Los terribles hechos del 11 de septiembre del 2001, cuando pilotos en misión suicida volaron sus aeroplanos, cargados de pasajeros, hacia el interior de las torres gemelas del Centro Mundial de Comercio y el Pentágono y el otro intento contra los E.E.U.U. que fue frustrado por pasajeros, nos llevó a preguntarnos, después que se nos habían secado las lágrimas: ¿Por qué nos odian tanto como para hacer algo como esto? ¿Cómo podrían ellos posiblemente cometer un acto tan tremendo contra gente inocente, que clama al cielo por venganza?
Cómo podemos responder a una tragedia tan terrible? No hay nada que puede justificar lo que hicieron los terroristas, pero no debemos estar sorprendidos si acciones terroristas siguen occuriendo. Tenemos que tratar de asegurarnos que esto no vuelva a pasar. Algunos solo piensan en una respuesta violenta; ellos no ven que tienen una alternativa a la violencia que han encontrado. Es aquí que retornamos a la visión de Santa Teresita de Lisieux, Doctora de la Iglesia, con sus profundas raíces dentro de la Iglesia – como recomendaba Dorothy Day. Ambas, estas dos mujeres creían en utilizar las armas del espíritu y los trabajos de misericordia como alternativa a la violencia y la guerra.
Nuestro Santo Padre, después de expresar su profundo dolor por el pueblo norteamericano, nos recordó que no debemos dejarnos arrastrar por la tentación de odio y violencia al despertar de los ataques terroristas, pero sí, comprometernos al servicio de la justicia y la paz. El Papa Juan Pablo II también dijo el 12 de Septiembre:
“Ayer fue un oscuro día en la historia de la humanidad, una terrible afrenta a la dignidad humana. Después de recibir las noticias, seguí con intenso interés el desarrollo de la situación, con ardientes oraciones al Señor. ¿Cómo es posible cometer actos de tanta crueldad? El corazón humano tiene profundidades de las que a veces emergen esquemas de ferocidad no escuchada, capaces de destruir en un momento la vida diaria normal de la gente. Pero la fe viene a nuestra ayuda en estos momentos cuando las palabras parecen fallar. La palabra de Cristo es la única que puede responder a las preguntas que mortifican nuestro espíritu. Aun cuando las fuerzas del mal parecen prevalecer, aquellos que creen en Dios saben que el mal y la muerte no tienen la última palabra. La esperanza cristiana está basada en la verdad; en estos momentos nuestra confianza en la oración saca mucha fuerza de ella. Pidámosle al Señor que el espiral de odio y violencia no prevalezca. Que la Bendita Virgen, Madre de Misericordia, llene los corazones de todos con pensamientos sabios e intenciones pacificas.”
Los comentadores han venido preguntando en los programas de televisión y en los periódicos por todos los E.E.U.U. de cómo esos terroristas podrían haber sido motivados. Muchos han notado que esta acción de terroristas pudiera ser una reacción a nuestra política militar en la Guerra del Golfo (condenada 56 veces por el Papa Juan Pablo II). Las continuadas sanciones contra Irak y nuestra continua presencia militar en el área alrededor. Lo mismo que nuestro apoyo a Israel contra los palestinos, a pesar de las preguntas involucradas de los derechos humanos.
El escoger el centro financiero de Nueva York como objetivo también debería hacernos reflexionar de cómo nuestras políticas económicas hacia el mundo han contribuido a la radicalización de mucha gente joven que se han desesperado. En la creencia que los métodos pacíficos no pueden ser efectivos contra las naciones ricas cuyas políticas realizadas por el Banco Mundial, El Fondo Monetario Internacional, y la Organización Mundial de Comercio han destruido a las economías locales a favor de las corporaciones gigantes, algunos se han vuelto hacia la violencia mortal.
El efecto de la tragedia en la economía mundial puede ser grave: Filosóficamente la base de esta economía se debe cuestionada. Nosotros no podemos continuar el abandono de los pobres en el mundo bajo el disfraz de una teoría económica que dice que algún día en el lejano futuro la creación de la riqueza para los pocos ayudará al mundo. Hablar de “defender la calidad de vida americana,” indica que tan lejos estamos de comprender que nuestro estilo de vida está cimentada por salarios alrededor del mundo que en el mejor de los casos podrían llamarse salarios de esclavitud, mientras gente en tantos países pobres está al borde de la hambruna. “Comercio Libre” puede ser libre para nosotros, pero es muy costoso para los pobres.
Mientras nuestra nación y el mundo buscan respuestas a la terrible violencia del terrorismo, debemos recordar que hemos pecado (y nuestros pecados no han sido pecados sexuales solamente, como dice el Rev. Jerry Falwell) al buscar al sueño americano de prosperidad materaial. Debemos insistir que nuestras políticas sean cambiadas. No busquemos vivir como el hombre rico mientras Lázaro sufría a su puerta sin una gota de agua limpia para su lengua en esta vida.
El Presidente Bush ha dicho que el hacer la nueva guerra contra el terrorismo “contra aquellos que odian la libertad” requerirá un nuevo proceso de pensamiento. Esperamos que esto no signifique simplemente violencia creativa, sino más bien un nuevo proceso del pensamiento que incluye una nueva respuesta del Oeste. El peligro es que con una reacción violenta a la mortífera y horrenda violencia podríamos convertirnos como aquellos que nos la perpetraron. Debemos recordar que nuestro CIA conoce bien a los grupos terroristas y su entrenimiento porque estaba involucrados con ellos en el pasado en Afghanistan y Pakistan contra la Union Soviética y en otros países también. Puede ser que nuestra participación en vender armas alrededor del mundo ha puesto armas modernas en las manos de naciones y grupos que ya no son amigos.
Que no respondamos con “ojo por ojo, diente por diente”. Como dijo Gandhi, “Ojo por ojo haría cegaría a todo el mundo.” Recordemos los armamentos espirituales siempre recomendados por Dorothy Day y especialmente en sus escritos sobre Santa Teresita de Lisieux.
La tragedia es que a los ojos del mundo al cristianismo se le ha identificado con una economía que hace a la vida miserable y casi imposible para la mayoría del mundo. Por supuesto, esta teoría de economía no tiene nada de ver con la cristiandad.
Como dijo Dorothy, “Si todos cargamos un poco del peso, será aligerado. Si compartimos el sufrimiento del mundo, entonces algunos no tendrán que soportar una aflicción tan pesada. Se nivela. Lo que hagas en Nueva York, en Harrisburg, ayuda a aquellos en China, India, Sud África, Europa, y Rusia lo mismo que en el oasis donde te encuentres. Tu puedes pensar que estás solo. Pero todos somos miembros uno del otro. Somos hijos de Dios juntos.”
Trabajador Católico de Houston, Vol. XXI, No. 6, noviembre 2001.