La entrevista la realizamos en la pequeña biblioteca de la Casa Juan Diego para varones en Houston, Texas.
Marcos me presentó con el grupo de hombres que se está quedando ahí durante una de las dos reuniones semanales que tienen con los hombres. Les expliqué mi interés por escuchar sus historias y darlas a conocer. Creo, les dije, que el testimonio de los migrantes mexicanos y centroamericanos en los Estados Unidos tiene mucho que enseñar a los católicos y al público en general a ambos lados de la frontera. El sufrimiento, la solidaridad, el valor y la fe que acompañan la experiencia de los migrantes son un grito evangelizador para una sociedad adormecida en el consumismo y la indiferencia. Además el conocimiento de las condiciones de explotación económica e injusticia en sus países y también aquí en Estados Unidos es un reto para todos aquellos que pretendemos ser seguidores de Jesús y creemos en un Dios de Vida. Creo también que al contar su historia la persona tiene la oportunidad de aprender de sí misma, de descargar aunque sea un poco de su angustia y de valorar el camino recorrido.
Eduardo demostró interés en mi explicación y fue uno de los primeros en ofrecerse generosamente a compartir su tiempo y su testimonio. Es un hombre de mediana estatura, con ojos grandes, oscuros y una sonrisa franca y contagiosa; es también, como ahora verán, un muy buen conversador y narrador.
Francisco: Sale entonces…
Eduardo: ¿Con qué empezamos? Bueno, yo salí de mi tierra hace dos meses.
F: ¿De dónde?
E: De Aguascalientes, Aguascalientes, México…y esta vez verdad se me dificultó muchísimo.
F: Me decías que has venido treinta veces…
E: Mas o menos, treinta y tres veces he venido a Estados Unidos.
F: ¿Desde qué edad?
E: Me vine yo la primera vez cuando tenía 16 años, orita tengo treinta y un años y llegué aquí a Houston, verdad sin conocer a nadie; aquí, gracias a Dios, mucha raza me tendió la mano, que, “vente a quedar un día a mi departamento, no hay problema, ahí te vamos a alivianar unos tres cuatro días para que trabajes y te rentes un departmento.” Me conectaron con otras personas, órale, ahí les falta uno en ese departamento y estuve viviendo ahí con ellos, ahí sacaba pa’ la renta y pa’ la comida. Esta vez se me dificultó muchísimo por el operativo de Migración, el que había una patrulla de migración cada doscientos metros a la orilla del río. ¿Todavía está ahorita en rigor esa ley, verdad?
F: Sí, incluso parece que metierion ya una nueva fase del operativo…
E: ¡No hombre! Entonces un día que estaba lloviendo así fue como nos les pudimos escapar. Estaban bien seguiditas (las patrullas) y así fue como nos les pasamos, gracias a Dios, verdad, no nos vieron y la hicimos. Pero me agarraron a mi diez veces en total.
F: Entonces cuando fue la onceava, la que si pasaste.
E: La onceava, fue, y estuvo retefácil hombre, bien fácil de a tiro y era cuando yo ya venía bien desanimado. En esta última vez yo dije: “No, ya si me avientan de regreso me voy pa’ mi tierra.” Porque trabajé unos días, la vez que me aventaron pa’ Reynosa, en un pueblito adelante de McAllen, se llama San Juan, Texas, y ahí le mandé una feriecita a mi familia. Tengo yo cuatro hijos y mi esposa, ¿verdad?
F: ¿De qué edades tus hijos?
E: Mis hijos, tiene una niña, la mayorcita, 10 años, una nueve, un niño de cuatro años, va a cumplir cuatro años y un niño de un año, va a cumplir un año, tiene 7 meses. Y otro que viene en camino. Tengo la parejita, dos y dos, entonces, a ver quien gana, yo o mi esposa, a ver que es, hembra o varón.
F: Y, ¿qué? ¿No van a buscar tener las tres parejitas?
E: Pus’ a ver, a ver que tal nos va, porque ahorita está muy duro, con los estudios de los niños, ya mis dos hijas están estudiando. Los niños están chiquitos.
F: Tu, ¿hasta dónde pudiste estudiar?
E: Yo, hasta quinto año de primaria nomás. Y yo desde muy chavo le entré al jale. Yo inclusive me casé muy chavo, a los diez y seis años ya estaba casado.
F: Y a los diez y siete te empezaste a venir para acá, ¿no?
E: Si, pus’ desde que me casé, empecé a venir para acá. Si, pero, yo no duro mucho aquí. Yo vengo, hago billetes y me voy.
