Que diferente se ve ahora nuestro mundo de la Civilización de Amor a que nos ha llamado recientes papas y también David L. Schindler y otros editores de revistas y periódicos católicos, incluyendo el Trabajador Católico de Houston.
Que lejos está nuestro reconocimiento del de Moisés cuando él encontró al Señor en una llama de fuego en una zarza ardiendo que no se consumía, un encuentro que cambió a Moisés para siempre y que estaba directamente conectado a una respuesta a la esclavitud y aflicción del pueblo de Dios.
La secularización celebra el poder y la influencia en lugar de la santidad y el ingenio. La vida cultural está dominada por el consumismo. La división sin precedencia entre lo espiritual y las instituciones que forman nuestro mundo han permitido a economistas,
ejecutivos de negocios, políticos, la prensa, la profesión médica y militar a actuar independientemente de la dirección del Espiritu.
Esto ha llevado a la opresión de la persona y al siglo más sangriento de la historia de la civilización, con millones de personas muertas y con una pérdida de respeto por toda vida humana. El Papa Juan Pablo II dijo en un reciente viaje a Alemania que él teme que si la nueva Europa después del comunismo está contruída sin una ancla de las raíces
cristianas del continente, podría facilmente caer presa al totalitarismo de nuevo.
Las universidades, incluyendo las universidades católicas, que deben ser grandes centros de ideas, están haciendo poco para enfrentar la crisis espiritual de nuestros tiempos. En lugar de esto, ellos incitan a los estudiantes a enfatizar sus propios derechos, su avanzamiento propio, su privilegio propio.
Crisis económica
Con la caída del comunismo, el marxismo ha sido descreditado como un
sistema económico alternativo. Desafortunadamente, el mundo ha regresado a las brutales condiciones del trabajo del siglo diez y nueve, donde los niños del Tercer Mundo trabajan largas horas diarias por unos cuantos centavos por hora para proveer artículos de consumo baratos para nosotros.
Muchos son forzados a emigrar a los Estados Unidos u otros países cercanos.
Ha resultado una nueva esclavitud para enriquecer a los jefes de compañías e inversionistas más que cualquier dueño de una plantación de épocas pasadas.
Teólogos CEO’s
Algunos católicos defienden este sistema, entre ellos los neoconservadores como Michael Novak, George Weigel y P. John Neuhaus. Novak ensalza la creatividad del capitalismo: “En lo más interior del sistema capitalista, por ejemplo, está la confianza en la capacidad creativa de la persona humana como lo enseña la teología, y la experiencia verifica, tal confianza está bien situada. Cada persona está hecha en la imagen de Dios, el Creador. Cada uno es llamado a ser co-creador y otorgado la vocación de actuar creativamente.”
Es muy cierto que este proceso es creador, y uno lo puede ver en negocios chicos. Pero en el capitalismo industrial y global de hoy en día, es creativo solo para unas cuantas personas. Si uno puede hacer una camisa por $.16 en El Salvador y venderla por $25.00 en Estados
unidos, esto es muy creador–pero también muy diabólico.
Es muy creador encontrar una manera en que el jefe de una compañía gana varios millones de dólares al año y los inversionistas reciben enormes lucros mientras los trabajadores ganan unos cuantos centavos por hora. Será muy creador trabajar con los gobienos de los Estados Unidos y Latinoamérica para dearrollar zonas libres en países como Honduras donde no se pagan impuestos y no puede haber organización de trabajadores en las maquiladoras donde ganan $.37 por hora. Pero esto no implementa la doctrina social católica.
Estos neoconservadores (un término confuso porque su filosofía en otros países es llamada neoliberalismo) tratan de vestir a los pensadores escoseses de la época de la Ilustracion, como Adán Smith y David Hume, en ropa católica. En un artículo George Weigel describió a un próspero hombre de negocios de los Estados Unidos, quien había encontrado que la fe ya no es una obstrucción al avance económico en E.E.U.U. y señala que hay muchos católicos “a las alturas del dominio de jefes de compañias grandes.” Estas personas dan donaciones regularmente a caridades y no perciben una tensión seria entre este estilo de vida, nivel económico y dedicación católica. Weigel deplora el hecho de que el magisterio no ha dado su apoyo a la teología de creación de riquezas. La razón podrá tener algo que ver con el Evangelio.
