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La primera encíclica del Papa Benedicto, “Dios es amor”: Caridad y justicia se encuentran

En su primera encíclica , Deus Caritas Est , Dios es Amor , el Papa Benedicto XVI coloca al servicio de los pobres y al amor al prójimo en el mismo nivel que la actividad esencial de la Iglesia de la administración de los Sacramentos y la proclamación de la Palabra. Cuando uno lee en este texto que el amor por las viudas, los huérfanos, los prisioneros, y los enfermos y necesitados de todo tipo es tan esencial al ministerio de la Iglesia como los Sacramentos y el Evangelio, es casi como leer uno de los escritores de la Iglesia primitiva.

Benedicto describe el amor de Dios en el lenguaje nupcial de la tradición de los profetas de Israel y en la forma en que es expresado tan completa-mente en la Encarnación de ese amor en la persona de Cristo – el amor en su forma más radical, en la que Jesús entrega su vida por nosotros. El habla en una forma positiva del tipo de amor llamado eros pero indica como puede ser y debe ser purificado y transformado en el amor de autodar ágape.Debemos amar a Dios apasionadamente en respuesta a su gran amor por nosotros.

El Papa luego se dirige al tema que el amor que Dios nos ha colmado tan pródigamente debemos compartirlo con otros. El se refiere varias veces al Evangelio de Mateo 25: 31-46, tan central en el movimiento Trabajador Cató-lico, en el cual el amor se convierte en el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana (no. 15). (Cuando la gente nos pregunta sobre la declaración de nuestra misión en Casa Juan Diego, nosotros les damos Mateo 25).

El Santo Padre nos recuerda como “Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos, con y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados.. ‘Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis’” (Mt 25:40). Este pasaje del Evangelio demuestra como “el amor de Dios y el amor al prójimo se funden: entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios.” (No. 15)

Esto fluye, dice Benedicto, del encuentro con la persona viva de Jesucristo. .

Al escribir sobre Deus Caritas Est , P. Robert Imbelli dice que el tema de novedad es constante en toda la encíclica. El cita a Benedicto cuando hace énfasis en que el encuentro personal es la llave para la visión de la proclamación del Papa.

“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,” (No. 1) “Más aun,” continua P. Imbelli, “sin un encuentro siempre renovado con el Cristo viviente, la cristiandad arriesga convertirse en un moralismo bien intencionado sin vida.”

De acuerdo con el Papa, ser cristiano es una aventura interminable, un crecimiento hacia la madurez de fe y amor. La transformación del cristiano y de la Iglesia toma lugar con un encuentro con el Cristo viviente, especialmente en la Eucaristía, que nos trae hacia el acto de autooblación de Jesús donde nosotros podemos entrar en el mismo movimiento de su entrega (No. 13)

Para Benedicto la Eucaristía inspira el crecimiento de una persona que Imbelli ha llamado una “auto-Eucaristía, una que vive profundamente que el o ella es un miembro viviente del cuerpo de Cristo ( América 3/13/06)

En la encíclica el Santo Padre habla de una mística sacramental que tiene un carácter social: “No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán. La comunión me hace salir de mí mismo para ir hacia Él, y por tanto, también hacia la unidad con todos los cristianos. Nos hacemos « un cuerpo », aunados en una única existencia. Ahora, el amor a Dios y al prójimo están realmente unidos.” (Nos. 13 y 14)

Benedicto inmediatamente sigue esta reflexión con la parábola del Buen Samaritano, que demuestra que el amor de Jesús al prójimo incluye a cualquiera que me necesita, y a quien puedo ayudar. El amor al prójimo está ahora universali-zado, sin embargo permanece concreto.

El Santo Padre escribe que es solo a través del servicio a nuestro prójimo que nuestros ojos pueden permanecer abiertos a lo que Dios hace por nosotros y cuanto nos ama: “Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta— han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás” (No. 18)

Justicia y caridad

Los comentarios sobre la encíclica han preguntado si el Papa al hacer el tremendo énfasis en la segunda sección en la tradición de la caridad de los primeros siglos de la Iglesia (e.g., Agustín: “Ves la Trinidad si ves el amor”) no debilita la doctrina social de la Iglesia y el compromiso a la justicia. Algunos se preocupan que sus palabras puedan ser mal interpretadas.

