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NO FONDOS FEDERALES –¿AHORA QUÉ?

Ayer un miembro del personal de la Conferencia Católica de los Estados Unidos estaba casi llorando al lamentar la tremenda pérdida de fondos de asistencia social del gobierno a las agencias católicas y a los pobres por la nueva ley anti-inmigrantes que elimina la asistencia social a los inmigrantes legales que aún no son ciudadanos norteamericanos.

“¿Qué vamos a hacer?” se lamentaba. “¿Dónde vamos a encontrar apoyo?”

Los Obispos de los Estados Unidos insistieron en que el gobierno debería ayudar a los más vulnerables pero éstos han dicho, absolutamente no, y el Presidente Clinton firmó ésto como ley, siguiendo la acción del gobernador de California.

Preguntas semejantes surgen aún cuando los fondos federales abundan. A pesar de que un número de agencias que sirven a los destituidos en Houston han recibido juntas 52 millones de dólares de donaciones gubernamentales en los últimos tres años, no hay ningún lugar a donde enviar a las mujeres y sus hijos que no tienen donde ir. El teléfono de Casa Juan Diego suena y suena con solicitudes de vivienda. Muchas de las llamadas son de ciudadanos de los Estados Unidos que están en la calle o al borde de estarlo o con la perspectiva de vivir en sus autos junto con sus hijos.

¿Que vamos a hacer?

Enfrentados con el desafio de éstas preguntas, recordamos la visita que nos hizo, no hace mucho tiempo, el prominente locutor Ron Stone a Casa Juan Diego. “¿Qué pasa con ustedes los católicos?” nos preguntó. “Ustedes tienen Casa Juan Diego, la Hermana Kathy Foster la Casa de Esperanza y hay otros, que proporcionan enormes servicios a los pobres, sin fondos públicos. ¿Cómo lo hacen?”

A la persona del personal del USCC (Conferencia Católica) que estaba tan deprimida le explicamos lo que hicimos cuando, en 1980, nos enfrentamos con la enorme ola de refugiados que venían de las guerras en El Salvador, Guatemala, Nicaragua e inmigrantes de otros países que llegaron a Houston. Estaban sin vivienda y desesperados. Consejales de la Ciudad, párrocos, trabajadores sociales y feligreses de Santa Teresa (donde éramos ministros de servicios sociales después de regresar de El Salvador), nos rogaron que hiciéramos algo para ayudar a estos inmigrantes y refugiados.

No poseíamos fondos pero teníamos la experiencia.

Nos habíamos enamorado mientras trabajábamos con los pobres -así empezó nuestro amor y floreció en medio del servicio a los otros. Así es que no había excusas para no responder al llamado (o asi lo pensábamos) Al principio respondimos como lo hacen todas las parejas de casados.

Culpábamos, nuestra falta de coraje de tomar al toro por los cuernos para servir a los refugiados, en nuestros hijos. ¡Los niños! ¡Los niños! ¿Cómo se puede hacer eso a los niños? Como si servir a los pobres fuese dañoso para los hijos!

Sin embargo, nosotros arriesgamos “hacerles daño a nuestros hijos” y empezamos.

Afortunadamente Luisa pudo obtener un trabajo en la Biblioteca Pública de Houston, como bibliotecaria bilingue de niños, para mantener a nuestra familia. Marcos podía trabajar sin sueldo para empezar una casa del Trabajador Católico de hospitalidad para los refugiados y, ademas, contaríamos con dinero para ayudar. (Más tarde, cuando nuestros niños ya eran más grandes, le fué posible a Luisa dejar su trabajo para unirse a Marcos de manera permanente en el Trabajador Católico).

La primera casa de la Casa Juan Diego, para acoger a los inmigrantes y refugiados, fué el edificio más feo de Houston. El párroco local que bendijo la nueva casa del Trabajador Católico nos dijo que necesitaríamos al menos $50,000 para empezar. Nosotros nos
reímos. No teníamos ni un centavo.

Este edificio, que lo alquilábamos, se quemó en l982 luego de la liturgia. El sacerdote dijo “Vayan y vivan la fé,” miramos hacia arriba y llamas y humo salían del techo ¡y no lenguas de fuego!.

Como hemos señalado, de este humilde comienzo en la Avenida Washington, hemos podido desarrollar una mayor alternativa de inmigración y hospitalidad. Más de 30,000 inmigrantes y refugiados han pasado por las puertas de la Casa Juan Diego y, ni un dólar se ha tomado de los fondos públicos.

