Mi historia comienza con la pobreza en nuestro país, El Salvador. Debido a la falta de trabajo y sueldos muy bajas y la carestía de la canasta básica, debido a eso muchas veces se adquieren deudas, que muchas veces no pueden pagar.
Todo esto me obligó a mí salir de mi país. No pude pagar mi casa. No tuve para pagar una deuda con un banco, no podía pagar el estudio de mis hijos a veces o tener ni para darles de comer.
Además, hay mucha violencia. Siempre hay el peligro de que cuando uno ha trabajado dos semanas, en el día que nos paga entran ladrones en los buses para quitarnos todo el dinero que hemos ganado, todo con que íbamos a comprar la comida para la familia y el dinero para el bus para ir a trabajar. Muchos, pensando en todo eso, resisten los robos y los matan.
Entonces, con todo el dolor de mi corazón, tuve que decirle a mi esposa que la única salida era confiar en Dios y salir hacia los Estados Unidos. Mi esposa no quería al principio, pues me decidí que tuviera paciencia. Pero yo sabía que allá no podía sacar adelante a mi familia. Así es que salí de El Salvador un día 5 de enero. Fui a la terminal de autobuses y compré un boleto de autobús para viajar a Guatemala. Lo pasé bien, gracias a Dios, pues a muchos les quitan el dinero los policías, pero bien, a mí no. Pues desde que salí yo, me puse en las manos de Dios. Así llegué a la frontera de México y la crucé caminando con mucho miedo, pues habían muchos lugares que asaltaban a los inmigrantes centro-americanos. Pero por todo el camino no dejé de pedirle a mi poderoso padre por medio de Jesucristo que me cuidara y que no permitiera que nada malo me pasara y así logré llegar a la línea del tren, ahí había que agarrar el tren para viajar hacia arriba, pero el tren se tardó tres días para pasar. Y esos tres días nosotros tuvimos que dormir en el monte.
Así que ya iba a pasar el tren. Había que pagarle a una mujer que peternecía a una de las mafias que operon a lo lago de toda la linia. Esta cobraba $350 pesos por cada persona. El que no pagaba no podía abordar el tren. Así pudirnos subir al tren y viajarnos sin ser asaltados. En casi dos días llegamos a Palenque. Llegamos en la mañana y salimos de noche como a las 9 debajo de una gran lluvia en los vagones de cargo. De allí a Coatzacualco. Pero en el tren venían los de las mafias que secuestran inmigrantes para luego pedir dinero a los familiares, los en los Estados Unidos.
Secuestro
Después de toda una noche de camino, al día siguiente como a las 11:00 a.m. se subieron unos tipos al vagón donde íbamos mi primo y un cuñado de mi primo y con pistola en mano e insultándonos de muchas formas, nos dijeron que nos bajáramos y que nadie tratara de escapar, pues le disparaban. Y todos por meido comenzamos a bajar del tren, y nos juntaron todos en un solo vagón, casi uno sobre otro.
Cuando llegamos a Coatxacoalcos, ellos pararon el tren en un lugar que ellos ya tenían arreglado con el conductor del tren, y allí tenían unas trokas. Nos bajaron y comenzaron a subir en ellas a todos estos. A algunos al bajar lograron escapar. Al cuñado de mi primo, y luego a mí y a mi primo y toda la gente que habían agarrado nos llevaban a una casa lejos de ahí. Como la troka era cerrada, nadie gritó. Luego que llegamos nos bajaron y nos encerraron en la casa. Dentro de la casa habían dos mujeres que cocinaban para la gente y habían como unos ocho hombres que nos cuidaban. Estos se encargaban de conversarnos de dar un número de teléfono de algún familiar que pudiera ayudarnos. Allí nos tuvieron cuatro días. Yo pensé que no íbamos a poder salir de ahí, pero todo el tiempo estuve orando a Dios, porque nos sacara de aquel problema.
Cuando me tocó a mí y al cuñado dar el número de teléfono, nosotros les dijimos que no teníamos, que nosotros pensábamos trabajar en México para recoger dinero para poder cruzar a Estados Unidos. Entonces ellos trataron de convencernos que lo mejor era que diéramos un nombre. Después de un rato que vieron que no podían sacarnos un número, nos dijeron que podíamos quedarnos a trabajar para ellos tres meses y luego ellos nos pasarían hacia USA. Nosotros no aceptamos y les suplicamos y nos dejaron salir después de mucho tiempo como que Dios hizo su obra y nos dijeron que nos iban a ir a dejar a la linea del tren otra vez, y así fue. Como a las 11:00 de la noche nos fueron a dejar. Esa noche nos pasamos debajo de los vagones del tren. Pues estaba lloviendo y hacía muchísimo frío.