Escribiendo en The Tablet, Peter Herriot, S. J., que ha trabajado en Africa por muchos años, tomo la posición opuesta, encontrando más bien que el Papa es radical en la doctrina social católica.

“Yo diría que toda la encíclica, no solo la segunda parte que habla de la practica del amor en su dimensión social, empuja hacia los aspectos más radicales de la doctrina social de la Iglesia. Si la primera parte de la carta habla de ‘misticismo’ que es social en carácter, establece una base para la actividad caritativa de la Iglesia que está necesariamente orientada hacia la justicia.

Herriot habla a aquellos que tratarían de interpretar la encíclica como un paso hacia atrás en el trabajo hacia estructuras justas en nuestro mundo, reflexionando en la manera que el Papa expresa el rol de los cristianos en trabajar por una orden justo a la sociedad.

Benedicto es muy cuidadoso en distinguir la acción en la esfera política como un ‘deber directo’ a trabajar por una sociedad justamente ordenado.– algo propio a los líderes de la Iglesia. La Iglesia tiene la responsabilidad de promover un argumento racional (el Papa lo llama la ‘purificación de la razón’) y reavivar las fuerzas morales.

“En realidad el Papa arguye que sin volver a despertar las fuerzas morales “las ‘estructuras justas no quedaran establecidas ni serán efectivas en el largo plazo.’”

El Santo Padre sabe que lo que debería ser dedicación al bien común queda siempre nublado por el deseo para el poder y avance y enrinquecimiento personal. “el Estado se encuentra inevitablemente de hecho ante la cuestión de cómo realizar la justicia aquí y ahora. Pero esta pregunta presupone otra más radical: ¿qué es la justicia? Éste es un problema que concierne a la razón práctica; pero para llevar a cabo rectamente su función, la razón ha de purificarse constante-mente, porque su ceguera ética, que deriva de la preponderancia del interés y del poder que la deslumbran …

“Al partir de la perspectiva de Dios, la libera de su ceguera y la ayuda así a ser mejor ella misma. La fe permite a la razón desempeñar del mejor modo su cometido y ver más claramente lo que le es propio. En este punto se sitúa la doctrina social católica …

“La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar.” (No. 28)

El camino monástico y el camino de los Santos

El énfasis de vivir el Evangelio en lavar los pies, en recibir y cuidar de los pobres como nuestro Señor mismo, era una realidad en la vida y las enseñanzas de la Iglesia primitiva. Benedicto provee ricos ejemplos de los Santos de cómo los cristianos pueden tener un mayor impacto en el mundo como los Santos han traído el amor de Dios al mundo.

“… la figura del diácono Lorenzo (†258). La descrip-ción dramática de su martirio fue conocida ya por san Ambrosio (†397) y, en lo esencial, nos muestra seguramente la auténtica figura de este Santo. A él, como responsable de la asistencia a los pobres de Roma, tras ser apresados sus compañeros y el Papa, se le concedió un cierto tiempo para recoger los tesoros de la Iglesia y entregarlos a las autoridades. Lorenzo distri-buyó el dinero disponible a los pobres y luego presentó a éstos a las autoridades como el verdadero tesoro de la Iglesia.” (No. 23)

Benedicto también destaca a otros santos que ejercitaron la caridad en una forma ejemplar, tales como Martín de Tours, el soldado que se hizo monje y obispo, y que le dio la mitad de su manto a un hombre pobre.: “durante la noche, Jesús mismo se le apareció en sueños revestido de aquel manto, confirmando la perenne validez de las palabras del Evangelio: ‘Estuve desnudo y me vestisteis… Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis ‘” ( Mt 25, 36. 40).

Particularmente todo el movimiento monástico, desde sus comienzos con san Antonio Abad († 356), muestra un servicio ingente de caridad hacia el prójimo. Al confrontarse « cara a cara » con ese Dios que es Amor, el monje percibe la exigencia apremiante de transformar toda su vida en un servicio al prójimo, además de servir a Dios. Así se explican las grandes estructuras de acogida, hospitalidad y asistencia surgidas junto a los monasterios. Se explican también las innumerables iniciativas de promoción humana y de formación cristiana destinadas especialmente a los más pobres de las que se han hecho cargo las Órdenes monásticas y Mendicantes primero, y después los diversos Institutos religiosos masculinos y femeninos a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Figuras de Santos como Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac, José B. Cottolengo, Juan Bosco, Luis Orione, Teresa de Calcuta —por citar sólo algunos nombres— siguen siendo modelos insignes de caridad social para todos los hombres de buena voluntad. Los Santos son los verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza y amor. “(40)

El Trabajador Católico y el monasticismo

Al reflexionar sobre la encíclica, recordamos que como la Madre Teresa y otros santos, los Trabajadores Católicos han sido acusados de solamente poner curitas en heridos o de descuidar la justicia a favor de la caridad.

