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Los huesos rotos y cortados de los inmigrantes se levantarán nuevamente

“Aquellos Huesos,” (Them Bones) el canto espiritual tradicional basado en el libro de la Biblia de Ezequiel en el que el Señor trae los huesos a la vida, tiene un significado especial para el Trabajador Catolico de Houston, Casa Juan Diego, porque hay tantos que vienen a nosotros que han perdido sus extremidades, cuyos huesos fueron aplastados en un terrible viaje tratando de llegar aquí, o que han quedado paralizados por accidentes de trabajo o les han disparado en la nuca. Algunos de sus huesos ya son inservibles.

Estas personas que han sido nuestros huéspedes tomaron un peligroso viaje a los EUA o para escapar la guerra o la persecución, especialmente en los 80’s, o a trabajar para enviar dinero a sus familias en sus países de origen.

Algunos que llegan a la Casa Juan Diego les han cortado las piernas o pies por el tren de carga (uno de los modos principales de viaje de los inmigrantes) en su viaje al norte o que han quedado tan maltratados que tuvieron que amputarles. Los inmigrantes nos han contado de los cuerpos que tienen que abandonar – aquellos partidos en dos o decapitados por los trenes. A otros les dispararon y los tiraron del tren por miembros de las pandillas en el sur de México.

Muchos de los que han llegado a los EUA han vivido en nuestras casas. Algunas veces hemos podido comprarles prótesis para aquellos que han perdido las piernas, los brazos, u ojos para hacer posible que puedan caminar o poder estar cómodos en sociedad de nuevo. Muchos nos han contado sus historias o las de sus amigos que murieron en el camino.

Otros que lograron llegar a Houston en una pieza, después han caído de un andamio en un accidente de trabajo y ahora son parapléjicos o cuadripléjicos o les han tenido que cortar los dedos mientras trabajaban. La Casa Juan Diego asiste a muchos de estos inmigrantes heridos cada mes que ya no pueden trabajar, pues no hay compensación para los trabajadores en Texas y no hay posibilidad de pensión de inhabilidad para los trabajadores indocumentados. Otros, algunos de los cuales han vivido en los EUA por algún tiempo, han perdido un ojo o un pie debido a alguna enfermedad; esa pérdida podria haber sido prevista si hubiesen tenido cuidado a tiempo, pero no sabian como obtener dicho cuidado hasta que fue demasiado tarde.

Mientras pensábamos que inmensa pila habría sido el amontonar todos estos miembros y huesos rotos de los muchos inmigrantes que han caminado o viajado en trenes de carga hacia los EUA o haberlos perdido en Houston, nosotros pensamos en la canción tradicional acerca de los huesos secos cobrando vida. La canción va asi:

Aquellos huesos, aquellos huesos, aquellos huesos secos,

Aquellos huesos, aquellos huesos, aquellos huesos secos,

Aquellos huesos,  aquellos huesos, aquellos huesos secos,

Oh escuchen la palabra del Señor.

 

El hueso del pie conectado al

hueso del tobillo,

El hueso del tobillo conectado al

hueso de la canilla,

El hueso de la canilla conectado

al hueso de la rodilla,

Oh escuchen la palabra del Señor.

 

El hueso de la rodilla conectado

al hueso de la pierna,

El hueso de la pierna conectado

al hueso de la cadera,

El hueso de la cadera conectado

al hueso del espinazo

Oh escuchen la palabra del Señor.

 

El hueso del espinazo conectado

al hueso del hombro,

El hueso del hombro conectado

al hueso del cuello,

El hueso del cuellos conectado

al hueso de la cabeza,

Oh escuchen la palabra del Señor.

