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Viviendo con el aspecto humano de la Iglesia

Recientemente hemos recibido un e-mail de una ex Trabajadora Católica que pasó un año trabajando en Casa Juan Diego, quien nos preguntaba si podíamos compartir ideas sobre cómo vivir con el aspecto humano de la Iglesia. Nos preguntó específicamente sobre las reflexiones que Dorothy Day hizo sobre esta espinosa cuestión.

Esta joven amiga, llena de fe y muy comprometida con los pobres, había tenido una conversación con otro amiga que estaba frustrada con la jerarquía de la Iglesia, porque esta amiga no había podido encontrar todavía una comunidad parroquial que estuviera tratando de vivir lo el Sermón de la Montaña y el Evangelio en su radicalidad”.

Al mismo tiempo, la ex Trabajadora Católica había estado leyendo los escritos de Oscar Romero. Nos contó: “También estoy leyendo los diarios de Oscar Romero en este momento-otro personaje que, a través de una vida de oración, de sacrificio y de conversación con su pueblo, era capaz de distinguir cuales entre los funcionarios del Vaticano estaban dando consejos bien pensados y cuales eran los que estaban haciendo juicios basados en ideas preconcebidas en lugar de evaluar los hechos con la debida deliberación. Sin embargo, Oscar Romero constantemente rezaba por la unidad entre los miembros de su Iglesia, especialmente la propia arquidiócesis, que estaba muy fraccionado durante el período en el que escribió (1977-1980).”

Nuestra Trabajadora Católica reflexionaba que la con-versación con su amiga “sólo me hizo pensar sobre mi propia relación con la institución de la Iglesia Católica Romana”. Nuestra amiga cerro su mensaje diciendo: “Yo sé que Dorothy tiene algo que ver con mi lealtad y pensé que ustedes podrían aportar algo en respuesta a esta pregunta.”

Ella nos preguntó si teníamos un artículo, o quizá pudiéramos ser capaces de encontrar o escribir alguno sobre la manera en la que Dorothy veía su lugar dentro del seno de la Madre Iglesia.

¿Cómo responder?

Para comenzar nuestras reflexiones, nos acordamos de las personas de fe muy sincera que se habían paralizado al no poder vivir con las im-perfecciones de los miembros de la Iglesia, o cuando veían a otras personas aparentemente buscando el poder o funciones especiales para ellos mismos.

Incluso los discípulos habían encontrado difícil el evitar los juegos de poder y el comprender el papel humilde que Jesús les pidió que hicieran –vea Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y a su madre, pidiendo que se les permitiera sentarse a la mano derecha y a la mano izquierda de Jesús en el Reino. Jesús no les respondió que deberían de luchar para obtener un mejor puesto en el templo, sino al contrario, que deberían beber del mismo cáliz que el bebería, y que deberían amar a sus enemigos, estar dispuestos a dar sus vidas por otros, lavarles los pies a los demás, y renunciar a todo sus bienes para seguirle.

¿Cómo podría Dorothy aceptar la Iglesia?

Dorothy había luchado con los problemas relacionados con la humanidad de la Iglesia mucho antes de que se convirtiera en católica, creyendo en esos tiempos que los movimientos radicales, cuyos miembros trataban de ayudar a los trabajadores pobres probablemente tenía más autoridad moral que la Iglesia.

Su crítica hacia la iglesia en este tiempo estaba relacionada con la comprensión de Dorothy sobre el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo, que sería de gran importancia para el movimiento del Trabajador Catolico. Ella vio que a menudo los cristianos no ponían en práctica esta enseñanza fundamental de Jesús, de ver su rostro en los pobres. Ella escribió:

“Mi crítica de los cristianos en el pasado, y la cual todavía es válida al tratarse de muchos de ellos, es que en realidad niegan a Dios y lo rechazan: ‘En verdad os digo, siempre y cuando lo hicieron a uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis’ (Mateo 25: 40). Creemos que todos los hombres son miembros o miembros potenciales del Cuerpo Místico de Cristo” ( De Union Square a Roma , 1938).