Desde sus inicios algunos criticaron al Trabajador Católico por solo parchar las heridas en una sociedad llena de injusticia, y mantener el status quo. En la edición del Trabajador Católico de mayo de 1940 Dorothy Day respondió, diciendo que la hospitalidad estaba profunda-mente enraizada en la tradición cristiana y los monasterios que la practicaban tenían un mejor impacto en las condiciones sociales y en la forma que la gente pensaba sobre y actuaba sobre ellas: “Nosotros con-sideramos que las Obras Espirituales y Corporales de Misericordia y el seguimiento de Cristo, es la mejor técnica revolucionaria y una forma de cambiar el orden social más que perpetuarlo. ¿Acaso los miles de monasterios no cambiaron con su hospitalidad el entero patrón social de su días?”

En el Trabajador Católico de Houston, la Casa Juan Diego, hemos sido acusados de lo mismo. Por los últimos 25 años, algunas personas han preguntado. “¿Por qué no cambian el sistema en vez de simplemente ayudar a los refugiados o inmigrantes uno por uno?” Hemos notado que esas mismas personas han tenido poco éxito en cambiar lo que Dorothy Day llamaba el “sucio y podrido sistema” que lastima tanto a los trabajadores pobres alrededor del mundo.

Secularización de la caridad

Así como Benedicto describe la caridad, en los términos profundos de ser transformados en Cristo y de compartir su amor, él enseña que esta es realmente diferente de la filantropía. El también pone en cuestión algunas formas en que la caridad es practicada por los cristianos. En un articulo en la revista América del 13 de marzo Richard Ryscavache delinea la preocupación así como es expresada en la encíclica.

“El Papa entiende que la secularización de la caridad en el Occidente se ha venido realizando desde el siglo 16. Actos de caridad, como ayudar a las viudas, huérfanos, forasteros, y los enfermos, se fue separando cada vez más de la creencia en Dios. Despojada de la calidad trascendente, el servicio a otros se hizo una mantra secular para buenos ciudadanos y el humani-tarismo. Luego en los siglos 18 y 19, ambas caridades la secular y la cristiana fueron opacadas por la llamada a la justicia social y los derechos humanos. Durante este periodo el pensamiento social católico floreció … pero este cuerpo de doctrina social católica dice poco de la caridad.”

El papa prefiere extraer de un periodo mas antiguo, cuando la caridad estaba en el centro de la doctrina social católica. Citando las Escrituras y la práctica de la Iglesia primitiva, Benedicto ubica el servicio caritativo en el mismo plano teológico como el de celebrar la liturgia y predicar la palabra de Dios.

“El alaba la colaboración con las organizaciones no reli-giosas. Pero el papa insiste que la caridad de la Iglesia no debe ser solo otra forma de asistencia social. El dice que el trabajo debe estar fundado en la oración y en vivir la relación con Dios.”

Benedicto insiste que la oración debe estar totalmente integrada con el servicio. “Este es un desafío para muchas agencias sociales católicas. Empleados de las más grandes organizaciones católicas no se distinguen de los empleados de las organizaciones seculares. Ellos son evaluados en base a su efectividad y profesionalismo – no en la calidad de su fe.”

Personalismo comunitario vs. profesionalismo

Peter Maurin y Dorothy Day, junto con personalistas comunitarios como Emmanuel Mounier nos enseñaban que el profesionalismo no es tan bueno como el personalismo en cuanto a la caridad de Cristo. Dorothy y Peter resistieron el trabajo social de sus días. Lo vieron como un sistema para imponer los valores del trabajador social a los pobres. En vez de profesionalismo ellos abrazaron el personalismo.

