header icons

La caridad de Cristo hacia los inmigrantes: ¿Cómo se les ocurrió hacer tal cosa?

La siguiente es una charla dada por Marcos y Luisa Zwick en el Instituto de Verano sobre Inmigración de la Universidad de Santo Tomás. La charla fue titulada “La caridad de Cristo hacia los emigrantes,” el mismo titulo del documento reciente-mente publicado para el Cuidado Pastoral de los inmigrantes y gente itinerante por el Consejo Pontificio. Encontramos que las historias de la Casa Juan Diego ilustraban muchos de los temas y doctrinas del documento Vaticano, y tejimos a los dos, juntándolos en la siguiente presentación. Las historias de la Casa Juan Diego están en cursiva.

La vida de la Casa Juan Diego está llena de historias. Son verdaderas aunque parezcan increíbles, las historias de por qué viene la gente, las cosas terribles e inexplicables que les pasan en su viaje, y las historias de aquellos que luchan para sobrevivir después de que llegan a los Estados Unidos – como la mujer que le pagó a su nueva empleada doméstica con ropa usada, o el hombre que insistió que la empleada que vivía en casa debería dormir con él porque solo tenía una cama, o la del trabajador inmigrante a quien se le dijo que tenia que dormir en el piso porque la familia no tenía una cama extra (ellos dijeron que solamente había alfombra)

Mientras que nuestro trabajo en la Casa Juan Diego está lleno de alegría y esperanza, las tragedias que encaran los inmigrantes son a veces sobrecogedoras. Una familia inició su traicionero viaje porque su hijo había sido matado por una pandilla en El Salvador. Ellos decidieron venir por bote del lado del Pacifico cuando salieron con su hijo restante. La madre contó que cuando la policía mexicana abordó el bote del hijo, este se hundió, llevando a su segundo hijo a la muerte. Habiendo hipotecado su casa para hacer el viaje, la pareja continuó hacia los EUA para ganar dinero y enviárselo a su nuera y a sus dos nietos pequeños. Una vez en Brownsville, el coyote demandó más dinero. Cuando se lo entregó, el coyote mató al marido. El coyote escapó. El miembro remanente de la familia, Sara, se quedó con nosotros por unos días. Le ofrecimos a ella tiempo para descansar y hacer terapia, pero ella insistió en viajar a Florida para trabajar en los naranjales para que su nuera no perdiera la casa.

El documento del Consejo Pontificio empieza describiendo, la situación mundial: “Las actuales migraciones constituyen el movimiento humano más vasto de todos los tiempos. En estos últimos decenios, tal fenómeno, que afecta en estos momentos a cerca de doscientos millones de personas, se ha transformado en una realidad estructural de la sociedad contemporánea, constituyendo un problema cada vez más complejo, desde el punto de vista social, cultural, político, religioso, económico y pastoral.

“La caridad de Cristo hacia los emigrantes nos estimula (cfr. 2Cor 5,14) a afrontar nueva-mente sus problemas, que ahora ya conciernen al mundo entero. En efecto, casi todos los países, por un motivo u otro, se enfrentan hoy con la irrupción del fenómeno de las migraciones en la vida social, económica, política y religiosa, un fenómeno que va adquiriendo, cada vez más, una configuración permanente y estructural”.

Por veinticinco años hemos venido recibiendo inmigrantes y refugiados de muchos países. Cada día ellos continúan viniendo. Contando historias de caminar por días y noches, encontrando serpientes, hor-migas de fuego, y fieras salvajes, sufriendo hambre y sed, y a menudo sufriendo palizas, robos, o violaciones durante su viaje. Cada unotambién nos cuenta de gente buena que ha encontrado en el camino que le han dado comida o agua o un lugar donde descansar.

“Determinado muchas veces por la libre decisión de las personas, y motivado con bastante frecuencia también por objetivos culturales, técnicos y científicos, además de económicos, este fenómeno es, por lo demás, un signo elocuente de los desequilibrios sociales, económicos y demográficos, tanto a nivel regional como mundial, que impulsan a emigrar”.

En la Casa Juan Diego, los inmigrantes con habilidades técnicas y científicas ayudan a los otros. Por ejemplo, la mayoría de los doctores voluntarios en nuestras clínicas médicas que sirven a los inmigrantes indocumentados son inmigrantes ellos mismos.

“Dicho fenómeno tiene también sus raíces en el nacionalismo exacerbado y, en muchos países, incluso en el odio o la marginación sistemática o violenta de las poblaciones minoritarias o de los creyentes de religiones no mayoritarias, en los conflictos civiles, políticos, étnicos y también religiosos que ensan-grientan todos los continentes. De ellos se alimentan oleadas crecientes de refugiados y prófugos, que a menudo se mezclan con los flujos migratorios, repercutiendo en sociedades donde se entrecruzan etnias, pueblos, lenguas y culturas distintas, con el peligro de enfrentamientos y choques”.

Nosotros iniciamos la Casa Juan Diego hace 25 años para responder a los muchos refugiados de las guerras centroamericanas que estaban llegando a Houston y no tenían un lugar donde quedarse. Empeza-mos a recibirr huéspedes en un edificio viejo rentado, el edificio más feo de Houston. Miembros de la comunidad vinieron a ayudar y llegaron más huéspedes. Muchos huían de las guerras, otros habían sido atacados en las calles de Houston y nos eran referidos por hospitales. Con el tiempo los inmigrantes de muchas naciones se unieron aquí a los refu-giados. Algunas mujeres inmi-grantes golpeadas vinieron buscando refugio. Las mujeres embarazadas necesitaban ayuda.

Empezamos a dar comida a las familias que recibieron refugiados e inmigrantes en sus hogares, y pronto empezó una distribución de comida para los pobres en la comunidad.Una clínica médica simple fue iniciada. Era tan simple que las enfermeras rehusaban trabajar con los doctores voluntarios. Iniciamos nuestro periódico, que contaba y sigue contando historias de los inmigrantes y refugiados que todavía recurren a nosotros.

Se quemaron los edificios dos veces en los años iniciales. La gente vino a ayudar y reconstruir y la Casa Juan Diego creció en varios edificios. Ayudamos a iniciar casas para inmigrantes desesperados en México y Guatemala e iniciamos un satélite en el Sudeste de Houston, Casa María.