Ese pasaje de Mateo 25 ha estado en el corazón espiritual del movimiento del Trabajador Católico desde el principio, manteniendo el movimiento centrado en estas raíces: Se podría decir que Dorothy Day pasó su vida poniendo la carne en los huesos de Mateo 25.    Como Mel Piehl escribió: “Las obras de misericordia han erigido en efecto una sombrilla espiritual sobre todas las actividades sociales y políticos del movimiento del Trabajador Católico, garantizando que la fe cristiana y sus valores siguen siendo fundamentales para el Trabajador Católico para que este movimiento no se deslice hacia la búsqueda de la mera política ordinaria, sin importar cuán justa o idealista sea esta. (“La Política de una Obediencia Libre,” Revolution of the Heart ).

Los Trabajadores Católicos no han dudado en hacer hincapié en sus artículos sobre la segunda mitad de la historia del Juicio Final de Mateo, la parte en la que describe lo que sucederá con aquellos que rechazan al menor de los hermanos. Cuando su trabajo la enfrentó con la situación desesperada de los pobres, Dorothy escribió en la edición delTrabajador Católico de noviembre de 1949 sobre los pecados de omisión y de las consecuencias de estos pecados que Mateo 25 describe cuando el Señor condena aquellos a su izquierda al fuego eterno, ya que cuando tenía hambre, no le dieron ningún alimento, ni de beber, ni recibieron al extranjero: “Creo firmemente que nuestra salvación depende de los pobres.” En la medida en que no han alimentado a los hambrientos, vestido a los que estaban desnudos, dado cobijo a los desamparados, visitado a los prisioneros, protestado contra la injusticia, dado consuelo a los afligidos, etc, no lo han hecho conmigo.”

Si alguna vez hubo una declaración de misión del movimiento del Trabajador Católico, era esta. Dorothy recordaba a los lectores de El Trabajador Católico que a través del gran misterio de la Encarnación, las personas de cada generación son capaces de responder al mismo Cristo en los pobres. Como ella dijo, “Él hizo que el cielo depende en la manera en la que actuamos hacia él en su disfraz de persona común, de humanidad frágil y común.”

¿Cómo puede la Iglesia tolerarnos a nosotros?

Cuándo estamos tratando de responder a las preguntas de nuestra amiga, nos hemos puesto a reflexionar que cuando la gente nos pregunta cómo podemos soportar la Iglesia Católica Romana, a menudo deberán mejor preguntarse cómo es que la Iglesia ha sido capaz de soportarnos a nosotros. Después de todo, ¿con qué derecho íbamos a venir, y así nada más empezarnos a llamar los Trabajadores Católicos de Houston?

Empezamos hace treinta años, alquilando el edificio más feo de Houston, y comenzamos a recibir a los refugiados sin hogar de las guerras en El Salvador y Guatemala, y nos pusimos por nombre el Trabajador Católico de Houston, Casa Juan Diego. No sólo eso, sino que además comenzamos a publicar un periódico y lo llamamos El Trabajador Católico de Houston .

Quienes éramos para hacer tal cosa? No éramos nadie, así como Juan Diego, cuando Nuestra Señora de Guadalupe se le apareció, y somos muy imperfectos. Y, sin embargo, la iglesia local no sólo nos ha tolerado, pero nos animó.

Fué Mateo 25 y el Sermón de la Montaña lo que nos inspiró para comenzar, y sobre todo el modelo de Dorothy Day y Peter Maurin, que radicalmente vivieron su fe católica enfatizando estas enseñanzas del Evangelio. Viéndonos de frente a extranjeros en una tierra extraña que no tenían nada para comer y ningún lugar para reposar sus cabezas, nos vimos obligados a responderles a ellos y a su gran necesidad. Las primeras personas que recibimos en nuestras casas de hospitalidad eran refugiados de las guerras de América Central que serían asesinados o reclutados a la fuerza para luchar en una guerra en la que no creían si regresaban.

Nuestra jornada personal hacia la fundación de la Casa Juan Diego y el Trabajador Católico de Houston comenzó con reuniones en grupos pequeños donde leíamos buenos libros y los analizábamos con los amigos. y un viaje a El Salvador a finales de los ’70’s para mejorar nuestro español y vivir con los pobres en América Latina. Hemos vivido mucho tiempo, y una cosa que hemos aprendido como laicos es que cuando uno quiere empezar un proyecto o salir a vivir el Evangelio, no debemos empezar por pedir a la Iglesia el dinero o el personal para ejecutar el proyecto, sino simplemente tratar de vivir el Evangelio, con la ayuda de Dios, trabajando con otras personas, con fe, y con la inspiración de la Liturgia para que nuestra fe crezca.