Nosotros (los autores) nos sentimos mal criticando a nuestros hermanos neoconservadores que participan en la misma mesa del Señor, pero el mismo Jesús Eucarístico que compartimos como hermanos y hermanas nos incita a hablar por aquellos que sufren por un capitalismo que sienta la avaricia antes que la creencia.
El Papa Juan Pablo II recientemente puso el “capitalismo desenfrenado” a la par con el comunismo, diciendo a los Eslovenios en una visita a la antigua República Yugoeslava que el uno no era menos peligroso que el otro. El dijo que Eslovenia estaba tratando de liberarse de “consecuencias negativas de una ideloigía totalitaria, pero que debe permanecer especialmente vigilante a detener otra ideología, que no es menos peligrosa, el capitalismo desenfrenado, ocupando el vacío.
El Cardenal Bernard Law de Boston advirtió hace poco que las “corporaciones de E.E.U.U. están poniendo en peligro al capitalismo al tratar a los trabajadores como mercaderías que pueden ser eliminadas, para producir más ganancias para los inversionistas.” En defender a los miembros más débiles de la sociedad de tal maltrato, el Cardenal Law dijo que, “Si no buscamos una manera de demostrar respeto por el trabajador como un trabajador, entonces yo pienso que el sistema entero se va a caer.”
Un espiritualidad para el mundo
¿Como pueden los cristianos, como puede la Iglesia, responder al vacío de hoy, a la crisis económica, a la crisis del espíritu, al sufrimiento de los pobres? ¿Dónde está la teología profunda que pueda empezar a dar sentido, moralidad y una espiritualidad para esta época?
David Schindler, de Washington, D. C., presenta esa visión en uno de los más importantes libros nuevos desde el Concilio Vaticano II. Su manera de presentar el compromiso cristiano en el mundo es dinámica y profunda.
Según su libro nuevo, llamado Corazón del Mundo, Centro de la Iglesia: Eclesiología Comunio, Liberalismo y Liberación (Eerdman’s, 1996), que no ha sido traducido todavía al español, “Los cristianos deben buscar la manera de vivir en el corazón del mundo, desde el centro de la Iglesia.”
¿Qué puede significar esto? ¿Como pueden los cristianos traer el amor que transforma la sociedad sin obligar a otros?
Schindler responde que “al final la relación de los cristianos y de la Iglesia al mundo debe comprenderse en términos de la relación de Dios al mundo, como El ha establecido esa relación en Cristo.”
La misión de los cristianos a un mundo desorientado por Adán–desorientado en el sentido de estar orientado a alejarse del amor de Dios revelado en Jesucristo–toma forma del interior de la propia misión de Cristo a re-orientar y reconstruir toda la creación (incluyendo el ambiente) hacia Dios.
La Iglesia es mucho más que moralidad, mucho más que justicia social, mucho más que Roma–más que la Iglesia jurídica. Es más que cualquier movimiento por derechos. Es mucho más que americanismo o europanismo. Va más allá de cualquier sistema social, político o económico.
Un nuevo sentido de la relación de la Iglesia al mundo surge en este libro, como la extensión de la propia misión redentora de Cristo de la Encarnación, y con esto, un nuevo sentido del mundo mismo.
Según Schindler, la función de la Iglesia en el mundo no es simplemente el de hacer alguna corrección a “estos sistemas mundanos políticos, sociales y económicos,” sino de ofrecer algo más profundo. La Iglesia “puede ser ella misma solamente penetrando al mundo–y así las órdenes sociales-económicos del mundo–con ella misma, con la imagen sacramental del amor del Dios de Tres Personas revelado en Jesucristo. Solamente de esta manera puede la realidad en todos sus aspectos, incluyendo la economía, ser “liberada.”
Una citación que él usa de la teología de Hans Urs von Balthasar dramatiza la perspectiva diferente de esta teología: “El éxito no es uno de los nombres de Dios, pero el fuego consumidor sí lo es.”
Schindler insiste en una más profunda comprensión de la Encarnación y de la Iglesia que lo que está presente ahora en algunas teologías de liberación, incluyendo las teologías femenistas, o en ideas apoyando un capitalismo de producción de riquezas. El es un maestro en ir más allá de la muy limitada perspectiva de John Courtney Murray tocante a
libertad de religión y democracia. Las trampas en que algunas de estas nuevas teologías han caído al desarrollarse en una atmósfera de pluralismo religioso han envuelto los errores de importar las estructuras del mundo a la Iglesia o de marginar la Iglesia, haciendo de la fe un asunto particular y permitiéndole entrar al mercado solamente como una “moralidad pública.”