F: ¿Y allá qué haces?
E: Allá, ¿en mi lindo México? Pus’, cuando llego nomás es a descansar. Ahí descansar de las palizas que me ponen aquí. Sí, porque sí le paran a uno unas friegas trabajando aquí. Y la vez pasada yo me vine en enero. En enero me vine para acá, como quiera duré quince días para llegar acá. Me vine como a mediados de enero mas o menos, y los primeros de febrero ya estaba aquí, hasta mi destino verdad. Mi destino no es Houston, es otro estado; en el otro estado tengo más oportunidad de trabajo. Este ya a los primeros de febrero ya estaba allá, entonces trabajé febrero, marzo y abril y en mayo que me regreso.
F: Y con eso te da para varios meses en México.
E: Sí, sí me estoy allá dos meses, tres meses, y se me acaba y me vuelvo a venir. De ahí…le hago algo a mi casita, cada que voy ahí le invierto un poquito a mi casita, ahí yo mismo de lo que puedo. Y sí, entonces sí, así me la he pasado todo ese tiempo, pero ya, ya me quiero aplacar; ya quiero estar más tiempo con mis hijos, ya cuando voy, ¡ni me conocen! El más chiquito la otra vez, la vez antepasada que fui, que lo deja mi mujer en la cama y se agarra llorando: “Mamá, Mamá.” Lo volteó a ver y se agarró a llorar. Le digo: “No llores mi hijo, soy yo.” Y ya se arrima mi mujer, le dice: “Pus’, ¿qué tienes?” Y él, pero bien asustado, haz de cuenta que vio a Satanás. (Reímos). ¿Qué tiene el carajo muchacho que se asustó conmigo, déjalo que se imponga, o ya le presentastes a otro?” (Reímos) “¿A otro qué?” “¡A otro papá!” je, je.
F: Ha de ser duro estar lejos de la familia.
E: Sí, ¿cómo no? mucho muy duro…en ratos que se pone uno a pensar, verdad, si eso es lo que me pasa a mí, que de repente, ya teniendo una feriecita, verdad, ahorita acabo de llegar, ahorita ni para que, pero de repente si se me mete la loquera y adios, digo, me voy con mi familia y me voy, ya cuando amanece amanezco allá en la frontera…sí, así está duro.
F: ¿Qué tipo de trabajo haces más aquí?
E: Yo soy cocinero aquí.
F: Y, ¿dónde aprendiste a cocinar?
E: Aquí mismo, ¡y en restaurante chino!
F: Ah, bueno. (El ríe) ¿Y no vas a poner tu restaurante en Aguascalientes, de comida china?
E: Pus, restaurante chino se me hace que no funciona. Sí, ¿haz probado la comida china?
F: Sí, como no.
E: Pues, ¿te imaginas, ahí? Me agarran a pedradas si les hago esas comidas ahí, carne de puerco con dulce y todo eso, ¡olvídate! (ríe)
F: Una pregunta, ¿Aguascalientes tiene tradición de mandar mucha gente para acá? ¿O es de hace poco que están viniendo?
E: Pues, Aguascalientes vieras que muy pocos se ven aquí.
F: Porque un amigo mío me decía que Aguascalientes es el estado que tiene mejor desarrollo económico, así como el más equilibradón, de todo el país, es el más equilibrado.
E: Pus’, digamos que sí, tiene mucho trabajo, hay muchísimo trabajo ahí, pero los sueldos andan por los suelos. Ahí, sí hay muchísimas fábricas, muchas fábricas para trabajar ahí, pero ahí casi trabaja la gente de fueras, mucha gente de fueras, y muchos de los que viven ahí también, pero no se como le harán para vivir con ese sueldo, 150, 200 pesos, pus’ no.
F: Está difícil.
E: Muy difícil.
F: Otra pregunta, en otro tema, es este, ¿Tú eres católico? ¿Practicas alguna religión?
E: Pues, soy católico, soy, es la religión que me inculcaron mis padres, la religión que yo les trato de inculcar a mis hijos.
F: Entonces, la pregunta es: Todas estas experiencias que tienes así, desde esa fe que te inculcaron, ¿como las relacionas, o como las pensarías? O cuando vienen y hacen Misa aquí, ¿cómo relacionas tú tus experiencias, como migrante, con tu fe, te ayudan a entender, o qué, qué pasa con tu fe y tus experiencias como migrante?
E: No te entiendo.
F: Si, mira, lo voy a decir desde mi experiencia personal. A mí, yo veo mucho que gente que sufre mucho, muchas veces tiene una fe más profunda y entiende mucho mejor las enseñanzas del Evangelio que gente que vive, acá, con todo resuelto.
