Lo que miran los ojos
Lo que miran los ojos es un paisaje de ensueño: Montañas y bosques de pino y encino, pequeños rebaños de chivos y vacas cuidados por niños y mujeres de ojos grandes y mejillas maquilladas por el frío, el sol y el polvo. Rancherías que se extienden a un lado y otro del lomo de estas montañas de la llamada sierra de Nixcongo en la frontera del Estado de México con el Estado de Morelos. Las casas ocultas entre las milpas y el follaje de los árboles de ciruelo se localizan mejor por el humo del fogón. En una loma aparte brilla la capilla blanca recortada contra el azul de cielo…allí nos juntábamos con las mujeres y los niños los sábados para estudiar el catecismo, hacer oración y tratar de entender mejor la vida.
Lo que miran los ojos cuando ven mas a fondo, son tierras erosionadas por el sobre pastoreo y la deforestación, riachuelos y pozos secos o contaminados por el uso excesivo de pesticidas, ciruelas y rebozos que van al mercado y no encuentran precio justo, jóvenes que no encuentran trabajo, viejos que no encuentran medicina, niños sin escuela, ….lo que miran los ojos es pobreza extrema que se mira y no se entiende.
Lo que escuchamos
Para entender pobreza no basta con mirar, hay que escuchar a quienes la sobreviven cotidianamente y para escuchar hay que callar, así que eso fue lo que empezamos a hacer en algunas de nuestras visitas a las comunidades.
Lo que escuchamos fueron historias tristes que nos contaban que se murió el Mario, el hijo menor de Antonio y Octavia, se murió de bronquitis y de pobreza. También escuchamos que María no pudo venir hoy a la reunión porque su esposo Juan lleva tres días tomando y ayer le pegó y si sale la golpea otra vez. ¿Por qué está tomando Juan? Ah, porque la semana que entra se va a los Estados Unidos a buscar chamba, es que aquí no hay trabajo y el dinero ya no alcanza, y pues a los hombres siempre antes de irse les da por tomar, que para agarrar valor, dicen y pues ya en la tomadera a muchos les da por golpear a su mujer y sus hijos… luego se van y las mujeres se quedan encerradas en sus casas, con miedo a salir o a participar en las reuniones de la capilla porque no quieren dejar la casa sola ni tampoco dar motivo a chismes que hagan enojar a sus maridos cuando regresen del otro lado… si regresan.
Escuchamos la historia de hombres jóvenes que se arriesgan para ayudar a su familia a sobrevivir, hombres que vencen su miedo a lo desconocido y que para hacer esto sienten que deben volverse duros.
El 80 por ciento de los hombres de la comunidad se van a Estados Unidos a partir del mes de enero y regresan hasta julio o agosto, para cosechar sus milpas. Mientras ellos están lejos, la carga de trabajo se multiplica para sus esposas y sus hijos mayores que tienen que cuidar las milpas, acarrear el agua a la leña, cuidar los animales, resolver las enfermedades y además vivir con la angustia de saber que su esposo o padre o hermano está lejos y quien sabe como estará.
Estos niveles de angustia que enfrentan los migrantes y sus familias son enormes y tienen efectos negativos en su salud física y mental. Muchos de los trabajadores migrantes que me tocoó conocer en esta región de México padecen gastritis e insominio y recurren al alcohol como manera de fugarse de la ansiedad que les provocan las situaciones traumáticas que han enfrentado durante su viaje y durante su permanencia en Estados Unidos. Los peligros al cruzar la frontera, tales como las bandas de asaltantes, la patrulla de frontera, los graves accidentes al intentar subirse a los trenes en marcha, las largas caminatas en lugares desérticos sin agua y sin comida se pueden convertir en auténticos traumas para quienes los sufred y afectan de forma severa su salud física y menta. Además no es poco común que desarrollen graves dificultades de readaptación a sus comunidades, incluse conductas violentas para con sus mismas familias y vecinos. Las humillaciones, privaciones y agresiones sufridas durante la experiencia de migración pueden convertirse en agresividad y violencia cuando regresan a sus lugares y no tienen la oportunidad de “integrar” todo lo vivido, de manera que terminan pryectándolo aun contra sus seres queridos. Problemas psicológicos graves tales como la depresión y el síndrome de stress post-traumático nunca van a ser reconocidos por su nombre en una población que dificilmente tiene acceso a servicios básicos de salud y mucho menos a servicios de salud psiquiátricos o de orientación psicológica.
Los conflictos que se desencadenan por las dificultades de readaptación después de la migración, los efectos de la violencia en mujeres y niños, el rencor de los hombres por los malos tratos que recibieron de sus patrones o durante el viaje o al ser deportados, las heridas de los accidentes de trabajo, todos estos efectos “invisibles” de la migración duran mucho tiempo en las comunidades, mucho mas de lo que dura el dinero que el trabajador ganó en “el otro lado.”
Buscando preguntas
El fenómeno migratorio es sumamente complejo, la falta de investigaciones sobre los impactos de la migración en la salud mental de la población es también parte del problems. En un estudio recientemente publidado por el Departamente de Medicina Social de la Escuela Médica de Harvard, señalan la importancia de la población de trabajadores migrantes indocumentados para la economía norteamericana así como las graves contradicciones existentes en su condición ya que aunque pagan impuestos no tienen acceso a los servicios de salud. El estudio que se ocupa de la salud mental a nivel mundial hace énfasis en el alto costo humano que se paga por el impacto en la salud mental de esta población:
Una última mirada
Si la migración causa tanto daño a los migrantes, es válido preguntarse, ¿Por qué siguen llegando? ¿Es acaso que son masoquistas? O será simplemente porque sigue siendo una estrategia válida de sobrevivencia en este complejo mundo de fin de siglo en el que los pobres son cada vez mas y tienen cada vez menos.
Yo no sé, sí sé que no vienen aquí por gusto, sí sé que en su tierra no tienen oportunidades para progresar, no tienen acceso a trabajo o educación, no tienen acceso a mercados justos para sus productos o a servicio públicos que eleven su calidad de vida, hay muchas carencias. Pero también sé que tienen su fe, una fe profunda que les ayuda a sobrellevar todos su sproblemas y que podría ser también una gran reiqueza y semilla de evangelización para las sociedades que tienen la suerte de recibirlos… si supieran escucharlos y acogerlos sin permanecer ciegas a este reto y tesoro que Dios les pone en sus manos. Algunos grupos lo hacen, lo han hecho por muchos años y pueden dar testimonio de lo que Dios ha hecho en ellos por medio de estos sus hijos predilectos, los más pequeños.
Esta fe en un Dios de Amor que ayuda a los pobres a resistir y a los receptores a abrirse; necesita el complemento de acciones comunitarias que les permita a los migrantes y sus familias integrar todo el sufrimiento y la angustia que acompañan a la migración y también cosechar los frutos positivos de la lejanía y en reencuentro. El desarrollo de estrategias que ayuden a abrir espacios de integración de la experiencia migratoria es hoy, uno de los más grandes retos pastorales para las parroquias y diocesises a ambos lados de la frontera.
Trabajador Católico de Houston, Vol. XVIII, No. 2, marzo-abril 1998.