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LOS POBRES TRANSFORMAN A SEMINARISTA JESUITA

Antonio Martinez, un Tejano, nació en Brownsville, y es un abogado. El pasó varios meses en Casa Juan Diego como parte de su noviciado Jesuíta. La provincia jesuíta suriana está restaurando la práctica original ignaciana de mandar a los novicios a vivir pobremente con los pobres. ¡Casa Juan Diego califica como un sitio para esta experiencia!

Y el Rey responderá, “En verdad les digo que cuando lo hicieron con alguno de estos mis hermanos más pequeños, lo hicieron conmigo” (Mateo 25).

Cristo en actual pobreza

En la pared que conduce a la cocina que sirve a los huéspedes de Casa Juan Diego cuelga un viejo cuadro con la imagen de Jesús parado en medio de una linea, eperando pacientemente una limosna. Yo me he preguntado a mí mismo durante la oración y durante el trabajo si acaso los inmigrantes a quien yo sirvo, esos mismos seres humanos que son considerados “extranjeros” por la ley y esos mismos hombres que son medidos bajo las normas del consumismo por su impacto negativo en el mercado de trabajo, son en actualidad la incorporación de mi Cristo, mi Dios. Yo nunca había pensado de esta pregunta hasta que empecé mi trabajo en Casa Juan Diego, y por mi trabajo aquí, la única respuesta es un resonante sí.

John Kavanaugh, en su libro, Still Following Christ in a Consumer Society (Aun siguiendo a Cristo en una sociedad consumidora) publicado por Orbis Books, afirma que es nuestro “rehusar a escuchar el clamor de los pobres y heridos que es el componente final de nuestro sistemático enajenamiento de existencia personal.” El denota además que los pobres son de hecho la incorporación de Jesús. Si los que no piensan de la misma manera que Padre Kavanaugh pudieran trabajar por una semana en Casa Juan Diego…. En los obscuros, aterrorizados rostros, uno puede realmente ver la faz de Jesús: un Jesús que ha sido brutalmente herido por el hombre; un Jesús que ha sido despojado de sus pertenencias y dignidad; un Jesús a quien ni la ley ni las cortes reconocen como una persona legítima en nuestra sociedad; un Jesús que muchas veces debe depender en su fe entera en el Padre para sostenimiento físico y espiritual.

Esta experiencia me ha permitido reconocer lo hermoso de cada huésped como una imagen de Jesús a quien yo sirvo. Como tal, los hombres, a quien la sociedad considera como mercadería a quien explotar o un enemigo que exterminar, no puedan ya ser considerados cosas reemplazables, pero de hecho son una reincorporación humana de lo divino. Excluirlos a ellos y su condición oprimida es excluir al Señor.

En la realización de que yo he encontrado a Jesús aquí en esta sagrada casa, y sabiendo que Jesús es una reflexión de quien debemos ser, no está lejos de sugerir que yo debo enfrentar a quien Jesús quiere que yo sea a través de mi trabajo con los pobres. También enfrento lo que Ella quiere que haga. Kavanaugh señala a Mateo 25 como la modalidad por la cual seremos juzgados el Día del Juicio. Seremos salvados por Dios si nosotros salimos a salvar a otros. Esta receta contra-cultural para la vida eterna con Jesús nos presenta un muy diferente mundo al en que yo vivo y el que trata de definirme. Si yo he de llegar a ser quien yo fui
designado a ser, debo seguir una ley que transcienda las mareas y corrientes de este mundo. Debo seguir el ideal Jesuíta de una opción de preferencia por los pobres. Al seguir esta ley, una completeamente nueva estructura mundial emerge. En el mundo de Dios, que debería ser mi mundo, la fortaleza se encontrará en la debilidad, el poder se encuentra en igualdad, y valentía se encuentra en humildad. Solamente por la experiencia de ser realmente pobre en este experimento he llegado a admirar a los pobres cuyas creencias radicales ponen a Dios por encima de la avaricia, la familia por encima de finanzas, y la moralidad por encima de dinero.

Así, en encontrar al Dios viviente en los pobres, sus voces y corazones de los inmigrantes que sirvo, al ponerme con aquellos que son realmente pobres, yo llego a percibir mi propia insuficiencia ante la directa prescencia de Jesús. Esta presencia se desarrolla a una unión entre la humanidad y lo divino que es propiamente considerada el sacramento de los pobres.

Cristo en pobreza voluntaria

La importancia de est sacramento de los pobres, como un medio para ver y ser Jesús en el mundo de hoy es precisamente la razón porque aquellos que forman parte del movimiento del Trabajador Católico voluntariamente prometen una vida de pobreza (los otros votos siendo pacifismo y hospitalidad). Aquellos que participan en este movimiento laico bajo la dirección original de Dorothy Day y Peter Maurin, viven como lo describe Kavanaugh, una “contra-cultural comunidad cristiana” que sirve a los pobres como pobres. Al hacer esto, no solamente sirven a los pobres, donde Cristo se puede encontrar, sino también ellos son los pobres, con quien Cristo luego identifica. Así que pobreza voluntaria proporciona una oportunidad de servir a Jesús y al mismo tiempo ser Jesús.

