Tom Cornell es un Trabajador Católico que trabajaba con Dorothy Day bastante tiempo. El es un diácono en la Arquidiócesis de Nueva York.
Joe Zarella, entre los primeros Trabajadores Católicos, prefería su antigua foto publicitaria de de ella de los treintas, Dorothy Day de cabello ondulado sobre los hombros. Yo prefiero la de la mitad de los sesentas, antes de que perdiera peso, cuando aparecia fuerte, con su cabello trenzado y envuelto sobre su cabeza, cuando yo trabajaba más cerca de ella—“mi Dorothy.” Los trabajadores que vinieron en los setenta la recuerdan como aparece en algunos horribles iconos, viejita, hundida.
La joven Dorothy era victoriana, gentil, modesta y tímida, y sin embargo, volátil y bohemia. Dorothy era nacida en la época de la reina Victoria y sus padres cuidaban bien a sus hijas. No novelas de centavos, no romances baratos, en la casa de los Day, solo Dickens, Thackeray y Scott, y la Biblia, versión de King James, por supuesto, y Shakespeare. No mucho después de dejar su casa, Dorothy fue forzada a dejar su primer trabajo como reportera del diario socialista, The Call , porque ella golpeo a un hombre en el baile anarquista anual de Salón Webster en Manhatan. En aquellos días no se suponía que aun las mujeres revolucionarias radicales le pegaran a hombres que les hacían avances inconvenientes
Ella tenia veinte años en ese entonces. Mi Dorothy, años mas tarde, habría encontrado una forma no violenta de responder a un hombre. Pero ella por lo menos haría conocer su voluntad fuertemente.
Dorrothy como la conocí era absolutamente consistente en su pacifismo y clásica no violencia, y ella era absolutamente consistente en su amor a los pobres y a la gente trabajadora, y en su amor a y en lealtad a la Iglesia Católica. Poco después de su muerte yo me senté en la cocina con el padre Hugo y la hermana Peter Claver. Peter Claver comentó sobre el “amor a la Iglesia” de Dorothy como una característica central. Sí, Dorothy se enfadaba cuando presenciaba a los jerarcas y agencias de la Iglesia faltar en vivir de acuerdo a sus propias enseñanzas. Sin embargo ella era leal y obediente. Más que eso, ella ponía la mejor construcción posible en cual-quier cosa que un sacerdote o un Obispo pudiera haber dicho que pudiera haber causado alguna ofensa. San Ignacio de Loyola nos aconseja a todos que hagamos lo mismo, en especial cuando se trata de nuestros adversarios. Dorothy quería que la Iglesia enseñara la necesidad de la paz, la necesidad de la no violencia, lanecesidad de la justicia y lo que ahora nosotros llamamos la “opción pre-ferencial por los pobres” con autoridad. Ella no era una tonta para minar la misma autoridad. Un “sacerdote escondido” de los sesentas una vez escribió para castigarla por ser prejuiciosa con respecto al lapso de un Trabajador de la leyes matrimoniales de la Iglesia. “Estás traicionando la revolución que tú has empezado!” él escribió. Poco sabía el de Dorothy.
Ella tenía su propia autoridad. Nosotros obedecíamos a Doro-thy porque la queríamos. También sabíamos que ella pagaba las cuentas. Pero los Trabajadores mucho más allá de los confines de nuestra comunidad de la ciudad de Nueva York, donde Dorothy no tenía el poder de la llave, la obedecían. Cuando Dorothy se disgustó con las discusiones que sucedían en la casa del Trabajador Católico de Boston en los treintas, ella ordenó a los dueños a vender las propiedades de la comunidad y darle todo el producto a la Arquidiócesis de Boston. ¡Ellos lo hicieron! Cuando Dorothy emitió su famosa “encíclica” al principio de la Segunda Guerra Mundial, ordenando a todas las comunidades de Trabajadores Católicos de refrenarse al abierto disentimiento de su oposición de ella a la guerra, las comunidades que no lo hicieran simplemente cesarían de identificarse así mismas como Trabajadores Católicos. Eso era la cosa honesta que hacer, y una atadura de afecto nunca se rompió.
Dorothy tenia la facilidad de decir justo lo correcto a la gente que buscaba consejo. Más de una vez yo presencié a gente que venía de una charla privada con Dorothy diciendo “¿Cómo habríamos sabido …? “¿Podía ella leer almas? Ella tenia un ojo por engaños y les hacía una clara respuesta, aunque nunca fue cruel. Ella no sufría a los tontos alegremente, ella decía, y esto ella lo encontraba como una falta. Pero yo la ví entretener a más de un tonto con paciencia y aun aparecer aprender de ellos.
Dorothy era políticamente lista. Ella había vivido en su juventud adulta antes de su conversión con radicales de todas los tipos, socialistas, comunistas, y anarquistas. Ellos son descritos como vanos e débiles, pero eso está fuera de la verdad. Eugene O’Neill era el primer autor de teatro de EEUU. Malcolm Cowley y Kenneth Burke eran los más conocidoc críticos literarios de su era. Y de los radicales Warren Beatty quería que Dorothy apareciera en su película, Reds , por que Dorothy conocía y había trabajado con casi todos los que eran retratados en esa película. Dorothy lo evitó porque temía que su oído y memoria que estaban fallando pudieran traicionarla.