Una noche, hace algunos años cuando nos reunimos con algunos conocidos para discutir temas de paz, un joven habló airadamente largo y tendido sobre cómo el obispo se había negado a financiar su proyecto. Perdió la fe en el obispo y la Iglesia. Nos preguntamos por qué este joven esperaba que el obispo le financiara su proyecto.

Sabiduría de Dorothy Day y Peter Maurin

En cuanto se refiere a encontrar una comunidad y personas de ideas afines que buscan seguir más pro-fundamente el Evangelio, la historia de cómo el movimiento del Trabajador Católico comenzó podría ser un buen punto de partida. Peter Maurin, co-fundador del movimiento del Trabajador Católico, tenía formación como Hermano de La Salle, y también tenía mucha experiencia trabajando con pequeños grupos en Francia. Así mismo, Maurin había leído mucho. El estudió a los padres de la Iglesia, la historia del monacato, y también los movimientos filosóficos y litúrgicos contemporáneos. Trabajó muy duro en la búsqueda de personas que quisieran unirse a él en su programa para llevar a cabo sus ideas, y su convicción de que, el catolicismo tradicional era de suprema importancia social para la humanidad moderna.

No fue fácil para Maurin encontrar gente que trabajara con él, pero él no se dio por vencido. Él continuó hablando con la gente, y por último, el editor de Commonwealrecomendó que hablara con Dorothy Day, una periódista que podría ser capaz de ayudarlo a implementar su proyecto. Dorothy, una conversa reciente, había estado buscando una manera de vivir su fe y no conocía a otros católicos que compartieran su compromiso con los pobres. En realidad ella no había conocido aún a ningún otro católico bien. Mel Piehl señaló que Maurin le mostró que no había, como había temido, una contradicción entre su fe católica recién descubierta y el radicalismo social, sino que “la transformación social podría venir precisamente al liberar el poder tradicional del catolicismo” (“La política de obediencia libre”).

Dorothy y Peter tomaron un enfoque diferente a buscar el poder en la Iglesia. Para ellos, como para todos los santos, ser discípulo, ser católico, significa llegar a la santidad y a un poder muy diferente que lo del mundo, el camino del Evangelio: “El mayor reto del día es: ¿Cómo lograr una revolución del corazón, una revolución que tiene que comenzar con cada uno de nosotros. Cuando empezamos a ocupar el último lugar, a lavar los pies de los demás, a amar a nuestros hermanos y hermanas con ese amor ardiente, esa pasión, lo que llevó a Jesús a la Cruz, entonces podemos decir con verdad: “Ahora, he comenzado.” (Dorothy Day, Panes y peces ) Mel Piehl describe el movimiento del Trabajador Católico como uno que no busca el poder, sino más bien, “intenta transformar la sociedad no desde afuera, mediante la acumulación de poder suficiente para atacar el poder de las estructuras existentes, pero desde dentro, mediante la alteración de las suposiciones fundamentales y los valores que dan forma a toda la existencia pública” (“La política de obediencia libre”).

En lugar de que la Iglesia fuera una institución represiva para ellos, Dorothy y Peter encontraron en ella a una fuente de apoyo para su libertad para hacer el bien, y para trabajar por el bien común. Peter también decía con frecuencia que era mejor anunciar que denunciar:

“A pesar de que podría ser muy crítica en privado de los fallos de los eclesiásticos, Dorothy generalmente evitaba o minimizaba la crítica directa del clero en el movimiento del Trabajador Católico. A pesar de que esta reticencia fue considerada como una debilidad por parte de algunas personas. sobre todo en los últimos años cuando las inhibiciones generales en contra de las críticas entre los católicos se vinieron abajo, Dorothy seguía siendo de la opinión de que los católicos deben obediencia a sus superiores y que los laicos deben concentrarse en la acción social positiva y no en atacar a la Iglesia y sus líderes. Cuando un grupo de activistas católicos en Los Ángeles escribió sus quejas en oposición de la jerarquía de allí, ella respondió: [en una carta en 1963]:

“Debemos seguir hacia donde el espíritu nos conduce. Así que sigan adelante, y no busquen apoyo o aprobación. Y no siempre busquen culpables, o vean oposición donde quizás no hay ninguna. Esto es juzgar los motivos de los demás”.

