Jim es el autor de Love is the Measure publicada por Orbis Books. El era el editor del periódico El Trabajador Católico de Nueva York hace años.
Yo primero conocí a Dorothy pocos días después de Navidad en 1960. Al salir de mi trabajo en la Marina de los EUA en Washington, yo había venido a Nueva York a visitar al Trabajador Católico después de leer varias copias del periódico que había encontrado en la biblioteca de mi parroquia. Mis primeros días los ocupe en la Casa de San José (en ese entonces en Spring Street en el medio de un vecindario Italiano, pero poco después se cambió unas cuadras más allá en Christie Street). De ahí fui al puesto rural del Trabajador Católico en Staten Island. En un largo y tenebroso comedor de una vieja granja, encontré a media docena de gente reunida alrededor de una taza de te y un montón de correo en un extremo de una gran mesa. Dorothy Day estaba leyendo cartas en voz alta.
¡Que mujer tan hermosa! Su cara era larga, con pómulos altos salientes delineada por grandes ojos que podrían ser desafiantes en un momento o sonrientes en el próximo. Su cabello estaba tranzada en un circuló en lo alto de su cabeza como una corona de flores de plata . El traje que ella llevaba era simple y bien entallado, de buena cualidad y sin embargo casi seguramente del cuarto de ropa del Trabajador Católico en Spring Street, un centro de distribución para vestidos de segunda mano que estaba abierto diariamente, excepto los domingos.
Tomás Merton
La única carta que yo todavía recuerdo de la lectura de ese día era de Tomás Merton, el famoso monje cuya auto-biografía, The Seven Story Mountain , podria captar la atención de mucha gente, incluyéndome a mi, diecinueve años antes. Merton se había retirado “del mundo” a un monasterio trapista con un cierre de la puerta que eventualmente fue escuchado alrededor del mundo. Yo había asumido, que el no escribió a nadie fuera de su familia. Sin embargo, aquí estaba en correspondencia con alguien que no solo estaba en el medio del mundo, pero una de le los mas conflictivos. En su carta, Merton le decía a Dorothy que él estaba profundamente tocado por su testimonio para la paz, que había resultado varias veces su arresto y encarcelación. Tu estás en lo correcto siguiendo a la línea de satyagraha [el término de Ghandi para la acción no violenta; literalmente el poder de la verdad]. Yo no veo otra forma. Hoy en día ya no es una cuestión de quien está en lo correcto sino quien por lo menos no es criminal. Nunca ha sido más verdadero que ahora que el mundo está perdido en su propia falsedad y no puede ver valores verdaderos. Dios te bendiga.”
Esta fue una de las primeras cartas de Merton a Dorothy. Poco después él estaba publicando artículos en El Trabajador Católico, y metiéndose en problemas con su orden religiosa por hacerlo.
Merton solo era uno de las gentes incontables atraídos hacia Dorothy e influenciado por ella. Ella tenía un gran don para hacer que aquellos que la conocieran, aun solo a través de cartas o de sus trabajos publicados, se vieran así mismos en una nueva luz y cuestionaran ideas, leataldes, y opciones. Yo la conocí cuando yo tenia 19 años y ella 63. Medio año más tarde, después de ser dado de alta por la Marina como un objetor de conciencia, yo me uní al personal del Trabajador Católico en Nueva York.
