Mi nombre es Eduardo. Soy nacido en el estado de Veracruz, Mexico.
La razón por la que emigré a los Estados Unidos es que en la región donde yo vivía la vida para mi familia era difícil. No me pagaban como pagan en este país; y lo que me pagaban después de trabajarles casi todo el día apenas nos alcanzaba para medio comer.
Al llegar a la frontera de Matamoros con Brownsville, Texas, llegué a la central de autobuses de Matamoros a las 5:30 a.m. Esperé que amaneciera por completo como eso de las 9:00 a.m. Se me acercó una persona a la cual le confié las intenciones mías; y él me confió que él podía ayudarme, ya que él se dedicaba a pasar gente para Estados Unidos. Pasamos un buen rato, y para mí esa persona me llegó a inspirar confianza tanto que acepté el trato con él para que me cruzara.
Alrededor de las 6:30 de la tarde ya fueramos ambos hacia el Río. Me pidió todo lo que trajera de dinero, para que, según él, no me lo fueran a robar, ya que habían asaltantes. Y me dejó escondido entre unos árboles, que porque él se iba a ir a checar la pasada para que no hubieran problemas con la Migra. El iba a ver también de las autoridades policíacas de México, llámense preventivos, estatales y judiciales, ya que ellos abundan por los márgenes del Río Bravo, según esa persona.
Alrededor de las 9:30 ya al mirar que no regresó por mí, me desesperé bastante y opté por salirme y acercarme al río y así tratar de cruzarlo solo con la ayuda de Dios nuestro Señor.
Me animé y lo empecé a cruzar caminando. Pero al ir llegando poco más de la mitad, sentí que me hundía y tragué agua; que en ese momento lo primero que pensé es Dios Mío, voy a ahogarme. Nadie había en ese lugar. De pronto del lado americano, de Brownsville, entró una persona al Río, por un milagro de Dios, y logró sacarme del agua. Gracias, Dios Mío, pensé, por este gran milagro. ¡Que maravilla de Dios recibí.! En ese momento lloraba de la emoción.
Logré conseguir un rayd de una buena persona que sin cobrarme peso alguno, me llevó a la ciudad de Raymondville, Texas, antes de la garita de migración. Desde ahí me dediqué a caminar para lograr cruzarla, llevando un poco de comida y agua que la misma persona me había pro-porcionado.
No saben lo agradecido que estaba con Dios por todas las maravillas que está haciendo conmigo. Pero, a los dos días de camino desgraciadamente ya no llevaba ni comida ni agua, y ni un rancho, nada ahí alrededor. Ahí ocurrió otro milagro. Al ir caminando encontré una lata grande de frijoles, gracias a Dios; cuando ya casi estaba por vencerme. Dios me ayudó, dándome mucha paciencia para que no me desesperara. Así llegué a esta ciudad de Houston y encontré a una casa de migrante que me ayudó. Gracias de mi parte; quiero darles a la personas que hacen posible que todo migrante sea bienvenido a esta Casa Juan Diego.
Trabajador Católico de Houston, Vol. 21, No. 5, septiembre-octubre, 2001.