Hace unos meses, los padres de dos niños llegaron a la Casa Juan Diego de forma inesperada: afligidos, sin hogar, con muy poca ropa u otras posesiones. Acomodé a la madre y a los niños en un cuarto muy cómodo en nuestra casa de mujeres, mientras que el padre fue a nuestro centro para hombres. No pude ver a la madre y a los niños otra vez sino hasta el día siguiente durante la hora del almuerzo.
Cuando fui a saludarlos, me dí cuenta que el niño de cuatro años se veía como si tuviese varicela, con chichones rojos en su barbilla y frente. Temí un potencial brote de varicela (teníamos a dos bebés en la casa), pero la madre insistía en que no era contagioso. Yo persistí hasta que ella me llevó a un lado y con una mirada de mucha vergüenza me dijo que ellos habían tenido que dormir en un parque hasta que supieran de la existencia de Casa Juan Diego. Aunque ella trató de quedarse despierta, no podía evitar que los mosquitos picaran a los niños.
Ambos niños eran ciudadano de los Estados Unidos, pero sus padres eran indocumentados. Tenían mucho miedo de pedir ayuda. Yo estuve desconsolada por muchos días. Esta no era la historia más triste que jamás hubiese escuchado, no era ni siquiera la historia más triste que había escuchado ese mismo día, pero me dí cuenta que si esta persona, una madre buena, amorosa, y dedicada, no podía proteger a sus hijos de una amenaza relativamente pequeña, ¿cómo iba a protegerlos de amenazas mucho más grandes?
Como una trabaja-dora de asistencia social a menores, he visto instancias de abuso de menores y son estos casos que llegan a ser noticia. Sin embargo, el descuido de menores es el problema más grande, ya que representa más de la mitad de los casos reportados de abuso de menores en este país cada año (Antle, et al. 2007). En lo esencial, el descuido se trata de omisión, de no cumplir con las necesidades críticas para el desarrollo adecuado de los niños como las de nutrición, hogar, cuidado medico, y educación. (Crosson-Tower, p. 68, 2005). El descuido y otras formas de abuso están relacionadas; una supervisión inadecuada, un hogar inestable e inseguro, y la crianza de hijos en medio de afflicción, crean condiciones de riesgo y vulnerabilidad constantes que llevan a las más obvias formas de abuso.
Desde el punto de vista de un Trabajador Católico, sin embargo, el aspecto más sorprendente del descuido de menores está asociado con la pobreza. Todos nosotros quisiéramos pensar que nunca descuidaríamos a nuestros hijos, sin importar que tan pobres pudiésemos ser. La realidad es que el cuidado adecuado de niños requiere recursos. Cada investigación relacionado con abuso y descuido de menores muestra tal relación: cuando los ingresos de una familia aumentan, el abuso de menores en todas sus formas reduce y viceversa (Lounds, Borkowski & Whitman, 2006; Slack, et al., 2004). El bienestar de un niño depende del bienestar de los padres.
Para mejorar el bienestar de padres pobres, no obstante, se requerirían cambios serios e importantes a nuestro sistema económico y político, porque hoy en día es más fácil demonizar a los padres y criticar a los trabajadores sociales cuando un caso particularmente espantoso llega a nuestras pantallas de television. Muchas veces hablamos de los fracasos de la protección de menores, pero raramente hablamos de los fracasos del bienestar de menores, lo cual es fundamentalmente diferente.
Sabemos muy bien qué necesitan los niños para poder prosperar. Sabemos que proporcionar a los niños con lo que necesitan es difícil bajo las mejores de las circunstancias y que la destitución, incertidumbre, y falta de esperanza no son las mejores de las circunstancias. No obstante, estamos continuamente sor- prendidos e indignados cuando un padre, viviendo bajo las circunstancias que ni usted ni yo pudiésemos soportar por tan solo un día, se precipita y golpea a su hijo o simplemente no puede proveer lo que sus hijos necesitan.
La dificultad de criar hijos bajo condiciones caóticas se demuestra de forma más clara cuando niños vienen a la Casa Juan Diego directamente de las calles. Muchos de ellos están escapando violencia o tambaleando como resultado de la deportación, detención, o desaparición de sus padres. Todos ellos están viviendo en un estado de confusión e inquietud en cuanto a lo que le va a pasar a su familia el día de mañana.
