Hace veinte años, con otro jesuita, tuvimos la oportunidad de organizar una reunión de discusión con la Madre Teresa y sus hermanas. Al final de dos días, Juan y yo fuimos invitados a tomar té con la Madre Teresa.
Esta persona me fascinó completamente.
Al terminar nuestro té le pregunté: “¿Cuál es su problema más grande Madre?”
Todavía no sé lo que me hizo hacerle esa pregunta, pero sospecho que fué el deseo perverso de perturbar a la más serena de los seres humanos.
Como si yo le hubiese hecho esa pregunta ayer, ella repondió inmediatamente, “Profesionalismo.”
Se me cayó la quijada hasta las rodillas. Pude haber esperado que ella dijera, “tratar de mantener mi creciente comunidad junta” o “sucesión -¿quién me reemplazará como autoridad entre las hermanas?” En lugar de eso ella me dice, “Profesionalismo.”
Ella vió que yo estaba confundido y continuó, “Tengo cinco hermanas que están obteniendo titulos de Doctor en Medicina y un número más grande obteniendo títulos de enfermería o trabajo social. Pero pasa una cosa curiosa. Ellas regresan de su educación y están preocupadas por los títulos, oficinas y privilegios de estacionamiento.
Así es que yo las alejo de todo eso y las mando al Hospicio de los Moribundos. Allí toman las manos de los enfermos, rezan con ellos y los alimentan. Después de seis meses de ésto ellas, típicamente, toman de nuevo las cosas como son y se acuerdan de su vocación que es ser una presencia espiritual primero y una presencia profesional después.”
Trabajador Católico de Houston, Vol. XVII, No. 1, enero-febrero, 1997.
Reimprimido de Espíritu Católico, St. Paul, Minn. 29/2/96.
