Dr. Clifton es un cirujano-neurólogo católico que trabaja frecuentemente con personas que han recibido golpes en la cabeza o se están muriendo. Su esposa, Karen, ha ayudado a proporcionar muchas cosas necesarias para Casa Juan Diego a través de los años.
La Sra. Amy Santiago tenía 80 años y vivía independientemente en su casa chica cerca de Houston antes de su admisión al hospital por un “derrame cerebral.” Ella y su esposo habían construído su casa y criado a su hijo en ella. Sus vecinos, ahora ya casi todas viudas, habían vivido allí por largo tiempo igualmente. Ella y sus amigas frecuentemente
jugaban dominós. Hacía casi dos años que había muerto su esposo. Su hijo de 50 años ahora vivía y podía sostener modestamente a su madre después que su esposo murió. Su madre sabía que su hijo ahora enfrentaba un tiempo económicamente difícil. Su compañia se había recortado, y él había tenido que aceptar un salario más bajo cuando él tenía un hijo en la universidad y otros dos que pronto irían.
El derrame ocurrió una tarde con pérdida inmediata del uso de todo su lado izquierdo seguido por pérdida de conocimiento. Su único aviso fue un fuerte dolor de cabeza durante varias horas. No recordaba su primera semana en el hospital. Cuando se dio cuenta, ella encontró un tubo en su nariz para alimentarla, una catéter en su vejiga, y muy poca sensibilidad y ningún movimiento en su lado izquierdo. Aunque el lado izquierdo de su cara estaba paralizada, ella pronto empezó a comer con asistencia y podía hablar con poca dificultad. No se podía sentar o bajar de la cama sin asistencia. Usó el aparato para pedir ayuda, pero nadie vino hasta después de 30 minutos. Cuando se ensuciaba en la cama (dos veces), se sentía degradada de estar postrada en la cama hasta que vinieran las enfermeras. Se deprimió bastante cuando pasaban los días sin que volviera la sensibilidad a su lado izquierdo. Su hijo había venido y estaba allí cuando ella recobró el conocimiento y había estado consultando con el doctor acerca de la rehabilitación después de un derrame y los cuidados por largo tiempo que se necesitaría, pero más tarde tuvo que regresar a su trabajo.
Su doctor, un hombre joven, amable y comunicativo venía a verla diario. El le dijo que en dos semanas ella iría por un tiempo al lugar de rehabilitación antes de darla de alta. Cuando se le daría de alta, nunca se discutió y ella no quería preguntar.
Dos veces diarias los terapistas venían y la levantaban de la cama. La Sr. Santiago se dio cuenta por sus conversaciones que sus esfuerzos eran para permitirle sentarse y comer independientemente y no tenían ellos esperanza de que su brazo, pierna y cara regresaran a su movimiento o de que ella pudiera caminar de alguna manera. A la tercera semana a ella le aumentó su depresión. El terapista le dijo que probablemente su única opción sería internarla en un asilo para enfermos por largo tiempo.
Ella empezó a pensar en que si se tendría que vender su casa y que ¿dónde estaría el asilo, en California o Tejas? ¿Cómo se pagaría por ese cuidado? El barrio de ella había decaído, y la casa no rendiría mucho. Cuando su hijo regresó, ella le hizo estas preguntas. El le dijo que había encontrado un buen asilo cerca de su casa en California. El estimaba que la venta de la casa proporcionaría al menos dos años de cuidado allí. Ella temió que después de eso no habría más dinero, solamente que una de las hijas dejara la escuela. Cuando su joven doctor le empezó a explicar la opción de una merte sin dolor, ella se deprimió más al pensarlo. Ella se sentía impotente y así empezó a considerar la opción.