Mientras la gente venía a ayudar y más gente venía a quedarse por un tiempo hasta recuperarse y continuar su viaje, la comunidad de Houston pronto estuvo al tanto de nuestros servicios y hospitales, escuelas, policía, y un sin-número de agencias comunitarias nos empezó a llamar para pedir ayuda para individuos o familias que tienen pocos otros recursos. Más recientemente hemos recibido llamadas diaria-mente de hospitales pidiendo que cuidemos de los inmigrantes heridos y los enfermos que no tienen donde ir y nadie que los cuide después que los dan de alta en el hospital

Alguien nos preguntó recientemente, “¿Cómo se les ocurrió empezar una cosa así?”

Nosotros habíamos vivido en El Salvador cuando la guerra civil empezó. Estabámos inspi-rados por los fundadores del movimiento del Trabajador Católico, Dorothy Day y Peter Maurin, y por uno de los pasajes de las Escrituras central a su trabajo y nuestro trabajo, Mateo 25:31ff. En esa época también esáabamos confrontados inmediatamente en nuestro trabajo por aquellos que nos pedían ayudar a nuevos refugiados e inmigrantes que llegaban a nuestro vecindario.

“Las migraciones, sin embargo, favorecen el conocimiento recíproco y son una ocasión de diálogo y comunión, e incluso de integración en distintos niveles, como lo afirmaba de manera emble-mática el Papa Juan Pablo II en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2001: ‘Son muchas las civilizaciones que se han desarrollado y enriquecido precisamente por las aportaciones de la inmigración. En otros casos, las diferencias culturales de autóctonos e inmigrantes no se han integrado, sino que han mostrado la capacidad de convivir, a través del respeto recíproco de las personas y de la aceptación o tolerancia de las diferentes costumbres'”.

En el movimiento del Trabajador Católico tenemos el ejemplo de Peter Maurin, co- fundador del movimiento, un trabajador indocumentado de Francia, que trajo tanto con él en ideas, cultura, fe, y filosofía.

“El fenómeno migratorio cada vez más amplio, constituye hoy un importante elemento de la interdependencia creciente entre los estados-nación, que contri-buye a definir el evento de la globalización, que ha abierto los mercados pero no las fronteras, ha derrumbado las barreras a la libre circulación de la infor-mación y de los capitales, pero no lo ha hecho en la misma medida con las de la libre circulación de las personas. Y sin embargo, ningún estado puede sustraerse a las conse-cuencias de alguna forma de migración, a menudo extrema-mente vinculada a factores negativos, como el retroceso demográfico que se da en los países industrializados desde antiguo, el aumento de las desigualdades entre el norte y el sur del mundo, la existencia en los intercambios internacionales de barreras de protección que impiden que los países emergentes puedan colocar sus propios productos, en condi-ciones competitivas, en los mer-cados de los países occidentales y, en fin, la proliferación de conflictos y guerras civiles”.

En la Casa Juan Diego hemos visto los resultados de las políticas financieras y los tratados de comercio tales como los Tratados de Libre Comercio que fueron ostensiblemente diseñados para ayudar a los países en desarrollo, pero que han creado el desempleo en países como México.

La desigualdad entre el Norte y el Sur fue dramáticamente ilustrada para nosotros cuando recibimos a una madre guatemalteca que había llegado para registrar en la escuela a sus dos pequeñas niñas. Los actas de nacimiento se habían perdido en el camino y la escuela les pidió las edades de las niñas para poder ubicarlas mientras esperaban los nuevos certificados. La madre dijo que las chicas estaban en primero y segundo grado. La secretaria de la escuela no les creyó y se rió de la madre. “¡No es posible que estas pequeñas niñitas pudieran estar en el primero y segundo y grado!” le dijo ella. La madre se tornó hacia Luisa, gimiendo y hablando suavemente en español: “¡Aquí tienen mucho para comer, nosotros tenemos tan poco, no es sorprendente que mis hijas sean tan pequeñitas!”

“No sorprende, pues, que los flujos migratorios hayan pro-ducido y produzcan innumer-ables desazones y sufrimientos a los emigrantes, a pesar de que, sobre todo en la historia más reciente y en circunstancias determinadas, se les animaba y favorecía para fomentar el desarrollo económico, tanto del país receptor como de su propio país de origen (sobre todo con los envíos de dinero de los inmigrantes). Muchas naciones, en verdad, no serían como las vemos hoy, si no hubieran contado con la aportación de millones de inmigrados.”

Llamó la Inmigración de Laredo. Tenían a un joven cuya pierna había sido cortada por el tren. ¿Lo aceptaríamos noso-tros? E inmediatamente le enviamos el pasaje para que la gente de Inmigración lo pusiera en el autobus de Greyhound a Houston. Tan pronto como la pierna de Oscar fue arreglada y zurcida, fue puesto en el autobus, Oscar estaba real-mente mal y tardío en su recuperación, pero tan pronto como recibió su pierna nueva él fue una persona diferente. El hombre que habíamos visto cojeando por las calles estaba caminando erguido y con-fortable. El empezó a trabajar para enviar dinero a su familia.

“De forma especial, este sufrimiento alcanza a la emigración de los núcleos familiares y a la femenina, siempre más numerosa. Contra-tadas con frecuencia como trabajadoras no cualificadas (trabajadoras domésticas) y empleadas en el trabajo irregular, las mujeres se ven, a menudo, despojadas de los derechos humanos y sindicales más elementales, cuando no caen víctimas del triste fenómeno conocido como ‘tráfico humano’, que ya no exime ni siquiera a los niños. Es un nuevo capítulo de la esclavitud”.

María había vendido todo lo que tenia para reunir unos pocos dólares para venir a los EUA como una empleada doméstica. Su marido era un alcohólico sin remedio y ella tenía dificultad en alimentar a los niños y pagar por su educación.

Ella dejó a los niños con su abuela que los podía tener por un tiempo, y llegó hasta el Río Bravo donde ella no podía cruzar sin ayuda. Ella no tenía dinero para pagar a nadie. Dos hombres le ofrecieron ayuda para cruzarla sin cobrarle – lo que hicieron. Pero después de cruzarla se cobraron en carne. María quedó desvastada y vagó por el Valle por largo tiempo hasta que se pudo organizar lo suficiente para venir a Houston. Aquí ella golpeó la puerta de la Casa Juan Diego, Luisa respondió, María tartamudeó lentamente, “Yo soy María de Guatemala, y quiero trabajar como empleada doméstica – pero creo que estoy embarazada.” ¿Qué se le puede decir a una mujer tan desesperada? Luisa dijo, “¡Bienvenida!” Ella le pudo conseguir un trabajo para María dentro de una semana, para que pudiera ayudar a sus niños a tener la ropa requerida y los útiles escolares lo mismo que comida.