Dorothy continuó en su comunicación a los Trabajadores Católicos en Los Ángeles. “Disculpe mi tono didáctico, pero tengo una larga experiencia, y les ruego que ustedes ahorre sus energías para luchar contra las injusticias gigantescas de nuestro tiempo, y no contra la Iglesia en la persona de su cardenal arzobispo allí. Es una tentación del diablo para desviar nuestras energías, desalentarnos, entristecernos, y neutralizar todo lo que quisiéramos hacer.” (Mel Piehl, Breaking Bread )

Los antiguos conocidos de Dorothy la desafiaban sobre su conversión al catolicismo, preguntándole cómo había ella podido unirse a la Iglesia Católica. Ella respondió:
“Tuve una conversación con John Spivak, el escritor comunista, hace unos años y me dijo: ‘¿Cómo puede usted creer? ¿Cómo puede usted creer en la Inmaculada Concepción, en el nacimiento de la Virgen, en la resurrección?’ Sólo podía decir que creo en la Iglesia Católica Romana y en todo lo que Ella enseña. He aceptado su autoridad con todo mi corazón.”

Pero ella sabía que no siempre sería fácil: “Al mismo tiempo quiero señalar a usted que se nos enseña a orar por la perseverancia final, y se nos enseña que la fe es un don y, a veces me pregunto por qué algunos la tienen y algunos no. Siento que yo misma no soy digna, y nunca podré ser suficientemente agradecida a Dios por su don de la fe. San Pablo nos dice que si no se corresponde a las gracias que recibimos, estas nos serán retiradas. Por eso creo también que se debe caminar con miedo, la obra de nuestra salvación requiere el temor y temblor.” [Los autores han aprendido de Santo Tomás de Aquino esta idea de que las gracias vienen en cadenas, y si se niega un eslabón,, es posible que se pierdan todos ellos.]

“Es difícil de explicar. Es difícil hacerme entender claramente. Si San Pablo, a quien el mismo Cristo hablaba, veía las cosas como a través de un espejo, oscuramente, ¿cómo puedo esperar que yo pueda aclarar las cosas para usted? Sólo he intentado explicar lo que yo entiendo, instando de nuevo a no desacreditar el cristianismo debido a las faltas de los cristianos “( De Union Square a Roma ).

Personalismo comunitario y Mateo 25

Peter le dijo a Dorothy (y todos los demás) acerca de la Iglesia primitiva y de cómo los cristianos realizaban las obras de misericordia por medio de un sacrificio personal. Vio que la práctica y el simbolismo de las Obras de Misericordia, el recibir al Señor en los pobres, vendar heridas, y lavar los pies no sólo tenía un valor para testificar la fe, sino que era una manera única de cambiar a la sociedad. Lo que Peter entendía de las vidas de los primeros monjes y las vidas de los santos es que la práctica también podría ser revolucionaria. Como él mismo dijo, “El orden social fue construido por los primeros cristianos a través de la práctica diaria de las Siete Obras de Misericordia Corporales y las Siete Obras de Misericordia Espirituales. ”

Los Trabajadores Católicos, a raíz de las enseñanzas de de Peter y Dorothy, adoptaron el personalismo comunitario. Esto ha significado asumir la responsabilidad personal por nuestros hermanos y hermanas a través de casas de hospitalidad y de las catorce Obras corporales y espirituales de Misericordia. Los santos y también los Trabajadores Católicos creen que no tenemos que esperar a que la jerarquía de la Iglesia o el Estado hagan todo. Dorothy en realidad dijo que tenía mucha más fe en la Santa Madre Iglesia que en “la Santa Madre del Estado”.

Sería un error sugerir que la opción preferencial para los pobres es un nuevo desarrollo en el movimiento del Trabajador Católico, en las órdenes religiosas con-temporáneas o en la Iglesia posterior al Concilio Vaticano II. El énfasis en vivir el Evangelio en el lavado de los pies, en la recepción y el cuidado de los pobres como el Señor mismo, era una realidad en la vida y enseñanzas de la Iglesia primitiva, y a lo largo de la historia de la Iglesia con el ejemplo de San Francisco y otros en la Edad Media, y más tarde con San Vicente de Paúl y Federico Ozanam, Francisca Cabrini y la labor de las órdenes religiosas a través de los siglos.