Lo mismo en cuanto a medicinas, servicios médicos y dentales para miles de personas, ésto trabajando con médicos y dentistas voluntarios.

Asimismo con millones de comidas para aquéllos que viven al márgen de sobrevivir, además de muchos otros servicios.

La señora que nos escuchaba estaba admirada que dos personas laicas ordinarias pudieran desarrollar sistemas alternativos o estructuras sin mayores fondos de millones de dólares.

Por supuesto teníamos nuestro usual secreto, no le pagábamos a nadie. Nosotros adoptamos la pobreza voluntaria de Dorothy Day.

Los católicos están bendecidos con la opción preferencial por los pobres. Esta es su fuerza. Están llamados a estar al márgen cortante de servicio y riesgo por los pobres, sin jamás contar el costo.

Personalismo v. profesionalismo

Al estar fortalecidos por la opción preferencial por los pobres, los cristianos están mejor preparados para no caer en la trampa de pensar que de alguna manera u otra uno necesita una agencia especial o gente bien entrenada en servicios sociales, con grado de maestría para saber cómo trabajar con los pobres. Ellos deben poder ver a través del problema de muy limitados servicios después de gastos de millones de dólares, de los cuales sólo una pequeña fracción llega a los necesitados debido a la burocracia y salarios para los trabajadores sociales.

Tener trabajadores sociales bien educados y profesionales en el servicio social puede ser una ventaja en el servicio de los vulnerables y para no caer en trampas en el servicio a los pobres, pero ésto no es realmente necesario para nuestra salvación.

Es profesional servir a los pobres en la mejor manera posible y con respeto a su dignidad como seres humanos. Responder diréctamente a sus necesidades sin mucho alarde, preguntas, entrevistas y palabras, no solamente ahorra tiempo, pero también elimina el peligro de desarrollar un complejo de mesías de parte del trabajador.

Pasar mucho tiempo escuchando largas historias de porqué la gente está pobre es peligroso. Los pobres que son buenos para contar historias obtienen todo. Los pobres que no son buenos para contarlas frecuentemente sufren.

Es verdad que proporcionar hospitalidad es desafiante, si no cruel. No se pueden imaginar los problemas que pueden surgir cuando se están juntos veinticuatro horas diarias. Algunos dicen que uno tiene que ser masoquista para proporcionar una buena hospitalidad humana.

Dorothy Day y Peter Maurin resistían al trabajo social de su época al verlo como un sistema para imponer los valores del trabajador social al pobre. En lugar de profesionalismo ellos abrazan personalismo.

Una confesión

Debemos confesar qué, hace algunos años, (antes del Trabajador Católico de Houston) caímos en la tentación de obtener títulos universitarios para servir a los pobres ¿-o era para obtener mejores trabajos con salarios más elevados? ¿ó fué por el bienestar de nuestros hijos? ¡Claro que si!.

Nos beneficiamos de nuestra experiencia universitaria. (Luisa, Universidad de California en Berkeley; Marcos, Universidad de Chicago). Aprendimos mucho del mundo secular y secularismo asistiendo a dos de las mejores universidades seculares del pais. ¡Ya estuvimos alli é hicimos eso!. El enfoque principal que tenían los estudiantes era de cuánto dinero y cual posición podrían obtener al terminar la universidad. No había ninguna vocación de servicio sinó sólo de profesionalismo.

Nuestra Frustración

Con nuestros diplomas bajo el brazo nos dirigimos al mercado del trabajo. Fuimos suficientemente afortunados y encontramos buenos programas.

¡Ibamos a cambiar al mundo! (o así lo creímos).

Nuestras expectaciones eran, probablemente, demasiado grandes al pensar que todas las personas que poseían una gran educación, con títulos superiores en trabajo social, psicología, y psiquiatría podrían proporcionarnos un ambiente de gran cultura y estimulación intelectual.

Pronto llegó el desencanto ya que lo que encontramos no era un oasis intelectual sinó un desierto.

Como los judíos en Babilonia anhelábamos nuestro ambiente religioso. Un lugar en donde las preguntas más profundas que estaban en nuestras mentes podían ser contestadas, en donde las discusiones y acciones podian estar dirigidas por miembros de la Iglesia que poseían un profundo conocimiento intelectual y cultural no sólo en lo referente al espíritu sino también en lo que se refiere al conocimiento práctico de como hacer las cosas sin contar con el costo.

