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SUPERVIVENCIA NO ES FACIL PARA UNA INMIGRANTE

Yo, Carmen, de Honduras, Centroamérica, les cuento mi triste historia.

Cuando yo decidí venirme para este país, no pensé que iba a sufrir tanto. Cuando llegamos a Tecún Umán, que queda frontera con Guatemala y México, como no teníamos a donde llegar, nos fuimos a un parque. Cuando estabamos en el parque, llegó un hombre y nos dijo que el nos podía ayudar. Nos fuimos con él. Cuando estábamos en su casa nos pusieron a trabajar en su casa a cocina y porque ellos vendían comida. Ellos decían eso que nos van a ayudar a pasar a los Estados Unidos. Pero eso era mentira. Lo que ellos querían era trabajar horas gratis y con esa mentira aprovechaban de la gente. Nos levantaban a las cuatro de la mañana y nos acostábamos a las 12 de la noche. Como saben eran muchas horas de trabajo.

Yo y mi amiga estábamos embarazadas y quedamos muy cansadas. Cuando les preguntábamos cuando íbamos a salir para el otro lado, nos decían que mañana y así nos llevaron. Ya teníamos dos meses y nunca nos trajeron. Entonces cuando miramos que ellos nunca nos iban a traer, decidimos irnos por nuestra cuenta.

Fuimos a pedir a unos traileros. Sí, ellos nos dijeron que sí nos traían. Nos llevaron hasta Tapachula. Ya decidieron estacionar los camiones porque iban a comer. Sí, nos llevaron a comer. Puestos en el restaurante se pusieron bien borrachos. Ya cuando era la hora de ir,
nos dijeron que nos íban a llevar a un hotel. Cuando ellos estában pidiendo el taxi para irnos, nosotras escápabamos. Como a los cinco minutos estaban buscándonos con pistolas. Nosotras estábamos escondidas en un árbol que tenía mucho monte alrededor.

Bueno. Cuando miramos que ya no nos buscaban, nos fuimos y pasamos frente a una casa. Una señora estaba barriendo afuera y nosotras bien asustadas le pedimos posada. Le dijimos que los hombres nos andaban buscando con pistola. Ella dijo que no los podía dar posada porque no nos conocía, y ella no quería problemas. Entonces, seguimos hacia
delante cuando acordamos estábamos en un estacionamiento de buses que salían para Veracruz. Entonces ya le contamos al chofer que nos pasáramos. El nos dijo que nos iba a llevar hasta Veracruz. Y sí nos llevó. Cuando ya estábamos en Veracruz el chofer nos dijo, “Yo aquí las dejo.”

Nos quedamos allí. A todo esto nosotras no habíamos comido. Andábamos con mucha hambre. Allí donde nos dejó el chofer era estacionamiento de buses, pero esos buses salían para la capital de México. Miramos que llegó un bus. Esperamos un rato. Al rato fuimos con el chofer y ya le contamos nuestra historia. Entonces el nos dijo que nos iba a llevar hasta la capital de México. Sí, llegamos a la capital. A todo esto, no habíamos comido ni bañado.

El otro chofer también nos dejó en la terminal del Metro. El nos regaló unos boletos para que nos subiéramos al Metro. Cuando subimos al Metro la gente se tapaban las narices porque nosotras olíamos muy mal. Bueno, llegamos a una parada, oíamos que decía la gente pero nosotras no conseguimos. Nos bajamos Y caminábamos mucho porque no hallábamos para donde agarrar. Dios es muy grande, porque nosotras no sabíamos para donde íbamos. Fuimos como un ciego que lo agarran de la mano y allí lo llevan. Así fue con nosotras como que alguien nos agarró de la mano y allí nos llevaban derechitas. Fuimos a dar a un estacionamiento de buses y miramos un señor. Primero le preguntamos que para donde iba y él nos dijo que para la frontera de Reynosa.

Entonces le dijimos que si nos podía dar un aventón. El nos preguntó que para dónde íbamos y ya le contamos. Entonces el preguntó que si ya habíamos comido. Le dijimos que no. Entonces el nos llevó a comer. Y después nos fue a comprar ropa. Y nos pagó un baño para que nos pudieramos bañar. Y ya después ya salíamos para Reynosa.

