El Papa Benedicto XVI fue criticado cuando dijo, en la quinta conferencia del CELAM en Aparecida, Brasil, que la evangelización de Latino-américa no impuso una cultura foránea, sino que trajo a plenitud y purificación la religión indígena, en donde Dios ya estaba presente. Aunque en años recientes ha habido un énfasis en el respeto a todas las religiones, incluyendo las religiones indígenas, no se puede negar la necesidad de purificación de las viejas religiones en términos de algunas prácticas, como por ejemplo, sacrificios humanos.
Benedicto no se refería en forma positiva a las crueles prácticas de los conquistadores, del mismo modo que los defensores de las religiones indígenas no defenderían la esclavitud de algunos grupos en las tribus por parte de otros grupos indígenas. El en cambio expresaba en términos teológicos la relación entre fe y cultura: “Cristo, siendo en verdad el ‘Logos’, Verbo Encarnado, ‘amor hasta el final’, no es ajeno a ninguna cultura, ni a ninguna persona; por el contrario, la respuesta que él busca en el corazón de las culturas es lo que les da su profunda identidad, uniendo humanidad y al mismo tiempo respetando la abundancia de diversidad, abriendo a las personas en todas partes a crecer en humanidad genuina, en progreso autentico. La palabra de Dios, al transformarse en carne a través de Jesucristo, también se convierte en historia y cultura.”
Es mas fácil para nosotros entender los comentarios del Santo Padre cuando reflexionamos en la clave de la evangelización en Latino-américa, Nuestra Señora de Guadalupe, quien apareció en la “Nueva España” en 1531 y transformó todo el horizonte religioso y cultural. Los obispos y sacerdotes habían tratado de traer la cristiandad a la gente, en este caso, notablemente los franciscanos en el área de lo que hoy es la Ciudad de Méjico, pero los esfuerzos de estos buenos hombres se vieron diezmados por las prácticas crueles de los conquistadores. Ellos fracasaron miserablemente y hubo muy pocas conversiones. La historia es testigo de la alergia a la conversión por parte de la gente en los primeros años de la conquista.
La evangelización fue perpetrada por Dios a través de Nuestra Señora de Guadalupe. Ella es la que trajo la fe a millones, sin el poder militar. Donde los españoles fracasaron en su intento por convertir mejicanos, la Virgen María que apareció a Juan Diego triunfó. Si había alguna fuerza, esta era de su parte, la fuerza del amor por los más pobres, por los que sufren.
Si alguien forzó la evangelización, esta fue Nuestra Señora de Guadalupe, quien impactó a la gente mejicana de forma tan fuerte que no pudieron escapar a su manto. La fuerza de la conversión llegó a través del amor de Dios cuando la fuerza de los conquistadores falló con su bautismo de sangre.
En el tiempo de la conquista, cuando Juan Diego vivía, muchos de los invasores pensaban que la gente indígena no tenia siquiera alma y que por lo tanto, no tenía ningún derecho a poseer nada y debían ser sometidos. Fueron maltratados y esclavizados. Se les prohibió hablar su propia lengua. Con los conquistadores, sin embargo, vinieron los misioneros quienes querían compartir con ellos su fe. Era difícil, por supuesto, dado el terrible tratamiento que recibían. Solo algunos pocos nativos se habían convertido al cristianismo.Uno de los que se había convertido al catolicismo era Juan Diego, quien había sido bautizado y frecuentemente recibía los sacramentos. La devoción a Maria, la madre de Jesús, la Madre de Dios, era gran parte de la evangelización de Cristo que Juan Diego había recibido.
Los misioneros defendieron a los nativos, especialmente el Obispo Franciscano Zumárraga de la ciudad de Méjico (el libro de Eduardo Chávez Sánchez, /Juan Diego, Una Vida de Santidad que Marcó la Historia;/ Ciudad de Méjico, Editorial Porrúa, 2002 hace un recuento en detalle de esta historia). Eduardo Chávez Sánchez era el postulador de la causa de Juan Diego, y él presenta investigación de fuentes originales de la época de Juan Diego.
De acuerdo con Chávez, Hernán Cortés y los otros conquistadores asistían a la misa donde el Obispo Zumárraga celebraba. Cuando él empezó a denunciar el comportamiento cruel de los conquistadores semana tras semana, Cortés y los otros simplemente dejaron de ir a misa. Por causa de sus fuertes críticas a las injusticias por parte de aquellos a cargo del gobierno, el obispo fue amenazado y calumniado para desacreditarlo y tratar de reemplazarlo.
En 1529, un año y cuatro meses antes de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe a Juan Diego, el obispo Zumárraga escribió al rey de España para decirle que la situación era tan precaria que únicamente un milagro de Dios podría salvar la situación y el mundo. Los misioneros rezaron por un milagro.
Poco después de que los franciscanos escribieron y rezaron desesperadamente por un milagro, Dios les proporcionó el remedio para lo que habría sido la destrucción de una civilización y cultura.
El milagro ocurrió a través de Maria, la Virgen de Guadalupe, enviada a Juan Diego para traer el mensaje de Dios al Obispo para construir una iglesia en su honor en el cerro de Tepeyac. La confirmación de este mensaje fue enviado en forma de rosas, y a través de Juan Diego, a todo el continente americano, dejando su propia imagen, embarazada con el niño Jesús, en su ’tilma’ como símbolo de nueva vida. La imagen traída al Obispo Zumárraga, todavía existe en sus colores originales en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de Méjico. Ella apareció como La Morenita, hablando Nahuatl, la lengua de la gente, prohibida por los conquistadores. Este es el ejemplo perfecto de la inculturación de la fe, proporcionada por el mismísimo Dios.
