Salí de Honduras con el plan de llegar a E.U.A. Llegué a Guatemala y ese mismo día circulé llegando a la frontera con México. El río lo pasé con un neumático grande de llanta de tractor o carro. Más adelante, al cruzar el río, llegué a Tapachula, Chiapas, México.
Allí la policía me dijo que si podía depositar $300 pesos podría seguir adelante. Los pagué y caminé por dos días por la línea del tren y llegué a un lugar donde encontré un albergue de inmigrantes.
Ahí estuve dos días porque no podía caminar, mis pies estaban destrozados. A los dos días llegó el tren llamado La Bestia. Con un amigo, nos enloquecimos y nos montamos al tren los dos juntos. Íbamos bien agusto, pero a la media noche el tren se paró en un lugar donde se subieron cuatro personas con machetes, garrotes y cuchillos, eran maleantes. Se acercaron a mi amigo, lo agarraron y como el tren venía en movimiento él se opuso, yo humildemente estaba sentado.
A mi amigo le dijeron: “el dinero o tu vida”. Yo solo oí decir mi amigo: “yo vengo pidiendo y sólo tengo $500 pesos y no se los puedo dar”. Lo agarraron y yo sólo escuché dolorosos gemidos. Lo tiraron en medio de dos vagones y un pie suyo quedó atrapado entre unas varillas del tren. Como estuve seguro oí gritos, y eran gritos de dolor de cuando mi amigo pegaba la cabeza al suelo de balaustre y durmientes de madera, hasta que ya no se escuchó nada.
Se acercaron a mí y me agarraron y ataron, me dijeron: “saca lo que llevas y sigue el camino”. Yo les dije: “traigo sólo $1000 pesos, se los doy si me dejan en paz”. Se los entregué. Ya cuando ellos siguieron y me quedé solo, fui a ver si mi amigo estaba vivo. Cuando miré entre las varillas del tren, vi el tenis de mi amigo, lo agarré y dije ya se murió…porque había gotas de sangre en medio de los vagones. Me cambié de vagón porque no me gustó seguir ahí. Ya venía solo y a las 3 am llegué a Veracruz. El tren se paró. Ya en Veracruz hubo cambio de tren. Caminé sin problemas hasta llegar al D.F. Al llegar a Lechería me bajé del tren y empecé a pedir comida. De ahí me fui a esconder a la orilla de un río.
Como a las 4 de la mañana llegó mucha gente a tomar alcohol y a hacer drogas y yo todo lo escuchaba. Al rato oí que empezaron a pelear, se hicieron unos tiros, y muchos salieron corriendo. Se vino una lluvia y yo asustado no quise salir de ahí. Al salir como a las 5 de la mañana, oí quejidos de alguien pero salí sin problemas, llegué a la línea del tren y venía el tren. Me subí sin problemas. Pero estaba bien mojado. Y así llegué a Saltillo. Ahí estuve tres días en un albergue de inmigrantes.
De ahí agarré un tren y me fui para Monterrey. Ahí no tuve problemas, me dieron comida y me regalaron $50 pesos, allí estuve esperando el tren, y me agarró la policía y me detuvieron por 24 horas y me dejaron libre. Saliendo de la policía, agarré el tren y llegué como a las 3 de la mañana a Laredo.
Fui a buscar el río, y llegué al puente de la línea del tren. Me asusté mucho porque del puente vi a tres hombres colgando de los pies y desangrándose. Después vi a dos hombres que salían del monte y me insultaron vulgarmente. Salí corriendo y me fui a meter a una casa abandonada, y como no me sentía agusto, corrí a la línea del tren. Venía el tren y me subí, y pronto estaba de vuelta en Monterrey. De ahí me subí a un tren que iba a Piedras Negras. Estaba tan bonito que no miré maleantes ni policías.
Empecé a caminar por la orilla del río hacia arriba. Como a las tres millas me crucé el río y ahí empezó mi calvario nuevamente. Caminé tres días rodeando la garita de migración y llegué de nuevo a la línea del tren, y caminé hasta un puente y me encontré con unos agentes de migración que me dieron carrera. Tuve que esconderme como rodeando ese tramo de línea, hasta que volví a encontrar más adelante de nuevo la línea del tren. Ya caminando por una brecha cerca de la linea del tren, oí como el sonido del chin chin de una serpiente o culebra, pero no me dio tiempo de alejarme porque me atacó, clavando sus colmillos en la tela del pantalón, o pantalones porque traía puestos 3 y unas botas altas. La serpiente no logró picarme.
De ahí caminé tres días. Llegando a San Antonio me encontraba dándole gracias a Dios por estar ahí. En el patio del tren descansé hasta el medio día, pero no aguantaba el hambre. Me encaminé a la estación de autobuses de la Greyhound y me puse a pedir dinero. Conseguí cinco dólares. Cuando me acerqué a un muchacho para pedirle, me dijo que para qué pedía y yo le dije que era para comprar el boleto de autobús que me llevaría a Houston. El me dijo que si era así, él iba a comprarme el boleto de autobús y así lo hizo. Y llegué aquí como a las tres de la mañana, con hambre, con tos, dolor de huesos y fiebre. De ahí agarré la búsqueda para comer. Me encontré con una persona que me dijo que yo estaba bien malo, y que me fuera para la Casa Juan Diego. Yo le dije que no conocía y me dijo que le pagaría a un taxi para que me llevara.
Así lo hice y llegué acá, a la Casa Juan Diego, en donde me llevaron a su clínica a unos exámenes y ya estoy en tratamiento. La fiebre se me quitó y poco a poco la tos va mejorando….
El Trabajador Católico de Houston, Vol. XXXIV, No. 5, noviembre-diciembre 2013.