Los cristianos están mejor equipados para no caer en la trampa de pensar en que se necesita una agencia especial de servidores sociales altamente entrenados con grados de Maestría que sepan como trabajar con los pobres. Ellos pueden ser especialmente hábiles para evitar pensar que se necesitan enormes sub-venciones del gobierni para empezar a servir a los pobres.

¿Podría usted imaginar a los santos que Benedicto destaca solicitando fondos federales o teniendo oficinas elegantes?

Si la Casa Juan Diego operara con fondos gubernamentales, necesitaría millones de dólares. Sin fondos del gobierno podemos operar con menos de un millón cada año.

La estructura de las agencias, la burocracia, y los reglamentos tienden a inhibir la creatividad y la respuesta de innovaciones a los problemas de la pobreza.

Tener trabajadores sociales y profesionales de servicio social puede ser un activo en servir a los vulnerables y en evitar trampas en el servicio de los pobres, pero no es realmente necesario para la salvación.

Es profesional servir a los pobres en la mejor forma posible con respecto a su dignidad como seres humanos. Respondiendo directamente a sus necesidades sin mucha fanfarria, cuestionarios, entre-vistas, y palabras no solo ahorra tiempo, sino también elimina el peligro de desarrollar un complejo mesiánico por parte del trabajador.

Merecedor versus desmerecedor

Gastar mucho tiempo escuchar las largas historias de porque la gente es pobre es peligroso. Los pobres que son buenos contadores de historias tienen todo. Los pobres que no saben contar historias a menudo sufren.

Es realmente imposible distinguir entre los merecedores y los que son llamados los pobres que no merecen – y de cualquier modo, el Señor no nos requiere que hagamos esa distinción.

Algunos observadores del movimiento criticaron a los Trabajadores Católicos por ayudar a los “no merecedores” pobres y demandaron que los TC descaminaran más escrupu-losamente entre aquellos que merecian ayuda y aquellos que podrían ser flojos parásitos y timadores. Dorothy contestó en la edición del TC de marzo de 1947 que Cristo amaba a todos los pobres, y que el orden social debería ser cambiado para que no sufrieran tantos: “Es realmente duro ver a Cristo en los pobres no merecedores. Nosotros admitimos que siempre habrá pobres, los perdidos, los borrachos, los pecadores. Pero Cristo vino a salvarlos. El los amaba. Debemos insistir que no deben haber tantos de ellos, los degradados, los torcidos, los envueltos, los miserables, empleados y desempleados.”

Una confesión

Debemos confesar que hemos sucumbido hace alguno años (antes del TCde Houston) a la tentación de obtener títulos de graduados para servir a los pobres – o ¿tal vez fue para conseguir un mejor trabajo con mejor sueldo? ¿O fue por el interés de los niños? ¡Por supuesto!

Nos beneficiamos de la experiencia universitaria (Luisa en la Universidad de California en Berkley, Marcos, la Universidad de Chicago) Aprendimos mucho sobre el mundo secular y el secular-ismo, habiendo estado en dos de las mejores universidades seglares en el país. ¡Ya hemos estado ahí y hecho eso! El primer foco de los estudiantes era ver cuanto dinero y status se podría amasar después de la graduación. No había sentido de vocación de servicio al mundo, solo al profesional-ismo.

Nuestra desilusión

Con nuestros diplomas bajo nuestros brazos nos fuimos a buscar trabajo y tuvimos la suerte para encontrar buenos programas. Ibamos a cambiar el mundo–o por lo menos así pensamos

Nuestras expectativas probablemente eran muy altas en pensar que todas estas altamente educadas personas con grados avanzados en trabajo social, psicología, y psiquiatría proveerían un ambiente de profundidad cultural y actividad intelectual estimulante.

La desilusión vino pronto pues lo que encontramos no fue un oasis intelectual y cultural sino un desierto.

Como los judíos en Babilonia, anhelábamos nues-tro barrio religioso donde las más profundas preguntas estaban en nuestras mentes y corazones y acciones, y por la gente de la Iglesia que tenía tan grande y profunda cultura intelectual, no solo en el Espíritu sino en la sabiduría practica de cómo hacer las cosas, y que no contaba el costo.

Esta experiencia ayudó al complejo católico de inferioridad que algunos de nosotros teníamos, pensando de que en alguna forma la educación secular era mejor o que la verdad real está con estas universidades prominentes o que ese entrenamiento de graduados es absolutamente necesario para salvar a los pobres.

