciones exorbitantes, y el hurto y el latrocinio afectan formas disimuladas y aún benéficas, invadiendo la pequeña propiedad con arterías abogaciles y con el abuso de servicios profesionales; desecando al indigente con bárbaras usuras, fingiendo títulos y falseando cuentas.” La carta fue ignorada y dos años después, “desastroso final tuvieron aquellos y aquellas que osaron sublevarse en búsqueda de mejores condiciones de vida. La cifra de víctimas oscila entre los veinte mil y los cuarenta mil.”
En la década del setenta cuando la gente trataba de reclamar sus derechos básicos, un pequeño grupo poderoso “promovió la injusticia social, practicó la absolutización de la seguridad nacional; así como, la absolutización de la organización.” Además de eso, la pedagogía de la muerte siguió “deformando y enseñando a la gente nuevas formas de violencia.” Las Cartas Pastorales de Óscar Romero son citadas aquí describiendo nuevos tipos de violencia: “violencia institucionalizada, violencia re-presiva del Estado, violencia sediciosa o terrorista, violencia estructural, violencia arbitraria del Estado, violencia de la extrema derecha y violencia terrorista injusta.” Romero señaló cómo estas formas de violencia actúan “a manera de estímulo, generan en los otros y las otras violencias de respuesta que tampoco olvida mencionar Obispo tan preclaro: violencia espontánea, violencia en legítima defensa, violencia de la no violencia y violencia de la insurrección”.
Monseñor Esacobar afirma que estas son formas de violencia que pudieron “haber sido evitadas si las clases dirigentes hubieran optado por un modelo de Estado más inclusivo, más justo, equitativo, solidario cristiano,y promotor de una pedagogía de la vida”.
El Arzobispo aquí ayuda a explicar cómo la violencia de hoy incluso pudo haber sido imaginada. Los escuadrones de la muerte de finales de los 70s y 80s “enseñaron al pueblo la tortura, la represión, el desmembra-miento, el secuestro, las masacres, y múltiples técnicas de asesinato que fueron aprendidas y aprehendidas por el pueblo quien carente de una pedagogía de la vida y una educación de calidad no supo decodificar enseñanza tan macabra. Sumergido en un ambiente lleno de violencia y terror reprodujo los patrones que forzosamente tuvo que aprender y aprehender de forma tal que pudiera sobrevivir en ambiente tan adverso. Lo que no era normal se volvió normal y olvidó el ser humano que quien a espada mata a espada muere (Mt. 26,23.)
Las esperanzas por una paz duradera después de los Acuerdos de Paz de la guerra civil no dieron frutos. La Carta Pastoral describe los Acuerdos más como un cese al fuego que como una receta para La Paz. La impunidad para los poderosos que cometieron crímenes serios, una realidad histórica en el país, ha prevenido la posibilidad de construir una cultura de paz basada en la verdad, dejando a la gente sin un sentido de justicia y moralidad. “La transición después de los acuerdos ha sido lenta, poco fructífera e impregnada de mucha violencia y muerte. ”
Monseñor Escobar propone juicios históricos para “reivindicar a las víctimas y conocer a sus victimarios, en orden a que otros no se sientan animados a cometer las mismas injusticias que aquellos” y propone una “economía más solidaria, no del derroche, y a contra pelo con los modelos neo liberales que permiten la acumulación de la riqueza en pocas manos.”
Las secciones más hermosas y esperanzadoras de “Veo en la ciudad violencia y discordia” vienen con las reflexiones de las Escrituras y de las enseñanzas de la Iglesia.
La exégesis de la alianza de paz de los profetas nos recuerda a Dorothy Day y a Daniel Berrigan, quien citó a Dorothy en su “no” a todas las formas de violencia: “la alianza de paz que Dios propone es un ‘no’ rotundo a la violencia dominativa de unos colectivos sobre otros; un no a la violencia usurpadora de los más fuertes sobre los más débiles, un no a la violencia ideologizada, un no a la violencia delictiva, y un no rotundo a cualquier otro tipo de violencia emanada por el ser humano.”
En la visión de los profetas, el lobo y el cordero pacerán juntos, el león comerá paja como el buey, y la serpiente se alimentará de polvo. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte – dice Yahvé” (Is 65,28) (83)
El arzobispo Escobar presenta a Jesús como una figura contra cultural, especialmente en cuanto a la violencia. Su propio nombre significa el que salva. Su misión es salvar y traer paz, no dominar, no subyugar, no oprimir, como los otros reyes de aquella época lo hicieron. En sus reflexiones en las enseñanzas y vida de Jesús, el arzobispo enfatiza que no hay persona que no pueda ser perdonada, incluyendo a la “oveja de la penumbra.”
El arzobispo Escobar les pide a todos los salvadoreños trabajar juntos por la paz, desde el más rico y poderoso incluyendo al gobierno, hasta el más pobre. Pide que se abran nuevas escuelas de teología, y que los sacerdotes, hermanas y educadores empiecen círculos de estudio que se enfoquen en la no violencia.
Lo que el Arzobispo Escobar no dice
La Carta Pastoral no menciona el respaldo del gobierno de Estados Unidos durante el estado de violencia en la Guerra Civil o el hecho de que los jóvenes salvadoreños también aprendieron acerca de las pandillas cuando huyeron a Estados Unidos durante la guerra.
Quisiéramos agregar que nuestro país enfrenta la responsabilidad de ayudar a la gente salvadoreña de una manera nueva y pacífica.
Para leer el texto completo vea http://www.arzobispadosansalvador.org/index.php/18-noticias-y-eventos/414-carta-pastoral-del-arzobispo-sobre-la-violencia-en-el-salvador
El Trabajador Católico de Houston, junio-septiembre 2016, Vol. XXXV, No 3.