Jim es el editor del periódico Trabajador Católico. The Common Good. of Christchurch en Nueva Zelanda.
No hay forma fácil de escribir sobre la crisis financiera que ha golpeado a la economía global en estos meses pasados. En Nueva Zelanda más de 20 instituciones financieras se han ido contra la pared. Los inversionistas han perdido todo. El dolor de la gente que ha perdido los ahorros de toda su vida es intenso y real. Para muchos, la misma razón para vivir y su confianza en la abundancia de la vida ha sido minada. A menudo hay un sentido de falla, o culpa, o de vergüenza. Y a menudo un inexpresado sentido de enojo. Muchos llevan un sentido de haber sido tracionados. Muchos sienten que han sido embaucados por las instituciones financieras. En un mayor grado si lo han sido.
Desconocido a los inversion-istas era el hecho de que estaban enterrando su dinero en castillos de arena. Aun Alan Greenspan, ex-director del Banco Federal de Reserva (1987-2006) lo admitió. El siempre creyó que los mercados trabajaban mejor, así es que déjenlos. El siempre arguyó que la intervención del gobierno sería un problema, no una solución. El siempre abogó por menos reglamentación, no por mas, con vigilancia voluntaria. Que equivocado estaba.
El 23 de octubre del 2008 ante el Comité de Government Oversight and Reform de la Casa de Representantes de los EUA, el admitió un “defecto” en su ideología de las ‘fuerzas del mercado”. El confesó que su fe en las desregulaciones había sido minada y que el estaba en un ‘estado de shock y de incredulidad’.El sugirió que lo que fue mal fue era asegurar las hipotecas de las casas. Exceso de demanda para ellas. Y la falla de apreciarlas adecuadamente. El dejó de mencionar la codicia desatada, el gran fraude y la no-vigilancia. Había sido una crisis predecible y se podía haber prevenido – excepto si dejabas la solución al ‘mercado’.
La Herejía del Mercado
El pensamiento de Greenspan, que refleja la ideología del capitalismo global está fatalmente defectuosa y es un desastre para la economía mundial. El dijo que había mal-calculado la voluntad de los banqueros y los de otras instituciones financieras de cuidar a sus accionistas, clientes y empleados. Lo que dejó de mencionar era que el verdadero mal de este colapso fue la culpa de la gente más educada y privilegiada en el planeta que fueron encargados con otras inversiones y con sangre fría habían utilizado el sistema para su ganancia personal. En esta estructura de ‘mercado libre,’ la gente que trabajaba así perdió su alma. Como los israelitas en el tiempo de Moisés, ellos escogieron el becerro de oro. La alianza con Dios de amar a su vecino se había olvidado. El bien común fue simplemente ignorado.
En efecto Greenspan aceptó ‘el mercado’ que no tiene alma. O tiene la habilidad de responder a las necesidades humanas. No responde a la necesidad de compasión, misericordia, sana-ción, perdón, tolerancia generosidad, justicia social. Estos son los valores principales que le dan significado a la vida. ‘El mercado’ ve solamente la necesidad para incrementar las utilidad continuamente. El desastre financiero es lo que sucede cuando la economía está separada de la teología y la ética.
En el corazón de la filosofía de ‘valores de mercado’ yace el pecado de la usura – riqueza creciente a través de medios no productivos. Hemos creado un sistema global basado en la usura. Es un monstruo que nunca será justo porque su piedra fundamental es codicia. Por diecinueve siglos la Iglesia ha reconocido este mal y la usura ha sido condenada como un pecado mortal. Pero en los últimos 150 anos, la Iglesia ha variado su posición de usura y ha permitido que un interés razonable sea generado en capital prestado. ¿Pero a qué costo? ¿a su autoridad moral y al mundo en general? Las economías del tercer mundo que están encerradas en una deuda estructurada y que no pueden alimentar y educar a su pueblo probablemente dan la respuesta más gráfica a la pregunta.
El emperador no tiene ropa. Confiando en ‘ el mercado’ para regularizarse a sí mismo en el interés del bien común y la justicia es una premisa falsa. Siempre fue una mentira, siempre será una mentira. Nunca se ha regularizado a sí mismo. Nunca podrá.
Bases teológicas
Algunas de las razones fundamentales de la crisis son teológicas. En el corazón de la cuestión aparece la defectuosa naturaleza de la humanidad, como se expresa en el concepto de la Iglesia del pecado original. Esto mina las relaciones sociales. Apuntalando toda la idea de la redención está la idea del nuevo estado elevado de la humanidad, redimida en Cristo. El Viernes Santo y la Tumba Vacía tienen mucho que decir acerca de las futuras relaciones sociales de una humanidad redimida y hablan directamente a esta crisis. Pero las ‘fuerzas del mercado’ no se fijan en estas cosas y confían en ‘las principalidades y poderes’ de los sistemas prevalecientes para que resuelvan las cosas para el bien común. Toda la evidencia es que estos sistemas no pueden funcionar y no funcionan. Muy poco gotea hasta los pobres. Estos son sistemas sociales manejados por la avaricia. Ellas complacen a la codicia de la gente. Recompensan solo a los ricos.