Los neoliberales apoderándose del idioma

Parecería que otros en la Iglesia también han sido afectados por este sentido de inferioridad y están buscando en lo secular y aun al mundo de corporaciones enormes para formas de implantar las enseñanzas de la Iglesia, en vez de lo que Peter Maurin llamó el método de los santos. En su articulo, “Busque el futuro de la Iglesia en el Evangelio – no el “CBI”en elLondon: Independent Catholic News , Paul Donovan hace notar un problema mayor en el planeamiento y organización de los servicios sociales, de la caridad de los cristianos.

“Parece que hay una creciente tendencia en la Iglesia Católica para incorporar estilos gerenciales. La necesidad para un plan de negocios, una declaración de misión o un plan estratégico, todos son temas que parecen brotar más y más en los círculos de la Iglesia. Parece que se está plantando un valor creciente en las clases profesionales como en una forma superior a todos los demas.

“Un mensaje que aparece crecientemente alto y claro es que será la gente profesional que guíe a la Iglesia a la tierra prometida.

“Esta creciente obsesión con el estilo de gerencia cor-porativa tiene sus raíces en el avance de la agenda neoliberal [conocida en los EUA como neocnservadora].

“El problema a través de lo años ha sido que la filosofía neoliberal se ha empotrado a si misma como la única doctrina en el pueblo – no hay otra alternativa.”

Donovan explica el problema de la cercanía de CAFOD en Gran Bretaña [y las Caridades Católicas en los EUA y Cáritas en el resto del mundo] y las grandes corporaciones y los fondos del gobierno..

“El acercamiento neoliberal que el mercado gobierna todo no es una agenda de la Iglesia. El neoliberalismo es sobrein-dividualismo y el atomismo de la gente. Recuerde las palabras famosas de Sra. Thatcher que no hay tal cosa como sociedad. Como cristianos nosotros creemos lo opuesto, la Iglesia está basada en la comunidad y en el acercamiento de las comunidades.

“Nuestros valores son valores del Evangelio y es de esto que las organizaciones de la Iglesia deben producir su propio ethos para dirigirnos.

Los comentarios neoliberales no son correctos

Los comentaristas neoli-berales de las encíclicas de Benedicto ya han tratado de utilizarlas para soportar sus posiciones en economía y aun en la guerra. Por ejemplo la apertura de las líneas de la encíclica dicen lo siguiente:

“En un mundo en el cual a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación del odio y la violencia, éste es un mensaje de gran actualidad y con un significado muy concreto. Por eso, en mi primera Encíclica deseo hablar del amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás.

Un escritor neoliberal interpreta esto como par-ticularmente dirigido al Jihad de Islam, nunca admitiendo que su propia posición pro guerra está en oposición al Vaticano con referencia a la invasión de Irak y su soporte a la Guerra del Golfo en posición al Vaticano se puede también llamado cuestionar profunda-mente por estas líneas.

Otro católico calvinista neoliberal interpreta toda la sección en la forma que la Iglesia debería traer la luz de la sabiduría de Dios a la razón hasta la política como afir-mación de su propia agenda en la justificación de la riqueza para los pocos.

El lenguaje neoliberal aun infecta a los documentos de la Iglesia

Benedicto dice en la encíclica que la Iglesia debería establecer los principios y los laicos deberían aplicarlas en el mundo a estructuras siguiendo la purificación de la conciencia proporcionada por la Iglesia. La tragedia es que el lenguaje neoliberal se ha infiltrado aun en los documentos de la Iglesia. Esto no los agobia, pero suaviza el impacto del Evangelio.

Benedicto recomienda encí-clicas excelentes de Papas previos y su resumen en elCompendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Desafortunadamente, el Compendio mismo, mientras está lleno de magnificas declaraciones de la enseñanza social católica, también está tocado por el lenguaje neoliberal que se ha infiltrado por todos lados en los tiempos recientes. Incluye unas pocas declaraciones que han venido del capitalismo global neoliberal en vez de la enseñanza del Papa o del Evangelio. Esperamos que salga una nueva edición eliminando estas.