Esta canción, conocida por los niños de escuela en los EUA cuando es utilizada aun para enseñar anatomía a veces, es inolvidable por su melodía. Sin embargo, muchos no enseñan la parte donde el espíritu del Señor es soplado ante la gran multitud de huesos secos, les pone la carne y los levanta sobre sus pies y hacia la vida (vea la historia de Ezequiel de la Biblia al final del articulo)

La visión de Ezequiel prefigura la resurrección del cuerpo, una de las creencias centrales de nuestra fe. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que como Cristo se resucitó de entre los muertos. En el último día el alma será reunida con el cuerpo resucitado incorrupto. (Nos 1012 a 1019). El Juicio Final será un gran día para la Casa Juan Diego, cuando todos estos huesos se reúnan, el hueso a su hueso, y estos cuerpos serán levantados, un gran ejército de los más pobres y los heridos que el Señor ama.

Las historias contadas por nuestros huéspedes a través de los años despues que la Casa Juan Diego se inició en los 1980’s, son historias de alegría y de dolor, violencia y benevolencia. Cualquiera que ellas sean, traen lágrimas a nuestros ojos cuando los inmigrantes nos cuentan como pasaron por Centro América, México y el Río Bravo.

El Río Bravo se ha convertido en un cementerio para cientos de inmigrantes que trataron de cruzar y fueron arrastrados por la corriente. El Río Bravo puede parecer superficial y angosto, pero donde los refugiados e inmigrantes cruzan, es lo suficientemente profundo para ahogar, especialmente si ha habido una lluvia fuerte. Y hay una fuerte corriente. Cientos de inmigrantes y refugiados huyendo de la guerra, la pobreza, y la violencia han sido atrapados por el Río Grande.

Una noche un joven lloró al contar su historia al perder a su mejor amigo en el Río Bravo. Varios jóvenes salvaron al locutor, pero ellos no pudieron salvar a su amigo, quien había dicho que sabía nadar.

Unas semanas más tarde una madre de tres niños de Honduras contó como su esposo habia sido arrastrado por el Río Bravo y perdido para siempre. El estaba tratando de cruzar con su hijo de cinco años. Tres jóvenes salvaron al hijo, pero no pudieron salvar al padre. Un transeúnte tomó al menor de cinco años a través del río a la inmigración mexicana, la que a través del Consulado de Honduras puso un aviso en un diario de Honduras. A través de este anuncio la madre y el hijo fueron reunidos y los trajeron a la Casa Juan Diego;

Un día una mujer llamó a preguntar si alguien sabia los nombres o el país de tres jóvenes que se habían ahogado recientemente en el Río Bravo, hecho más grande con las aguas de la inundación debido a las lluvias recientes. Ella preguntó si podríamos preguntar a los inmigrantes durante la comida. Los huéspedes reportaron que ellos sabían el nombre de solo uno (que habían estado en el grupo con dos huéspedes en la casa), y los tres eran de Honduras. La que llamó se sintió mejor, puesto que su hermano faltante era de Guatemala.

Recordamos la primera vez que una joven nos pidió un favor especial a nosotros para resolver su problema. Su mejor amigo y vecino se habia ahogado en el rió cuando cruzaba. ¿Podríamos nosotros arreglar una forma para avisarle a su familia? Ella no podia atreverse a decirles, puesto que ella los conocía como vecinos. Su cuerpo permaneció en el río.

Julio Cesar saltó del tren en Odem, Texas, pero se deslizó y cayó bajo las ruedas, perdiendo una pierna. El no recordaba nada, pero se despertó en un hospital en Corpus Christi, Texas. El trabajador social del hospital que nos llamó recordaba que nos había enviado huéspedes cuando trabajaba en Victoria, Texas – otra persona de un accidente que vino a nosotros a través del Consulado Salvadoreño. El trabajador social sabía que Julio no podia recibir ayuda de las agencias locales. Julio no tenía donde quedarse porque no tenia prueba de legalidad. Esta prueba es difícil de obtener. Nosotros recogimos a Julio Cesar en la estación de autobuses y lo llevamos a conocer a Miguel que habia perdido las dos piernas en el tren en Houston.