No podía atreverse a preguntar como se hacía. Cuando ella discutió el asunto con su hijo, él firmemente rechazó la idea de primero. Cuando el doctor empezó a contestar más preguntas acerca del prognosis, ella y su hijo empezaron a discutir el asunto. Finalmente, vencida de tristeza, ella insistió que eutanasia era su elección. Otra doctora que ella no había visto antes habló con ella tocante a la eutanasia y parecía querer estar seguro de que ella ya lo había decidido. Esta amable mujer joven vestía igual que el doctor de ella. El doctor tenía razón. No había realmente dolor asociado con su muerte. Solamente la inserción de un tubo intravenoso y luego ella caería en la inconciencia igual que cuando había sufrido el derrame.
Eutanasia y a la Voluntad de Dios
La Iglesia ha hablado sin equivocación acerca de la eutanasia, como ella cree que Dios ha hablado sin equivocación. En El Evangelio de la Vida el Papa Juan Pablo ha dicho: “Confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana.” El Santo Padre continúa, “En su realidad más profunda el suicidio constituye un rechazo de la soberania absoluta de Dios sobre la vida y sobre la muerte, proclamada así en la oración del antiguo sabio de Israel. Tu tienes el poder sobre la vida y sobre la muerte y haces bajar a las puertas de Hades y de allí subir” (Sabiduría 16:13).
Jesús nos puso el ejemplo al someterse completamente a la voluntad de su Padre en la hora y la manera aterradora de su propia muerte (Juan 13:1). Cuando el sufrimiento es inevitable, puede tener un propósito conocido solamente por Dios y ha de ser soportado con fe y esperanza. “Mantuve mi fe, aun cuando me dije: Yo soy muy desgraciado” (Ps. 116:10). El suicidio o asesinato no es una solución.
Los proponentes de eutanasia voluntaria legislada insistirán que es un nuevo derecho civil, un nuevo derecho que no afecta a nadie más que al paciente que está haciendo la decisión de suicidio.
Lo que se está presentando como un nuevo derecho humano podrá convertirse en el derecho de la sociedad para eliminar a los más vulnerables.
Administración de tecnología
Doctores y pacientes comparten la habilidad de controlar dolor y de controlar el uso de tecnología sin acciones deliberadas que se tomen para matar al paciente. Se ha hablado mucho de pacientes con cancer que viven sus últimos días en agonía. Sin embargo, el dolor casi a cualquier grado es controlado por lo menos cuando el dolor es de tiempo limitado por una muerte inminente. A veces grandes doses de narcóticos pueden alterar la sensación del paciente o aun deprimir la respiración a tal grado que una muerte inminente ocurre más pronto. Nuevas técnicas de infusión de narcóticos en las cavidades del cerebro o la columna vertebral aliviando así el dolor efectivamente en muchos pacientes sin somnolencia. Probablemente se necesita más educación médica para asegurar que la apropiada tecnología es aplicada. Es de interés notar que mientras el manejo del dolor ha mejorado dramaticamente y consistentemente en años recientes, la discusión de legitimizar la eutanasia ha aumentado, indicando que las fuerzas sociales y políticas pueden motivar el debate tanto como la preocupación por el menorar el dolor.
El retiro de cuidado desproporcionado es balancear el tratamiento a la enfermedad y no es eutanasia. La muerte no es una certeza. Los doctores ahora tienen la habilidad de permitir una muerte dignificada y apacible sin el escalofriante acto de matar al paciente. Todos los hospitales y todas las religiones permiten, aun fomentan, “descontinuar procedimientos médicos que son pesados, peligrosos, extraordinarios, o desproporcionados al esperado resultado.” (Concilio Vaticano II)
Un ejemplo de esto es el caso del ejecutivo de cincuenta años que violentamente entró en una coma después de una hemorragia grande en el cerebro. El hombre manejaba su propio negocio y dijo en muchas ocasiones que si él alguna vez se encontrara demasiado debil o desabilitado para vivir independientemente, el preferiría que se le permitiera morir. En algunos pacientes es posible discutir con la familia a la hora que la probabilidad de la muerte es cierto sin ninguna oportunidad de sobrevivir con calidad. En esta circunstancia, la cirugía para un cuágulo de sangre, usando un ventilador para mantener la respiración, o medicamentos para mantener la presión de sangre nunca se instituyen en primer lugar.
