Lauren Adderly, una Trabajadora Católica en Houston, graduó recientemente de la Universidad de Villanueva.
En la Anunciación, María respondió al anuncio de Gabriel sobre su rol en la historia de la salvación con perfecta humildad, sabiduría y fe diciendo, “Hágase en mí según tu palabra.” Con esta oración, ella se ofreció a ser el receptáculo que acogería, cuidaría, amaría y protegería al niño Jesús. Ella recibió al hijo de Dios en su propio ser en una perfecta acción de hospitalidad. Su apertura le permitió a Dios venir a la tierra y habitar entre nosotros.
Aquí en Casa Juan Diego, estamos agradecidos de que Dios continúa habitando entre nosotros en los rostros de aquéllos que vienen a nuestra puerta todos los días. Mientras ofrecemos hospitali-dad cada día, participamos en el trabajo cristiano que fue iniciado por el “sí” de María. Nosotros continuamos recibiendo a Dios, que decide esconderse entre los pobres, los marginados y los que sufren.
En mis primeros meses como Trabajadora Católica, he encontrado que imitar las virtudes de Nuestra Señora como la paciencia, la humildad, el amor y la fe, puede ser muy difícil algunas veces. Mientras he luchado con un nuevo idioma y una ciudad desconocida para servir a los inmigrantes en nuestra clínica, en la casa, en la distribución de comida, admiro más y más el amor incondicional de María por el niño Jesús. Adentrarse al caos de otro ser humano no es fácil. Mientras cada día en Casa Juan Diego está lleno de lecciones, alegrías, y retos, algunos momentos en particular me han enseñado mucho acerca del poder de la hospitalidad:
En mi primera semana como Trabajadora Católica, recibimos a una mujer cubana que llegó a nuestra casa sin nada más que ropa en su espalda. Ella y su esposo salieron de Cuba, volando primeramente a Ecuador y después iniciando un viaje de cuatro meses hacia los Estados Unidos. Un chango en la selva le había robado su mochila y todas sus pertenencias. Ellos vinieron a nosotros después de haber pasado varias noches en las calles de Texas, deseando simplemente comida caliente, jabón y ropa limpia. Ella disfrutaba compartir con nosotros, durante la cena, las coloridas historias de su viaje.
Algunas semanas después, mientras el Huracán Isaac amenazaba con tocar tierra en Nuevo Orleans, recibimos a una familia indocumentada que fue evacuada de su casa en Luisiana. Cada mañana en el desayuno, mientras veíamos las noticias de los daños, todos sentíamos la preocupación de esa familia que tal vez lo había perdido todo.
Afortunadamente, pronto recibieron la noticia de que su vecindario se había salvado de los severos daños. Pudieron regresar a casa pocos días después. Nuestros corazones se rompieron de todas maneras de sólo pensar en todas esas familias que no fueron tan afortunadas.
Recientemente, recibimos a una familia que vino a nosotros después de haber pasado dos años en otros refugios de Houston. La madre, la hija adolescente, y los pequeños gemelos llegaron a nuestra puerta el día del cumpleaños número cinco de los gemelos. Por supuesto, lo celebramos con un pastel en el almuerzo. Después de una mañana particularmente estresante, le pregunté a la madre si estaría interesada en cocinar para la casa en algunas ocasiones. Estaba simplemente feliz con la idea de hacer comida que sus hijos disfrutaran: no había podido cocinarles comida mexicana en años. Qué bonito que Casa Juan Diego se convierta en un lugar para estas familias para sentirse en casa y encontrar cierta normalidad.
El “sí” de María a Dios en la Anunciación fue el primer paso en un camino que la llevaría a una serie de aventuras inesperadas, incluyendo ni más ni menos estar al pie de la Cruz. Como Trabajadora Católica, con un “sí” diario al reto de Dios de la hospitalidad, he recorrido Houston yendo a consultorios médicos, oficinas de directores de escuela, un hospital psiquiátrico, una prisión, un salón de preescolar, y muchos otros lugares inesperadamente bonitos.
La hospitalidad que deseamos ofrecer cada día es un contraste brutal con la actitud de “no hay lugar en la posada” que les espera a la mayoría de los inmigrantes cuando llegan a este país. Nuestros huéspedes han su-frido violencia, violaciones, enfermedades, y hambre en sus viajes, sólo para encontrar a su llegada que este país les ofrece muy pocos trabajos dignos, pocas oportunidades de aloja-miento, y un acceso mínimo a servicios médicos o a la educación.
Mientras la época de Adviento se acerca, la práctica de la hospitalidad aquí en Casa Juan Diego fortalece mi fe en la constante habilidad de Dios de habitar entre nosotros. Me siento confortada de que nuestra Señora continúa protegiéndonos y guiándonos mientras seguimos su ejemplo de tener el corazón abierto y sin límites a una hospitalidad hacia Dios. Así como María le dio un lugar de tierno y amoroso cuidado al niño Jesús, nosotros rezamos para que nuestras casas y nuestros corazones se conviertan en lugares de vida y refugio para nuestros huéspedes.
Trabajador Católico de Houston, noviembre-diciembre 2012, Vol. XXXIII, No. 5.