El juego de estafa de una plaza pública vacía
A primera vista parecerá raro que Schindler agrupe juntos el liberalismo, varias teologías de liberación y neoconservatismo. Muchas pensarían que no tienen nada en común. En el punto de vista de Schindler estas maneras de ver las cosas comparten una teología
inadecuada de libertad humana y de autonomía “mundial” y comparten el problema de identificar la Iglesia junto con las estructuras políticas de Estados Unidos y con el racionalismo de la Ilustración.
Estos pensadores han caído en lo que Schindler llama el juego de la estafa, la idea de un campo de juego a nivel donde todas las ideas son supuestamente iguales en la comprensión política de E.E.U.U., pero la religion es particular. El problema con esta teoría como él lo denota, es que ningún contenido o creencia es aceptada en el campo de juego–y así no está abierta o neutral como los teóricos (incluyendo, paradojicamente, neoconservadores) pretenden. La agenda está controlada por secularistas y solamente secularistas pueden hablar–o la fe solo puede hablar como una moralidad pública superficial higienicamente deslavada de la profundidad de sentido.
Michael Novak, por ejemplo, aun dice que no es propio presentar valores cristianos al mercado en una sociedad pluralista.
¿Hasta dónde la teología de la liberación?
Algunos han buscado una alternativa en varias formas de la teología de la liberación.
Los teólogos de liberación recientemente han enfrentado el tener que ajustar sus perspectivas del mundo a los eventos de 1989, cuando se descreditó el marxismo como una alternativa en el que algunos aun esperaban.
Según José de J. Legorreta Z., en su artículo, “Ciencias sociales y método teológico en América Latina,” publicado en VOCES: Revista de Teología Misionera de la Universidad Intercontinental de México, D.F., la Constituion Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II “introdujo el análisis social y lo recomendó para la reflexión teológica” (GS 4 y 62). Los teólogos de la liberación empezaron a incorporar este análisis en su teología. En una situación de extrema pobreza y violencia para la mayoría de su pueblo, ellos presentaron estudios que enfatizaban una relación de víctimas y opresores que estaba atada a la teoría de la dependencia en Latinoamérica.
Legorreta denota que al ir cambiando el análisis de la ciencia política, la teología ha de reflejar este cambio.
Los teólogos de Latinoamérica, reflejando sobre Vaticano II treinta años después, están pidiendo una profunda teología que pueda referir a los nuevos signos de los tiempos de los 1990’s. José Luis Franco B. pregunta, “¿A qué hombre de hoy se refería Gaudium et Spes cuando enfatizó responder a las esperanzas y angustias de los hombres de hoy, sobretodo de los pobres?” La preocupación es que “En el contexto del evento del Vaticano II ese hombre era el hombre moderno, ilustrado, con formación académica (“La relación Iglesia-mundo moderno 30 años después del Concilio,” VOCES, enero-junio 1996). La pregunta es, según José Luis Franco B., ¿hasta que punto incorporó el Concilio el problema de hambre, pobreza y miseria en el mundo de hoy? Su respuesta es que sí, lo hizo, tal vez no tan fuerte como algunos habían esperado, pero, “Sin embargo, con estos textos, el Concilio pone en marcha el desarrollo de esta aportación que acontecerá después con las Conferencias Episcopales de Medellín, Puebla y en menor escala Santo Domingo, quienes hablarán de la opción preferencial por los pobres, con todo lo que ello conlleva.”
Según Franco, la situación de los ’90’s es mucho peor en Latinoamérica, de lo que era en el tiempo del Concilio–un verdadero desastre económico.
Enfatizando que la misión de la Iglesia en su relación al mundo moderno no solamente pide fidelidad a Vaticano II, a Dios y a la Iglesia, sino profundizar más y más esta gran opción por los pobres, Franco insiste que “Nuestra relación con el mundo moderno pasa hoy por entre en medio de los pobres y exige nuestra fidelidad a estos signos de los tiempos.”
Los libros de los católicos neoconservadores han sido traducidos al español y se están promoviendo en Latinoamérica. Estos no son lo que Latinoamérica necesita, porque proponen una opción por los ricos. Las gotas de la teoría de derrame se convierten en gotas de sangre en Latinoamérica.