Ambos estaban deprimidos al llegar a la Casa Juan Diego, pero conforme cuando sus piernas empezaron a sanar ellos empezaron a pensar en prótesis (miembros artificiales) y a ellos les prometimos comprárselas. Resultó que eran muy caras para nosotros, pero les habíamos hecho una promesa a ellos que teníamos que cumplir.

Algunos pierden su vida en los trenes. Un huésped que vino a la Casa Juan Diego recontó la sangrienta aventura de ser testigo de ver a un tren consumir a su amigo inmigrante.

“El tren estaba llegando y fuimos a tomarlo. Empezamos la carrera detrás del tren para abordarlo. Yo estaba adelante y él estaba atrás; yo tuve éxito en subir a las escaleras de uno de los carros. Yo fui tan alto como pude para que él pudiera subir al mismo carro. El trató una vez, pero no pudo lograrlo y el tren estaba acelerando. En su desesperación, empezó a correr en la dirección opuesta del tren y trató de tomar las escaleras del tercer carro, donde yo ya había subido. Yo podía ver que el no podia cogerse de las escaleras y se golpeó en la esquina del carro y una pierna se le resbaló debajo del tren y se cortó. Yo estaba tan triste que quería llorar. No me bajé porque ya el tren estaba yendo muy rápido. Pude ver la sangre, y a mi amigo tratando de recoger la sangre con sus manos.”

Ángel salto en un tren en Laredo, y toneladas de tubos de hierro le cayeran encima del pie, moliéndoselo. El Servicio de Inmigración llamó y pregunto si podíamos recibir a Ángel y pagar por el viaje hasta Houston. Hicimos nuestra declaración usual que no tenemos puertas cerradas y no podemos ser responsables de regresar a las personas a inmigración, ellos nos aseguraron que ese no era un problema porque estaban soltando a Ángel por su propio reconocimiento. Recogimos a Ángel en la estación de autobuses, un centro de violencia en Houston, tarde en la noche. Los doctores en Houston tenían esperanzas de salvarle la pierna e insertaron un círculo de metal alrededor de su pie para permitir a los huesos crecer nuevamente. Ángel tuvo esperanza y esperó sanar, porque estaba preocupado por su mujer y dos pequeños en Guatemala. El habia venido a los EUA a trabajar y enviarles dinero. Después de semanas y meses de tratar, los doctores decidieron que tuvieron que cortarle la pierna a Ángel. Mientras tanto, Ángel participaba en las actividades de la Casa Juan Diego. El tocaba la guitarra con nosotros todas las semanas en la Misa. Ángel quedó muy desalentado cuando le amputaron la pierna.

Cuando la pierna de Ángel sanó lo suficiente, nosotros reunimos para comprarle una prótesis, que siempre es varios miles de dólares – pero que vale la pena. Un día vimos a Ángel esforzándose para caminar con muletas, claramente impedido, y al día siguiente con su prótesis, él caminó erecto a través del estacionamiento como si no hubiera nada malo. Estuvimos llenos de alegría al verlo con su nueva pierna. Y Ángel recibió nueva esperanza.

Inmigración llamó de Laredo en otra ocasión preguntando si aceptaríamos a Oscar, que acababa de llegar con su pierna cortada arriba de la rodilla. El fue tratado brevemente en el hospital en Laredo para limpiar la amputación del tren. Cuando dijimos que sí, pagaríamos el pasaje y lo recibiríamos, ellos lo enviaron ese día después de la cirugía. Fuimos a la estación de los autobuses esta vez a las 5:30 a.m. para recogerlo, y cuando regresábamos a la Casa Juan Diego le preguntamos como se sentía. El admitió que no se sentía tan bien a pesar de los calmantes. Hizo muecas de dolor cuando dijo, “Está un poco fresco” – la herida está fresca. Afortunadamente, un doctor voluntario que estaba en nuestra clínica esa mañana lo evaluó, y lo envió al cuarto de emergencia, donde fue hospitalizado por dos semana por una infección en la herida.

