Queridos amigos,
La alegría de la Navidad se presenta como un gran regalo, irrumpiendo en la desesperación y la tristeza que nos rodea a nosotros y a otros en muchas partes del mundo.
La alegría de la Navidad nos sumerge en el Espíritu de dar, lo que nos permite dar antes que recibir, ya sea que signifique entregar un regalo o la vida de uno.
Por un breve tiempo durante esta temporada nos convertimos en una nación de dadivosos, al darnos cuenta de que es mejor dar que recibir. Por un tiempo somos dadores, y no buscadores.
En Casa Juan Diego intentamos celebrar la Navidad durante todo el año, pero tenemos tremendos desafíos con tantos que vienen a nosotros que no tienen a nadie que les ayude. Entre los mayores problemas está el atender a los enfermos, los heridos y los sin techo. No hay lugar en la Posada y no hay lugar dónde ir para las personas gravemente enfermas o heridas, a menudo paralizadas, que no tienen recursos en su discapacidad.
Además de los que no tienen casa y permanecen en nuestras Casas de Hospitalidad, tenemos el reto de atender las necesidades de cerca de 100 personas que están muy enfermas. Algunos de sus familias necesitan ayuda desesperadamente. Algunos no tienen familia, ni vivienda ni dónde ir.
Casa Juan Diego tiene la bendición de poder servir a los hambrientos que vienen a nosotros, con la ayuda de las parroquias y el Banco de Alimentos.
Similar al servicio de los enfermos graves y heridos son los muchos que vienen a nuestras dos clínicas médicas – uno en la calle Rose y el otro en la Casa María, nuestro satélite, atendidas por generosos profesionales y otros voluntarios. Imagínese cuántos diabéticos se han salvado de amputaciones o ceguera, gracias a una buena atención médica; cuántos derrames cerebrales han sido prevenidos con el tratamiento de la hipertensión arterial y de cuántas infecciones han sido tratados.
Algunos dicen que somos perdedores atendiendo a los pobres. Pero nuestra Santa Biblia, en el canto de María, la madre de Jesús, nos dice que el Señor ama a los pobres y engrandece a los humildes.
Cada donativo dado por aquellos que ayudan a mantener en marcha la Casa Juan Diego es una participación en el amor sanador de Dios por los pobres.
Sobrevivimos gracias a las personas generosas. Esperamos que pueda ser generoso con la Casa Juan Diego. Toda la generosidad recibida se destinará a los pobres. No hay salarios en Casa Juan Diego. También necesitamos sus oraciones.
Marcos y Luisa Zwick y todos en la Casa Juan Diego