Frecuentemente no es evidente en las primeras horas después de un derrame o injuria cerebral lo que pueda ser el prognosis por largo tiempo. No estaba claro en este caso al principio que sufrió el derrame que el prognosis era muy malo. El paciente pasó por cirugía se lo colocó en un ventilador y sostenido con flúidos intravenosos y medicamentos para la presión de sangre. Después de tres días se hizo evidente por los estudios médicos y examen neurológico que este paciente no podía recobrar el conocimiento. Se le removió el tubo de la traquea al igual que el ventilador, y el expiró denro de pocas horas atendido por su familia.
La decisión de retirar cuidados no proporcionados al esperado fin no puede siempre hacerse inmediatamente después de aparecer la enfermedad. En casos de pacientes cronicamente vegetativos que no requieren mantenimientos de vida, la decisión se hace frecuentemente de que continuar tratamiento en repetidas pulmonías con antibioticos es cuidado desproporcionado. Pacientes pueden expirar de las infecciones a que son propensos. La habilidad de controlar dolor y de balancear el tratamiento a la enfermedad está disponible para los doctores y pacientes ahora sin el acto escalofriante de matar el paciente.
Juicio Imperfecta
Uno de los grandes riesgos de eutanasia es que lo que aparece ser una decisión razonable puede no ser razonable o independentiente. La primera reacción a cualquier pérdida, ya sea un miembro de la familia o una parte del cuerpo, es depresión. La aceptación solo viene más tarde. Es posible que una decisión hecha en un estado de depresión puede ser muy diferente que una hecha después de que la pérdida ha sido aceptada. Aceptación de una enfermedad o pérdida ocurre a diferentes tiempos en diferentes personas.
Un ejemplo son pacientes con daños en la columna vertebral. Muchas veces los doctores jovenes han dicho a sus colegas acerca de parálisis de brazos y piernas, “No me den tratamiento a mí si yo llego a venir aquí en esa condición.” Es cierto que en las primeras semanas después de un daño en la espina en muchos hombres jóvenes, muchos pueden haber deseado la muerte. Pero dentro de un mes todos ellos empiezan a luchar. Finalmente, casi nadie desea la muerte después de que se acepte el parálisis. Al contrario, estos jóvenes aceptan en una base diaria lo que parece inconcebible. Sus lastimaduras crean individuos de determinación no común y con serenidad.
Las idénticas circunstancias en las que se considera la eutanasia son las circunstancias de depresión cuando razonables, informadas decisiones no se harán.
La perversión de la medicina
La tradición de la medicina es de sostener la vida y aliviar el sufrimiento de todas las peronas, sin importar las circunstancias. El convicto asesino debe recibir el mismo cuidado médico básico que un santo. El juramento médico de Hipocrates y la tradición médica prohiben la terminación de una vida. Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, con referencia a eutanasia y sus destructivos efectos declaró, “Estos (eutanasia y otros actos opuestos a la vida) hacen mas daño a aquellos que los practican que a los que sufren por el daño.”
La habilidad de terminar una vida con consentimiento (o sin consentimiento) no solamente agregará un nuevo instrumento a la armería del doctor. El tomar medidas activas para terminar una vida probablemente alterará el juicio del doctor de cuando y en quien usar
tratamientos médicos. La eutanasia también conducirá inexorablemente al médico que lo hace a hacer decisiones acerca de lo que valen los individuos. Este alejamiento de una tradición médica larga y claramente establecida insidiosamente transformará las éticas de doctores que participan en ello. De seguro a los que lo hacen regularmente.
Esta opinión no es solamente una conjetura. En Holanda, la eutanasia se ha practicado desde los 1980’s. Si se cumplen con tres criterias, los doctores no pueden ser procesados por homicidio. Primero el paciente debe tomar la iniciativa en pedir la eutanasia y pedirla repetidamente. Segundo, el paciente debe de estar pasando por un sufrimiento que solo la muerte puede eliminar. Tercero, el médico debe de consultar con otro médico que esté de acuerdo que la eutanasia es aceptable en este caso particular. El reporte de la Comisión Remmelink presentado en 1991 encontró que en 40% de los casos de eutanasia estas criterias no se tomaron en cuenta. En la mayoría de los casos la eutanasia fue discutida con el paciente, pero el paciente no era completamente competente para pedir eutanasia cuando las drogas fueron eventualmente administradas (Van der Mass, P.J. y otros, “Eutanasia y otras decisiones médicas tocante al fin de vida,” Lancet, 1991, 338:669-674).
