No podemos hablar acerca de la Navidad sin hablar de la Encarnación y de lo que significa– el Verbo hecho Carne, Encarnado, manifestado de muchas maneras, y oculto a la vez, haciendo frente a los poderes de las tinieblas y al mal en nuestro mundo.
Es un gran misterio, cómo el Dios vivo se hizo hombre, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, nacido en el establo de Belén. Él optó por ejercer su ministerio en contradicción con las expectativas de los que soñaban con un Mesías que tomaría el mundo por la fuerza y el poder terrenal.
Y sin embargo, es el Jesús de la Natividad humilde, el Cristo cuya vida aquí en la tierra lo llevó a la Cruz, el que se enfrenta a los poderes y principados.
El poder del mal es evidente en nuestro mundo. Los efectos devastadores de la corrupción, la soberbia, la avaricia, la decadencia, e incluso el odio son evidentes en la economía, en las relaciones humanas, en la sexualidad, y en guerras sin fin y en preparación para guerra.
Tenemos un sistema económico que crea mucha marginación, tanto así que a fin de responder parece ser que los cristianos están llamados a practicar una hospitalidad heroica con los necesitados como una fuerza necesaria en nuestra cultura. El fondo del espíritu secular es un abuso desenfrenado de la sexualidad, tanto es así que las personas están llamadas a practicar una santidad heroica en la sexualidad. Las tragedias de la vida de civiles y soldados jóvenes y la creciente violencia nos convencen una vez más que ir a la guerra es la solución equivocada a los terribles problemas.
Y detrás de todo esto están las personas que son arrastradas a una vida sin sentido y desesperante.
Ante los insensibles lemas de los medios de comuni-cación y la pobreza de pensamiento con la que tan a menudo nos enfrentamos, nos volvemos a algunos de los mejores de la literatura y la teología para inspirarnos, especialmente mientras buscamos una comprensión más profunda del significado de la Navidad, de la irrupción del Logos divino en nuestro mundo.
Un punto de partida podría ser un artículo de la revista Communio llamado “Tolkien: Amante del Logos”, donde Mark Sebanc reúne las ideas de J.R.R. Tolkien y Hans Urs von Balthasar sobre la Encarnación. Estos escritores, sostiene Sebanc, se enfrentaban en la época moderna y posmoderna a un mundo que había perdido de vista a Cristo como centro de nuestro universo, el Señor que transforma todas las apariencias en su luz.
Sebanc encuentra coherencias en el pensamiento de los dos hombres. Es la estética de la Encarnación, según él, tan brillantemente articulada por Balthasar, “que coincide mucho con la obra de ficción de Tolkien.”
Sebanc señala que, en contraste con el carácter metafísico del hombre moderno que ha sido impulsado en un “ghetto cartesiano de la ciencia y la tecnología” [después de Descartes], tanto Tolkien en El Señor de los Anillos y Baltasar en su estética teo-lógica ofrecen una renovada comprensión del misterio y la belleza de Ser y las posibilidades inherentes a la “santificación de la Encarnación” de toda la creación. ”
La manifestación de la belleza y la gloria de Dios en la revelación de la Encarnación se han debilitado en un mundo de fealdad, en un enfoque utilitario de las cosas y personas, y el desprecio por el bien común y de los pobres.
Como Sebanc dijo: “El poder de la Palabra ha sido repudiada, y todo alrededor de nosotros ahora vemos sólo sus distorsiones degradadas y desalineadas, horribles y producidos en masa, como los Orcos de Tolkien”.
Tolkien se opuso a lo que se había convertido en casi una adoración de la tecnología sin una reflexión sobre el significado de su uso. Las discusiones sobre la ética antes enfatizaba que el fin no justifica los medios. “Medios puros”, subrayaron la importancia de lograr un objetivo en el mundo sin necesidad de utilizar medios pecaminosos.
Tolkien se dio cuenta de que en nuestra época no sólo se utilizan los medios malos con frecuencia, sino que un enfoque muy común es “medios mejorados para fines deteriorados”. En otras palabras, con todas nuestras posibilidades tecnológicas sorprendentes, ¿qué es lo que realmente estamos tratando de lograr?
Si bien la tecnología puede ser usada para el bien (como es evidente a medida que escribimos esto en una computadora y poner los artículos en nuestra página web), los objetivos de su “progreso” están a menudo lejos de ser algo grande o incluso bueno, sino más bien es rampante consumismo, y preparativo para la ani-quilación de otros en guerra.