Oscar nos contó más tarde que había perdido la pierna porque mientras estaba viajando en el tren se había ido al borde del carro para orinar y fue jalado bajo el tren. Con tiempo y aun más dinero porque su amputación fue hasta la cadera, pudimos conseguir la prótesis para Oscar.

En años más recientes en la Casa Juan Diego hemos venido recibiendo inmigrantes que han perdido sus extremidades o que se han vuelto ciegos por su diabetes no tratada. Ellos no podían pagar un doctor o pasar por la burocracia para obtener ayuda de las clínicas públicas.

Un hombre estaba viviendo en la parte posterior de un camión y no sabia que tenia diabetes hasta que su pie tuvo que ser amputado. Ese hombre, al que nosotros llamaremos Martín, nos fue referido por la Servicios de Protección de Adultos, el brazo del gobierno asignado a asistir a los adultos que no tienen quien los cuide. Ellos dijeron que no podían ayudarlo en nada porque no tenía papeles. Martín habia estado muy deprimido, pero hemos estado trabajando con el Consulado Mexicano para regresarlo a su familia a México.

En un mes en 1999 recibimos varias llamadas con respecto a gente que no tenia donde ir porque sus huesos habían sido literalmente triturados. Las manos de un hombre fueron trituradas en una maquina en su trabajo. Los pies de una mujer fueron triturados bajo un tren. Dos personas que habían caminado por días viniendo hacia el norte se cansaron y decidieron dormir junto a la carretera. Desafortunadamente un carro vino en el lado de la carretera y pasó sobre ellos.

Trajimos a Samuel del Ben Taub, el hospital del condado local. Su pie habia sido molido por un autobús y se habia convertido en una masa roja de carne hinchada y estaba seriamente herido. El hospital lo trató por varios días y no lo dejaba salir a menos que viniéramos a sacarlo. Pensamos que era una táctica para cobrar el dinero, que no teníamos en ese momento. En realidad el personal del hospital no quería dejarlo ir a menos que hubiera alguien que se hiciera cargo de él – sin dinero.

Encontramos a Miguel cerca de un terreno vació cerca de una de nuestras casas. En un lado de la cabeza tenia el pelo largo y en el otro estaba totalmente afeitado; él tenia una horrible cuchillada en el lado afeitado. También tenía un corte gigante en su brazo y donde habia tenido sus dedos, pequeñas corbatitas michi en la piel donde habían sido zurcidas para cerrar lo que le quedaba de los dedos. Miguel se habia caído de un árbol que él estaba podando y se quedó enredado con su sierra de cadena. Afortunadamente su empleador lo llevo al hospital. Muchos empleadores botan a sus heridos en frente de la Casa Juan Diego y corren.

Hemos comprado varios ojos prostéticos para cubrir el área de donde se ha removido un ojo. Como en el caso de los pies, los pacientes y los doctores se mantienen esperando que la remoción de un ojo no será necesaria, pero llega el día cuando tiene que ser removido.

Unas pocas veces, los huesos se han curado milagrosamente, aun en este mundo. En 1992 Julio perdió la vista de su ojo cuando se cayó en una trampa del piso y se golpeó en el borde de la tina. Todavía no se habia sentado el polvo del accidente antes de que un abogado del hombre que lo habia contratado llegó al hospital con una forma para que Julio firmase renunciando todos los derechos de buscar compensación excepto por $500.00 que el hombre le daría a el. Julio, un hombre tímido, firmó. El dijo que no quería firmar, pero no viniendo de una sociedad de litigadotes como la nuestra, el dijo que “lo que no es de uno, no es de uno.” Julio estaba mareado por semanas. Los doctores querían realizar cirugía para remover toda las heridas de la cavidad. Ellos prácticamente se habían olvidado del ojo. Julio siguió la idea de la cirugía hasta que llegaron a la advertencia sobre la posibilidad de contraer SIDA si una transfusión de sangre era necesaria. Había poca probabilidad, pero una probabilidad en un millon y aparentemente los hospitales en esa época eran requeridos de obtener la firma.