Tanto de nuestra afluencia occidental está construida en la explotación de los pobres, particularmente en los así llamados economías en desarrollo. En muchos de estos países la mano de obra de las fábricas es igual a la mano de obra esclava. Con demasiada frecuencia, en Asia, África y Latino América, los salarios son utilizados como un arma para mantener los precios bajos y las utilidades altas. Por ejemplo, Wal Mart, alguna vez la corporación más grande del mundo, paga a sus trabajadores en Bangladesh entre 13 y 17 centavos por hora por su trabajo de siete días a la semana, 16 horas diarias. Sin sindicato, sin sobretiempo. Las importaciones baratas que se hacen vienen a los países occidentales. Hay miles de compañías occidentales que manejan sus negocios con prácticas similares de explotación de los trabajadores. ¿No podríamos rehusar comprar estas importaciones? No es una sorpresa que tal sistema esta condenado.
Opciones cristianas
Jesús se refirió a estos asuntos en sus enseñanzas. El condenó los sistemas explotativos y provocó la ira de los corredores políticos y religiosos de su tiempo. Refiriéndose a los sistemas, él dijo “No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni tampoco árbol malo que dé frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos”. (Lucas 6)
El nos advirtió contra la avaricia y la codicia: ” Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón .” (Mateo 6). El ‘corazón’ del capitalismo está en hacer dinero. Adora la riqueza. La Iglesia hace tiempo que reconoce los peligros de construir un sistema de capit-alismo desenfrenado basado en las ‘fuerzas del mercado’ y nos ha advrtido contra eso. Juan Pablo II dio una severa advertencia en su encíclica Sollicitudo Rei Socialis ( Sobre la preocupación social , marzo 1988), llamando a dicho sistema ‘estructuralmente pecaminoso’. En efecto, el Papa estaba diciendo que el emperador capitalista no tiene ropa y que las asi llamadas fuerzas del mercado son un fraude.
¿Pero quién tomó la advertencia en serio? Mucha de la evidencia está en que los católicos estamos tan dominados por la ideología capitalista como cualquier otra persona.
Necesitamos pensar sobre nuestras opciones basados en nuestras creencias. Hay ideas económicas alternativas presen-tados por cristianos por siglos, incluyendo las cooperativas financieras, bancos de micro-crédito, y un gran rango de sociedades mutuales de beneficio. La meta del Año del Jubileo de perdonar las deudas todavía pendientes después de 50 anos, es otra, que viene de la tradición judía.
Hay una más. ¿Es tan radical la idea que la pobreza voluntaria debería ser promovida por los cristianos como una respuesta a la crisis financiera? ¿No está más cercana a las enseñanzas de Jesús sobre dinero y riqueza? Peter Maurin, co-fundador del Trabajador Católico en medio de la Gran Depresión, ciertamente lo creyó. El pensó en alimentar, cobijar, y vestir a millones de victimas la depresión por medio de desafiar a los cristianos a aceptar la responsabilidad por su vecino necesitado y tomar una opción radical de cambio al compartir sus recursos y abogar por los pobres. Esto estaba mas cerca al ideal del Evangelio de la Iglesia primitiva. Y miles que siguen esta filosofía dan testimonio que este camino es una opción real para nuestro tiempo mientras encaramos otra disolución financiera.
La pobreza voluntaria (o evangélica) se interpone en contraste directo con la ideología de adquisición desenfrenada, tan central al capitalismo global. Es alabada como en los Evangelios como virtud (Mateo 5, Lucas 6). Sin embargo, tenemos que tener cuidado con romantizarla. La pobreza material, que a menudo nos lleva a la mal nutrición, la violencia y la muerte prematura, tiene a demasiados en su poder inicuo para nunca ser romantizada. Pobreza voluntaria no significa destitución, que es pecaminoso y una esclavitud en lugar de un estado libre. Jesús vino a liberarnos. Nadie debe quedar indigente.
En términos sencillos, pobreza voluntaria reconoce que todos somos parte de los unos con los otros y como han dicho varios Padres de la Iglesia de los primeros siglos, “t odo aquello que nos sobra una vez cumplidas nuestras necesidades, ya no es nuestro, sino que pertenece a los pobres.”
Pobreza voluntaria incluye practicar las enseñanzas antiguas de la Iglesia en que la usura es pecaminosa y no debería ser tolerada porque roba del vecino. La razón primaria por la cual la pobreza existe en grandes niveles en tantos países el día de hoy es que los bancos internacionales cargan intereses de usura en préstamos que los países nunca pueden re-pagar. Ellos no pueden re-pagar ni aun el interés, mucho menos el capital. Mucho de su ingreso del Producto Nacional Bruto (GDP) se va a servir el interés en estos préstamos. ¿No es ese un robo institucional muy amplio y un escándalo enorme?
Jesús nos ofrece respuestas positivas en estos asuntos. Y en encíclicas sociales sucesivas desde Populorum Progressio (marzo 19670) en adelante, la Iglesia ha desafiado a sus miembros a actuar. Pero muchos encontramos la pregunta demasiado y fallamos en responder. Solo imagínese si un billón de católicos todos tomarámos una posición por economía de justicia en nuestras vidas y en la sociedad. Es un sueño – pero el mundo cambiaria de la noche a la mañana, y la justicia económica se vería en cada calle.
Trabajador Católico de Houston, Vol. XXVIII, No. 2, marzo-abril 2008.