¿Cómo no ver la mediocridad que absorbe nuestra vida cotidiana?
¿La respuesta será un llamado a los cielos para que caiga fuego sobre las cabezas de aquellos que no pueden ver la superficialidad, la banalidad, el mal en nuestro mundo?
¿Por qué no se hizo la Encarnación con una luz cegadora que dominara y transformara todo en un momento?
Muchos de los que esperaban al Mesías creyeron que su apariencia sería exactamente eso. Como el Salmista dijo, sin embargo, los caminos de Dios no son nuestros caminos. En cambio, el Señor de la vida vino a nuestro mundo en lo oculto de su nacimiento en Belén en un establo.
La Vida Oculta de Cristo
Balthasar expresa cómo podemos esperar ver la gran luz revelada en una forma tan humilde: “El esplendor de Cristo, [entonces como ahora] está presente en lo oculto y requiere ojos que se adapten para poderlo percibir.”
Parece que para poder ver la gloria de Dios, debemos cambiar:
“La gloria del Hijo es vista sólo por aquel que cree, es decir, por el que no busca su propio honor (Jn 5:40-44).
La persona a quien se hace visible ve la evidencia de la misión del Hijo brillando precisamente desde donde se oculta. (Las referencias aquí son de Balthasar, De La Gloria del Señor, vol. 1. “)
“Para poder ver la forma del Redentor, por lo tanto, se necesita un cambio: un alejamiento de la propia imagen y una vuelta de la mirada a la imagen de Dios”.
Balthasar describe cómo nuestras vidas pueden cambiar contemplando al Señor, incluso desde donde se oculta, en la oscuridad:
“La contemplación cristiana es lo opuesto a ver una imagen desde la distancia.” Como dice Pablo, es la transformación del espec-tador en la imagen que contempla (2 Cor 3:18).
“Esto sólo es posible renunciando a las propias normas y dejarse llevar a las dimensiones de la imagen. La vida cristiana no es algo secundario a la contem-plación, un corolario práctico de la teoría. Porque la teoría sólo ocurre a medida que abrimos nuestra existencia a la imagen ofrecida por Dios, que ha brillado dentro de nuestra oscuridad como la luz de Dios.
“La imagen se despliega adentro de la persona que la contempla, y hace cambios en su vida …”
Las imágenes de Belén, en especial de María en su aceptación de la Palabra, nos dan el mejor ejemplo:
En María “La forma de Cristo en la carne alcanza el máximo esplendor dentro de la mayor sencillez y oculto. María mantiene todas las palabras en su corazón y reflexiona en ellas, no como algo ajeno a ella, sino como lo que ‘le sucede a ella.’ (Fiat mihi Lc 1:37)
“Permitir que la Palabra penetre en mí, no es una acción; y no es, por tanto, un logro y una labor; sino que es obediencia contemplativa que por sí misma pasa a la Pasión en conformidad con la ley de la imagen que deja su huella”
La superación del poder del mal
Muchos se han preguntado, ¿cómo pueden los poderes del mal ser superados a través de lo oculto y de la Cruz? Los Evangelios nos muestran que a pesar de la manera humilde en la que vino al mundo y la forma en que vivió, a lo largo de su vida, Jesús se enfrentaba a las potencias.
Como dice Baltasar: “Es imposible separar la figura de Jesús en el Evangelio de su enfrentamiento con los ‘poderes’. Jesús está en conflicto con estos poderes, tanto como está con los hombres. Ni los poderes cósmicos pueden ser excluidos del resto del Nuevo Testamento: dominan las Epístolas de Pablo, las Epístolas Católicas y el Apocalipsis…. ”
Citando a Schlier, Balthasar describe los “poderes”: “De acuerdo con el Nuevo Testamento, los ‘poderes’ sin duda son una categoría de seres personales; sin embargo, aparecen no sólo como individuos sino también como ejemplos de un género, de lo demoniaco, representantes de un colectivo (Mc 5:09). En esto son seres con poder… No sólo tienen poder, capacidad, fuerza, sino que son poder, capacidad, fuerza, existen como poder.
Los poderes, el poder del mal vino de los que dijeron “non serviam“–no serviré. “Este es un poder que, aunque derivado de Dios, no permaneció como poder en Dios y por Dios, ya que no quedó sujeto a Dios, sino que quería convertirse en un poder autónomo, y como tal, hace tanto al mundo como al hombre ser engañados por ello.”