María dio a luz a su hijo en la Casa Juan Diego.

“Sin embargo, aun sin llegar a estos extremos, es necesario reiterar que los trabajadores extranjeros no deben ser con-siderados mercadería o simple-mente mano de obra. Por lo tanto ellos no deberían ser tratados como cualquier otro factor de producción. Cada inmigrante debe disfrutar de ciertos derechos inalienables y fundamentales que deben ser respetados en todos los casos. Aun mas, la contribución de los inmigrantes a la economía del país anfitrión viene junto con la posibilidad de que ellos puedan utilizar su inteligencia y sus habilidades en su trabajo”.

Ser engañados por los empleadores es un evento común para los trabajadores indocumentados. Millones de dólares son ahorrados por los contratistas cada año por salarios nunca pagados. ¡Una contribución real a la economía!

Un ciudadano al que le había ayudado en colocar alfombras le rehusó el pago a Abel. Abel finalmente fue donde el patrón y le dijo que si no le pagaba, el tomaría el pago en equipo de su camión. El patrón se encolerizo por la amenaza y lo golpeo a Abel y lo dejo todo ensan-grentado. Cuando se salía arrastrando. El le gritó al esta-fador que colocaba alfombras, :Dios te va a castigar por esto” Nosotros lo ayudamos a Abel con sus heridas y nos retiramos por la noche.

Cuando ya íbamos a acostarnos sonó el teléfono – era la mujer del estafador que colocaba alfombras – llamando desde el hospital y demandando hablar con los encargados para entregarles el dinero que se le debía a Abel. Su marido acababa de tener un serio accidente automovilístico.

“En efecto, los emigrantes son a menudo víctimas del recluta-miento ilegal y de contratos precarios, en condiciones miserables de trabajo y de vida, y sufriendo abusos físicos, verbales e incluso sexuales, ocupados durante largas horas de trabajo y, con frecuencia, sin acceso a los beneficios de la atención médica y a las formas normales de aseguración.”

Los trabajadores que han dado muchos años de su vida para ser parte de la fuerza de trabajo de Houston son abandonados después que ya no son mas productivos. Esta negación total de responsabilidad deja gente enferma y herida por todos lados y que han sido trabajadores a salario mínimo y largas horas, sin cuidado ni soporte. La familia y los amigos quedan encarados con la opción de dejar sus trabajos para cuidar de sus parientes, por lo tanto sin forma de soporte .para si mismos o el enfermo.

En la Casa Juan Diego recibimos llamadas cada día de hospitales pidiendo que cuide-mos de inmigrantes heridos indocumentados que están siendo dados de alta del hospital o para ayudar a sus familias. Recientemente nos pidieron ayudar a cuatro cuadripléjicos diferentes, todos los cuales a tiempos diferentes había caído de los andamios mientras construían edificios en Houston. Estamos cuidando mas de cuarenticinco enfermos y heridos en hogares de hogares de cuidado personal.. Acabamos de recibir una llamada para ayudar a una mujer que esta cuidando de su esposo en estado vegetativo y a sus tres niños, todos menores de cinco años. Indocumentados, no hay quien ayude.

“Esa situación de inseguridad de tantos extranjeros, que tendría que despertar la solidaridad de todos, es, en cambio, causa de temores y miedos en muchas personas que sienten a los inmigrados como un peso, los miran con recelo y los consideran incluso un peligro y una amenaza. Lo que provoca con frecuencia manifestaciones de intolerancia, xenofobia y racismo.”

En alguna etapa de nuestros primeros años, los vecinos de la Casa Juan Diego formaron un cordón de huelga y protesta por el servicio que le dábamos a los nuevos inmigrantes.¡Una de las pancartas decía que solo estabamos tratando de quedar bien con el Papa!

“El fenómeno migratorio, sin embargo, plantea, contem-poráneamente, un auténtico problema ético: la búsqueda de un nuevo orden económico internacional para lograr una distribución más equitativa de los bienes de la tierra, que contribuiría bastante a reducir y moderar los flujos de una parte numerosa de los pueblos en situación precaria. De ahí también la necesidad de un trabajo más incisivo para crear sistemas educativos y pastorales con vistas a una formación a la ‘dimensión mundial’, es decir, una nueva visión de la comuni-dad mundial considerada como una familia de pueblos a la que, finalmente, están destinados los bienes de la tierra, desde una perspectiva del bien común universal.”

Necesitamos un nuevo sistema económico, basado en menos poderosas, gigantescas corporaciones, uno que le permita a los negocios pequeños y a la gente pequeña ser propietarios de cosas también.

Mientras tanto, tanta gente contribuye en ayudar a la Casa Juan Diego para que continúe existiendo y ayude a los inmigrantes, compartiendo sus fondos y sus bienes de la tierra. Y algunas veces nos quitamos la camisa propia también. Cuando alguien trae un cheque generalmente es puesto en nuestro mejor sistema de archivo, el bolsillo de la camisa de Marcos.

Una vez vino un hombre donde Marcos en la calle para pedirle una camisa, puesto que el no tenia ninguna – el estaba desnudo. Puesto que Marcos solo tenia un polo puesto, e a el no le importo darle su polo. Además, el podía obtener otra rápidamente del cuarto de ropa – uno de las ventajas de pobreza voluntaria. Mientras Marcos regresaba de la Avenida Washington después de entregar su camisa, el recordó que un estudiante graduado de la Universidad de Houston le había dado un cheque de $500.00 antes. Ese cheque estaba en el bolsillo de la camisa que acababa de regalar.

¿Que hacer? El corrió de regreso a la Casa Juan Diego para obtener otra camisa – una buena – y luego corrió a la Avenida Washington blandiendo la camisa, gritándole al que acababa de recibilar y tratando de alcanzarlo. Para esto ya el hombre estaba asustado y no seguro de lo que este gringo loco estaba haciendo. Marcos finalmente alcanzó la camisa de los $500.00 y pudo negociar su retorno con el cheque mientras le daba al hombre una camisa alternativa bonita.

“La Iglesia ha contemplado siempre en los emigrantes la imagen de Cristo que dijo: “era forastero, y me hospedasteis” (Mt 25,35). Para ella sus vicisitudes son interpelación a la fe y al amor de los creyentes, llamados, de este modo, a sanar los males que surgen de las migraciones y a descubrir el designio que Dios realiza a través suyo, incluso si nacen de injusticias evidentes”.