Los ejemplos incluyen el No. 334 “Objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo…” (¡Este no viene del Evangelio ni de la Doctrina Social Católica!) y el No. 347: “Un mercado verdaderamente com-petitivo es un instrumento eficaz para conseguir impor-tantes objetivos de justicia …” (No es cierto)

Mientras que siguen declaraciones que son de la enseñanza papal y que podrían calificarlos, el hombre o mujer de negocios que los lee podría hacer una interpretación calvinista que los hiciera sentir justificados al perseguir el “autointerés ilustrado” en vez de ver la caridad y la justicia de Jesús Cáritas.

Con todo el trabajo y escritura que Juan Pablo II hizo con referencia a la deuda extranjera que está ahorcando a los pobres alrededor del mundo, es sorprendente que solo hay un pequeño párrafo sobre este asunto en el Compendio en el No. 195, en el que declara que los países deberían pagar sus deudas.

Nosotros estamos especial-mente sensibles al impacto del Compendio en la realidad socioeconómica de América porque en los últimos veinti-cinco años hemos recibido muchos miles de inmigrantes y refugiados de exactamente esta realidad. – refugiados del sistema global de la actualidad. Aquellos que trabajan por una miseria en fábricas de corporaciones mul-tinacionales no pueden cuidar de sus familias y se ven forzados a emigrar, mientras que los CEO’s y accionistas reciben enormes remuneraciones.

¿Como vivirla?

Deus Caritas Est es una gran encíclica muy bella. Lo que falta en muchos de los comentarios es el tremendo desafío de cómo vivirla. Es fácil hablar o cantar sobre el amor, dulce amor, pero para ponerle carne y sangre en los profundos conceptos Benedicto reúne en esta encíclica, vivirlos, es otra cosa.

Dorothy Day nos recordaba, “El desafío más grande del día es: como realizar una revo-lución del corazón, una revolución que tiene que iniciarse en cada uno de nosotros. Cuando empezamos a tomar el puesto más bajo, lavar los pies de otros, amar a nuestros hermanos y hermanas con amor ardiente, esa pasión que lleva a la Cruz, entonces podemos realmente decir; ahora he empezado.” (de Panes y peces de Dorothy Day)

¿A quién iremos, Señor?

A la luz de las realidades políticas y económicas de la actualidad, como pueden los católicos responder a la encíclica de Benedicto? El desafío es ir más allá de la mediocridad, más allá de vivir como todos los demás en la sociedad secular, un estilo de vida de clase media burgués, o el deseo por ese tipo de vida, a la llamada de Jesús en el Evangelio y así a una respuesta cristiana a aquellos que más lo necesitan.

George Bernanos, el autor del Diario de un cura rural , nos cuenta las trampas que encaramos los cristianos: “El mundo espera tanto de los cristianos y recibe tan poco … Los cristianos deberían ser la sal , no el jarabe de la tierra … Ellos no permiten la santidad de los Santos radiar sobre el mundo.” (Hans Urs Von Baltasar, Bernanos: an Eclesial Existence , Ignatius Press, 1996)

Bernanos nos advierte en nuestro mundo tan dominado en el Occidente cristiano y en el Norte por el consumerismo y el individualismo y la mediocridad. “La peor forma de imprudencia es subestimar lo mediocre. La mediocridad es un gas insípido y sin olor que pacíficamente permitimos que se acumule, y luego de repente explota con increíble violencia.”

¿A quién se le ha llamado a la revolución del corazón tan lejos de la mediocridad? ¿A quién se le ha llamado a una nueva forma de vida – aun al heroísmo? El Vaticano II proclamó la llamada universal a la santidad – a cada cristiano, cada católico. Y Benedicto coloca esta novedad en el corazón de la cristiandad siguiendo el encuentro con el Señor.

El mundo tiene muchos teólogos imitando a Pilato, que le preguntan a Jesús, “¿Qué es la verdad?” cuando ellos saben muy bien cual es la verdad – dejar todo y seguir a Jesús, compartiendo el amor que nos ha dado. Algunos aun se han deteriorado en tratar de transformar el Evangelio en un encomio de la creación de riquezas – una idea asombrosa.

Algunos parecen teólogos burgueses, siempre buscando nuevas formas y nuevas teorías para evitar la culpa y responsabilidad por la burguesía en vez de enfocar en las responsabilidades de los católicos.