Estas experiencias ayudaron a nuestro complejo de inferioridad católico que teníamos algunos de nosotros. Pensábamos que de alguna manera la educación seglar era mejor y que la verdad se encontraba en estas prominentes universidades y que el entrenamiento del diplomado era absolutamente necesario para servir a los pobres.

Sin embargo, lamentablemente, habíamos sido tocados por nuestra educación secular y por el espíritu mundano de la época. Eso y la liberalidad de los sesenta nos había afectado.

Nos encontramos denigrando a la Iglesia institucional y asistiendo a la Misa en las salas de amigos, salas elegantes con un pedazo de pan de trigo, naturalmente, como lo esencial. Afortunadamente la cultura liberal de los sesenta no pudo borrar las raices profundas de nuestra fé que nos estaba llevando hacia nuestro compromiso con la gente de habla española.

Con trabajos bien pagados y habiendo vendido todo, podíamos facilmente tomar el riesgo de ir a América Latina para aprender la cultura, el idioma y el espíritu de la gente. Un sacerdote en El Salvador nos invitó a trabajar en los barrios pobres donde él estaba viviendo. Pusimos a nuestros dos hijos de 6 y 8 años, unas cuántas pertenencias,
dos violines chicos y 200 libros para niños en nuestro viejo auto Chevy y nos dirigimos hacia El Salvador. Acabábamos de terminar nuestros cursos de español de principiantes, intermedio y avanzado, estudiados todos al mismo tiempo durante un semestre.

En El Salvador no encontramos liturgias en los hogares, ni sofás confortables, solamente capillas mal hechas junto a la vía del tren donde el sacerdote lavaba los pies de las mujeres pobres y donde la policia militar nos esperaba afuera para molestarnos por estar con los
pobres.

La experiencia en América Central profundizó nuestra fé y nos preparó para un compromiso más grande. Estábamos listos para poner en práctica la opción preferencial por los pobres y San Mateo 25 y las historias del joven rico Dives y Lázaro nos perseguían.

Sin embargo, implementar la opción preferencial por los pobres no es fácil. Descubrimos que era un proceso muy difícil a menos que tomáramos en serio el llamado de seguir al Nazareno.

Dorothy Day nos recuerda, “El reto más grande del día es: Cómo hacer que nazca una revolución del corazón, una revolución que tiene que empezar con cada uno de nosotros. Cuando empecemos a tomar el lugar más bajo, a lavar los pies de los otros, a amar a nuestros hermanos con amor ardiente y la pasión que lleva a la Cruz, entonces podemos
verdaderamente decir, “Ahora, yo he empezado.” (de Pan y Peces)

¿El momento católico?

Sería un error sugerir que la opción por los pobres, es un nuevo desarrollo del movimiento del Trabajador Católico, o de órdenes religiosas contemporáneas en el lavado de los pies, recibir y cuidar a los pobres como a nuestro Señor. Era una realidad en la vida y enseñanzas de la Iglesia primitiva, en el increíble ejemplo de San Francisco y otros de la Edad Media, luego con San Vicente de Paul y Frederic Ozanam, Frances Cabrini y las órdenes religiosas que han trabajado entre los pobres a través de los siglos.

Pero hoy hay una nueva definición de la opción preferencial por los pobres corroborado en el histórico Catecismo de la Iglesia Católica. El Catecismo también nos recuerda que “la Eucaristía nos compromete a los pobres” (No. 1397). Tal vez éste es realmente el momento católico como otros momentos católicos que han surgido en la historia. Es un momento de oportunidades, rica en posibilidades para implementar el Evangelio.

Este es un momento de la historia que nos podría llevar a la desesperación. Unos cuantos ejecutivos de corporaciones e inversionistas (muchos de entre ellos católicos), están amasando enormes fortunas mientras que los trabajadores del mundo, muchos de los cuales son niños, trabajan largas horas a sueldos de esclavos. Es un momento en el cual los mejores valores y tradiciones y las vidas mismas de las personas del Tercer Mundo están siendo destruídas por la incitación a la economía mundial, que beneficia a unos pocos. Es una época de guerras y rumores de guerras y de ventas de armamentos por lucro para estimularlas. Es una época de crisis en ciudades como Houston donde las familias están viviendo en las calles, en sus autos y sin ninguna ayuda.