Mateo 25 es la declaración de la misión de la Casa Juan Diego. Sabemos de este pasaje de la Biblia que es al Señor mismo a quien servimos en los pobres inmigrantes y refugiados.

Los inmigrantes son personas. Como decía Elie Wiesel, sobreviviente del Holocausto, ¡una persona puede ser alta o baja, bonita o fea, gorda o flaca, pero una persona no puede ser ilegal!

“El cristiano contempla en el extranjero, más que al prójimo, el rostro mismo de Cristo, nacido en un pesebre y que, como extranjero, huye a Egipto, asumiendo y compendiando en sí mismo esta fundamental experiencia de su pueblo (cfr. Mt 2,13ss.). Nacido fuera de su tierra y procedente de fuera de la Patria (cfr, Lc 2,4-7), ‘habitó entre nosotros’ (Jn 1,11.14), y pasó su vida pública como itinerante, recorriendo ‘pueblos y aldeas’ (cfr. Lc 13,22; Mt 9,35). Ya resucitado, pero todavía extranjero y descono-cido, se apareció en el camino de Emaús a dos de sus discípulos que lo reconocieron solamente al partir el pan (cfr. Lc 24,35). Los cristianos siguen, pues, las huellas de un viandante que ‘no tiene donde reclinar la cabeza (Mt 8,20; Lc 9,58)'”.

Sacerdotes hispanohablantes de la Diócesis de Galveston Houston toman turnos al celebrar la partida del pan los miércoles en la noche para los huéspedes inmigrantes de la Casa Juan Diego. Es una celebración de la llegada segura de aquellos reunidos e incluye oraciones para aquellos que no lo lograron o que encaran grandes dificultades en su camino. Cada miércoles antes de la Misa un inmigrante cuenta su historia del viaje.

“María, la Madre de Jesús, siguiendo esta línea de con-sideraciones, se puede con-templar también como icono viviente de la mujer emigrante. Da a la luz a su hijo lejos de casa (cfr. Lc 2,1-7) y se ve obligada a huir a Egipto (cfr. Mt 2,13-14). La devoción popular considera justamente a María como Virgen del camino.”

La Santa Familia fue una familia inmigrante, forzada a dejar su casa y huir como refugiados. Jesús fue un inmi-grante. Cuando los inmigrantes vienen a la puerta de la Casa Juan Diego y piden un lugar donde quedarse, nos recuerdan lo que nos dijo nuestro Señor, que cuando ayudamos a aquellos que no tienen donde quedarse, lo estamos ayudando a El.

“Seguir a Cristo significa ir tras Él y estar de paso en el mundo, porque “no tenemos aquí ciudad permanente” (Heb 13,14). El creyente es siempre un pároikos, un residente temporal, un huésped, donde-quiera que se encuentre (cfr. 1Pe 1,1; 2,11; Jn 17,14-16). Por eso, para los cristianos su propia situación geográfica en el mundo no es tan importante y el sentido de la hospitalidad les es connatural. Los Apóstoles insisten en este punto (cfr. Rom 12,13; Heb 13,2; 1Pe 4,9; 3Jn 5) y las Cartas pastorales lo recomiendan en particular al episkopos (cfr. 1Tim 3,2 y Tit 1,8). Así en la Iglesia primitiva, la hospitalidad era la costumbre con que los cristianos respondían a las necesidades de los misioneros itinerantes, jefes religiosos exiliados o de paso, y personas pobres de las distintas comunidades”.

Trabajar con inmigrantes es un recordatorio que como cristianos no tenemos un hogar permanente aquí en esta tierra.

Un joven que acababa de llegar a Houston fue recibido en hospitalidad y él insistió que encontráramos a su hermana. El tenia su dirección: Main Street, Houston, sin numero. Fallamos por supuesto, puesto que Main es una calle muy larga. Sugerimos que mientras esperaba encontrarla nos acompañaba a la Misa de la Iglesia de Santa Ana junto con otros huéspedes de la casa. Durante el saludo de la paz el reconoció a su hermana. ¡vale la pena ir a Misa!

“El camino de los emigrantes puede transformarse, de este modo, en signo vivo de una vocación eterna, impulso con-tinuo hacia esa esperanza que, al indicar un futuro más allá del mundo presente, insiste en su transformación en la caridad y en la superación escatológica. Las peculiaridades de los emigrantes se vuelven llama-miento a la fraternidad de Pente-costés, donde las diferencias se ven armonizadas por el Espíritu y la caridad se hace auténtica en la aceptación del otro. Las vicisitudes migratorias pueden ser, pues, anuncio del misterio pascual, por el que la muerte y la resurrección tienden a la creación de la humanidad nueva, en la que ya no hay ni esclavos ni extranjeros (cfr. Gal 3,28)”.

Isaias nos dice de gente de muchas naciones viniendo de todo el mundo que harán el Reino, donde se enriquecerán los unos a los otros y vivirán en paz en vez de guerra. Recibiendo refugiados de las guerras en Centroamérica y aun del Africa ha reforzado nuestro compromiso hacia la paz como Cristianos. La Casa Juan Diego da un vislumbre de este aspecto del Reino. Usualmente nuestros huéspedes viven en paz.

La gente viene de varios países. Aun los países hispano hablantes son diferentes el uno con el otro en lenguaje, y en cultura. En su homilía un sacerdote de un país usaba una palabra muy ofensiva a hispanos de otro país (una palabra perfectamente inocente en su propio país) La gente escuchándolo se puso blanca y no podía esperar a que el sermón terminara.

“Los inmigrantes en viaje por lo tanto se han convertido en un signo viviente de una vocación eterna, un estimulo costante a esa esperanza que apunta a un futuro mas alla del mundo presente, inspirando la transformación del mundo en amor y victoria escatológica. Las peculiaridades de los inmi-grantes son un llamado para que nosotros vivamos de nuevo la fraternidad de Pentecostés, cuando las diferencias se han armonizado por el Espíritu y la caridad se hace autentica al aceptarse los unos a los otros. Para que la experiencia de la migración pueda ser al anuncio del misterio pascual, en el que ya no hay mas esclavos o extranjeros. (cf. Gal 3:28).”

Melvin y Miguel vinieron a nosotros del Hospital Ben Taub con las cabezas afeitadas y con toneladas de Dilantin. Los dos habían tenido serias heridas en la cabeza y no sabían quien eran o de donde.

