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La religión–Aliada o enemiga del cambio social-económico: Tradición abrahánica radical

Los antiguos marxistas consideraban a la religión como un obstáculo mayor para el cambio económico social, marcándola como el opio del pueblo. En un debate de los 1970’s con el representante del Partido Comunista en Nueva York, yo propuse lo contrario. Yo sostuve que el sentido marxista de la revolución era superficial y que el sentido teísta era mucho más profundo. La posición básica de los teólogos teístas es que el análisis marxista es a un nivel de estructuras económicas materiales en la sociedad resultando en un tipo de determinismo materialista. Sin embargo, el analista teísta mantiene que la realidad humana es fundamentalmente espiritual. Actividades al nivel de lo meramente material no necesariamente afectan las profundas realidades de la persona humana.

Al discutir estas preguntas, yo prefiero utilizar el término concepto abrahánico. El judaísmo, cristianismo, e islamismo están históricamente enraizados en el profeta Abraham. Como resultado de esto yo considero que sus conceptos básicos de humanidad y universo son los mismos, y utilizaré el termino genérico “teísmo.” Hay muchas diferencias de detalle e interpretación, pero todas ellas reclaman haber heredado el mensaje de Abraham. La mejor prueba de este acuerdo básico es encontrado en las bibliotecas antiguas del sur de España. En la Edad Media filósofos brillantes de estas tres tradiciones, tales como Avicena (Islam), Tomas Aquino (cristiano) y Maimonides (judío), tuvieron intensas discusiones concernientes a tales preguntas como el impacto de la ciencia aristotélica en la fe del Dios infinito. El mero hecho de estos debates presupone acuerdo en conceptos fundamentales.

Durante la ultima década del siglo XX parecía como que los marxistas tenían la razón. Líderes religiosos como el Papa Juan Pablo II llevaron acabo una campaña implacable en contra del comunismo. Eventualmente los poderosos sistemas comunistas del Este de Europa se desplomaron. Parecería como si la religión hubiese vencido al comunismo y el capitalismo había triunfado. Sin embargo, esta lectura esta equivocada, a pesar de las publicaciones de algunos escritores reaccionarios nortemericanos. Líderes como el Papa Juan Pablo se opusieron profundamente al capitalismo. Esto es muy confuso para aquellos que piensan que las únicas posibilidades económicas son comunismo y capitalismo. Piensan en términos de blanco y negro. Para muchos en la tradición republicana el debate esta fuera de orden basándose en la absoluta separación de la Iglesia y el estado.

Admitiendo, que esta separación tenía sentido en luz de la tradición teocrática donde el poder religioso y político eran uno. Tomó mucho tiempo separar a los dos en la política. En la Edad Media al Papa y las tierras y los ejércitos tuvieron que competir con otros poderes Europeos.

La espada y la cruz estaban entrelazadas. Muchos países islámicos todavía viven en este sistema donde la media luna y la espada están entrelazadas en sistemas profundamente teocráticos.

La mayoría de nosotros estamos de acuerdo que la separación de la Iglesia y el Estado han sido buenas para la libertad personal y también para la religión misma. Sin embargo, algunos de nosotros pensamos que ya es tiempo de reunirlos nuevamente. Sin embargo esto no debe hacerse por leyes impositivas sobre el comportamiento moral. Más bien que relacionarlos a través de una relación de poder legal y fuerza política, la relación debe estar basada en principios y valores. Compartir valores y principios sólo se puede lograr por persuasión. La obligación a través de la ley puede cambiar el comportamiento, pero no los valores.

Para mucha gente del mundo ambos comunismo y capitalismo han fallado en proveer una vida abundante y plena para la mayoría de la humanidad. Mucha gente en el mundo de hoy tiene que vivir con menos de dos dólares diarios. En esta contexto algunas personas consideran que la religión puede ser nuestra mejor esperanza para un cambio fundamental en el mundo.

El argumento va como sigue: Ambos el comunismo y el capitalismo asumen que los humanos son sujetos de ley más allá de su control. Mientras que los marxistas hablan de las leyes de hierro de la historia y de la lucha inevitable de clases, los capitalistas hablan de la verdad de hierro del mercado libre. Para Marx el proceso del determinismo histórico materialista traerá consigo eventualmente una revolución final y nos llevar a hacia una nueva sociedad de justicia y paz. La historia se presume que avanza en etapas con la clase capitalista y la clase trabajadora marchando hacia la confrontación final, si ellos están consientes de esto o no. En una forma paralela Adam Smith sostenía que había leyes objetivas de oferta y demanda que gobernaban los resultados económicos. Cuando las sociedades intervienen con estas leyes de la naturaleza, entonces resulta la pobreza. Cuando se permiten que trabajen libremente, la competencia individual resultara en una nueva creación de riqueza.

