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Los desamparados, los enfermos y los heridos

La vida en las casas de hospitalidad está llena de sorpresas y eventos interesantes, junto con historias dolorosas y a veces hasta trágicas.  Nunca sabemos quién vendrá a la puerta.  El día de hoy llegó una mujer de Iowa que estaba huyendo de violencia domestica. Ella había encontrado un lugar para quedarse con una familia, pero el amigo que se había traído con ella, alguien a quien le habían dado hospedaje después de su accidente, no tenía un lugar para quedarse. ¿Podría quedarse en una de nuestras casas por unos días hasta que otros arreglos fueran posibles? El usa un andador y está en diálisis a causa de su accidente.  Sin embargo, solo podrá tener diálisis en caso de emergencia cuando esté muy enfermo y a punto de morirse.

Una señora llamó pidiendo una silla de ruedas después de que su marido había tenido un derrame cerebral. Le dijimos que sí, teníamos una silla de ruedas, y después indecisamente, pidió un andador. Su marido se caía mucho y ella no tenía nada para ayudarlo. Cuando llegó por la silla de ruedas y el andador, descubrimos que estaba desesperada, como usualmente están las familias con una situación de esta magnitud.

El equipo de doctores de rehabilitación y terapistas que trabajan con pacientes heridos del cerebro y quienes son voluntarios con nosotros, visitaron a la pareja.  Además pudieron ayudar al paciente a reducir la tensión al moverlo y les recetaron medicinas al paciente y al cuidador.

No podemos cubrir todas las necesi-dades de las personas que llegan a nuestra puerta, pero es una alegría poder dar por lo menos comida cuando es necesario o dar hospitalidad.

La angustia de las familias de los deportados

Casi todos los días recibimos llamadas de los familiares de los deporta-dos. Buscan ayuda legal, mientras sus seres queridos están detenidos, o buscan un techo o comida para las esposas e hijos dejados atrás aquí.

Hace dos semanas llamó una joven para preguntar si podía quedarse con nosotros.  Dijo que su esposo había sido deportado, y tenían cuatro hijos. La estaban desalojando y no tenía comida. Así que la recibimos con los brazos abiertos y a los niños encantadores.

Otra joven llamó pidiéndonos ayuda. Su marido había sido deportado y había tratado de regresar para estar junto con ella y su pequeño bebé. El gobierno de Estados Unidos le dio cinco años de prisión al esposo por haber tratado de regresar.

Lamentablemente, pueda que estos niños jamás vuelvan a ver a sus papás.

Nos preguntamos  qué pasó con la declaración de la posibi-lidad de una acción judicial discreta hecha hace unos meses por la administración de Obama?  Parecía un buen plan, pero al parecer no ha sido implementado.

 

Trabajador Católico de Houston, septiembre-octubre 2012, Vol. XXXIII, No. 4.