Si seguimos la guía de tantos teólogos, ningún católico seria requerido servir a los pobres – una teología de la excusa podría siempre ser encontrada. Nosotros sabemos todo acerca de la teología de la excusa. Fuimos especialistas en esta en algún tiempo.

Afortunadamente para todos nosotros y para la Iglesia, Benedicto ha clarificado esta cuestión, poniendo a la caridad en el nivel de los Sacramentos y la Palabra.

Ante los pobres

La ventaja de vivir el Evangelio para dejar todo y seguir a Jesús es la habilidad que uno recibe de preocuparse por los pobres y las personas humanas más que en enfocar en las necesidades propias. La paradoja del Evangelio es que uno crece al dar, más bien que pedir o recibir.

Los católicos no pueden ignorar preocupación por los pobres y su pobreza. La condición de pobreza se hace, como dice Bernanos, una cosa honorable y valiosa, por referencia a Cristo, “quien siendo rico, se hizo pobre por nuestro bien” (2 Cor 8.9). La gran esperanza que la cristiandad trajo al mundo de los pobres “fue no ciertamente una dictadura del proletariado sino la esperanza de una sociedad en la que el pobre sería honrado porque Dios mismo se ha hecho pobre y así ha bendecido – no solo la disposición moral de la pobreza de espíritu, como ciertos teólogos simoniacos algunas veces lo hacen saber – sino también las mismas condiciones sociales de los pobres. La pregunta no es como podemos hacer ricos a los pobres, puesto que todo el oro de las minas probable-mente serian insuficientes para esto. De cualquier modo, ustedes solo tendrían éxito en multiplicar a los pseudoricos. No, la pregunta no es como podemos enriquecer a los pobres sino como podemos honrar a los pobres, o, más bien, como podemos darles el honor que se merecen.”

Cuando le preguntaron sobre la postura de los Santos y donde encontrarlos, Bernanos respondía: “De rodillas ante los pobres, los inseguros, los leprosos – así es como, a los pies de sus huéspedes reales.”

El nos dijo que “lo peor es que los ricos han deshonrado a los pobres en una nueva forma. Ellos han absorbido a los pobres en su propia ideología, persuadiéndolos, que la pobreza es una desgracia y la riqueza es un honor. Al hacerlo así ¡ellos han hecho el más completo, aun tal vez más inadvertido ataque en el honor de Jesucristo, y el más diestro de todos los ataques, también, en la Iglesia, que es el depositario de los pobres y quien está solo, absolutamente solo, en salvaguardar el honor de la pobreza!”

¿Cómo pueden los católicos de hoy recapturar la visión de los grandes Santos católicos que dejaron todo para seguir a Jesús, que hicieron las deci-siones de su vida basados en su esperanza por una vida eterna y su disciplina? ¿Cómo podemos encontrar su alegría, su esperanza y su compromiso? Dios es Amor nos recuerda que en alguna forma para todos nosotros esto está relacionado con aquellos con más necesidades. Como cada uno de los Santos sabia, una vez que ellos habían encontrado al Señor y escuchado las Bienaven-turanzas, hay una conexión misteriosa que une a los pobres con el Reino de Dios.

La purificación de la razón incluye la segunda mitad de Mateo 25

El tema de Mateo 25 y la caridad de los cristianos de traer el amor de Dios a nuestro mundo incluye la segunda parte de la escena del juicio final, no tan frecuentemente mencionado. En la edición del Trabajador Católico (de Nueva York) de enero de 1957 Dorothy Day aplicó la segunda parte de Mateo 25 a aquellos que crean las estructuras del pecado: “Nosotros somos los ricos del mundo, y el pobre está en la verja y estamos temerosos de que llegue el día cuando Dios dirá, “Apartaos de mi malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre y contaminaste la tierra con tus minas y tus bombas y tus guerras que le causaron hambruna a lo pobres; tuve sed, y contaminaste aun el océano y la aguas de la tierra con tus bombas de hidrógeno; fui forastero, e hiciste arreglos con antiguos aliados que ahora son tus enemigos, para mantenerme en los campos de personas desplazadas hasta hoy día, y cada día haces más desplazados, desnudos, y tu haces armamentos y utilidades para los ricos mientras que los pobres no tienen ropa que ponerse; estuve enfermo y en la cárcel, y mis números siempre se han incrementado”.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XXVI, No.3, mayo-junio 2006.