Algunos miembros de la comunidad del Trabajador Católico de Houston se han unido con otros Trabajadores Católicos de otras partes de los Estados Unidos en oración (incluyendo un Rosario cada día) y un ayuno de líquidos por un acuerdo de paz para la crisis en Iraq. El ayuno empezó el martes, 10 de febrero, 1998, y terminó el martes, 24 de febrero, con el acuerdo entre la ONU e Iraq, evitando por ahora la amenaza de una guerra.
Miembros del Trabajador Católico de Houston se han unido con otros en Houston en protesta contra las sanciones contra Iraq varias veces en el pasado. Ahora unen sus voces a la del Santo Padre y los cardinales de los Estados Unidos en hacer un llamado para la paz.
El siguiente artículo apareció en el periódico del Trabajador Católico de Houston en diciembre 1997:
Arzobispo Iraquí se opone a las sanciones
Recientes delegaciones a Irak han presenciado la devastación. Siete años de las más consumadas sanciones en la historia de las Naciones Unidas han reducido a Irak y a su pueblo al más absoluto desamparo. Las sanciones (a insistencia de los Estados Unidos) ya han ocasionado la muerte de mas de 1 millón cuatrocientos mil Iraquíes, incluyendo a mas de setecientos cincuenta mil niños iraquíes.
Un informe del Departamento de Asuntos Humanitarios de la Naciones Unidas, señala que los servicios de salud pública se están acercando a un quiebre de falta total de medicinas básicas, drogas para salvar vidas, y provisiones médicas esenciales, en todo el país. Cincuenta por ciento de la población rural no tiene acceso al agua potable. Las facilidades de tratamiento de agua han parado de funcionar en la mayoría de las áreas urbanas. El Arzobispo Gabriel Kassab, de la región del sur de Irak anuncia que “Las epidemias estallan, llevándose a los niños y a los enfermos por miles. Los niños que sobreviven a las enfermedades sucumben a la mal nutrición que impide su desarrollo físico y mental. ¡Nuestra situación es intolerable! Apelamos a la gente de conciencia para que terminen el bloqueo de Irak.”
Debemos recordar las palabras de Dorothy Day, tan comprometida a vivir el Evangelio, el Sermón de la Montaña, que dijo, “Amor no es matar de hambre a poblaciones completas.”