Jack English
Mientras escribía este libro, yo lei un pasaje por Jack English sobre Dorothy Day así como era 25 años antes de que yo la conociera. Jack no asistió a la charla que Dorothy había dado en su universidad el día anterior, pero al siguiente día encontró ek furor de la discusión sobre ella en la cafeteria. “Ellos estaban hablando sobre que bonita era. Ella había hablado durante le charla entera con un cigarrillo colgando en su boca, usando con una boina.” Jack quedó tan intrigado que decidió atender a la reunión que Dorothy estaba dando esa noche en un pueblo cercano. El la encontró admirable. “Lo que me impresionó tanto es que ella dijo, ‘Tu puedes hacer este trabajo dondequiera que estés.” Después Dorothy y Jack hablaron brevemente. Ella le urgió que leyera El Trabajador Católico . “Ese fue el inicio. Algo pasó en mi vida. No era una cosa profunda en el momento. Ella no era el tipo de persona que me habían descrito esa mañana en un café. Yo había leído algunas de la vida de los santos, pero yo tenia el sentimiento de la misma educación y aunsantidad sobre Dorothy,” Recordando las primeras impresiones sobre Dorothy en una entrevista grabada con Dean Mowrer en 1970, Jack dijo que él todavía estaba impresionado con la habilidad de Dorothy de encararse con tantos individuos. “Ella ocasionalmente hablaba en términos abstractos, pero ella nunca habla y opera excepto persona a persona.” Jack había aprendido de ella que “cada ser humano es único, totalmente único, y que cada vez que yo conozco y tengao un encuentro con otro ser humano, yo soy cambiado en alguna forma, sea para bien o para mal.”
El filo
La Dorothy Day que yo conocí era un cuarto de siglo más vieja que la que Jack había conocido en los 1930’s. Ambos el cigarrillo y la boina habían desaparecido hacia tiempo. Dorothy se había hecho aun más formidable y estaba en la edad de ser venerable. Pero las cualidades principales que habían impresionado tanto a Jack eran también notables para mi: su habilidad de enfocar en la persona con que estaba hablando, no solo para ver una cara joven sino tu cara, ni discerniendo, solo una vaga, promesa general, sino tus cualidades particulares. A través de Dorothy, tu veías posibilidades excitantes en ti mismo que no habías notado antes. Así mismo veías lo que significaba llevar una vida que era implacablemente centrada en Dios. Su impacto en Jack fue el mismo que su impacto en mi. Ambos quedamos envueltos en las casas de hospitalidad del Trabajador Católico, que eran encontradas, lo mismo que ahora, en muchas ciudades. Las casas del Trabajador Católico, mientras que siempre tienen aspectos únicos, todavía tienen mucho en común. Son lugares sin pretensiones en vecindarios pobres a menos donde la gente sin nada son recibidas y se les dan sus necesidades, todo sin formas, inquisidores, o consejos gratuitos. Tal vez hay algún ángel en el cielo que sabe exactamente cuantas tasas de caldo han sido servidos en el Trabajador Católico desde 1933. Millones, eso por seguro. Jack y yo los dos hemos servido nuestra buena porción de ellas, junto con miles de otros que han sido parte de las comunidades del Trabajador Católico a través de los años. Lo notable acerca de la sopa del Trabajador Católico es que tiene una forma de forzar a uno a hacer preguntas – preguntas de Dorothy Day – sobre que ha venga un orden social en que tantas personas son vencidas y tienen que alinearse en las puertas de los comedores populares..
Las casas de hospitalidad
Ser parte de la casa del Trabajador Católico en Nueva York era una bendición mixta. En esa época, probablemente era una de las comunidades menos felices en el movimiento del Trabajador Católico. De hecho éramos una comunidad. Pero había una gran bendición en esa escena con tensiónes; era llegar a conocer a Dorothy y ser reconocido por ella. Como yo habia descubierto ese primer día en la granja de Staten Island, ella era una maravillosa e incansable contadora de historias. Ella no solo leía las cartas que recibía para ella misma, sino leía a todas en voz alta a aquellos con los que trabajaba, a menudo contando de la gente que las enviaba. Yo la recuerdo a ella leyendo una carta de la familia Gauchats, fundadores de una comunidad del Trabajador Catolico en Ohio. Dorothy nos contó como los Gauchat habían tomado un niño de seis meses que se esperaba que muriera en cualquier momento. El niño era sordo y ciego, con una masa en la cabeza del tamaño de un bola de béisbol, lleno de fluido. “Guillermo Gauchat hizo el signo de la cruz sobre la cara del niño.” dijo Dorothy, “y él vio aquellos ojos embotados siguiendo la moción de su mano. El niño podía ver! En un año David – ese era su nombre – estaba lo suficientemente bien como para ser llevado a su casa por sus verdaderos padres. Su vida fue salvada por el amor en el hogar de los Gauchat.” Escuchando historias como estas día tras día, estábamos aprendiendo algo sobre la vida que no se aprende en cualquier clase o aun en muchas iglesias. En el centro de cada historia siempre había solo poca gente, tal vez solo una persona, para quien seguir a Cristo era lo más importante en el mundo. Que cosas maravillosas salieron de ese tipo de enseñanza.