Pocas de las madres en la Casa Juan Diego han alguna vez abusado a sus hijos. Sin embargo, las circunstancias que han tornado sus vidas antes de llegar a la Casa resultan en retardos del desarrollo de sus hijos (Aroian, 2001; Wheeler, 2009). La mayoría de ellos pueden ponerse al día con el trabajo de la escuela y algunas veces se quedan con nosotros el tiempo suficiente para nosotros ver su progreso, pero en otros casos nunca pueden alcanzar el nivel requerido a sus respectivas edades.
Manejamos nuestra profunda pena acerca de la fragilidad de las vidas de estos niños y la incertidumbre de sus futuros tratando de hacer todo lo que podamos mientras están con nosotros. Pero muchas veces lo que podemos hacer no es suficiente.
Las dificultades que encontramos cuando tratamos de ayudar se hacen mucho peor gracias a la locura e incoherencia de las leyes y procedimientos de inmigración de este país. Particularmente, la deportación de uno o ambos padres es simplemente devastador para el bienestar de los hijos, aún para los niños que son ciudadanos estadounidenses con todo el derecho de estar en los Estados Unidos. La Facultad de Derecho de la Universidad de California, Berkeley, publicó recientemente un estudio acerca de lo que sucede con los niños cuando un padre residente legal es deportado (sí, esto pasa todo el tiempo, 87,884 deportaciones desde el año 1997 al 2007). Éste estudio reporta que niños bajo estas condiciones son más propensos a exhibir problemas de conducta en la escuela, tener bajas calificaciones, y sufrir tazas más altas de enfermedades sicológicas; condiciones que crean daños en sus futuros (Baum, Jones & Barry, 2010). ¡Y ésto se refiere a padres que por lo menos hasta su deportación tenían la seguridad de una Tarjeta Verde! Para los hijos de padres indocumentados, ésto solo puede ser peor.
Un análisis profundo de los niños afectados por las redadas que se hicieron en lugares de empleo en Greeley, Colorado, Grand Island, Nebraska, y New Bedford, Massachusetts, en las cuales 900 adultos fueron arrestados (Capps, et al., 2007), encontró que los niños directamente impactados por las deportaciones sufrieron una caída en asistencia escolar y rendimiento académico. Como resultado del trauma, éstos niños exhibieron un aumento en estrés sicológico y problemas de conducta, una especial tragedia dado que muy pocos niños recibieron ayuda profesional. Además de la obvia caída en ingresos para toda la familia, el estudio encontró altas tazas de inestabilidad de viviendas e insuficiencia de alimentos tras la deportación de un padre. Sin embargo, los autores reportan que el impacto más grande en los niños es el trauma emocional relacionado específicamente con la separación de uno o ambos padres. Un reto muy importante para los padres que fueron arrestados o deportados es el de explicarle a sus hijos qué fue lo que le pasó a su padre o madre, y el poder manejar sus emociones y pena. Uno de éstos niños le dijo a su maestra que su papá había sido arrestado por haber estado trabajando.
Ésta niña estaba en lo correcto. Su papa había sido arrestado por haber estado trabajando. Es una concepción muy popular en nuestra cultura que las personas que deciden cruzar la frontera sin documentación lo hacen simplemente porque quieren una vida mejor. Pero la realidad es que la mayoría de los inmigrantes que vienen a los Estados Unidos lo hacen porque no tienen otra opción para sobrevivir. Ellos simplemente no harían un viaje tan peligroso, separados de sus hogares y familias, en algunos casos para siempre, sino se hubiesen visto en la absoluta necesidad de hacerlo.
Éste es un error particularmente triste dado que es el “libre comercio” que ha creado el más reciente empuje de personas de sus tierras a la destitución. El libre comercio significa tan solo éso: todos son libres de comerciar. En este marco, economías agrícolas locales son libres de competir con empresas agrícolas grandes y sin la ayuda del gobierno para nivelar el campo de juego (lo cual es prohibido por los tratados de libre comercio, incluyendo NAFTA). Dadas estas circunstancias, se hace más difícil alimentar a sus familia y encontrar trabajo en su país empobrecido (Faux, 2006; Massey, 2005).