Nosotros nos preocupamos mucho por ellos que se aven-turaran en el tráfico en las calles adyacentes. Después de una semanas Melvin empezó a mejorar, recordó su nombre y dedonde era. Pudimos conectarlo con su familia.

Miguel fue más difícil. Estábamos preocupados por él. Todavía no sabia ni su nombre ni de donde era.

Una noche en la Misa nos dimos cuenta que Miguel estaba escuchando intensamente y poniéndose muy callado durante el canto de las canciones litúrgicas que habíamos aprendido cuando estábamos en El Salvador y México. De repente él saltó y dijo ¡”Yo ya se quien soy! ¡ya se quien soy! Yo canté estos cantos cuando era seminarista en El Salvador”. Nos pusimos tan contentos, y le preguntamos si se acordaba donde había vivido. El dijo que sí y que podía llevarnos ahí. Lo acompañamos al pequeño apartamento donde vivían sus amigos. Afortunada-mente ellos estaban en casa – pero casi no creían porque ellos habían creído que el amigo había muerto.

“El Pueblo de Dios – según la exhortación conciliar – debe garantizar un aporte generoso en lo que respecta a la emigración, y se pide a los laicos cristianos, sobre todo, que extiendan su colaboración a los campos más variados de la sociedad (cfr. AA 10), haciéndose también ‘prójimos’ del emigrante (cfr. GS 27)”.

Por supuesto, ser un vecino incluye muchas tareas prácticas. En la Casa Juan Diego tenemos tantos bebés, y la prioridad es llevar a la madre a tiempo al hospital. El hospital no quiere que la madre llegue muy temprano, y de hecho sugiere cuando las contracciones están en tres minutos aparte. Es muy delicado juzgar el mejor tiempo para salir al hospital. Dos niños nacieron en nuestra casa de hospitalidad de las mujeres cuando ya era muy tarde para salir para el hospital. Un tercero nació en el carro de una de nuestras Trabajadoras Católicos que iba en camino.

La vida es difícil para las familias inmigrantes tratando de sobrevivir sin documentos en un país y una ciudad extranjeros. Problemas como el alcoholismo son exacerbados por el aislamiento de la familia y la comunidad. Nosotros iniciamos un programa AA. Nosotros damos comida y ropa a los inmigrantes y refugiados que viven en la comunidad y también a los que están en nuestras casas. Cuando reci-bimos a una mujer inmigrante con cinco niños cuyo marido la había estado golpeando, descubrimos que el marido solo traía a la casa leche y cerveza. Descubrimos que la única comida que la familia recibía en las semanas anteriores a quedarse con nosotros, era la de nuestro satélite de distribución de comida, la Casa María en el Sudeste de Houston.

“El Concilio Vaticano II marca, por consiguiente, un momento decisivo para la cura pastoral de los emigrantes y los itinerantes, dando particular importancia al significado de la movilidad y la catolicidad, así como al de las Iglesias particulares, al sentido de la Parroquia y a la visión de la Iglesia como misterio de comunión. Por todo lo cual, ésta aparece y se presenta como “el pueblo unido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (LG 4).

Nos sorprendimos cuando descubrimos que el texto del documento “Gaudium et Spes” del Segundo Concilio Vaticano (Constitución pastoral de la Iglesia en el mundo moderno No. 27) identificaba a la deportación como pecado serio, junto con el asesinato, aborción, esclavitud, y la venta de mujeres y niños. Nosotros sabemos por experiencia con tantas familias el daño que la deportación le puede traer a una familia

“La acogida al extranjero, que caracteriza a la Iglesia naciente, es, pues, sello perenne de la Iglesia de Dios. Por otro lado está marcada por una vocación al exilio, a la diáspora, a la dispersión entre las culturas y las etnias, sin identificarse nunca completamente con ninguna de ellas; de lo contrario, dejaría de ser, precisamente, primicia y signo, fermento y profecía del Reino universal, y comunidad que acoge a todo ser humano sin preferencias de personas ni de pueblos. La acogida al extranjero es inherente, por tanto, a la naturaleza misma de la Iglesia y testimonia su fidelidad al Evangelio.

Aquellos que trabajamos con inmigrantes y refugiados son a menudo criticados. Sin embargo, siempre hemos tenido el soporte y estímulo de la Iglesia en declaraciones tales como este documento del Concilio Vaticano. Que endoso tan resonante para nuestro trabajo.

En los 80’s el Canciller de la Diócesis, Monseñor Daniel Scheel, vino dos veces por semana a celebrar una Misa en Casa Juan Diego. Los jueves tuvimos la “Misa de la Ropa.” Le preguntamos a Padre Mario Arroyo, que celebraba la Misa los miércoles en la noche, por que el Canciller venía a la humilde Casa Juan Diego para celebrar la Misa. El nos contestó: “Supongo que él también quiere ir al cielo.”

“Desde el pontificado del Papa Pablo VI y posteriormente en la del Papa Juan Pablo II, especialmente en los mensajes para el Día Mundial de los Inmigrantes y Refugiados, repitió la afirmación es hecha de los derechos fundamentales de la persona, en particular el derecho a emigrar para que el individuo pueda utilizar sus habilidades, aspiraciones, y proyectos para mejor cuenta. (esto esta citado, sin embargo, en el mismo contexto con el derecho de cada país para proseguir en una política de inmigración que promueva el bien común.) Así también se afirma el derecho de no emigrar del individuo a no emigrar, esto es, el derecho de lograr sus derechos y satisfacer sus demandas legitimas en su propio país”.

El actual sistema económico global no refleja este concepto del derecho a no emigrar. El sistema de maquiladoras que proporcionó a las corpora-ciones con trabajadores escla-vos les paga el mínimo y los obliga a los fuerza a emigrar.

“El Magisterio, además, ha denunciado siempre, los dese-quilibrios socioeconómicos, que son, en la mayoría de los casos, la causa de las migraciones, los peligros de una globalización indisciplinada, en la que los emigrantes resultan víctimas más que protagonistas de sus vicisitudes migratorias, y el grave problema de la inmigración irregular, sobre todo cuando el emigrante se transforma en objeto de tráfico y explotación por parte de bandas criminales.”

El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y las corporaciones han promovido la inmigración contra el deseo de las gentes al promover y demandar políticas económicas que minan las economías locales.