Libres para seguir
Al día siguiente agarramos otro tren hacia Tierra Blanca. De ahí agarramos otro hasta otro pueblo y de ahí a México. De México otro para San Luis. En San Luis llegamos a la Casa del Emigrante y al día siguiente salimos en autobus para un pueblo que estaba como a unas ocho horas. Cuando llegamos nos encontramos dos hondureños y nos contaron que llegando a Saltillo, la mafia los había agarrado y los había secuestrado y golpeado mucho y por eso mejor se regresaban. Ahí pensamos yo y mis primos que era mejor no pasar por ahí. Nos regresamos y agarramos un autobus hasta Monterrey. Hasta ahí no habíamos tenido problemas con migración, pero de ahí salimos para Matamoros. Entrando a Matamoros, estaba una caseta de inmigración y bajaron a mi primo, pero con la ayuda de Dios los convenció a dejarnos ir y logramos pasar.
En la frontera
Ya estando en Matamoros buscamos una casa de emigrante. Nos dieron tres días, pero nuestra familia de este lado no tenía dinero. Salimos y buscábamos una iglesia. Ahí nos dieron donde quedarnos y esuvimos casi un mes.
Mi primo logró pasar primero, pero lo agarró Inmigración americana. Luego pude pasar yo y el cuñado de mi primo, pero cuando pasamos la frontera, nos estaba esperando Inmigración y empezó toda la gente a correr. En la deses-peración de escapar, tropezaban y caían sobre nopales llenos de espinas. Yo y tres mas nos metimos a un monte de espinas y así dejaron de perseguirnos. Después de una hora seguimos caminando.
En McAllen conocíamos a una mujer coyote que nos dijo que nos llevaba. Nos tuvo tres días en una casa y luego nos sacaron a las afueras de McAllen y nos echaron al monte a caminar. Allí caminamos dos noches y un día. Cuando venimos venían una pareja salvadoreña. El esposo había estado enfermo el tiempo que había estado en esa casa y venía debil y casi no podía camnar. Algunos de nosotros tratábamos de ayudarlo a camino, pero no podía. Mucho después de un tiempo el coyote le dio, sabes que, tú no puedes caminar, quédate aquí y los dejó solo. Les dijo, allí un rancho, pidan ayuda. Y coninuamos caminando. El tiempo estaba muy frío, pues el agua que traíamos ya venía media congelado. Así caminamos dos noches y un dia. Más adelante un guatemalteco ya no podía caminar e igual le dijeron el camino o te quedas. Después un hondureño también ya traía un pie arrastrado y a mi me dolían las rodillas. Ya no podía doblarlos. Era un dolor inmenso y solo le oraba a Dios que me diera fuerza.
¿Todo este sufrimiento para nada?
Y así llegamos donde nos iban a subir a una troka. Así nos subieron casi uno sobre otro, pues éramos 16 junto con los coyotes y comenzamos a correr por toda la carreters hacia Houston. Pero en una ciudad había un retén y nos detuvieron. Cuando el conductor detuvo el carro, algunos se escaparon y como venía bien metido en el carro, no pude salir. Solo me trataba de esconder abajo y me quedé por último. Cuando se dieron cuenta que estaba ahí dijeron que saliera. Cuando salí, no podía casi mantenerme en pie pues venía desidratado, debil, por no comer y muriéndome de frío. Cuando bajé pensé, de nada valió todo este sufrimiento y dije, pero si así lo has dispuesto Dios, así sea, aunque no muy conforme; casi estaba seguro que era Dios que me traía y que yo iba a llegar bien.
Cuando estaba de pie frente al policía, enseguida me dijo, ¿tienes hambre? Yo dije, si. Dijo, ¿Desde cuándo que comes? Dije, desde ayer. Y luego dijo en el español que sabía, .tú—no prisión. Yo lo oí pero no lo creí y como me murió de sed, le pretunté si tenía agua que si pudo darme un poco. El dijo, aquí no, en el otro carro. Después habló con el otro policía y luego me llevó al otro carro y me dijo, súbete pero sin esposa ni atarme. Luego me llevó a una tienda de hamburguesa y pidió una hamburguesa, la más grande que había, y un refresco y me dijo, toma, come, y yo no podía creerlo y no hallaba como darles las gracias. Luego me llevó a una gasolinera y me dijo, Good luck! A dos horas por esa carretara está Houston. Adios.\
Como pude, le di las gracias y baje de la patrulla. Después de eso dí las gracias a Dios. Luego le pedí que me enviara un angel que pudiera traerme hasta Houston y luego llegó un trailer. Le pedí por favor me trajera pero eijo que no tenía cupo y seguí esperando. Llegó otro y le pedí por favor si me traía y después de preguntarme de donde venía me dijo, súbete, y me trajo hasta Houston. Luego preguntando y caminando, logré llegar a esta casa, un oasis para los inmigrantes para descansar después de un viaje largo y dificil.
Todo por obra y gracia de Dios. Doy gracias a Dios por todo, pues sin él, nada de todo esto habria sido posible. Amen.
Trabajador Católico de Houston, Vol. XXIX, No. 3, mayo-junio 2009.