Algunas historias las escu-charía más de una vez de Dorothy si se mantuviera cerca lo suficiente. Algunos dichos usted escucharía más frecuentemente, aun si estudias ahí por un corto tiempo. Cuantas veces la he escuchado repetir el comentario de Santa Catalina de Siena, “Todo el camino al cielo es cielo, porque Jesús dijo, ‘Yo soy el camino.’” Había una línea de Georges Bernanos que ella usaba a menudo: “El infierno es no amar nunca más.” Todo el mundo en el Trabajador Católico sabía que Dostoevsky había dicho, “El mundo sera salvado por la belleza.” Y hay muchos otros.
Verdades, donde se encuentren
Recordando cuan a menudo ella citaba a otros, se anota que Dorothy era una gran prestaria de las ideas de otras personas y sin ninguna vergüenza por hacerlo. Aparte de la Biblia, sus fuentes principales eran los santos más algunos novelistas cuyas obras eran básicamente religiosas. Entre los santos, aquellos que ella más a menudo citaba eran San Pablo, Benedicto, Francisco, Catalina de Siena, Teresa de Avila, Juan de la Cruz, y Teresa de Lisieux.
Dorothy tenía mucho en común con Santa Teresa de Avila. Las dos han animado los cimientos de varias comuni-dades religiosas, y las dos han sido viajeras incansables hasta que la edad les hizo imposible viajar mas. Ambas eran reformadoras que pasaron por periodos de ser consideradas posibles heréticas. Ambas eran francas e intrépidas. Pero otra Teresa, Teresa de Lisieux, “La Pequeña Flor,” también la inspiraba. La única biografía que Dorothy escribió fue sobre Teresa y sus Caminito. “El significado de nuestro acto más pequeño!” dijo Dorothy en ese libro. “¡El significado de las pequeñas cosas que hemos dejado de hacer! ¡Las protestas que no hacemos, las posiciones que no tomamos, nosotros los que estamos viviendo en el mundo!” Una vez y otra en sus escritos y charlas, Dorothy acentuaba el “Caminito.” En el corazón de todo lo que ella valorizaba: “Correspondencia, limpieza de la casa, tratando con los innumerables visitantes que vienen a través de todo el día, contestando el teléfono, mantenirnfo la paciencia o actuando inteligentemente, lo que es encontrar algún signi-ficado en todo lo que pasa, estas cosas también, son los trabajos de paz, y a menudo parecen como un camino muy pequeño.
El lector
Dorothy había sido, desde niña, un gran lectora. Su compromiso en el mundo aparecia solo alimentar esta parte de su vida. Algunos libros que ella leyó una y otra vez. Yo pienso enBleak House de Dickens y de Los Hermanos Karamazov de Dostoevsky . Uno se puede preguntar si la figura del Padre Zosima en Los Hermanos Karamazov no fue uno de los co-fundadores del Trabajador Católico, tanto valor le daba Dorothy al viejo monje enseñando sobre amor activo. Yo pensé que seguramente Dorothy estaba entre los santos invisibles presentes para celebrar el día conmigo.
