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La belleza de la casa de Dios

Christy es una Trabajadora Católica y graduada de la Universidad de Wisconsin en Eau Claire.

La semana pasada un niño de siete años que estaba aquí con su madre golpeada y una hermana menor me preguntó algo que nunca olvidaré. El me preguntó, “Esta esta la casa de Dios?” No era la primera vez que yo había escuchado qe se hablase de Casa Juan Diego de esta manera. En la Misa del miercoles por la noche anterior, un hombre de Nicaragua terminó su recuento de su arribo en Casa Juan Diego diciendo, “…y ahora aquí estoy en la casa de Dios.”

Yo no estaba segura de como responder al niño, así que finalmente le dije que Dios estaba en todo lugar, incluyendo en Casa Juan Diego. Medio encogió los hombros, como si mi respuesta no fuese suficiente, pero su pregunta me puso a pensar. ¿De donde sacaría un niño de siete años semejante idea? Tal vez, puede ser que él solamente pensó que Dios encontraría a Casa Juan Diego un lugar bueno para vivir.

Ciertamente no hay nada lujoso o extravagante de la casa en si misma. La mayoría de los muebles son simples y de segunda, muchas de las paredes están vacías. Es una estructura que funciona designada para atender las necesidades básicas de mujeres golpeadas e inmigrantes y sus hijos. No es una vida llena de comodidades materiales, aun considerando la asombrosa generosidad de aquellos que a diario nos traen donaciones.

De nuevo, ¿porque supondría este niño que Dios pudiese escoger para su residencia un lugar como Casa Juan Diego?

Solamente unas cuantas millas más adelante se encuentran algunas de las casa más hermosas en Houston–casas con prados bien atendidos, piscinas y aun canchas de ténis.

Me supongo que esto depende de como determine uno la belleza. Recientemente entré a la sala de televisión para encontrar que un huésped había decorado una de las paredes con un pequeño retrato de Jesús en un simple marco de plástico. Alrededor del cuadro de Jesús
había retratos de “Clifford el Perro” de libros infantiles que ella había recortado de un libro. Es la decoración interior más bonita que he visto.

Yo me pregunto, también, si estas casas enormes y repugnantes en la colonia más adelante contienen bastante espacio para contener todo el amor que hay en Casa Juan Diego. Eso no quiere decir que existe constante harmonía y que todos están siempre sonriendo y amables, pero siempre hay una sensación de cariño. La mayoría de las mujeres que he
conocido aquí tienen una firme fe en Dios. Cuando yo les pregunto como es que llegaron a Casa Juan Diego, frecuentemente ellas dicen que fue Dios quien las trajo aquí.

Aunque de seguro no es la única, de muchas maneras Casa Juan Diego es una casa de Dios. Proporciona un verdadero santuario de la violencia que ha afectado a estas mujeres y niños que huyen de sus paises natales, y en sus propias casas en este país. Una mujer que acababa de llegar de Nicaragua después de dos meses en camino me dijo que nosotros éramoas la primera gente bondadosa que ella había encontrado desde que dejó su país. Los primeros en ayudarle.

Si esto es cierto, entonces yo lo siento–, si, por esta mujer, pero también por aquellos que perdieron la oportunidad de estar en las manos de Dios. Me recuerdo una frase de la Biblia que frecuentemente se pronuncia en Casa Juan Diego–San Mateo 25:31ff.–que habla de como servimos a Jesús mismo al servir a los pobres. Que honor y privilegio es ser una parte de esto.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XV, No. 6, sept.-oct. 1995.