David Fiore, un trabajador Católico en la Casa Juan Diego, graduado de la Universidad de Arizona.
En una carta apostólica de observancia de domingo (30 de Julio, 1998), Dies Domini, Papa Juan Pablo II anima a los cristianos a “redescubrir el significado del domingo: su misterio, su celebración, su significado para la vida cristiana y humana.” Fundamentalmente una celebración de la resurrección de Cristo, la observancia del domingo invita a los creyentes a revivir “la experiencia de los dos discípulos de Emaús, que sintieron que sus corazones ‘ardían dentro de ellos’ cuando el Señor resucitado caminaba con ellos” y a compartir en “la alegría de la experiencia de los apóstoles en la tarde de ese mismo día cuando fueron visitados por el Jesús resucitado y recibieron los presentes de Su paz y Espíritu.”
Estas imágenes de los Evangelios prefiguran un tema central de la carta papal: el último don propio de Dios a la humanidad, la vida del Cristo resucitado debe ser celebrado y compartido entre los creyentes como los más grandes regalos.
En Emaús los discípulos encontraron al Cristo resucitado compartiendo la hospitalidad con un viajero extraño (Lk 24:13f). También, los dones de Cristo de la paz y el Espíritu fueron acompañados por la llamada a los trabajos apostólicos resultantes de estos dones (cf. Jn 20:21, Hechos 2:43f). También se nos recuerda de la respuesta de nuestro Señor resucitado a Pedro, llamándolo a llevar los frutos de amor a un costo personal, “cuida de mis ovejas” (Juan 21:25f). Desarrollando estas historias de los Evangelios, el Papa comprende que con estos dones de Cristo muerto y resucitado así como el don de su celebración comunitaria, nos viene una responsabilidad apostólica, la de transformar nuestras vidas completamente en regalos extendidos a Dios en nuestros vecinos. Por su naturaleza como presente, el Papa proclama una celebración de eucaristía “que no se detiene a la puerta de la Iglesia.”
Además de la eucaristía como presente el Papa hace énfasis en la naturaleza esencial del sacrificio, En la comunión eucarística el sacrificio de Cristo se hace también el sacrificio de los miembros de su cuerpo: “Las vidas de los creyentes, sus alabanzas, sus sufrimientos, la oración y el trabajo se unen a los de Cristo y así adquieren un nuevo valor.” Los creyentes son llamados a participar en la liturgia del domingo en un sentido de dar de sí mismo en una entrega mucho más grande de lo que se acostumbra en nuestras costumbres actuales del ‘fin de semana.’ Los cristianos deben escoger las actividades del domingo “que estén más de acuerdo con una vida de obediencia a los preceptos de los Evangelios” tales como esas oportunidades de ofrecimiento para enriquecer la vida espiritual, la profundización de las relaciones, y los trabajos de caridad. Aunque se reconocen la genuinas necesidades humanas para descanso y recreación, el Papa exclama, “No tengan miedo de dar su tiempo a Cristo.” Esto es, no tengan miedo del misterio de la Cruz, en que perdemos la vida para encontrarla. Por lo tanto, descubrimos el carácter sacrificial de la eucaristía no solo una profunda necesidad de gozo y de dar gracias a Cristo por su eterno sacrificio, sino también un deseo de acompañamiento de ofrecer nuestras vidas a Dios y al prójimo.
Un tercer concepto ciñe el entendimiento de la Iglesia de la liturgia del domingo, el Cuerpo Místico de Cristo. Este modelo paulino de los creyentes como miembros del Cuerpo de Cristo expresa la armonía de la vocación individual y la obligación comunal. “Es importante estar siempre atento a que la comunión con Cristo está profundamente atada a la comunión con nuestros hermanos y hermanas.” El Papa describe nuestra salvación como colectiva en naturaleza. “Los bautizados no son salvados como individuos solamente, sino como miembros del Cuerpo Místico, habiéndose convertido en parte del Pueblo de Dios.” Esta solidaridad supernatural de las personas humanas yace en las raíces de nuestro llamado a amar y servir a nuestro prójimo.
Los Padres de la Iglesia proclaman esta verdad tan enérgicamente como lo hace Mateo 25. San Juan Crisóstomo, por ejemplo, nos reprende fuertemente cuando actuamos como si nuestra asistencia a la liturgia del domingo fuera solamente suficiente para nuestra vocación Cristiana: “¿Desea usted honrar el cuerpo de Cristo? No lo ignore cuando está desnudo. No le rinda homenaje en el templo vestido de seda solamente y luego lo ignora fuera donde sufre frío y desnudez.”
Por lo tanto el Papa proclama el domingo no solo como un día especial para los trabajos de misericordia sino como la fuente de “una ola de caridad destinada a esparcirse a toda la vida de los creyentes.”
Compartiendo temas en común con Dies Domini, el trabajo de Virgil Michel, O.S.B. conectaba la conciencia social a la naturaleza comunal de la liturgia eucarística. Michel era un amigo e influencia del inicio del movimiento del Trabajador Católico así como una figura líder en el movimiento litúrgico de E.E.U.U. de inicios del siglo veinte. En la edición de Communio en otoño de 1997, en un articulo titulado, “Re-introducción de Virgil Michel: Hacia la contra tradición de la ética social católica en los Estados Unidos,” Michael J. Baxter, C.S.C., hace énfasis de esta conexión entre liturgia y responsabilidad social, colocándola en el contexto del Cuerpo Místico de Cristo.
Con su noción central del ‘Cuerpo Místico de Cristo’. Michel llamó a una regeneración espiritual con sus frutos en la acción social. Nuestra responsabilidad para con el bienestar de nuestro prójimo fluye de nuestra conexión en el Cuerpo de Cristo.
Padre Michel pensó no solo que cualquier programa de transformación social debe ser precedido por una renovación espiritual, sino también que la relación sobrenatural de los humanos unidos a Cristo es en sí mismo el modelo ideal para toda transformación social. Por ejemplo, todos los miembros comparten en común los dones de la vida creada y la de la redención de Cristo. Esta es la base espiritual para una vida de solidaridad fraternal y la libre participación de los bienes materiales. Mientras que el último fin del capitalismo del mercado libre es la ganancia personal y la utilidad, el cristianismo concibe a los bienes materiales como medio hacia el fin sobrenatural del desarrollo humano. La gran idea de Michel es que la liturgia eucarística provee un modelo concreto de hermandad y re-sponsabilidad entre individuos. Este modelo, el Cuerpo de Cristo, dado vida en su presencia sacramental, debe también ser vivido en nuestras acciones y en nuestras estructuras sociales.
En el entendimiento de la liturgia de Michel, la enseñanza es inseparable de la práctica. La acción Católica se convierte en “una prolongación del culto, una continuación del sacrificio de ofrecimiento a Dios y a otros en la Misa.” En esta forma la eucaristía se extiende más allá de su presencia sobrenatural a una presencia verdadera viviente en nuestras acciones en Cristo. De manera que, como el Papa Juan Pablo II, que ve a la liturgia del domingo como fuente de una ola de caridad destinada a extenderse en toda la vida, Padre Virgil Michel tuvo la visión de una liturgia que a la vez consiste en la adoración sacramental y los trabajos de misericordia.
Trabajador Católico de Houston, Vol. XIX, No. 1, enero 1999.