Cuando llegamos a Reynosa el señor fue y nos compró comida. Y nos regaló dinero, como cincuenta pesos. Y se despidió de nosotras. Lo importante que el señor nos ayudó de corazón. Porque en ningun momento nos dijo que fuéramos al hotel con él. Que si hay personas malas; hay buenas también.

Cuando estábamos allá donde nos dejó el señor, llegó un muchacho y nos preguntó que si íbamos para el otro lado. Le dijimos que si. Entonces el nos dijo que él nos podía pasar. Cuando él nos dijo eso, nosotras le dijimos que no teníamos dinero. Y él nos preguntó que si teníamos familia en los Estados Unidos. Nosotros le dijimos que no. Entonces, el nos dijo que él nos podía traer, y que, al llegar nosotras allá, él nos iba a conseguir trabajo. Nosotras muy contentas le dijimos que sí. Sí, él nos trajo a Houston, pero lo que nosotras no sabíamos que el trabajo que el nos consiguió era de trabajar en una cantina. Cuando el
nos llevó a según nosotras al trabajo, nosotras nunca imagínabamos que era una cantina. Cuando él estaba con el dueño que nos podíamos uedar a trabajar, que era trabajo de irnos a sentar a una mesa con tres hombres y ponernos a tomar cerveza con ellos, y a poner música y bailar con los hombres. Nosotras no quisimos y nos pusimos a llorar. Entonces le dice el dueño de la cantina, “Llévatelas. Estas me van a correr los clientes.” Sí, vino el hombre bien enojado y nos llevó de vuelta a su casa.

Cuando ya estábamos en su casa, estaba el hombre bien enojado. Y nos dijo como no quieren trabajar en la cantina, hoy se van a acostar con nosotros. Quería que mi amiga se acostaba con el amigo y yo con él. Y no quisimos. Entonces, nos dijo que había un poste en medio de la casa y nos dijo, “Miren ese palo–allí se van a quedar paradas toda la noche. Y mañana me las llevo para México y vamos a hacer con ustedes lo que nosotros queremos. Y después las vamos a tirar en el camino.” Nosotras nos quedamos toda la noche paradas sin dormir.

En la casa habían dos otros muchachos y ellos escucharon lo que él nos decía. En la mañana nosotros nos pusimos a cocinar para que desayunaran. En ese momento nos ayudaron a escapar por una ventana.  Corrimos pero como estábamos embarazadas, no podíamos correr mucho. Vimos un monte y allí nos escondimos. Como a los dos minutos pasaron buscándonos. Pero gracias a Dios, no nos encontraron.

Bueno, los muchachos nos llevaron a una casa donde había una pareja de ancianos. Ellos nos tuvieron en su casa tres días. Después nos dijeron que no nos podían tener más en su casa. Entonces, fue cuando decidimos irnos para Honduras por que íbamos a sufrir aquí. No conocíamos a nadie y decidimos irnos para atrás, mejor. Cuando ya habíamos decido y fuimos caminando, miramos un camión grande. Y le fuimos a preguntar para donde iba, pero el hombre no hablaba español. Entonces miramos una señora y le dijimos que si nos podía interpretar. Le preguntamos para dónde iba el trailer, es que queríamos que nos diera un aventón. Ya empezó la señora a preguntarnos y le contamos de nuestra situación. Entonces nos dijo que ella nos iba a ayudar y nos llevó para su casa. A la semana de estar con ella nos consiguió trabajo.

Parte II–Mi calvario

Bueno, después de contarles una parte de mi vida, le voy a contar la segunda. Cuando ya tenía un año de estar aquí sola, me casé. Pero lo que yo no sabía era que de ese momento empezaba mi calvario. Al año de estar con esa persona, él me empezó a golpear. La primera vez que me golpeó, nada más me dejó con los ojos todos morados. La segunda me mandó al hospital.

Me golpeó con la cacha de una pistola. Me cortó un dedo y mi brazo me lo cortó muy feo, que se me iban los nervios. El doctor me dijo que si me hubiera quedado otro poquito en la casa, hubiera perdido mi brazo. Pero Dios es muy grande. Por eso no perdí mi brazo. Nada más les estoy contanto cuando me mandaba al hospital. Era contado el día que él no me golpeara, que no llegara tratando me mal.