Franco denota que lo que nos falta hoy es una teología de la historia, capaz de articular en bases totalmente nuevas, “lo humano y lo divino, lo mundano y lo espiritual–una teología de la vida y de la existencia cristiana en el mundo de hoy, que sea Cristológicamente consecuente y que desde ahí muestre la unidad entre Dios y el hombre. Se requiere de repensar la articulación entre fe cristiana e historia, creación y salvación en continuidad y novedad con la GS.”
La crisis de significado en mundo y universidad
El libro de Schindler, con sus raíces en la teología de Henri de Lubac y Hans Urs von Balthasar, es precisamente esta nueva articulación. Schindler presenta la eclesiología que tiene el potencial de transformar los dos sistemas, socialismo y capitalismo democrático–exactamente lo que se necesite para responder a la crisis.
Enfatizando la nueva teología de liberación que va más allá de la versión antigua que tendía a identificar liberación básicamente con humanización, con desarrollo y progreso humano y la teología del primer mundo de los Estados Unidos (con raíces en Europa), Schindler insiste que la mejor teología si abarca todas las formas de justicia mundial–pero es much más que eso. Es un teología que puede responder a los más profundos niveles a las realidades actuales y a los desafíos de filósofos modernos y posmodernos que han declarado a Dios y también el sentido de la vida muertos.
La Ilustración del siglo dieciocho endosaba libertad y rechazaba la religión, condenándola como superstición y reemplazándola con razonamiento humano. Si a Dios se le permitía existir por algunos pensadores de la Ilustración, esto era solamente colocándolo fuera del
universo, en el margen, sin tener nada que hacer directamente con sentido y vida. En esta percepción Dios es el relojero que permanece a una gran distancia.
La idea de un Dios distante llevó a Nietzsche a declarar a Dios muerto. El denotaba que Dios no había tenido nada directo o interno que hacer con el sentido de cultura occidental por algún tiempo. El dijo que la “pequeñez del alma moderna era solamente igualada por su
superficialidad.” Esto era una acusación a la Ilustración.
Jacques Derrida, un filósofo posmoderno que está enseñado a todos los estudiantes de la universidad en las aulas de hoy, lleva esto más lejos. Según Derrida, si Dios se acaba, se acaban los fundamentos de sentido. El enseña que el sentido se ha separado de Dios y así se ha desenrredado. Los filósofos posmodernos afirman que las bases del sentido están vacantes. Esto frecuentemente es llamado deconstruccionismo.
Los métodos básicos de investigación, análisis e instrucción en la universidad están basados en las ideas de filósofos modernos y posmodernos que creen que el sentido se obtiene mejor a través de la duda y análisis–situándose a una distancia mientras se separa el sentido de sus partes siempre más pequeñas que no se pueden identificar. Algunas de estas filosofías ven la identidad del humano y Dios como una máquina.
Schindler anota que separar las entidades y sus significados, para darles identidad, de hecho no es tan inocente como han pensado frecuentemente los modernos. Es posible dar identidad no solamente según la manera de la máquina, pero también en la manera del amor.
Dar al sentido la simple identidad propia para una máquina es poco más que ateísmo desenvuelto a un método: esta es la muerte de Dios establecida en la forma de toda nuestra investigación.
Los padres de familia de fe que se sacrifican para mandar a sus hijos a destacados universidades frecuentemente no se dan cuenta que a los estudiantes se les enseñará que empiecen sus estudios con ateísmo. Schindler propone en lugar de eso, dar al sentido la identidad relacional propia del amor, y así desplegar el teísmo trinitario a un “método.”
Schindler aboga empezar el estudio con un teísmo trinitario (un Dios generoso) al contrario de ateísmo (un Dios que está inactivo, muerto–en relación a las actividades internas del cosmos) como la propia fundación del sentido.
Schindler arguye que, mientras la lógica de la máquina tiene su paradigma en los filósofos modernos como Descartes (el padre de este mundo filosoficamente confundido), la lógica de amor encuentra este paradigmo en el fiat (sí) de María.
Hay mucha discusión ahora acerca de como las universidades católicas pueden retener su identidad católica y no convertirse completamente seculares, como lo han hecho tantas universidades protestantes como Harvard y Yale.
Schindler propone estructurar este expuesta a los desafíos del Evangelio, donde los estudios sean dirigidos hacia escuchar, comprender e inculcar la Palabra de Dios. Esta es la manera en que comenzó la universidad.