En este periodo de nerviosismo agudo sobre roles sexuales, hay alguna vacilación para decir que una mujer es o alguna vez fue femenino, pero Dorothy seguramente fue eso. Como era usualmente nerviosa cuando alguien le apuntaba la cámara a ella, su feminidad raramente se ve en sus fotos. Tal como se encuentra en la Esposa de Chaucer de Bath, ella podría ser, en verdad a menudo fue, chocante en su forma de hablar. Ella era capaz de decir un chiste de doble sentido, descon-certante para algunos de los que encontraran esta forma de ser de Dorothy. Ella era, a veces, sorpresivamente tímida, casi jovencita, argo tiempo después que ella había adquirido su cabello gris. Ella podía ser fiera y determinada como uno de esa mujeres rusas que reparaban las calles y seguían atendiendo a la iglesia en tiempos de Stalin. Su forma directa, a veces chocante, de llegar al corazón de las cosas estuvo en evidencia una noche cuando estaba hablando a un grupo católico de la Universidad de Nueva York. La guerra fría estaba en su más congelado estado en ese cuarto lleno de humo. Claramente algunos de los presentes consideraban a ella como un acólito del Kremlin. Uno de ellos demandó saber que haría Dorothy si los rusos invadieran los EUA. ¿Tal vez no admitiría ella en esta extremo, que por lo menos, matar estaba justificado, aun un deber? “Nosotros estamos selccionados por el Señor a amar a nuestros enemigos,” respondio Dorothy sin parpadear. “Yo espero que pueda abrir mi corazón a ellos con amor, lo mismo que para con cualquier otro. Todos somos hijos del mismo Padre.” Hubo un breve pero profundo silencio en el cuarto antes de que Dorothy fuera a hablar sobre la resistencia no violenta y los esfuerzos de convertir a los oponentes.
“No me llamen un santo”
Probablemente nada hacia a Dorothy ponerse más nerviosa que la adulación. Alguna gente la miraba como si realmente pudieran ver un halo flotando sobre su cabeza. Yo no se cuantas veces Dorothy hizo esa famosa observaciíón: “No me llamen una Santa; yo no quiero ser eliminada tan fácilmente.” Quizas una sola vez. Pero cualquiera que la conociera estaba al tanto de como ella escapó de aquellos que la trataran como si fuera un andante reliquia santa.
En lo que me he venido a dar cuenta la vergüenza de Dorothy y molestia en la cara de cierta forma de admiración no solo era modesta genuina. Más bien ella sentía que mucha de esta gente la verían en forma muy diferente si la conociera un poco mejor – conocieran sus faltas, y conocieran más sobre su pasado. Ella pensaba que había ayudado a crear una imagen idealizada de si misma al dejar de lado dos eventos de su autobiografía en que ella encontraba real vergüenza en los años anteriores a su entrada en la Iglesia Católica, su aborto más que nada. Estaba claro en la comunidad del Trabajador Católico de Nueva York que Dorothy no quería que ninguno de nosotros leyera las cosas que ella había escrito sobre la aborto y al triste asunto enraizado en su novela, La Onceava Virgen .
Tanto como me di cuenta, todos respetábamos su deseo sin saber por que a ella le disgustaba el libro tan intensa-mente. No que el libro se pudiera encontrar fácilmente de cualquier manera. Ella le dijo una vez a su amigo Roberto Coles (el psiquiatra mejor conocido por sus libros de niños en crisis) sobre los esfuerzos que ella había hecho anteriormente en su vida de encontrar y destruir cada copia de su novela. Finalmente trajo este asunto de quemar el libro de ella a la atención de su confesor. El sacerdote se rió. “Dios mío,” dijo él “Yo pensé que él me iba a decir que parase de ser tan tonta y confundida en mis prioridades,” le dijo Dorothy a Coles. “Yo recordaré hasta el ultimo día aquí en esta tierra de Dios lo que dijo el sacerdote: ‘Tu no puedes tener mucha fe en Dios si estás tomando la vida que él te ha dado y la utilizas en esta manera.’ Yo no dije una palabra de respuesta. El sacerdote añadió, ‘Dios es él que nos perdona, si le pedimos perdón; pero parece que tú no quieres perdón – solo librarte de este libro.’” (La historia viene del libro de Roberto Coles, Dorothy Day: una Devoción Radical , que consiste principal-mente de extraordinarias conversaciones con Dorothy por el período de un año) Poco a poco aquellos cerca de ella se dieron cuenta de los pecados de su pasado mas remoto y tal vesz la ayudaron a cargar con su pena.