Esta es una época en que el énfasis está de nuevo en la raza superior -cuando cualquiera que esté incapacitado, imperfecto, deprimido, viejo o enfermo puede ser matado con la bendición de la sociedad ya sea antes o después del nacimiento. Hoy los inmigrantes que contribuyen tanto y no reciben nada de los impuestos que pagan, son denigrados, pero gracias a Dios, no por la Iglesia.

Pero el catolicismo nos ofrece la esperanza cristiana -aún en nuestros tiempos, una esperanza basada, no en un superficial natural optimismo, sinó en un profundo supernatural optimismo, la virtud teológica de la esperanza en Dios.

¿A quién debemos acudir, Señor?

En vista de las presentes realidades políticas y enconómicas ¿cómo puede la gente responder con esperanza? El desafío es de ir más allá de la mediocridad, más allá de vivir como todos los demás en nuestra sociedad, de seguir al llamado de Jesús en los Evangelios y así a una respuesta cristiana para aquéllos que más lo necesitan.

Georges Bernanos, el autor de El Diario de un Sacerdote de Provincia, nos dice de los peligros de aquéllos que se consideran cristianos y no trabajan en la revolución del corazón. “El mundo espera tanto de los Cristianos y recibe tan poco. Los Cristianos deberían ser la sal, no el jarabe de la tierra. Ellos no permiten que la santidad de los santos
brille sobre el mundo.” (Hans Urs von Balthasar, Bernanos: an Ecclesial Existence, Ignatius Press, 1996).

Bernanos nos advierte que en nuestro mundano mundo burgués: “La peor clase de imprudencia es subestimar lo mediocre. La mediocridad es un gas sin color ni aroma que, nosotros pacificamente, permitimos que se acumule y de repente explota con una increíble violencia.”

¿Quién es llamado a la revolución del corazón más allá de la mediocridad? ¿Quién es llamado a una nueva manera de vida -aún hasta el heroismo? ¿Quién puede responder como lo haría Jesús a la crisis de nuestra época? El Vaticano II proclamó el llamado universal a la santidad. Dorothy Day había afirmado éste llamado a través de su vida
en el movimiento del Trabajador Católico, ella lo había aprendido de los santos.

La hermosa encíclica Veritatis Splendor, (El Esplendor de la Verdad), explica el Evangelio, más aún su llamado con la historia del joven rico y su encuentro con Jesús como la base del documento entero. No leímos antes esta encíclica debido a que un prominente teólogo Jesuita la denigró fieramente en la revista América. (El estaba equivocado). Es sorprendente que un papa que es considerado muy conservador pudiera escribir un documento tan radical, especialmente el Capitulo I.

El mundo teológico descrito en esta encíclica está lleno de ironías. No se ve a los teológos cristianos como diciendo a la gente que renuncien a todo y sigan a Jesús, o como oponiéndose al consumismo y materialismo ni como grandes oponentes del mercado global que aplasta a millones de personas en su camino hacia el lucro.

Algunos parecen ser teólogos burgueses, buscando siempre nuevos caminos y nuevas teorías para evitar culpabilidad y responsabilidad a la burguesía en lugar de poner énfasis en la responsabilidad de los católicos. Ellos continúan con la tradición teológica minimalista del pre-Vaticano II que se especializaba en teología moral con el gran desafío, “¿Cuán lejos puedo ir antes de que esto sea un pecado mortal?”

El mundo tiene muchos teólogos imitando a Pilato, quién le pregunta a Jesús, “¿Qué es la verdad? cuando ellos bien saben lo que es la verdad -renunciar a todo y seguir a Jesús en lugar de tratar de aumentar el número de ángeles que puedan bailar sobre la cabeza de un alfiler.

Si seguiríamos la guia de estos teólogos, ningún católico sería requerido de servir a los pobres -una teología de excusas siempre se puede encontrar. Nosotros sabemos todo acerca de la teología de las excusas. En un tiempo fuimos especialistas en ello.

La encíclica enfatiza que “El camino…consiste en seguir a Jesús luego de haber renunciado a sus propios bienes y a si mismo.” El Papa Juan Pablo II enfatiza aquí que no solamente es el caso de disponer de uno mismo para escuchar una enseñanza y, obedientemente, aceptar un mandamiento (aunque sí incluye los mandamientos), pero, “más radicalmente ésto envuelve a asirse firmemente a la misma persona de Jesús, tomando parte en Su vida y Su destino, compartiendo en Su libre y amante obediencia a la voluntad del Padre.”