Teología profunda de Iglesia y mundo
Schindler sugiere que otras eclesiologías, sin darse cuenta, han formado una mala unión con el mundo. No tienen éxito porque llevan una defectuosa comprensión de la relación de la Iglesia al mundo y del mundo mismo. Ellas presuponen una comprensión inadecuada de las personas de María, de Cristo y de la Trinidad como son analogicamente reveladas en Eucaristía y Comunio–la comunión de amor de la Trinidad y de los cristianos.
Antes del Concilio Vaticano II, existía una muy estrecha comprensión de la Iglesia, demasiado identificada con la jerarquía. En los años después del Concilio el “Pueblo de Dios” ha sido igualado muy simplemente con una democracia mundana. La teología de Comunio de la Iglesia abogada por Schindler contiene todos estos elementos de jerarquía, institución y democracia (Pueblo de Dios).
En esta teología se entiende la salvación como esencialmente social y encarnacional. Incluye la persona entera en su ser físico y actividades mundanas, incluyendo la inteligencia, y es para empezar ahora en esta vida.
Como lo presenta Schindler, la implicación es muy sorprendente: Nuestra liberación por Cristo del pecado es destinada para hacernos completo, no solamente de una manera “supernatural,” sino en una manera “natural” también. Así la Iglesia es la base para la integridad del cuerpo y el alma.
Es liberación en este sentido que de por si lleva a la civilización de amor como una condición para la integridad de toda la vida mundana, pensamiento, acción y producción. En consecuencia, en una palabra: para curar al mundo, para liberar a cualquier humana o no-humana entidad o cualquier aspecto de ella para ser verdaderamente lo que es, debemos de mirar hacia la Iglesia. Como lo ha dicho también el Papa Juan Pablo II, “No existe una solución genuína a los problemas separada del Evangelio.”
La Iglesia como Iglesia debe de informar al mundo, no como un estado o gobierno, sino como el alma informa al cuerpo.
El Triple Fiat
El consentimiento libre de María a la Encarnación, el consentimiento de Jesús a la voluntad del Padre y el consentimiento de la Iglesia y así de cada cristiano a Dios, son todos conclusivos en esta relación matrimonial.
Schindler enfatiza que la integridad de la naturaleza humana no se pierde al seguir el camino de Dios, sino que esto es la verdadera y más profunda forma para la existencia de todas las creaturas–estar conformadas a través de la gracia a la imagen del Hijo, el primogenito de toda la creación. Para Schindler (y para Balthasar) el punto para
empezar toda actividad creativa en el mundo–y la santidad–es la receptividad, estar dispuestos a recibir, basado en el consentimiento (el fiat) de María, que escuchó la Palabra de Dios, la acogió y la vivió.
Adrienne von Speyr, la mujer suiza mística y doctora que colaboró con Balthasar en su trabajo de su vida, habla de esta actitud de receptividad:
“Entrega al Señor es una acción ascética que contiene en si misma, todo lo que tenga que ver con los planes del Señor para una persona. La primera calidad de la acción es estar listo sin estar calculando siempre lo que es posible para nosotros, facilmente posible, luego solamente posible y finalmente enteramente imposible. Estar preparado tiene una disposición en si que tiene el valor de dejar al Señor lo que a El le pertenece.”
Según Balthasar (y Schindler) lo que a nuestra cultura superficial Occidental le falta es la disposición del fiat y la conversión radical de corazón y mente que nos permitiría percibir el escándolo de amor divino y responder en obediencia y servicio con amor. Lo que nos falta es una genuína disposición receptiva-contemplativa hacia el otro (Dios y projimo).
Una instrumentación que entafiza hacer, hacer y tener en relación al otro, en lugar de ser, crea una “disposición de actuar hacia al otro primeramente en el interés del si mismo.”
Por contraste, auténtica espiritualidad cristiana requiere renunciación. En la teología de Balthasar la renunciación está envuelta en “escuchar la Palabra correctamente, pero esto no se convierte en negativo, sino en un misterio de gozo y liberación.” Nos recuerda que nuestras vidas, nuestras realidades como seguidores de Jesús están en otro nivel, donde el tiempo y la eternidad se entrecortan y “nosotros solo vivmos, solo suspiramos, consumidos ya sea por fuego o fuego” (T. S. Eliot)–un fuego de Amor que se vierte hasta nuestro prójimo y aun hasta las estructuras sociales.
Esta es la manera de ser discípulos, la manera del divino amor, que puede transformar nuestro mundo.
Trabajador Católico de Houston, Vol. XVI, No. 6, noviembre, 1996.