Las fotos
Para regresar a las fotos de Dorothy, usted puede tener la idea, viéndolas, de que ella tenía una personalidad severa. Mientras que ella era a menudo de lo más seria, aquellos que la conocieron no pueden empezar a comprender el impacto que Dorothy tuvo en otros a menos que se imaginen que fácil era estar con ella, que bienvenido se sentía uno en su compañía. Mucho de su tiempo fue gastado en sentarse en la mesa donde se servían las comidas, solo tomando un poco de café y hablando a quien se le uniese, algunas veces hablando en una forma animada, otras simple-mente escuchando. Cuando Dorothy estaba presente, ella estaba totalmente presente. Pero a menudo ella no estaba. Ella o estaba visitando a otras casa del Trabajador Católico y hablando en iglesias y universidades, o en las granjas del Trabajador Católico, o en la casa de Staten Island. En la casa de Nueva York, estando tan centrada en Dorothy como cuando yo era parte de ella, sus períodos lejos dejaron un vacío que nadie podía llenar. Ella había delegado varias responsabilidades: mane-jar el dinero de la casa, tener la cocina a cargo, organizar el períodico (aunque ella era la editora y publicista definitiva-mente), tener cuidado de la lista de direcciones, y manejar la granja. Pero nadie estaba en la posición de hacer una decisión en su ausencia que todo el mundo aceptara. En la casa de Nueva York, solo ella podía establecer la ley, que en momentos era urgentemente necesaria.
Aprendiendo de los pobres
Dorothy me nombró como editor gerente del periódico cuando apenas había cumplido los 20 años. Por mi parte, una de las cosas que aprendí en el Trabajador Católico (que Dorothy siempre definía como una escuela) que los pobres para quienes las casas de hospitalidad existían siempre eran más fácil con quien de vivir y más misericordiosos que los jóvenes voluntarios que sabían más de ideología que fracaso en la vida. Sin embargo por todas nuestras limitaciones, nos organizamos para hacer una gran parte del trabajo: alimentos solicitados o comprados, comidas cocinadas y servidas, ropas recibidas y entregadas, platos lavados, pisos trapeados, sabanas lava-das, pan cocido, el periódico despachado en el correo, las listas de envío actualizadas, la gente con necesidad de asistencia medica asistidas, y notas de gracias escritas a mano enviadas a cada donante, no importaba lo pequeño del regalo – todo eso y mucho más.
A veces un problema en la casa era el ruido. Yo recuerdo un día tratando de mantener una conversación con Dorothy acerca del articulo que estábamos pensando en utilizar en la próxima edición. Estábamos en su escritorio en una oficina pequeña cerca de la puerta principal de la casa en Chrystie Street, justo en frente del area en que las comidas eran servidas. Era el piso más ruidoso de la casa, Esa mañana apenas podíamos escucharnos. En el medio de una frase, Dorothy se levantó de su silla, abrió la puerta, y gritó fuerte lo suficiente para hacer que un cadáver parpadease, “¡Santo silencio!” El silencio reinó brevemente en la Casa de San José casi como para que un monje tgrapense pudiera envidiar.