“El Magisterio ha insistido en la urgencia de una política que garantice a todos los emigrantes la seguridad del derecho, “evitando cuidadosamente toda posible discriminación”, al subrayar una amplia gama de valores y comportamientos (la hospitalidad, la solidaridad, el compartir) y la necesidad de rechazar todo sentimiento y manifestación de xenofobia y racismo por parte de quienes los reciben. Tanto en referencia a la legislación como a la praxis administrativa de los distintos países, se presta una gran atención a la unidad familiar y a la tutela de los menores, tantas veces entorpecida por las migraciones, así como a la formación, por medio de las migraciones, de sociedades multiculturales.

“La pluralidad cultural anima al hombre contemporáneo al diálogo y a interrogarse acerca de las grandes cuestiones existenciales, como el sentido de la vida y de la historia, del sufrimiento y de la pobreza, del hambre, de las enfermedades y de la muerte. La apertura a las distintas identidades culturales no significa, sin embargo, aceptarlas todas indiscriminada-mente, sino respetarlas – por ser inherentes a las personas – y eventualmente apreciarlas en su diversidad. La “relatividad” de las culturas fue subrayada, además, por el Concilio Vaticano II (Cfr. GS 54, 55, 56, 58). La pluralidad es riqueza y el diálogo es ya realización, aunque imperfecta y en continua evolución, de aquella unidad definitiva a la que la humanidad aspira y está llamada”.

Estuvimos muy sorprendidos cuando recientemente nos dieron un premio por “Excelentes Logros en Derechos Civiles,” nuestro trabajo contra la xenofobia y en favor de los inmigrantes, por la agencia del gobierno de los EUA, La Comisión de Oportunidades Iguales de Empleo (EEOC).

“Las migraciones constituyen, por tanto, un hecho que afecta también a la dimensión religiosa del hombre, y ofrecen a los emigrantes católicos la oportunidad privilegiada, aunque a menudo dolorosa, de lograr un mayor sentido de pertenencia a la Iglesia universal, más allá de la particularidad.

“Con tal fin, es importante- que las comunidades no con-sideren agotado su deber hacia los inmigrantes simplemente con gestos de ayuda fraterna o apoyando leyes sectoriales que promuevan una digna inserción en la sociedad, que respete la identidad legítima del extranjero. Los cristianos deben ser los promotores de una verdadera cultura de la acogida (cfr. EEu 101 y 103), que sepa apreciar los valores auténticamente humanos de los demás, más allá de todas las dificultades que implica la convivencia con quienes son distintos de nosotros (cfr. EEu, 85 y 112, y PaG 65)”.

Los Evangelios nos dicen que el Señor nos dio la bienvenida cuando todavía éramos pecadores, y que nuestra Iglesia es no solo para le gente perfecta. Eso es también verdad para la Casa Juan Diego.

“El simple llamamiento, por altamente inspirado y apremiante que sea, no da, cierto, una respuesta automática y concreta a lo que nos agobia día tras día; no elimina, por ejemplo, el temor generalizado o la inseguridad de la gente; no garantiza el debido respeto de la legalidad y la salvaguardia de la comunidad receptora. Pero el espíritu auténticamente cristiano de acogida dará el estilo y el valor para afrontar estos problemas y sugerirá las formas concretas de superarlos en la vida diaria de nuestras comuni-dades cristianas (cfr. EEu 85 y 111)”.

Hemos tenido algunas pocas peleas sangrientas a través de los años. Marcos se encontró con una e inmediatamente separó a los contrincantes y pidió ayuda, la que llegó inmediata-mente. Sus manos estaban ensangrentadas y cuando la policía vino ellos gritaron, “¡SIDA, SIDA, tiene que tener cuidado con la sangre!” Marcos fue a la cocina a lavarse las manos, pero uno de las jóvenes Trabajadoras Católicas comen-to irónicamente, “Ya es demasiado tarde, Marcos”.

En otra ocasión, FOX 26 News vino a hacer una historia en la Casa Juan Diego y los inmigrantes. Cuando se estaba terminando la filmación, afuera del edificio en la calle hubo una pelea con cuchillo. Marcos fue para intervenir – de nuevo sangre por todos lados. El reportero de la televisión llamó a la policía y ellos llegaron con las pistolas en la mano, lo que hizo calmar el lugar.

“Por tanto, toda la Iglesia del país receptor debe sentirse involucrada y movilizada en favor de los inmigrantes. En las Iglesias particulares, habrá que reexaminar y programar la pas-toral, para ayudar a los fieles a vivir una fe auténtica en el actual nuevo contexto multicultural y multirreligioso. Por eso, es tan necesario, con la ayuda de los agentes sociales y pastorales, dar a conocer a las poblaciones autóctonas los complejos problemas de las migraciones y contrarrestar los recelos infundados y los prejuicios ofensivos hacia los extranjeros”.

Dorothy Day algunas veces dijo que cuando hay mucho trabajo que hacer (tales como lavar ventanas en la casa de hospitalidad) , ella solo debería empezar, los otros observarían y se unirían al trabajo. Cuando uno empieza a hacer este trabajo, otros se unen en diferentes formas y los milagros inesperados suceden. Una noche Marcos estaba en el salón de emergencia en el Hospital Ben Taub, buscando uno de nuestros hombres que había recibido un disparo. No teníamos ni idea de su nombre y donde estaba. El personal de Ben Taub no sabía quien era Marcos. Desde los obscuros pasillos una persona emergió y habló y dijo, “Marcos, él está aquí.”

Lo mismo pasó varias semanas después. ¿Quién es el Angel de la Guarda?

“En la enseñanza de la religión y en la catequesis habrá que buscar la manera adecuada de crear, en la conciencia cristiana, el sentido de acogida, especialmente hacia los más pobres y marginados, como son con frecuencia los emigrantes: una acogida fundada en el amor a Cristo, seguros de que el bien hecho al prójimo, en particular al más necesitado, por amor de Dios, lo hacemos a Él mismo. Esta catequesis tampoco podrá dejar de referirse a los graves problemas que preceden y acompañan el fenómeno migratorio, como son la cuestión demográfica, el trabajo y sus condiciones (fenómeno del tra-bajo negro), la atención a los numerosos ancianos, la criminalidad organizada, la explotación y el tráfico y contrabando de seres humanos”.

Nosotros tratamos, a través del Trabajador Católico de Houston, y a través de las experiencias de tantos jóvenes que vienen en grupos para trabajo en Casa Juan Diego, de asistir en la catequesis y conocimiento de los asuntos de migración para lectores y visitantes. Son las historias de los inmigrantes mismos que generalmente tocan a la gente profundamente.