Virgil Elizondo nos dice que “la gente mejicana subyugada revive de nuevo gracias a Guadalupe. La respuesta de los nativos fue una explosión espontánea de peregrinajes, festividades y conversiones a la religión de la Virgen. De la existencia caótica y sin sentido de los años posteriores a la conquista, un nuevo sentido ha surgido…
“Juan Diego personifica a las naciones nativas vencidas y masacradas, ahora traídas de nuevo a la vida. Ellos, antes desposeídos de sus tierras y su forma de vida, y aun de sus bienes ahora volvían a la vida. Ellos, antes silenciados, ahora hablaban de nuevo a través de la voz de la Señora. Ellos que antes querían morir ahora querían vivir…”
“El poder de la esperanza ofrecida por el drama de Guadalupe viene del hecho que la buena noticia inesperada de la presencia de Dios fue ofrecida a todos por alguien de quien nada especial se esperaba: un nativo conquistado, el más bajo de lo bajo…”
Los nativos americanos rápidamente llegaron en miles queriendo ser bautizados. De hecho, en un tiempo corto el número de gente buscando ser bautizados eran tantos que los misioneros pararon los bautizos por un tiempo pidiendo a Roma como proceder en una situación sin precedente como esta. El reto era como catequizar y dar unas buenas bases en la fe cuando existían tantos pidiendo ser bautizados y después confesados.
En pocos años, ocho millones fueron bautizados.
“Sin lugar a dudas, esta conversión masiva de indígenas fue una sorpresa para los misioneros… y lo era también la búsqueda no solo del sacramento del bautismo sino también el de la confesión: Ocurrió tan rápido que – dice Mendieta ( Fraile Jerónimo de Mendieta, /Historia Eclesiástica Indiana / )—por los caminos, montañas y sitios desiertos unos mil o dos mil indígenas siguieron la religión, buscando la confesión, dejando atrás hogares y propiedades; muchas mujeres embarazadas algunas de las cuales tuvieron sus hijos por el camino, y la mayoría cargando a sus hijos en sus espaldas. Otros entrados en edad que casi no podían tenerse en pie y ciegos caminaban de quince a veinte leguas buscando a un confesor. Los que tenían buena salud andaban treinta leguas, y otros iban de monasterio en monasterio, andando más de ochenta leguas. Debido a que había tanta actividad en todas partes, no encontraban entrada. Muchos de ellos traían a su mujer e hijos y su escasa comida, como si se estuvieran mudando a otra área. Algunos esperaban por uno o dos meses…”
Elizondo escribe, “El choque cultural del siglo dieciséis entre España y Méjico fue resuelto y reconciliado por la Señora Morenita de Guadalupe… Guadalupe es la clave del entendimiento de la cristiandad en el Nuevo Mundo, la imagen de los mejicanos, de los méjico americanos y de todos los Latinoamericanos.”
Si esta no era una conversión a la fuerza, era una oferta que no podía ser rechazada.
Dorothy Day (citando al Arzobispo Miranda durante su peregrinaje a la Basílica), anotó que la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe conllevó a la formación de nueva gente: “‘Tenemos la respuesta al problema del color que confronta al oriente y el occidente’ nos dijo en entrevista el Arzobispo Miranda, primado de Méjico en nuestro último día. ‘Nuestra Señora dio la respuesta en aquel entonces. No hay problema en Méjico. Donde antes estaba el nativo ahora está el mejicano. Hay gente nueva, una nueva raza. Había matrimonio de culturas por primera vez.'”
Irónicamente, oímos mucho sobre la terrible crueldad de los españoles con los conquistados, pero oímos muy poco sobre la gente de hable inglesa en los Estados Unidos que exterminaron la población nativa americana. Los Puritanos no habrían estado abiertos a la aparición de la santa Madre para salvar a la gente. Los nativos americanos tuvieron una suerte mucho peor, ya que la política de “El único indio bueno es el indio muerto’ fue implementada en los Estados Unidos.
En su libro Chávez canta el significado de su aparición y lo que San Juan Diego significa hoy en día: “Juan Diego continua esparciendo en el mundo el gran suceso de Guadalupe, el gran mensaje de paz, de unidad y amor que continua transmitiéndose a través de cada uno de nosotros, convirtiendo nuestra pobre historia humana, llena de tragedias, traiciones, divisiones, odio, guerras, en una Historia de Salvación maravillosa, porque en el centro de la imagen sagrada, en el centro del corazón de la Santísima Virgen de Guadalupe está Jesucristo nuestro Salvador. Es precisamente ella, la Madre de Dios, nuestra Madre la que presenta a su hijo Jesucristo, lo trae a nosotros de entre las flores y canciones, con su velo en el sol, vestida en estrellas, de pie sobre la luna, entre las nubes, como en gran tesoro que viene de lo invisible y que en ella se hace lo visible. Es ella quien, escogiendo a un humilde indio nativo, Juan Diego, recién convertido a la fe, nos invita a acoger a nuestro Dios y Señor.
“Juan Diego culmina su trabajo como intercesor y modelo de santidad, porque cada quien que contempla la imagen y el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe, nos evoca el amor de Dios, a través del cual nos preparamos como otros ‘Juan Diegos’ que tratan a la Madre de Dios, como nuestra Madre, nuestra Niña del Cielo” (182-183) .
Trabajador Católico de Houston, Vol.X XVII, No. 4, julio-agosto 2007.