Julio rehusó. El tomaría la oportunidad de sobrevivir como había quedado. Por lo menos, dijo, él todavía tenia un ojo bueno, mientras que si desarrollaba alguna enfermedad seria podría no vivir. Julio regresó donde nosotros tuerto. Su muñeca y brazo mal heridos tambien.

Cuando Julio fue a su próximo cita, el doctor revisó su ojo ciego. “Miren, ¡puede ver!” (No completamente, pero la vista le estaba regresando lentamente) El medico de los ojos, no los otros médicos, tambien descubrieron ese día, tres semanas después del accidente,  que la muñeca estaba rota y tenia que ser vuelta romper nuevamente y estructurada posteriormente. En la siguiente conferencia de Oftalmólogos (doctores de la vista) en el centro medico todos los doctores que atendieron tomo turno en examinar al ojo de Julio y al milagro de la Casa Juan Diego – o mas bien el milagro de Dorothy Day.

Monseñor Lorenzo Albacete hizo la cita provocativa en un retiro de sacerdotes en el 2007 que “Yo solo puedo tener certeza acerca de la resurrección de Cristo si veo evidencia contemporánea de ello” Lo que quiere decir, el Reino empieza acá. Tenemos vislumbres de la la Casa Juan Diego del nuevo cielo y la nueva tierra, en el medio del sufrimiento, de los huesos triturados, y reveces, mientras esperamos por la plenitud de la Promesa cuando el Señor venga de nuevo.

Como Dorothy Day y Santa Catalina de Siena dijeron a menudo, “Todo el camino al cielo es cielo por que Jesús dijo Yo Soy El Camino”. Esto puede ser cierto aun sin los huesos.

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El pasaje de la Biblia de Ezequiel que inspiró la canción de huesos acerca de cómo el Señor puede traer todos los huesos secos juntos nuevamente algún día y vueltos a revivir en el cuerpo levantado:

“Yavé puso sobre mí su mano, y su Espíritu me llevo, dejándome en una llanura llena de huesos. Me hizo pasar en todas direcciones en medio de ellos: los huesos, completamente secos, eran muy numerosos sobre la superficie de la llanura.

“Yavé me preguntó: “Piensas que podrán revivir estos huesos?” “Yo le contesté: “Señor Yavé, tú sólo lo sabes.” Entonces me dijo: “Habla de parte mía sobre estos huesos y les dirás “Huesos secos, escuchen la palabra de Yavé. Voy a hacer entrar un espíritu en ustedes y volverán a vivir. Pondré sobre ustedes nervios y haré crecer carne y los cubriré con piel y pondré en ustedes mi Espíritu, de manera que vivirán y sabrán que Yo soy Yavé.

“Yo hablé como Yavé me lo había dicho. Mientras lo hacía se produjo un ruido y un alboroto: los juesos se juntaron, cada hueso con su hueso, se cubrieron de nervios; se formó carne, y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos.

“Yavé entonces me dijo: “Habla de parte mía el Espíritu, llámalo, hijo de hombre, y díle de parte del Señor Yavé: Espíritu, ven por los cuatro lados y sopla sobre estos muertos para que vivan.” Lo hice según la orden de Yavé y el Espíritu entró en ellos. Se reanimaron y se pusieron de pie; eran un ejército grande, muy grande….

“Ustedes sabrán que Yo soy Yavé cuando abra sus tumbas, pueblo mío, y los haga salir. Infundiré mi Espíritu en ustedes y volverán a vivir….”

(De Ezequiel 37)
Trabajador Catolico de Houston, Vol. XXVII, No. 6, septiembre-octubre 2007.