La eutanasia también ha sido ofrecida a menores en Holanda. Menos de 20% de los casos de eutanasia fueron reportados al estado (Fergusson A. y otros, “Eutanasia,” Lancet, 1991 (338:1010-1011). La disminución de la eutanasia voluntaria que ha llevado al aumento de eutanasia involuntaria está bien documentado en Holanda. Esto ocurrió sin incentivo financiero a los doctores Holandeses para participar en eutanasia.
La loma particularmente resbalosa
El tiempo para legislación legalizando eutanasia no podía ser peor. Nuevas fuerzas financieras poderosas han tomado la medicina y la han cambiado. El estímulo es de que el costo de medicina en los Estados Unidos ha aumentado fuera de proporción a otros aspectos de la economía. Organizaciones de Mantenimiento de la Salud (OMS–una clase de seguro pagado por el paciente o la compañia donde trabaja) son entidades que más or menos han probado que detienen la escalación de costos de cuidados de salud y están, por eso, convirtiéndose en la norma en el financiamiento de la medicina en E.E.U.U.
Para un paciente, salir fuera de la OMS no es una opción a menos que el paciente esté dispuesto a pagar todo el costo del cuidado. Inherente en este concepto es eliminar malgastar. Decisiones médicas que afecten el costo de cuidado se dejan a la discreción del médico. La decisión del médico podrá ser un poco empañada, sin embargo, en esto hasta 30% del ingreso del médico se determina por cuantos dólares por cuidado que el doctor no gaste. Las OMS no están obligados a divulgar al público sus arreglos financieros con los médicos.
El grave peligro es que la eutanasia voluntaria, si se legaliza, insidiosamente alterara éticas médicas a un tiempo en que ya están en peligro. La eutanasia que es solamente algo voluntaria o francamente involuntaria podría convertirse en un instrumento útil en controlar los costos de cuidado de salud sin ser documentados como tales. Los ancianos desabilitados, particularmente en peligro, se convertirían en personas marginadas como lo han sido los no nacidos. Es una cosa de analogía curiosa que los Nazis introdujeron los conceptos de “vidas sin mérito” al público alemán y a la profesión médica “quitando la vida
misericordiosamente” a niños deformados y a los enfermos mentales.
Sra. Santiago
El médico de la Sra. Santiago era un reciente graduado de un programa de residencia y práctica familiar. El tenía muy poca experiencia en el cuidado de pacientes con daños severos y no había reconocido las señas de depresión de ella. Recientemente había terminado unas lecturas sobre el control de costos. Treinta por ciento de los sueldos de él y los otros médicos eran determinados por la cantidad de dólares para el cuidado de salud que se ahorarán ese año sobre la cantidad actual del presupuesto.
Tal vez la falta de experiencia del doctor, lo haya llevado a no discutir con la Sra. Santiago y su hijo que ella podría haber vivido independientemente en la casa de su hijo con ciertas modificaciones a la casa para usar una silla de ruedas que ella podría aprender en dos o tres meses para bajar de la cama a la silla. El Sr. Santiago nunca hubiera considerado la eutanasia, pero preocupado por la carga financiera, no completamente informado acerca del prognosis. y aflgido por la depresión de su madre, la idea se había hecho más fácil de aceptar. La amplia aceptación y ejecución de eutanasia le hicieron acostumbrarse al concepto. Con seguridad nadie criticaría.
El nunca supo que la decisión de su madre solamente tenía la apariencia de haberse escogido libremente.
Trabajador Católico de Houston, Vol. XVI, No. 7, diciembre 1996.