¿Qué es, específicamente, el camino de Jesús en el mundo? Cómo respondería Jesús a la situación actual de los pobres?

La encíclica expone la respuesta: “Jesús nos pide que lo sigamos por la vereda del amor, un amor que se entrega en si mismo completamente al hermano por amor a Dios.!” Lo que se requiere es la imitación de Jesús, de lo cual “el lavado de los pies es una señal.”

Uno de los sacerdotes de la Comunidad de San Juan de Laredo estuvo recientemente en Houston. El nos recordó que tenemos que ser imágenes (icones) del amor de Jesús. Como él nos dijo, hay muchas maneras de vivir ésto. No podemos ser todos como la Madre Teresa o Dorothy Day- ¡y eso es bueno! Esto releva el aburrimiento en el mundo de las imágenes.

No es una questión de quién va a ser una imágen (santo) -todos debemos serlo- pero la pregunta es cómo. Habrá tantos “cómos” como hay gente. Su “cómo” no será mi “cómo,” pero cada ser humano debe decidir cómo vivir según el Evangelio. Y el lugar para empezar es la contemplación, no argumentos.

Ante los pobres

La ventaja de vivir el Evangelio, renunciando a todo para seguir a Jesús, es la habilidad que uno recibe de preocuparse por los pobres y las personas humanas en lugar de enfocarse en sus propias necesidades. La paradoja del Evangelio es que uno crece al dar en lugar de recibir.

Desafortunadamente, algunos movimientos por los derechos humanos se han convertido en un circo de narcisismo donde lo que tenemos son víctimas de la clase media en lugar de trabajadores para los derechos humanos.

Los católicos no pueden evadir la preocupación por los pobres y su pobreza. La condición de pobreza se convierte, como dice Bernanos, en una cosa digna y honorable por referencia a Cristo, quién siendo rico se hizo pobre por nosotros (2 Cor.809). La gran esperanza que la
cristiandad trajo al mundo de los pobres fué ciertamente no una de dictadura del proletariado sino la de una sociedad en la cual los pobres serían honrados porque Dios mismo se había hecho pobre y los había santificado -no solamente por la disposición moral de la pobreza de espíritu.

Cuando a Bernanos le preguntaron acerca de la postura de los santos y donde encontrarlos, él respondió: “Arrodillados delante de los pobres, los enfermos, los leprosos, a los pies de su huésped real -allí los encuentra.”

La percepción de Bernanos de la relación de ricos y pobres es profética a la luz de lo que ha pasado en la economía mundial de hoy, donde los pobres son humillados de una nueva manera, trabajando en las maquiladoras. El nos dijo que “lo peor es que los ricos han humillado a los pobres de una nueva manera. Han absorbido a los pobres dentro de su propia ideología, persuadiéndolos que la pobreza es una verguenza y la riqueza un honor. Haciendo esto han impuesto el más completo, y aún tal vez, el menos conocido ataque al honor de Jesús Cristo y, también, el más hábil de todos los ataques a Su Iglesia que es la protectora de los pobres y quién es la sola, absolutamente la sola en resguardar el honor de la pobreza.”

¿Cómo pueden los católicos de hoy igualar o recapturar la visión de los grandes santos cristianos que renunciaron a todo para seguir a Jesús, que hicieron las desiciones de sus vidas basadas en su esperanza por la vida eterna y su discipulado? ¿Cómo nosotros podemos encontrar su alegría, esperanza y dedicación?

Bernanos nos dá una respuesta cuando él habla de San Francisco de Asis:

“Mis queridos hermanos! Voy a repetir ahora lo que ya he dicho antes, porqué siempre es la misma cosa: Si ustedes hubieran seguido los pasos de este santo en lugar de aplaudirlo, Europa nunca hubiera conocido la Reforma o las Guerras de Religión o la terrible represión Española. Porqué era a tí que este santo estaba llamando.”

Es lo mismo con Dorothy Day, la Madre Teresa, Elizabeth Ann Seton, Rose Hawthorne, Juan Diego, Padre Damian y tantos otros. Como cada uno de ellos lo comprendió, una vez que se habían escuchado las Bienaventuranzas, existia una misteriosa conección que unía a los pobres con el Reino de Dios.

Siguiendo a Jesús y meditando sobre las vidas de los santos, el camino se vuelve más claro–aún sin fondos públicos. Amen.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XVII, No. 1, enero-febrero 1997.