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Dénme sus cansados, sus pobres, sus enfermos y heridos

Una enfermera llamó hoy del Hospital de Ben Taub para pedirnos que tratáramos bien a Pedro. El había perdido los dedos de una mano en un accidente y no estaba manejando su nueva situación muy bien. Estando en el Sur de Louisiana, se lesionó y ningún hospital estaba preparado para trabajar con él.

A nuestra entrada a la casa de los hombres para avisar de su llegada, conocimos a un nuevo huésped, Juan, quien extendió su mano al ser presentado. El, también, no tenía dedos, habiéndolos perdido en un accidente, extendió su brazo manco en vez de su mano.

Si usted hubiera visto a Luís acercarse a Casa Juan Diego, no habría descifrado su problema. Tal vez pensaría que estaba embriagado, ya que se tambaleaba de carro en carro buscando soporte para no caerse al suelo. Después de los carros, él cambió a abrazar a las paredes de nuestro edificio. Salimos a averiguar que pasaba y a recogerlo después de su caída–ebrio o sobrio.

Luís estaba muy sobrio. Aparentemente el perdió sus piernas (debajo de la rodilla) en un accidente de tren, y las piernas artificiales que le habían dado no eran suficientemente fuertes para soportar su peso y cada vez se habían vuelto más y más inútiles y tambaleantes.

El, obviamente, necesitaba nuevas piernas y fue a una compañía de prótesis donde le dijeron que las piernas le costarían $2,500 cada una. Nosotros siempre tenemos un amputado en la compañía de prótesis.

Parece que las cosas vienen en parejas.

Rubén llegó con serios problemas de la vista. Dijo que había perdido la vista en uno de sus ojos y que tenía miedo de perderla en el otro. Las cosas no se ven bien y se espera por una operación.

Roberto perdió la vista repentinamente y no es clara la causa del problema. Las causas pueden ser desde malnutrición hasta alcoholismo. Es un reto conseguir ayuda médica ya que la primera vez que fue al hospital por la sala de urgencias la gente donde él estaba viviendo había tirado todos sus documentos—no tiene identi-ficación

Jorge llego con dos bolsas de colostomía en vez de estomago, etc. Esto siempre nos asusta. Algunos de los jóvenes Trabajadores Católicos querían ponerlo en cama y no dejarlo mover, ya que obviamente estaba seriamente enfermo. Ellos insistieron en enviarlo a la casa de los hombres enfermos inmediatamente, que le declaría gravemente enfermo e incapacitado para trabajar.

El huésped se rebeló y demandó que lo dejaran ayudar con el trabajo de la casa y no sólo quedarse sentado sin hacer nada. El no era un inválido. Después de suficientes cuidados, él insistió en trabajar como miembro de nuestra cooperativa y lo está haciendo. Es uno de los mejores trabajadores con o sin bolsas de colostomía.

La sección de Inmigración de Seguridad Nacional llamó para saber si teníamos espacio para algunos huéspedes que iban a ser liberados. Esta es una de las grandes paradojas de Casa Juan Diego. Un día recibimos gente de Inmigración y al día siguiente podríamos unirnos a nuestros hermanos y hermanas en custodia.

Recibimos una llamada del Hospital Ben Taub diciendo que José de León estaba muriendo y que debíamos ir allá si queríamos verlo. El supuestamente vivió en una de las casas para los hombres enfermos antes de ser hospitalizado. Sin embargo nadie reconoció su nombre, insistiendo que no hubo nadie con ese nombre en la casa.

Visitamos a José, el hombre moribundo, y le preguntamos porque los hombres de la casa para los hombres enfermos no reconocieron su nombre. Cual es su nombre? Le preguntamos. “Chihuahua”, el respondió. Todos los hombres lo reconocieron por su apodo.

Recibimos una llamada de una feligrésa católico con relación a una joven inmigrante que fue violada por un coyote que la trajo a los Estados Unidos y que ahora está embarazada. Esta situación tuvo un final feliz. Esta feligrésa ayudó a la joven, quien decidió tener y dar al bebé en adopción. Sin embargo, en el proceso, el hijo de la feligrésa conoció a la joven embarazada y se acabaron comprometiendo. El joven y su prometida decidieron quedarse con el bebé. La feligrésa no llamaba buscando un lugar para la joven sino una clínica que pudiera darle cuidados prenatales a costos razonables.

A las 9:00 pm recibimos una llamada desde El Salvador de un amigo de Frank Cordaro en Iowa que está trabajando en Centroamérica. El llamaba de parte de una mujer en El Salvador muy preocupada por su esposo que estaba en Houston desde hace casí un mes sin haber podido encontrar trabajo. El no tenía techo y estaba hambriento. Quería saber si lo podríamos recibir. Dijimos que si.

Nuestros huéspedes, hombres, mujeres, y niños, llegan deshidratados, exhaustos, con pies y manos llenos de espinas de la travesía. Pero no descansan mucho antes de empezar a buscar trabajo.

Un doctor llamó desde otro estado preguntando si podríamos aceptar a un inmigrante indocu-mentado con meningitis. Preguntamos si era contagioso. El doctor respondió diciendo que únicamente si teníamos contacto sexual con él, que fue su forma de hacernos saber que el hombre era VIH positivo. El hombre llegó, pero ya estaba a las puertas de la muerte. Estábamos muy preocupados. El vino a nosotros porque no había Casa Juan Diego en su estado.

La sala de urgencias del Ben Taub ha estado llamándonos con relación a un paciente que fue encontrado en la calle, desorientado y usando pañales. Nos preguntaron si podríamos ayudarlo ya que a él no le gusta usar pañales.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XXVI, No. 5, septiembre-octubre 2006.