Recientemente reci-bimos a un grupo de estudiantes de la Universidad de Texas A & M que estaban visitando la casa. Después de una discusión acerca de la labor de la Casa Juan Diego, uno de los estudiantes preguntó acerca del futuro de las mujeres y niños en la casa. Una pregunta simple: ¿Qué pasará con ellos después de que se vayan de aquí? ¿Estarán bien?
Yo vacilé un poco, porque tuve que admitir que no tenía razón alguna de pensar que estarían bien. Es más, todo lo contrario. Las mujeres y niños continuarían estando frágiles en un ambiente severo. Ellos continuarán asustados de la policía y de cualquier otra autoridad. Continuarán estando aislados socialmente. Tendrán muchas dificultades en encontrar trabajo y serán explotados si encuentran empleo. Continuarán siendo ilegítimos en un mundo que require legitimación para prosperar, y sus hijos continuarán sufriendo.
Aún hasta los niños excepcionales que se quedan con nosotros, los más brillantes y talentosos, tienen futuros que son problemáticos en el mejor de los casos. Mi favorita, “Elizabeth” de ocho años, era muy inteligente cuando se trataba de aparatos electrónicos, siempre “tomando prestado” el teléfono celular de alguien para poder entender cómo funcionaba. Ya tenía mucha responsabilidad en su familia, ya que su mamá estaba muy preocupada y su papá indocumentado estaba en la cárcel esperando ser deportado. La mayoría de nosotros lloramos cuando la vimos ir con su mamá y sus hermanos menores para vivir en un trailer de un pariente que ya estaba abarrotado con otros habitantes. La teníamos en un lugar seguro, en una escuela buena, pero nosotros sabíamos que a donde ella se iba, no sería lo mismo, no tan bueno. Hicimos que nos prometiera que iba a concentrarse en sus estudios en su escuela nueva. Ella fue muy valiente y nos prometió que vendría a visitarnos algún día como voluntaria.
Tal vez lo hará, pero las probabilidades en su contra son altas. Nuestras actuales leyes y políticas de inmigración aseguran trastornos familiares, pobreza, y un constante miedo en medio de incertidumbre. Éstas leyes exponen a nuestros niños a condiciones que me causan horror.
Deseo ver a Elizabeth otra vez algún día, habiendo realizado su potencial por completo. Pero sin cambios a las condiciones que mantienen a sus padres en la economía clandestina y vulnerables a sanciones criminales, ella no tendrá la oportunidad de brillar como yo sé que lo puede hacer.
Referencias
Antle, B. F., Barbee, A. P., Sullivan, D., Yankeelov, P., Johnson, L. & Cunningham, M.R. (2007). The relationship between domestic violence and child neglect. Brief Treatment and Crisis Intervention, 7 (4), 364-382.
Aroian, K.J. (2001). Immigrant women’s health. Annual Review of Nursing Research, 19 , 179-226.
Baum, J., Jones, R. & Barry, C. (2010). In the child’s best interest? The consequences of losing a lawful immigrant parent to deportation. Retrieved from University of California, Berkeley, School of Law Web site:http://www.law.berkeley.edu/wp-content/uploads/Human_Rights_report.pdf
Capps, R., Castaneda, R. M., Chaudry, A. & Santos, R. (2007). Paying the price: The impact of immigration raids on American’s children. The Urban Institute. Retrieved June 9, 2010, from http://www.urban.org/UploadedPDF/411566_immigration_raids.pdf
Crosson-Tower, C. (2005). Understanding Child Abuse and Neglect . Pearson, Allyn & Bacon: Boston.
Lounds, J. J., Borkowski, J. G. & Whitman, L. T. (2006). The potential for child neglect: The case of adolescent mothers and their children. Child Maltreatment, 11 (3), 281-294.
Slack, K. S., Holl, J. L. McDaniel, M., Yoo, J. & Bolger, K. (2004). Understanding the risks of child neglect: An exploration of poverty and parenting characteristics. Child Maltreatment, 9 (4), 395-408.
Wheeler, M. (2009). Children of undocumented parents may be at higher developmental risk. Retrieved from UCLA School of Public Health Web site:http://www.ph.ucla.edu/pr/newsitem071309.html
Trabajador Católico de Houston, Vol. XXX, No. 4, agosto-octubre 2010.