por el Cardenal Tarcisio Bertone, nuevo Secretario de Estado del Vaticano
Extracto del Discurso al Cuerpo Diplomático acredi-tado ante la Santa Sede, el 29 de septiembre de 2006.
Nuestros contemporáneos esperan que los diplomáticos, en la parte que les corresponde, contribuyan a establecer y a mantener “un orden internacional, el arte de instaurar relaciones humanas razonables entre los pueblos” (Pablo VI, Discurso al Cuerpo diplomático, 8 de enero de 1968). Desean también que los diplomáticos sean constru-tores de paz, “servidores de los intereses de los pueblos” (cf. Juan Pablo II, Discurso al Cuerpo diplomá-tico en Suiza, 13 de junio de 1984), hombres del derecho, de la razón, del diálogo sincero, y que promuevan un impulso renovado de solidaridad entre todos los pueblos, especia-lmente para revisar la cuestión de la deuda de los países más pobres, a fin de que nunca más haya personas, sobre todo niños, que mueran de hambre o de enfermedades endémicas; que no haya nunca más víctimas inocentes de guerras o conflictos locales; que nunca más alguien sea maltratado por sus convicciones o sus creencias.
Urge un compromiso universal en favor de los más necesitados del mundo, de los más pobres, de las personas que buscan a menudo en vano de qué vivir y hacer vivir a su familia. La dignidad, la libertad y el respeto incon-icional de todo ser humano en sus derechos fundamentales, en particular su libertad de conciencia y de religión, deben estar entre las preocupaciones primordiales, puesto que debemos ser solidarios con la situación y con el futuro de nuestros hermanos y hermanas, sin quedarnos indiferentes ante los sufrimientos que desfiguran al hombre y que cada día están ante nuestros ojos.
Sé que en cuanto diplomáticos estáis particular-ente atentos a estas delicadas cuestiones en todo el mundo. Pienso especialmente en la violencia, con todas sus formas, infligida a las mujeres, en los niños nacidos o por nacer. La defensa de la vida, desde su concepción hasta su fin natural, así como la defensa de la familia fundada en el matrimonio, son también temas esenciales en la vida social. Pablo VI subrayó también que la diplomacia “afronta más directamente los problemas reales y concretos de la vida social, y ante todo el que se puede definir más importante de todos, el problema de la paz ” ( Discurso al Cuerpo diplomático,8 de enero de 1968).
Como dijoen un discurso el 6 de diciembre de 1986: “La aportación de la Santa Sede a la cuestión de la paz es particularmente rica y comprometedora, ya que los puntos clave del Magisterio superan ampliamente la profundización sistemática y orgánica de los teólogos. Existen vínculos profundos, subrayados por los Papas, entre la paz y el desarrollo de los pueblos, entre la paz y la liberación, entre la paz y los derechos humanos, entre la paz y la solidaridad internacional.
Han dado nombres nuevos a la paz y han ofrecido caminos para llegar a una paz verdadera.
inos que no se excluyen, sino que se integran unos en otros: caminos políticos y diplomáticos , que se concretan mediante acuerdos que previenen y bloquean los conflictos;caminos jurídicos e institucionales , que suscitan nuevas instituciones para garantizar la seguridad y la paz; un camino psicológico y pedagógico ?lo digo como salesiano, como hijo de don Bosco?, que mediante múltiples centros educativos tiende a formar una cultura de paz; el camino del testimonio de los grandes profetas de la paz; el camino de la objeción de conciencia y del servicio social alternativo , el camino de la no violencia .
Los campos cruciales donde aparece con mayor fuerza la dificultad del nexo entre el aspecto profético y las necesidades concretas de la vida ?que una ética humana también debe considerar, particularmente en un contexto de violencia, privada y organizada, marcada también por la pluralidad de opiniones que se afrontan? son los siguientes:
? la defensa social para garantizar el orden objetivo y la defensa de los derechos del hombre;
? la condena de la guerra , en el campo ético, y su exclusión en cuanto medio para resolver eventuales diferencias entre los Estados;
? la seguridad , que privilegia los componentes no militares y refuerza, por el contrario, las estructuras políticas, económicas y sociales;
? el desarme , que debe abarcar todo tipo de armas, y llegar a ser así general, incluido el objetivo del “desarme unilateral”, que reviste un gran valor ético y positivo.
Sobre estos temas, la búsqueda de los intelectuales y la reflexión de los organismos de la Iglesia y de las comunidades cristianas no se detendrán jamás.
En todo caso, los documentos de la Santa Sede, y sobre todo los textos del magisterio clarividente de los Papas de la posguerra, no son textos sobre los que se pueda pasar rápidamente o, peor aún, que se permita ignorarlos. Son textos que hay que leer atentamente y meditar, para que las ideas puedan traducirse en acciones prácticas y el mundo pueda reconocer la fuerza y la actualidad del mensaje cristiano en la entrega de sí y la valentía con que los cristianos actúan en favor de la paz, hoy, por todos los hombres”.
Reimprimido en el Trabajador Católico de Houston, Vol. XXVI, No. 7, noviembre-diciembre 2006.