Tolkien y los poderes
Los lectores de Tolkien entenderán la relación entre esta descripción de los poderes y de su influencia y el efecto que tiene el anillo en los personajes de El Señor de los Anillos. Aunque su obra no es una alegoría-Tolkien rechazó este enfoque de la literatura- y la religión está ausente en cualquier forma manifiesta en ella, los temas cristianos se incorporan a través de sus obras de fantasía. El tema central de la lucha por el anillo de poder, que tenía el peligro de caer en las manos equivocadas e incluso tentó fuertemente a los buenos que lo tocaron, trae a la mente el enfrentamiento de Jesús con los poderes. Significativamente, Sauron, uno de los que buscaron el anillo con el fin de ejercer el poder del mal era un buen personaje, pero al igual que el “príncipe de este mundo” se volvió hacia el mal y la oscuridad. Sauron se convirtió, en la obra de Tolkien, en un asistente del señor de la oscuridad, Morgoth. Como Tolkien dijo de él: “Debido a su admiración por la Fuerza se había convertido en un seguidor de Morgoth y cayó con él en las profundidades del mal.”
Los pequeños hobbits humildes, -aunque incluso ellos se ven tentados por el poder y la riqueza y todas las falsas promesas del anillo-, son los capaces de ayudar a destruir el inmenso poder de las fuerzas del mal.
Como señala Sebanc, “la preocupación de Tolkien con la humildad es evidente en el corazón mismo de su obra maestra, donde los hobbits humildes y poco atractivos, Frodo y Sam, son elegidos para salvar la comarca y las tierras libres de su extremo peligro”.
Una mirada a la destrucción y deformación de la bondad y la belleza, y la violencia en nuestro mundo sólo puede recordarnos la influencia corrosiva de los “poderes”.
Destino humano y la victoria de Cristo
Como dice Baltasar, “La medida en que estos poderes – irradiando innumerable-mente desde un único punto central – el príncipe de este mundo” (Jn 14:30) – dominan y determinan la totalidad de la existencia la será entendido sólo por el cristiano que sabe de lo que la victoria de Cristo en el mundo lo ha librado. (Jn 16,33). Lo puede leer en la forma del destino de Cristo….”
Podemos preguntarnos, ¿Cuál es nuestro destino en todo esto? ¿Cómo podemos participar en la obra del Señor en la superación de la fuerza del mal en nuestro mundo?
La vida oculta de Belén se aplica a nuestras propias vidas. Como dice Baltasar, “El escondimiento de Cristo sólo puede brillar desde mi escondimiento, obrado por él….”
Se nos ha mostrado el camino en la Encarnación, en el Evangelio. Por el poder de la verdad en el amor por medio de las obras los santos, en la humildad, a través de las instrucciones claras que se nos ha dado en el Evangelio de San Mateo en Mateo 25:31ff.
Mateo 25 es una clave
La presencia de Cristo está a nuestro alrededor de manera oculta, en su disfraz en los pobres. La Biblia nos enseña que cada uno de nosotros será juzgado en el Juicio Final por el Señor de la Encarnación, cuando nos acerquemos al fuego purificador. Los detalles de nuestro juicio aparecen en Mateo 25, donde el Señor nos dice que Él va a separar las ovejas de las cabras de acuerdo a si le dimos de comer cuando tuvo hambre, le dimos de beber cuando tuvo sed, le dimos ropa cuando no tenía más que trapos, si le dimos un lugar para alojarse cuando no tenía techo, si lo recibimos siendo un desconocido, si lo visitamos cuando estuvo en prisión. Cristo es el vecino universal -y no sólo el vecino que vemos a nuestro lado, sino hoy en día en nuestro mundo globalizado, en muchos otros países. (“Los acuerdos de libre comercio” en ventaja del propio país, en detrimento de otros no alimenta a los hambrientos ni viste a los desnudos en todo el mundo.)
Baltasar afirma que “todo lo que la Iglesia ha resistido en la tierra esta sentencia sobre la justicia en nombre del amor; lo que ha alcanzado en el amor de Cristo, no tendrá condenación, puesto que ya se encuentra en el lado del amor que juzga.” Destaca, sin embargo, que cada persona será juzgada por separado.
Él presenta una interpre-tación única de Mateo 25, que en cada persona hay algo tanto de cabra como de oveja: “Una parte del hombre que ya ha sido juzgado y que ha conocido a Dios siempre se pondrá al lado del Juez y juzgará al pecador junto con él. El pecador, por lo tanto, dividido de coyunturas y médula, caerá al lado derecho y al lado izquierdo. Algo de sí mismo acusará la parte de él que no ha amado a Dios, y ese “algo” encontrará refugio en el Juez, de modo que, con sí mismo como acusador, él está solo y no tiene más remedio que refugiarse en su Juez (Agustín)”.