Como una señal eficiente de gracia por la cual la vida divina nos está otorgada, este sacramento de ser pobres, y al mismo tiempo servir a los pobres, es una parte íntegra de la fe del Trabajador Católico. Cada lunes y jueves en la casa para hombres hay una reunión de hombres que están viviendo en la casa. La más emocionante frase de la junta es el anuncio del precio para quedarse en Casa Juan Diego–sí, existe un pago que se debe. Si alguno de esos hombres llegan a ver a otra persona que necesite ayuda, y ellos pueden ayudar a esa persona, es entonces tiempo de pagar por lo que han recibido al ayudar a esa otra persona. El medio de comercio ya no es dinero, sino amor y servicio. Esta generosidad ha proporcionado lo que Kavanaugh llama “valores transcendentes de cultura.” Estos otros valores católicos, no pertenecen a ninguna cultura específica sino que de hecho están más grande de las limitaciones y reducciones de cualquier cultura. Como tal, amor y servicio a través del movimiento del Trabajador Católico continúan como efectivos y decisivos elementos de estos tiempos en la sociedad de hoy. Cada persona se percibe como creado en la imagen de un “Dios comunitario,” lo cual es ver “la Forma Personal de existencia humana realizada en Jesucristo.”

Según Kavanaugh, la pobreza voluntaria, que facilita y en realidad proporciona otra dimensión al sacramento de los pobres, también sirve como un importante paso hacia la meta fundamental de pobreza espiritual. Solamente a través de esta clase de pobreza puedo yo vivir de nuevo mi retiro como libertad. En ver y orar por la hermosura de vivir como un hombre pobre y sirviendo a hombres pobres, muchas de las restricciones y definiciones de la sociedad de hoy, incluyendo el consumismo, son indiscutibles. Como se mencionó antes, el nuevo medio de cambio y definición propia se hacen amor y servicio, lo que reemplaza el antiguo medio del dinero. Cuando usted no tiene nada, no hay nada que perder cuando uno decide abandonar las constricciones sociales impuestas por la cultura moderna y se adhiere a Dios. La prueba de que Dios nunca abandonará a aquellos que dependen en El es el hecho de que yo vivo en una casa llena de inmigrantes ilegales y que opera solamente con donaciones y pobreza voluntaria. Prueba adicional de la gracia de Dios son los sorprendentes e inspirantes personas que El llama a servir a los inmigrantes. La santidad revolucionaria y la pobreza voluntaria que estos Trabajadores Católicos ejercen me ha demostrado en mi mente como en mi corazón que la pobreza puede ser un ejercicio en libertad en vez de la propuesta limitación por la cual esta cultura la percibe.

Cristo en pobreza espiritual

Las oraciones más conmovedoras y emocionales durante este experimento han sido las veces cuando en silencio yo entro en la capilla y rezo de rodillas para que Dios me use según su voluntad. No hace ninguna diferencia de que manera lo haga, si me permita estar con El mientras hago lo que se necesita hacer. Es durante estos tiempos que me doy cuenta de mis limitaciones y faltas–al igual de que con la relación que ahora tengo con Dios y con Cristo, nunca me he sentido más completo. Porque he visto la pobreza actual, proque he vivido con aquellos que viven en pobreza voluntaria, y porque de todo corazón he acogido aquellos dos aspectos en mi vida en Casa Juan Diego (y más allá). Puedo dar testimonio con Kavanaugh al hecho de que este sacramento con y de los pobres es “una elevación, una exaltación y celebración de los más íntimos aspectos humanos” de mi vida. Es una aceptación de mi propia fragilidad y la comprensión de que yo dependo totalmente de Dios, para todo, especialmente mi propio significado y propósito. Es ultimamente la aceptación de mi verdadera humanidad al ser identificada a través de mi pobreza, la cual me conecta al poder salvador de Jesús.

La aceptación de mi “pobreza ontológica” en lugar de la seguridad o poder, es más pronto realizada cuando yo rezo y pienso en como me siento acerca de mí mismo y mi Dios ahora. Yo no podría estar más feliz, y más en paz que al ser un novicio jesuíta activo. Mi experiencia en estar con los realmente pobres, en trabajar con aquellos que viven en pobreza voluntaria, me ha traído a un nivel de pobreza espiritual hasta ahora no vivida. Un nivel que Kavanaugh captura tan bien cuando el dice, “Es solamente cuando yo me presento sin pretensión, en mi desnuda humanidad, en mi total incapacidad de merecer amor y valor, que yo puedo escuchar al amante donando el grato regalo de amor.”

La experiencia de pobreza como se describe en las dos secciones anteriores ha llevado a la inevitable realización que el reconocimiento de mi humanidad es dependencia total en Dios, aun hasta el punto de darme la gracia de reconocerlo en primer lugar. Además, este
reconocimiento y experiencia vivida solo ha confirmado el hecho de que yo continúo creciendo en el deseo de tener una íntima y singular relación con Cristo a través de la Sociedad de Jesús. Yo reuno mi pobreza espiritual a la perfección espiritual del Señor como una señal visible de relación a través del sacramento de los pobres.

Finalmente, es esta relación, esta libertad de ser los seres imperfectos que somos, unidos con la comprensión de que nuestra entereza verdadera está con Cristo, que es lo que Kavanaugh señala a través del libro entero, Aun Siguiendo a Cristo en una Sociedad Consumidora. El hecho de que nosotros somos personas limitadas se ve más claramente por nuestra pobreza actual y voluntaria. Aun así, irnoicamente, es con y a través de esta pobreza que vemos a Cristo, nos unimos con Cristo, y en actualidad, nos convertimos en semejanza de Cristo. Esta absurda idea radical de que somos personas en lugar de cosas y que la pobreza y no nuestras riquezas son lo que realmente nos hace humanos y divinos es lo que de ser persona se trata. Solamente en la “pobreza de nuestro ser,” de actual a voluntaria a espitirual, podremos sentir la libertad de amar a un Dios que nos ama tanto.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XVII, No. 5, septiembre-octubre 1997.