De alguna manera, es justo decir que ambos Marx y Smith aceptan un cierto determinismo. Economistas modernos como Milton Friedman de la Universidad de Chicago parecen confirmar esto cuando dicen que la única regla para un negocio con éxito es el incremento del valor de las acciones: “La única obligación que tiene el negocio en la sociedad es el continuar el trabajo de producir utilidades para sus accionistas … y que los gerentes son los agentes designados para llevar acabo el propósito de los accionistas.” Milton Friedman, 1980. Free to Choose. Harcourt Brace, Nueva York.

Muchos partidos políticos insisten que la prosperidad sólo puede ser obtenida al permitirle al mercado libre funcionar sin interferencias. Ellos asumen que hay una ley implícita de la naturaleza con la que no podemos interferir.

Visto en esta forma estos dos sistemas tradicionales limitan la elección humana. Los pensadores del siglo XIX propusieron que las complejas leyes de cambio económico social eran rígidas e insensibles a la intervención humana. Eran procesos establecidos de la naturaleza en el sentido de que la gravedad es una ley de la naturaleza que fue descubierta por científicos. Los pensadores teístas se oponen a esta limitación. Ellos la llaman reduccionismo.

En la visión teísta el orden económico social es una realidad de superficie. Hay una realidad mucho más profunda que es espiritual y absoluta. Los viejos sistemas de Marx y Smith se pueden considerar como juegos. Ellos son muy diferentes, pero ambos tienen patrones y reglas definidas. Cada lado considera su propio juego como el único real posible. Para cada uno no hay punto de referencia más allá de su juego particular. Para ellos no hay realidad trascendente.

La visión teísta es radicalmente diferente. En esta visión la existencia de una realidad absoluta interpreta cada juego económico social como relativo. Siempre es posible salir del juego y establecer un nuevo sistema, para el teísta. Debido a esto, los teístas nunca se ven obligados por ningún sistema. Cada sistema económico social que existe está sujeto a cambio y puede ser reemplazado con un sistema alternativo.

La creencia en un absoluto sagrado priva a todos los sistemas económicos sociales de ninguna autoridad absoluta. Siempre hay una autoridad que está más allá de todos nosotros. Los teístas utilizan el termino “trascendencia” para describir la capacidad de ir mas allá del sistema existente. Todas las estructuras humanas son transitorias y temporales, pueden ser trascendidas. Si no hay nada más allá del sistema económico social, entonces no puede ser trascendido.

La base más fuerte para el cambio económico es la visión teísta. En realidad, muchos teístas dicen que los sistemas económico sociales deben estar en transición continua. La creencia en una realidad transcendente que es perfecta priva al creyente de la unión a cualquier estructura económica.

Mientras está comprometido a una creencia de cambio, el teísta no cuenta con la intervención de Dios. No es suficiente orar por el cambio, como urgen muchos fundamentalistas. Para los teístas tradicionales, el cambio económico social depende de la de la agencia humana. Depende de la gente el organizarse y cambiar el sistema. Los humanos causaron los problemas y tienen el deber de resolverlos.

Además de creer en la permanente posibilidad de cambio, algunos teístas creen en la obligación de ocasionar el cambio. Aunque ellos saben que el nuevo orden cambiado nunca será perfecto, ellos aceptan la obligación de promover el cambio cuando el orden existente es visto que ocasiona conflicto con los valores teístas.

Evidencia

La historia tiene abundante evidencia con el compromiso teísta de cambio. Uno de los mas famosos es Santo Tomas Moore en el siglo XVI. En su libro Utopía el describe lo que debería ser una comunidad cristiana. Es una basada en participación radical. En este ideal no hay necesidad de dinero, por que todos contribuyen de acuerdo a sus capacidades y reciben de acuerdo a sus necesidades. Algunos cristianos van aun más allá y apuntan a los Hechos de los Apóstoles como un modelo de sociedad donde los miembros comparten todos los bienes en común.

Por supuesto que estas comunidades ideales existían solo en las mentes de los escritores. Lo que necesitamos es mas ejemplos vivos de empresas económicas que existen actualmente y que tratan de jugar diferente. Mi modelo favorito es el complejo Mondragon de participación laboral. Tiene sus fallas, pero esta mas cerca de mi ideal que la corporación típica del mercado de valores. A través del mundo hay un numero sorprendente de empresas de negocios experimentales que tienen éxito y que dan el ejemplo de justicia social. Estos son precursores de esperanza. La esperanza es la llave y nos da la energía espiritual para seguir tratando y tratando de construir el reino.

(Esta charla fue dada al Centro para Sociedad y Religión, Universidad de Victoria, B.C., Canadá, marzo del 2001) P. Greg MacLeod es el autor de “De Mondragon a América”: Experimentos en Desarrollo Comunitario Económico, Universidad College de Cape Breton Press, P.O.Box 5300, Sydney, Nueva Escocia, Canadá B1P 6L2.

Trabajador Católico de Houston, Vol. 21, No. 5, septiembre-octubre, 2001.