Una tarde me recuerdo que llegó y me dijo que le sirviera comida. Si se la hice. El preguntó porque la comida no tenía sal. Y yo le dije que sí tenía sal. Nada mas porque le dije eso me jaló del pelo. Y barrió la casa conmigo. Esa vez me recuerdo que yo en ese momento escapé y me fui a la carrera. Al rato que regresé ya estaba calmado y pidiéndome disculpas como todas las veces que me golpeaba.

Después cuando me mandó al hospital fue porque me reventó el vaso sanguinio. Me dijeron los doctores a mí que tengo una operación de boca del estómago hasta el umbligo. Esa vez me golpeó porque me dijo que iba a ir a arreglar un camión que tenía y me dijo, “Llévate la herramienta para arreglar la troca.” Yo tenía mis dos niños chiquitos que tenía que arreglar las teteras y en eso se me olvidó la herramienta. Se me dio una golpiza que anduve cerquita de la muerte. Los doctores me preguntaron que si yo quería ver al padre para confesarme y les dije que sí. Pero tenía mucho miedo de morirme porque tenía a mis hijos pequeños y no tengo familia aquí. Estoy sola, sola con mis hijos.

Bueno, paso a la última parte que yo creo que fue la peor y la última.

Un día me golpeó nada mas por que la niña me tiró la medicina. Ya yo estaba cansada de que todo el tiempo me iba golpeando y decidí irme con mis hijos. Fui con mi amiga. Sí ella me recibió. Como a los tres días conseguí trabajo. Cuando un día como siempre me fui a trabajar, creyendo yo que él no sabía a donde yo estaba, ese día salí yo (eran como las 11 de la noche). Saliendo, voy para afuera que iba a tomar el bus, cuando abro la puerta. El que está a un ladito de la puerta esperándome y que me agarra de brazo y que saca la pistola. Y que me dice que subiera a la camioneta. Bien asustada, me subí. Me dijo que me iba a matar y agarró el freeway y yo le decía que no lo hiciera. Me dijo, “Bueno, no te voy a matar, pero te voy a sacar un ojo y te voy a cortar una oreja.”

En eso le iba diciendo yo que yo lo quería mucho y que no me hiciera nada por los niños. Entonces me dijo, está bien. Luego me dijo que fuéramos por los niños, a traerlos, entonces yo le dije que sí, y que ya nos fuéramos a vivir con él esa misma noche. Pero le dije yo que los niños tenían que a ir a la escuela que mejor los niños los veníamos a traer otro día. “No,” gritó, “Yo tengo que trabajar mañana y que vengas tu sola no quiero, porque ya no tengo confianza, estupida,” me dijo. Y fue cuando me pegó en la cara.

Y después me puso la pistola en la pierna y me balaceó la pierna, destruyendo la rodilla. Fue cuando que me dijo que me iba a matar y me sacó afuera de Houston y me llevaba a donde me iba a matar. Me hizo que me saliera de la camioneta con mi pierna que solo me colgaba. Tuve que agarrame mi pie con una mano y con la otra poniéndola sobre la arena para poderme salir, porque sí no la hacía me mataba. Y como pude me salí. Y fue cuando me pateó y me dijo que me iba a matar. Yo le lloraba, no me matara por que los niños lo querían mucho. Fue cuando dijo que estaba bien. Fue cuando el me subió a la camioneta y me trajo otra vez para Houston. Llegando aquí me dejó tirada en una gasolinera. Ya eran como las 1 o 2 de la mañana. Allí me quedé solita. Le quise hablar a la ambulancia, pero ya no pude porque me desmayé. Al rato volví en sí y miré que pasaba un camión rojo y le hice seña a un señor y el me preguntó que me pasaba. Ya le dije, entonces el llamó la ambulancia.

Llegué al hospital. Allí duré dos semanas. Cuando salí del hospital, ya mis hijos se los habían llevado a la Protección de Niños del gobierno. Como a los dos días llegó la policia a mi departamento y ya les dije todo. Como al mes de haberme baleaceada lo agarró la policia.  Ahora está en la carcel. Le dieron sesenta años de carcel. Y mis hijos ahora están conmigo en Casa Juan Diego, felices y contentos. Porque ya no nos va a molestar.

Gracias a la Señora Luisa y al Señor Don Marcos que ellos me ayudaron mucho para que me dieron mis hijos.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XVII, No. 3, may-junio 1997.