El compromiso con la paz y contra la guerra, tanto en el centro de la vida de Dorothy Day como del movimiento del Trabajador Católico, también tiene sus raíces en la Iglesia primitiva y las enseñanzas de Jesús, ahora cada vez más afirmadas por los últimos Papas.

¿Qué tiene que ver la fe con las preocupaciones sociales?

A pesar de que estaban involucrados en los temas más importantes de su época, Dorothy y Peter no pusieron sus mejores esperanzas en la política partidista. Dorothy había intentado eso y encontró que la política estaba “llena de arreglos leoninos.” Peter Maurin cita a Péguy: “Existe la política y también el misticismo, y el misticismo es mejor.” Ellos estaban muy interesados en lo que puede describirse como la visión de Aristóteles sobre la política, en el punto de vista más amplio, en el sentido amplio de lo que estaba pasando en la sociedad. Ellos sabían que su fe tenía mucho que decir al mundo.

Piehl preguntó: “¿Cómo ha sido el Trabajador capaz de combinar su visión espiritual, con su quehacer político de una manera que da testimonio de la autonomía y la prioridad de la fe, y sin embargo, sigue estando plenamente compro-metido con las cuestiones más difíciles y controvertidos de la vida pública real en los Estados Unidos Estados y en otros lugares?” Su respuesta fue que el lugar para comenzar a entender su implicación radical empieza con la ortodoxia religiosa de los Trabajadores: “Casi desde sus inicios, la adhesión del movimiento al catolicismo tradicional ha sido mal entendido y minimizado como una curiosa anomalía. Los radicales seculares y muchos protestantes a menudo lo han considerado un impedimento desconcertante o irrelevante para lograr los puntos de vista sociales tan admirables del movimiento. El historiador Lawrence Veysey, por ejemplo, es uno de los que han considerado la ortodoxia eclesiástica del movimiento como un capricho extraño, marginal, declarando que “El Trabajador Católico insiste en mantener un vínculo débil con la Iglesia Católica,”

El vínculo no era débil. Sin embargo, apuntaba Piehl que incluso algunos de los que han reconocido la importancia de la fe católica en la vida, la espiritualidad, y la obra de Dorothy Day y de Peter Maurin no lo han entendido como una fortaleza:

“Las personas que piensan en la religión católica como una especie de jerarquía militar, en que los superiores dan ordenes a los subalternos sobre todos los temas, tienden a ver el compromiso del Trabajador Católico con la Iglesia como incomprensible o contra-dictorio con el trabajo libre de ellos. Incluso algunos católicos han visto el tradicionalismo de los Trabaja-dores Católicos como un estratagema calculado para infiltrar el radicalismo en el seno de la Iglesia, o como un camuflaje inteligente para desviar las críticas con-servadoras.” Piehl concluye: “Cualquier persona que ve muy de cerca la historia del Trabajador Católico finalmente debe reconocer lo inadecuado de tales interpretaciones.” (Zwicks, El Movimiento Trabajador Católico: orígenes intelectuales y espirituales ).

Monseñor Oscar Romero

En El Salvador a finales de 1970 y en 1980, en medio de una brutal represión por el gobierno y en medio de una guerra civil cada vez más intensa, el arzobispo Oscar Romero habló proféticamente a diario sobre la respuesta adecuada de los cristianos.

Él se vio socavado por los ricos y poderosos, e incluso por sus hermanos obispos de El Salvador. Sin embargo, aún sin el apoyo de los otros obispos, en medio de todo el terror, la violencia y el sufrimiento, Mons. Romero dio esperanza y valor a la gente. Los autores vivían en El Salvador durante las etapas iniciales de la guerra civil y escuchaban los sermones de Oscar Romero todos los días, puesto que todos los aparatos de radio de la colonia donde vivíamos estaba sintonizado a la estación católica que los transmitía.   El Arzobispo le decía a la gente que lo que dice en Mateo 25, el ver a Cristo en los pobres, en los prisioneros, todavía se aplicaba en esa terrible situación, aunque requiriese un enorme valor para ir a ver a los que estaban en la cárcel, ir a enterrar a los muertos. Esta es una homilía que Romero hizo en marzo de 1980, unos días antes de su muerte, y que fue recogida por el padre Jesuita James Brockman:

 

Dios en Cristo vive cercquita

de nosotros.

