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La vida eterna comienza ahora

por Ade Bethune

Amy  es una estudiante en la Universidad de Notre Dame en Indiana. Ella vivió y trabajó con nosotros durante algunos meses este verano.

La vida eterna comienza ahora. En un mundo lleno de sufrimiento, Dorothy Day nos alienta a vivir cada día, cada momento como si ya estuviéramos en el Cielo: con amor, compasión, y amabilidad. Sin embargo, cuando pienso en la vida eterna, también pienso en un nuevo comienzo. Nos despojamos del sufrimiento y del dolor y lo intercambiamos por el amor infinito de Dios. En la tierra, Dorothy nos reta a vivir cada día con un nuevo comienzo – olvidándonos de nuestros pecados anteriores y trabajando por una vida eterna.

Para la mayoría de los norteamericanos de clase media, un nuevo comienzo es algo dulce y pintoresco: un estudiante graduándose de la preparatoria y empezando la universidad, un cambio de carrera, una nueva relación amorosa. Sin embargo, para mucha gente, un nuevo comienzo significa mucho más. Para muchos de los huéspedes en Casa Juan Diego, su nuevo comienzo es literal-mente la oportunidad de tener una nueva vida.

Antes de ser voluntaria en Casa Juan Diego, yo no tenía un entendimiento de la verdadera profundidad y las complicaciones de la pobreza. Fuerzas en los sistemas educativo, económico, médico, y político se entretejen para crear una jaula para millones de personas. Mientras unos pocos afortunados pueden escapar, la mayoría permanece atrapada por generaciones y generaciones. Aquéllos que encuentran una manera para superar sus circunstancias son elogiados por su trabajo duro, determinación, inteligencia, fe – cualesquiera que sean las fuerzas que se combinen para ayudarlos a salir de su pobreza. Sin embargo, desafortunadamente, nos hemos defraudado cre-yendo que ellos son la regla, en lugar de la excepción.

Soy una estudiante universitaria de clase media, criada por una familia con un amor y un apoyo excepcionales. No puedo contar el número de veces que mis padres me han dicho que puedo lograr cualquier cosa que me proponga. Cuando vine a Casa Juan Diego, llevé la misma actitud: cualquiera puede lograr lo que sea si se lo propone. No puedo empezar a describir el sentimiento de desesperación que sentí en mis primeras semanas cuando vi las evidentes e insuperables dificultades que enfrentaban los huéspedes de Casa Juan Diego. ¿En dónde estaba su oportunidad para un nuevo comienzo, para una vida mejor?

Fue con esta desencantada perspectiva que conocí a Mariana, una mujer de 19 años originaria de Honduras. Como la mayoría de Casa Juan Diego, es indocumentada, y vino a Estados Unidos con los sueños de trabajar y estudiar. También vino con varios meses de embarazo, y llegó a vivir a Casa Juan Diego después del nacimiento de su hijo.

Su situación me acechaba. Tenía tantas fuerzas conspirando en su contra: el prospecto de la deportación, el ser una madre soltera, el no hablar inglés. Me confesó que quería ser ingeniero en sistemas, y que había ganado varias medallas en su escuela en Honduras. Hablamos acerca de nuestras familias, nuestros hogares, y de sus planes para el futuro. En mi mente, una joven, brillante niña como ella debería tener todas las opor-tunidades para triunfar. En lugar de eso, ella enfrentaba la lucha por sobrevivir por un tiempo indefinido.

Hace varias semanas, Mariana se fue de Casa Juan Diego para vivir con miembros de su familia en la costa este. Esperaba poder trabajar durante el día y estudiar por la noche. Cuando pienso en ella, me sorprendo por sentirme optimista. Puede enfrentar varias dificultades en su camino, pero es afortunada de tener gente que la apoya.

Verdaderamente creo que para Mariana, la vida eterna comenzó en el momento en que llegó a Casa Juan Diego. Tal vez no es la vida eterna en términos de inmortalidad, pero con seguridad le dio la oportunidad de comenzar de nuevo. Muchas veces el prospecto de un nuevo comienzo es duro y doloroso, y puede que no cubra nuestras expectativas. Tal es el caso para muchas personas indocumentadas, que vienen a Estados Unidos esperando una situación muy diferente. Sin embargo, Mariana me ha dado la esperanza de que los huéspedes en Casa Juan Diego pueden enfrentar un futuro mejor cuando se van.

“La vida eterna comienza ahora.” No es sólo algo alentador, es un reto. Para aquéllos que son privilegiados, es un llamado para hacer lo mejor que podamos para vivir como Jesús nos enseñó ahora en lugar de esperar al Cielo. Para aquéllos en situación de pobreza, es la promesa de que las cosas pueden mejorar aquí en la Tierra. Mientras las palabras de Dorothy Day  tienen diferentes significados para diferentes personas, hay una similitud que hay que subrayar: ofrecen la oportunidad para un nuevo comienzo.

El Trabajador Católico de Houston, noviembre-diciembre 2012, Vol. XXXIII, No. 4.