Es a menudo desafiante mantener un lugar en buen orden. Un grupo vino de San Maximiliano hace algunos años para servir la comida de Navidad en nuestro centro de hombres. Ellos observaban los inmigrantes trapeando y trapeando – ¡realmente adictos a la limpieza! A propósito el problema era más profundo. Había un desastre de plomería. De repente no funcionaron los desagües en ningún lado del centro. Así es que tuvimos que mantenernos adelantados o ser inundados con aguas negras.

Los plomeros de la compañía que llamamos para repárarlo dijeron, “No se preocupen sobre el desagüe, amarillo es maduro y marrón se va abajo.” Pero tuvimos que preocuparnos y cerrar la casa por una semana. Irónicamente, un canal de televisión en Honduras anunció que la Casa Juan Diego estaba cerrada.

“En todo caso, será siempre muy importante la actividad de asistencia o “primera acogida” (por ej., las ‘casas de los emigrantes’, especialmente en los países de tránsito hacia los países receptores), para responder a las emergencias que conlleva el movimiento migratorio: comedores, dormitorios, consultorios, ayuda económica, centros de escucha”.

Casa Juan Diego encaja esta descripción de un centro de “primera bienvenida” para inmigrantes, un lugar para ellos para descansar y reiniciar su viaje. Miles de personas pasan por la Casa Juan Diego.

Estuvimos sorprendidos hace algunos años cuando recibimos el premio de Pro Ecclesia et Pontifice de Papa Juan Pablo II por hacer este trabajo.- por simplemente tratar de vivir el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia con respecto a los emigrantes.

“En el campo eclesial, se podría pensar más específicamente en la posibilidad de crear un ministerio especial (no ordenado) de acogida, cuya función sería la de acercarse a los inmigrantes y refugiados e introducirlos progresivamente en la comunidad civil y eclesial, o ayudarles con miras a un posible retorno a la patria. Se prestará especial atención, en este contexto, a los estudiantes extranjeros”.

Hay tantos que han partici-pado en lo que podría llamarse un ministerio no ordenado para inmigrantes y refugiados en Casa Juan Diego. Nosotros no estamos solos en este trabajo. La gente siempre está yendo o viniendo, literalmente docenas de ellos, para asistir en varias formas – eso para no mencionar los muchos que han contribuido financieramente al trabajo. A través de los años han habido muchos Trabajadores Católicos que son una inspiración.

La Casa Juan Diego también ha desarrollado un grupo de hombres entre los inmigrantes que se han convertido en “ayudantes” y Trabajadores Católicos que toman la responsabilidad de mantener y manejar el centro de los hombres. Practicar pobreza voluntaria, personalismo, pacifismo, y hospitalidad es un desafío que ellos han abrazado.

“Por todo ello será precisa, también para los laicos, una formación sistemática, que suponga no una simple transmisión de ideas y de conceptos, sino sobre todo una ayuda, también intelectual naturalmente, con vistas a un auténtico testimonio de vida cristiana. Asimismo, las comunidades étnico-lingüísticas están llama-das a ser educadoras, antes que ser centros de organización. Con esta visión cada vez más amplia, se abrirá el campo para una formación permanente y sistemática.

“Por lo demás, el testimonio cristiano de los laicos en la construcción del Reino de Dios está, desde luego, en la punta de ángulo de varias cuestiones importantes, como las relaciones Iglesia-mundo, fe-vida y caridad-justicia”.

Nosotros compartimos con nuestros huéspedes inmigrantes la visión que nos motiva y la llamada del Evangelio para todos los cristianos, ricos y pobres por igual, Mateo 25 “Lo que hagan con los menos, lo estaréis haciendo conmigo”. Nunca aceptamos un centavo de un inmigrante, pero demandamos que ellos paguen – en el futuro. Algún día una persona necesitada cruzara su camino. Entonces ellos lo sabrán como un relámpago iluminado – este es el tiempo para repagar a la Casa Juan Diego al ayudar a esta persona.

Sin embargo, un joven insistió en demostrar alguna gratitud. El vino a la puerta e insistió en hablar con Marcos o Luisa. El se estaba poniendo impaciente y los Trabajadores Católicos estaban perdiendo la paciencia con él. Finalmente le preguntaron que quería. El respondió “Ellos me compraron este nuevo brazo artificial, y yo quiero darles mi primer abrazo”.

“Ante el amplio movimiento de gentes en camino, ante el fenómeno de la movilidad humana, considerada por algunos como el nuevo ‘credo’ del hombre contemporáneo, la fe nos recuerda que somos todos peregrinos en marcha hacia la Patria. ‘La vida cristiana es esencialmente la Pascua vivida con Cristo, o sea, un pasaje, una migración sublime hacia la Comunión total del Reino de Dios’. La historia toda de la Iglesia resalta su pasión, su santo celo por esta humanidad en camino”.

El viaje, el peregrinaje del inmigrante es a menudo uno de los grandes sufrimientos, una via crucis. Marta vino a nosotros con un serio problema. Ella había perdido a su mejor amiga, Rosa, que se ahogó mientras cruzaban el Río Grande. ¿Cómo podría ella decirles a los padres de Rosa lo que había pasado?

“El ‘extranjero’ es el mensajero de Dios que sor-prende e rompe la regularidad y la lógica de la vida diaria, acercando a los que están lejos. En los ‘extranjeros’, la Iglesia ve a Cristo que ‘planta su tienda entre nosotros’ (cfr. Jn 1,14) y ‘llama a nuestra puerta’ (cfr. Ap 3,20). Este encuentro – hecho de atención, acogida, copartici-pación y solidaridad, de tutela de los derechos de los emigrantes y de empeño evangelizador – revela el constante cuidado de la Iglesia, que descubre en ellos auténticos valores y los considera un gran recurso humano”.

Nosotros nos identificamos mucho con esta idea del mensajero “que nos sorprende e interrumpe la regularidad de nuestra vida diaria.” Esta es la historia de nuestra vida diaria en la Casa Juan Diego. Uno nunca sabe quien estará en la puerta cuando llegue el toque. Algunas veces las “interrupciones” vienen frecuentemente cuando estamos trabajando en este periódico. Como decía Dorothy Day cuando humor-ísticamente describía el trabajo de sacar el periódico en medio de una ocupada casa de hospitalidad. “¡Aquí estamos nosotros tratando de sacar un periódico, y la pobre gente sigue haciendo preguntas o pidiendo ayuda!.”