Dorothy les dio a sus antiguos camaradas el crédito por llevarla a la fe, aunque ciertamente esa no era su intención. Ella admiraba su dedicación, su resolución, su sacrificio, su solidaridad, con los pobres y explotados. Durante toda su vida, Dorothy expresó su gratitud por sus amigos ateos radicales que servían a Cristo en Sus pobres aunque no lo reconocieran a El. Ella aborrecía el ateísmo de complacientes pagados de si mismos, cristianos auto satisfechos, que gemían “¡Señor, Señor!” pero no hacían la voluntad del Padre, que alababan a Cristo en la canción pero lo explotaban a El en el trabajador, lo desdeñaban y aun lo azotaban en el inmigrante, el judío, el italiano, el africano, el pobre y el “vago.” Esa es una negación de Dios en Cristo, porque es una negación de Cristo en el pobre.
Los viejos radicales creían en la “solidaridad de la clase trabajadora internacional.” Según ellos, los trabajadores nunca más pelearían entre ellos más que contra sus opresores comunes. ¡Que triste la desilusión, como lo demostró la Primera Guerra Mundial! El movimiento radical se hundió en una profunda desesperación. ¡Luego la revolución rusa, la caída del zar! ¡Nueva esperanza! Pero esa esperanza falló también antes de que terminaran los ‘20’s. Dorothy cambió la “solidaridad de la clase trabajadora internacional” por el Cuerpo Místico de Cristo. Pero debido a su cercana asociación en sus años formativos con los antiguos radicales, Dorothy recogió un sofisticado sentido político. Ella no era una analista política, pero su instinto raramente la engaño. ¡Habían pocos que la igualaran! Y ella mantuvo su pasión social de sus tempranos años y preguntó, “Donde esta el liderazgo católico en la lucha por la paz y la justicia?” Ella se convertiría en su madre.
De todos los radicales a Dorothy le gustaban más los anarquistas porque eran auto disciplinados y ordenados y no perdían su tiempo discutiendo la minucia del marxismo pero salían a hacer cosas, “acción directa,” se llama. Ella se unió al partido socialista pero encontró las reuniones aburridas y se desvió. Ella se describía así misma como una comunista, no en el sentido de llevar su tarjeta de filiación de partido con ella, sino en el lenguaje común de los treintas, en el sentido de que ella trabajaba por el frente de la organización del partido comunista, aun después de su conversión mientras buscaba por otro empleo para poder soportar a su hija Tamar. [con el permiso de su nuevo director espiritual].
Las primeras palabras que le escuché decir de Dorothy fueron citas de la Escrituras. Fue durante un periodo de preguntas y respuestas al final de una reunión de viernes en la noche para la clarificación del pensamiento hace más de cincuenta años. Alguien dijo que cada uno tiene el derecho a la vida, y que por lo tanto tiene el derecho a los medios de vida, y ese cada uno debería tener un sentido de seguridad. Nadie iba a desafiar eso. Pero a Dorothy no le gustó lo que escuchó. Ella dejó su tejido y se levantó para decir, “¡Seguridad, seguridad! Yo no quiero escuchar nada mas sobre seguridad. Hay cosas por hacer y quien sino los jóvenes, y como las van a hacer si están pensando en su propia seguridad?” Entonces ensartó las citas, “Consideren las azucenas del campo,” ella empezó. “No piensen en el mañana.” “No piensen en lo que se van a poner o a comer.” Ella terminó con, “A menos que el grano de trigo caiga al suelo y muera y permanezca solo, pero si el grano de trigo cae a la tierra y muere el traerá una gran cosecha.” Yo había escuchado todo esto antes, pero nunca dicho con tanta autoridad. Su voz no era fuerte. Pero ella tenia poder, el poder de lo autentico. Me dí por vencido, ella me tenía. Unos años más tarde yo escuché a Dorothy recitar el Acto de Fe “… yo creo en todas estas verdades que enseña la Iglesia Católica porque Tú las has revelado, quien no puede engañar ni ser engañado.” Nuevamente su fe profundizó la mía, solo al escucharla orar con esas palabras. Esa fe era la fuente de la fuerza y visión de Dorothy El determinar justo lo que enseña la Iglesia Católica era gran parte del proyecto de la vida de Dorothy.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, durante el Temor Rojo y el periodo de McCarthy, mis consejeros espirituales me dijeron que me mantuviera aparte de Dorothy Day y el Trabajador Católico. Dorothy estaba en el “borde lunático” de la Iglesia y el Trabajador Católico estaba en el borde del janseísmo. Dorothy era una hereje material, si no todavía formal. Ella te va a poner en problemas, me dijeron. ¡Ellos estaban en lo correcto en eso! Ahora está claro ver que Dorothy no era un excéntrica. Ella enseñó del corazón de la Iglesia, su verdadero centro, Es por eso que hoy día ella está siendo considerada para la canonización y la santidad.
Poco tiempo después de que el Cardenal O’Connor fuera instalado como Arzobispo de Nueva York, el tomó el púlpito de la Catedral de San Patricio para pedir consejo de la gente para ver si debería iniciar el proceso de canonización en Roma, o no. Yo le escribí una carta de tres paginas, y empecé diciéndole las razones que él debía dejar toda la idea. Dorothy no quería tal plática. Ella tenía faltas, y yo las describí, especialmente como se ofendió cuando la despreciaban y la forma en que ella podía mantener un rencor por décadas. Ya en la parte superior de la tercera página yo había cambiado mi mente. Bien antes de morir Dorothy abandonó sus rencores y se reconcilió con aquellos que hubiera podido ofender. Ella nunca dejó de crecer en gracia, cada vez más cerca de Dios. Si los santos son aquellos que proveen los ejemplos auténticos de cómo ser buenos discípulos cristianos en su propio tiempo y el amanecer futuro, entonces Dorothy Day no solo debería ser canonizada como santa, ella debería ser declarada Doctora de la Iglesia.
Trabajador Católico de Houston, Vol. XXVI, No. 4, julio-agosto 2006.