E: Con todos los…
F: Esa ha sido mi experiencia de trabajar con gente sencilla, con gente pobre, con refugiados guatemaltecos, con campesinos en Nicaragua, con indígenas en Chiapas. Esa gente para mí siempre ha sido la que más me ha enseñado a mí sobre la fe.
E: Sí, pues, yo creo que sí, verdad, que todos, como dijo hace rato el Padre (que vino a Casa Juan Diego a celebrar la Misa), que todos los que sufrimos, todos los que tenemos esas experiencias, pues estamos más apegados a Dios. Inclusive, uno cuando viene en el camino, pues le pide a Dios y todo…
F: Tu crees que la Iglesia Católica pudiera hacer algo por los migrantes, la Iglesia Católica en México, o la Iglesia Católica acá pudieran hacer algo más de lo que están haciendo por los migrantes?
E: Pues sí, la Iglesia Católica aquí en Estados Unidos sí hace mucho por los migrantes, la Iglesia Católica en México, pues no, no creo.
F: ¿Y qué crees que pudiera hacer, si tú pudieras sugerirles al obispo de allá?
E: ¿Pues, qué? En México los entiendo, porque son pocos los recursos que hay, de recursos económicos. Y aquí hay más recurso económico para ayudar a la gente. Y ya ves que sí, lo ayudan a uno demasiado. Aquí en Casa Juan Diego vive uno, verdad, no le piden a uno ni un centavo, aquí todo lo que trabaja es para uno, aquí con lo único que coopera uno es con aseo. Pero en México, entiendo porque no hay recursos.
F: ¿Y tú te sientes entendido? O sea, cuando tú regresas a tu comunidad, ¿tú sientes que muchos otros hacen lo mismo que tú o tú eres de los pocos? Y entonces cuando tú regresas sí te es fácil sentirte cómodo, sentirte aceptado, o sientes rechazo, o ¿tú ya no te hallas?
E: No, sí yo, ¡mil veces allá que aquí! Mil veces estar allá que estar aquí, si hubiera la posibilidad de vivir allá cerca de mi familia, ganando un sueldo mas o menos, allá me quedaba, ya no vengo. Pero yo, en los ratos que he ido para allá, aprendí un oficio allá que es de chofer, pero no es redituable ese oficio, es muy poca moneda, no viviría yo con esa moneda, son 250 por semana, 300.
F: Esta canijo, ya con hijos y queriendo educarlos, ¡está difícil!
E: Está mucho muy difícil, pero a lo mejor como la gente que vive allá, verdad, porque eso ganan y sí viven, comen, pero no visten, porque haz de ver a los niños, descalzitos y por la calle, con un shortcito y una camisita, porque no alcanzan para más. Y sus pantaloncitos rompidos y remendados y no pueden ir a la escuela.
F: Y con los mexicanos, por ejemplo ahí en Aguascalientes los que nunca vienen para acá, no hay gente que luego tenga mala, porque otro compañero también estaba hablando de que al migrante le tiran mala onda a veces los que se quedan y también los que están acá.
E: Es que muchos de los que vamos para allá, tenemos la culpa porque llegan y a apantallar, si te haz fijado, ¿verdad? que se quieren sentir más que la demás raza, la raza que se quedó ahí y no debe ser así, todos somos iguales, ¿verdad? Y los dos compramos el terreno en el mismo tiempo, ¿verdad? y pues normal, ¿no? El tiene su jacalito todavía y pues yo ya le finqué algo. Pero que vamos a comparar con lo que gano yo aquí y lo que el gana allá. El antes está haciendo milagros porque con un sueldito como el de él, pues está muy duro para hacerle algo al jacalito.
F: Y él no agarra mala onda contigo?
E: No, no, inclusive, yo tampoco no con él, al contrario que me sobro un saco de cemento, que mire, úselo pa’ que no se me eche a perder, ahí le va, se lo regalo.
F: Si tú fueras a hablar con un chavo que se quiere venir para acá, ¿qué consejos le darías?
E: Depende que pensamiento traiga. Si es un chavo que quiera hacer billetes, lo aconsejo muy bien, si es un chavo que quiere venir a conocer nada mas y a hacer desbarajuste acá, lo desanimo mejor y que no se venga.
Nota de los Editores: Muchos migrantes nos cuentan que reciben ayuda de la Iglesia Católica en México en diferentes ciudades en su camino.
Trabajador Católico de Houston, Vol. XVIII, No. 3, mayo-junio 1998.