Cristo nos ha dado una pauta:

“Tuve hambre y me diste de comer”.

Donde haya un hambriento, allí

está Cristo muy cerca.

“Tuve sed y me diste de beber.”

Cuando alguien llega a tu casa

pidiéndote agua,

es Cristo, si tu mira con fe.

En el enfermo que está

deseando una visita, Cristo

te dice:

“Estuve enfermo y me viniste

a visitar.”

O en la cárcel.

Cuántos se averguenzan hoy

de dar su testimonio en favor

del inocente!

¡Que terror se ha sembrado en\

nuestro pueblo

que hasta los amigos

traicionan al amigo

cuando lo ven en desgracia!

Si viéramos que es Cristo el

hombre necesitado

—el hombre torturado

el hombre prisionero

el asesinado—

y en cada figura del hombre,

botadas tan indignamente por

nuestros caminos,

descubriéramos a ese Cristo

botado,

medalla de oro que

recogiéramos con ternura

y lo besaríamos con amor.

y no nos avergonzarímos

de él.

 

¡Cuánto falta para despertar en

los hombres de hoy,

sobre todo en aquellos que

torturan y matan

y que prefieren sus capitales

al hombre,

de tener en cuenta que de nada

sirven

todos los millones de la tierra¡

Nada valen nada por encima

del hombre.

El hombre es Cristo,

Y en el hombre, visto con fe y

tratado con fe

miramos a Cristo el Señor.

Santos y pecadores en todas las épocas

Es desconcertante observar que la Iglesia, la Esposa de Cristo, llena de esplendor y belleza en su teología y sus sacramentos, también cuenta con miembros que son débiles, mediocres y pecadores. Tenemos que recordar que siempre ha habido santos y pecadores en la Iglesia en todas las épocas. El Señor mismo comía con los peca-dores y los llamó a seguirlo. El problema se magnifica, sin embargo, cuando los pecadores escanda-losos se vuelven poderosos dentro de la Iglesia.

Algunos dicen que los escándalos de nuestra época (en especial aquellos de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, a quien algunos han llamado un psicópata que llevó una doble vida) son tan terribles como los de los tristemente célebres papas Borgia. Incluso durante el tiempo de los papas Borgia, sin embargo, hubo santos que amaron a la Iglesia y fueron capaces de ver más allá de los escándalos y de vivir el Evangelio siguiendo al Nazareno sin salirse de la Iglesia. El papa Alejandro VI, el papa Borgia más conocido por sus pecados murió en 1502. Su nieto, Francisco, por el contrario después de la muerte de su esposa, se convirtió en el líder de los jesuitas y un santo canonizado. Nuestra Señora de Guadalupe se apareció en 1531.

Cerramos con las palabras del Padre Catoir, el ex presidente de los Christophers, quien escribió en una columna reciente dirigida a aquellos que luchan contra los escándalos y el malestar con la Iglesia:

“¡Mantengan su alegría! Recuerden las palabras de Jesús: “Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea completo” (Jn 15:11).

“No permitan que un escándalo de la Iglesia arruine sus posibilidades de felicidad espiritual. No pierdan su alegría por los pecados de los demás; Esto sería una forma de auto-sabotaje.

“Siempre ha habido gente mala en la Iglesia: Papas malos, malos obispos, sacerdotes malos, hombres malos y mujeres malas. A pesar de ellos, decidan ser felices, sin importar lo que suceda.

“Mi consejo a cualquiera que esté harto de la Iglesia es este; ¡No deje que nadie robe su alegría!

“Jesús nos enseñó a rechazar el pecado pero amar al pecador y todos debemos tratar de hacer eso.

“Así que no se olviden de hacer un acto de contrición de vez en cuando por sus propias faltas y debilidades. Nadie está libre de pecado.

“Además, nunca abandonen la Eucaristía. Perder este maravilloso regalo sería el peor acto de auto-sabotaje para los católicos.
“Oren, pues, a menudo, ‘¡Señor, creo, ayúdame en mi incredulidad! ‘(Marcos 9:24).

“¡ Mantengan su alegría! ”

 

Trabajador Católico de Houston, Vol.XXXI, No. 2, marzo-mayo 2011.