De rodillas
La habilidad de Dorothy para sobrevivir en la vida comunitaria y aun para ver el bien en aquellos de nosotros que veníamos a ayudar fue segura-mente debido a la profundidad e intensidad de su vida espiritual. Era obvio para todos que estuviese a la vista de Dorothy por una pocas horas que ella era una mujer de oración. Cuando pienso en ella, lo primero que recuerdo son sus rodillas. Esto podría ser en la iglesia de la parroquia más cercana o en la granja del Trabajador Católico. (La Arquidiócesis ha permitido una capilla en la granja y la reservación del Santíssimo dentro de ella). Dorothy utilizaría una buena cantidad de su tiempo rezando de rodillas cada día. Yo miré en los libros de oración que ella había dejado en la banca un día y descubrí página tras página de nombres, todos escritos en su cuidadosa caligrafía itálica, de gente viva y muerta, para quienes ella oraba. Ella oraba como si sus vidas dependieran de ello. (Roberto Coles acredita a las oraciones de Dorothy con la cura milagrosa de su esposa, que estaba muriendo con cáncer.) “Alimentamos a los ham-brientos, si” dijo ella. “Tratamos de cobijar a los destituidos y darles ropa, pero hay una gran fe trabajando aquí; rezamos. Si un forastero que viene a visitarnos no pone atención a nuestras oraciones y a lo que significa, entonces él habrá perdido todo el significado.” Ella iba a Misa todos los días hasta que su cuerpo ya no pudo más y aun así todavía recibía la comunión cada día, cuidadosamente pre-parándose antes y dando amplio tiempo después para dar las gracias. Ella iba a la confesión por lo menos una vez por semana. Ella amaba el rosario y lo rezaba a menudo. “Si amamos lo suficiente,” una vez notó, “somos inoportunos: repetimos nuestro amor como repetimos el Ave María en el rosario.”
Especialmente los Ortodoxos
Que tan grande era para mi ver su amor por los cristianos, por otras iglesias, pero especial-mente por la Iglesia Ortodoxa. Lo que estaba en las raíces de su afinidad especial por la Ortodoxia yo no lo se. Tal vez tenia que hacer con sus amigos rusos y el lugar especial que Dostoevsky había jugado en la formación de su vocación. La primera vez que visité una Iglesia Ortodoxa fue con Dorothy, y la primera vez que yo atendí a la magnifica liturgia ortodoxa también fue con ella. En los 60’s ella era amiga de un sacerdote que servia en la catedral rusa ortodoxa de East 97th Street en Manhattan, el Padre Mathew Stadium de Moscú, que se convirtió en un visitante ocasional de la Casa de San José y la granja. El anhelo de Dorothy para reparar el quiebre que divide la cristiandad oriental u occidental la llevó a ella al grupo de la Tercera Hora, tal vez el único en Manhattan en el tiempo en que la gente se reunía cuando tenían amor a la Ortodoxia, fueran o no ortodoxos ellos mismos. Yo puedo recordar estar sentado junto en las reuniones de la Tercera Hora, tratando de comprender las palabra rusas que ella y los otros usaban tan confortablemente.
Dorothy y su fe católica
Su compromiso a la Iglesia Católica nunca fue un problema. De hecho perturbaba a mucha gente, incluyendo a algunos de la comunidad del Trabajador Católico, de que ella fuera tan devota, tan sincera en su aceptación de la enseñanza católica y de la estructura jerárquica de la Iglesia. Ella era crítica no de lo que enseñaba la Iglesia, sino más bien su falla en vivir sus enseñanzas. Dorothy encontrón en el catolicismo el cuerpo cristiano menos entram-pado por el nacionalismo. Tal vez aun más importante para ella, era la Iglesia con mayor cantidad de pobres. También era el dispensador de sacramentos sin los que la vida sería estéril para ella. Dorothy a menudo hacía enfasis en la obediencia (La raíz del significado de “escuchar”), insistiendo que si la ordenaran a parar de publicar el Trabajador Católico , ella lo haría, no sin intentar antes de cambiar la mente del Cardenal. “Tu quieres decir,” le pregunté un dia, “si el Cardenal dice que tenemos que dejar nuestra posición sobre la guerra, lo haríamos?” “De ninguna manera,” dijo ella. “Pero entonces podríamos usar solo citas de la Biblia, los dichos de los santos, extractos del la encíclicas papales, solo nada de lo nuestro.” Ella dijo que si no hubiera alternativa sino parar de publicar el periódico, ella la haría, esperando que otros lo continuaran. Entonces citó los Evangelios: “A menos que la semilla caiga en el suelo y muera, no puede traer nueva vida.” Su devoción a la Iglesia, sin embargo, no era sin una mordida critica. Ella a menudo habló de la Iglesia como que era “la cruz en la que Cristo estaba crucificado” (frase prestado de Romano Guardini).