Dorothy Day, la Encarnación y de San Mateo 25
Dorothy Day escribió en la publicación del periódico de noviembre de 1949 acerca de los pecados de omisión y las consecuencias de ellos explicados en Mateo 25, cuando el Señor le dice a los de su izquierda que se vayan al fuego eterno, porque cuando tuvo hambre, no le dieron de comer, ni de beber; fue un forastero y no lo acogieron: “Creo firmemente que nuestra salvación depende de los pobres. ‘En la medida en que no han alimentado a los hambrientos, vestido a los desnudos, dado techo a los desprotegidos, visitado al prisionero, protestado contra la injusticia, consolado a los afligidos, etc., no me lo han hecho a Mí.’ Cristo se identifica con los pobres.”
Las Obras Espirituales de Misericordia, haciendo piquetes y editando un periódico a menudo pusieron a los Trabajadores Católicos en conflicto con la cultura dominante. Su participación en el mundo y sus problemas -en los que otros no se atrevían a navegar-, vino de la perspectiva de Dios como un fuego ardiente, el fuego del amor. En su Petición de Otoño de noviembre, 1955, Dorothy describió también su amor a Dios en los siguientes términos:
“El amor de hermano, esa preocupación por su libertad es lo que nos hace entrar en temas tan controvertidos como el hombre y el estado; la guerra y la paz. Las implicaciones de la enseñanza de las Obras de Misericordia del Evangelio, nos llevan a un conflicto con los poderes de este mundo.
“Nuestro amor a Dios es un fuego consumidor. Se trata de un Dios vivo y de una fe viva lo que tratamos de expresar. Cuando empezamos a ocupar el último lugar, lavar los pies a los demás, amar a nuestros hermanos con ese amor ardiente, con esa misma pasión que lo llevó a la Cruz, entonces podemos decir de verdad: “Ahora he comenzado.”
En su gran reflexión de Navidad titulada “Espacio para Cristo”, Dorothy escribió:
“No sirve de nada decir que hemos nacido dos mil años demasiado tarde para dar posada a Cristo. Tampoco los que viven en el fin del mundo han nacido demasiado tarde. Cristo está siempre con nosotros, siempre pidiendo un espacio en nuestros corazones.
“Pero ahora es con la voz de nuestros contemporáneos con la que Él habla; con los ojos de los empleados de las tiendas, los obreros, y los niños es con los que Él ve; con las manos de los empleados de oficina; de los habitantes de barriadas marginales, y de amas de casa de la clase media es con las que Él da. Con los pies de los soldados y vagabundos es con los que Él camina; y con el corazón de cualquier persona en necesidad, es con el que Él anhela ser acogido. Y darle refugio o alimento a todo aquel que lo solicite, o lo necesite, es dárselo a Cristo.
“El pueblo de Samaria (extranjeros ilegales), despreciados y aislados, se llenaron de alegría al darle a Él hospitalidad, y por días Él caminaba, comía y dormía entre ellos. Y la más hermosa de todas las relaciones en la vida de Cristo, -después de su relación con su madre-, fue su amistad con Marta, María y Lázaro, y la hospitalidad continua que encontró con ellos.
“Si no tuviéramos las propias palabras de Cristo para atestiguarlo, parecería una locura de remate creer que si yo ofrezco una cama y comida y hospitalidad a algún hombre o mujer o niño, estoy repitiendo lo que hizo Lázaro o Marta o María, y que mi huésped es Cristo. No hay nada que lo demuestre. No hay aureolas que brillen intensamente en su cabeza -al menos ni una que ojos humanos pueda ver. No es probable que se me conceda la visión de Isabel de Hungría, que llevó al leproso en su cama y más tarde, al ir a atenderlo, ya no vio la cara enferma del leproso, sino el rostro de Cristo.
“Y a los que dicen, horrorizados, que nunca tuvieron la oportunidad de hacer tal cosa, que han vivido dos mil años demasiado tarde, Él les repetirá otra vez lo que tuvieron la oportunidad de saber toda su vida, que si estas cosas las hicieron por el más pequeño de sus hermanos, se las hicieron a Él”
Trabajador Católico de Houston, noviembre-diciembre 2012, Vol. XXXIII, No. 5.