“Por ello, Dios confía a la Iglesia, también ella peregrina en la tierra, la tarea de forjar una nueva creación en Cristo Jesús, recapitulando en Él todo el tesoro de una rica diversidad humana que el pecado ha transformado en división y conflicto (cfr. Ef 1,9-10). En la misma medida en que la presencia misteriosa de esta nueva creación es testimoniada auténticamente en su vida, la Iglesia es signo de esperanza para un mundo que desea ardientemente la justicia, la libertad, la verdad y la solidaridad, es decir, la paz y la armonía. Y, a pesar de los muchos fracasos de proyectos humanos, nobles sin duda, los cristianos, impulsados por el fenómeno de la movilidad, adquieren conciencia del llamamiento a ser siempre y nuevamente en el mundo un signo de fraternidad y comunión, practicando en la ética del encuentro el respeto por las diferencias y la solidaridad”.

En el medio de una respuesta diaria al Señor en los inmigrantes, en nuestro intento de dar testimonio a la nueva creación, la civilización de amor, fallas humanas y conflictos algunas veces se hacen muy aparentes. Sin embargo, la esperanza y la fe y la oración nos ayudan a continuar.

Una vez vino una llamada a una de nuestras casas pidiendo que viniera Marcos inmediatamente a la casa de los hombres. Un visitante estaba amenazando a cualquiera que solo se le acercase con un largo bastón de golf, dado a la Casa Juan Diego para los pobres, y lo mantenía rotando, si alguien se le acercaba.

Marcos rezó todo el camino a la casa de los hombres por guía y prometió más oraciones en el futuro para que todo se resolviera. El abrió la puerta y sin pensar fue derecho hacia el hombre con el bastón de golf y le dio a él y al bastón que estaba rotando, un gran abrazo. El que estaba rotando el bastón reaccionó y se puso a llorar, “Estos tipos no me están tratando bien.” Marcos lo llevó a su casa. Marcos mantuvo su compromiso con las oraciones de gracia. Vale la pena.

“También los emigrantes pueden ser constructores, escondidos y providenciales de esa fraternidad universal, junto con muchos otros hermanos y hermanas, y dan a la Iglesia la oportunidad de realizar con mayor plenitud su identidad de comunión y su vocación misionera, como lo afirma el Vicario de Cristo: ‘Las migraciones brindan a la Iglesia local la oportunidad de medir su catolicidad, que consiste no sólo en acoger a las distintas etnias, sino y sobretodo, en realizar la comunión de esas etnias. El pluralismo étnico y cultural en la Iglesia no constituye una situación que hay que tolerar en cuanto transitoria, sino una propia dimensión estructural. La unidad de la Iglesia no resulta del origen y del idioma comunes, sino del Espíritu de Pentecostés que, acogiendo en un Pueblo a las gentes de hablas y de naciones distintas, confiere a todos la fe en el mismo Señor y la llamada a la misma esperanza'”.

La Iglesia siempre ha sido una Iglesia de muchos idiomas y culturas desde Pentecostés, cuando los cristianos se comprendieron así mismos, aunque hablando en diferentes len-guajes. Nosotros obviamente necesitamos un nuevo Pentecostés, cuando los cristianos se comprendieran el uno al otro aunque hablemos idiomas difeentes. En Casa Juan Diego nosotros algunas veces no nos comprendemos todos, especia-lmente cuando los refugiados llegan de China o de otros países cuyos idiomas no hablamos. Sin embargo, parroquias y personas individuales siempre han emergido para ayudar a comunicarnos.

Ordenamiento Jurídico Pastoral

“1. Los laicos, en el cumplimiento de sus tareas específicas, dedíquense a la realización concreta de lo que exige la verdad, la justicia y la caridad. Ellos deben, por tanto, acoger a los emigrantes como hermanos y hermanas y deben velar porque sus derechos, especialmente aquellos que conciernen a la familia y a su unidad, sean reconocidos y tutelados por las autoridades civiles”.

Nuevo para los laicos es este concepto de responsabilidad jurídica. Todos los miembros de la Iglesia deben aceptar el rol no solo de servirse los unos a los otros, sino de servir a cualquiera en necesidad. Esta orden legal manda que cada miembro comparta la responsa-bilidad de cuidar a otros. La Iglesia pide a todos a ayudar a los inmigrantes. No hay opción sino la preferencial.

“2 – Los fieles laicos están llamados, también, a promover la evangelización de los inmigrantes mediante el testimonio de una vida cristiana vivida en la fe, en la esperanza y en la caridad, y con el anuncio de la Palabra de Dios según los modos que les son posibles y propios”.

La pregunta más común con referencia al trabajo en Casa Juan Diego es esta: “¿Cómo pueden ustedes quebrar la ley, ayudando a extranjeros indocu-mentados?”

Nunca hemos pensado en quebrar la ley. Nuestro problema, nuestro desafío es mantener la ley, la ley de caridad y la justicia, la ley que demanda que uno no repita la conducta de aquellos que pasaron por el hombre herido en la historia del Buen Samaritano.

Jurídicamente, debemos aceptar nuestro rol como seguidores de Jesús y nuestra responsabilidad como buenos ciudadanos.

La ironía es que después de tantos años de recibir inmigrantes de las calles de Houston, el Servicio de Inmigración mismo pidió la ayuda de la Casa Juan Diego. Después del Huracán Mitch, que destruyó Honduras y dañó los países Centro Americanos. El SIN llamó para decir que la Casa Blanca de Clinton había anunciado que ellos no podrían deportar a más Centroamericanos. ¿Podría la Casa Juan Diego recibir aquellos que ya estaban en centros de detención? Nosotros dijimos, que sí, por supuesto, pero nosotros no tenemos puertas con candado, ni mantenemos registros. Ellos dijeron, está bien. – Nosotros empezamos el lunes. El lunes nos enviaron 100 hombres, lo mismo el martes, y el miércoles, y el jueves – viernes habían hombres y mujeres. Todos estábamos muy ocupados asistiendo a 500.

Conclusión

Cuando San Juan Diego fue canonizado, el Canal 2 en Houston transmitió un especial de media hora ofreciendo al Papa Juan Pablo II en la canonización en México, incluída con escenas cortas de la Casa Juan Diego en Houston. Recordándoles a sus espectadores que los milagros son necesarios para declarar un santo Católico, los comentadores declararon que la Casa Juan Diego misma es uno de los milagros de Juan Diego.

Houston Catholic Worker, Vol. XXV, No. 6, septiembre-octubre 2005.