Una parte esencial del valor de la Iglesia para ella era que atraía a la gente de muchas líneas – políticas, ideológicas, económicas, geográficas, aun las fronteras marcadas por el tiempo, como ella a menudo decía que “no hay tiempo con Dios.” Su temprana atracción a los movimientos radicales probablemente tuvo el mismo ímpetu: gente reuniéndose en un espíritu de auto sacrificio para hacer el mundo un lugar con más bondadoso en que nadie es echado a un basurero. Ella a menudo indicaba que los radicales políticos la habían llevado hacia los pobres en lugar de la Iglesia. Eran los radicales los que estaban preguntando por qué habían tantos hambrientos, sin techo, sin trabajo, en un mundo que tiene los medios para cubrir las necesidades de todos.
Las amistades que ella formó con un número de radicales las mantuvo muy abiertamente a través de la guerra fría, nunca dejando que las diferencias ideológicas o políticas inter-firieran. Cuando Elzabeth Gurley Flynn – una de las principales comunistas de América – murió, ella dejo sus pequeños bienes de ropa, libros y muebles a la casa de San José del Trabajador Católico. El compromiso de Dorothy hacia la gente que en alguna forma se había convertida en parte de su familia extendida era uno de sus más notables rasgos. Ella podía en ciertos momentos ser muy dura en lo que tenia que decir cuando un asunto de principio estaba en la balanza, sin embargo, yo puedo testificar de mi propia experiencia que no solo nunca terminó una relación por desacuerdo, pero pedía perdón, algunas veces en la forma más abyecta.
Su forma de ver
Yo noté antes que, en ideas, Dorothy era una gran prestamista. Pero su forma de ver las cosas era muy propia. Yo pienso, por ejemplo, de lo que pasó cuando un co-trabajador y yo estábamos limpiando un pequeño departamento un piso más alto en un habitación humilde en Ridge Street. Dorothy estaba teniendo cada vez más problemas en subir los cinco pisos al departamento en el que había estado viviendo en Spring Street. Estos dos cuartos podían ser alcanzados más fácilmente. Stuart y yo sacamos caja tras caja de escombros hasta la calle, incluyendo una horrorosa pintura (así nos aparecia a nosotros) de la santa familia. Lo depositamos en la basura y nos fuimos a continuar la limpieza. No mucho tiempo después llegó Dorothy, con la pintura en la mano. “Miren lo que he encontrado! ¡La santa familia! Es un signo providencial, una bendición.” Ella lo puso en el mantel de la extinguida chimenea del apartamento. Lo ví de nuevo y esta vez ví que era un trabajo de amor y fe, sin embargo simplemente logrado. Si es que no era una obra maestra del renacimiento, tenía su propia belleza. Pero yo no lo habría pensado si Dorothy no lo hubiera visto primero.
Dorothy ya no está con nosotros. Por lo menos ya no podemos sentarnos y tomar una taza de te con ella nunca más. Pero no hay duda que ella mantiene una presencia vital. Muchos la consideran una santa, y no como una forma de mantenerla a distancia segura. Hay historiadores que la describen como la católica estadoudinense más influyente en los últimos cien años. Tal vez sea ciertóo. En cualquier caso, ella dejo un ejemplo que continúa influenciando a mucha gente. Uno puede decir que ella ayudó a traer un reforma centrada en la Iglesia Católica pero alcanzó más allá. No es formación enfatizando doctrina teológica sino una enraizada en el lo sagrado de la vida, la verdad que cada uno está hecho en imagen y semejanza de Dios, y la presencia real de Cristo en los pobres. Ella dio un ejemplo de hospitalidad y misericordia como forma de vida. “Estamos aquí para celebrarlo a El” ella declaró, “a través de las obras de misericordia.” Para ponerlo en la manera más simple posible, ella nos dio un ejemplo de amor activo. “Amor es la medida,” ella tantas veces lo repitió, “por la que seremos juzgados” Reinpreso con permiso de Traditional Catholic Reflections & Reports TCRNews (c) http//tcrnews2.com/
Trabajador Católico de Houston, Vol. XXVI, No. 5, septiembre-octubre 2006.