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Virgil Michel: La liturgia clave a la justicia social

Con respecto al contenido de este artículo uno podría pensar: ¿Qué tiene que ver la liturgia con la reconstrucción social o la cuestión social? ¿Acaso puede la liturgia ayudar a dar trabajos o a aumentar sueldos? ¿Puede haber alguna conexión entre la liturgia y el problema social?

Al momento de tratar con el problema de la regeneración social, sería bueno tener acceso al texto clásico católico que discute esta cuestión, la encíclica Quadregesimo Anno del presente Santo Padre “sobre la Reconstrucción del Orden Social.”

La mera idea de regeneración o reconstrucción social implica que existen problemas graves en nuestro orden social presente. Pio XI se refiere al problema en la siguiente declaración: “Hoy en día, como más de una vez en la historia de la Iglesia, estamos confrontados por un mundo que ha decaído de nuevo en el paganismo.” Al analizar las condiciones el Pontífice habla de un doble peligro. Así lo expresa cuando discute la cuestión particular de la propiedad privada: “Existe, entonces, un doble peligro que se debe evitar. Por una parte, si el aspecto de la propiedad social o pública es negado o disminuido, la consecuencia lógica es el individualismo; por otra parte, el rechazo o la degradación de su carácter privado o individual necesariamente lleva a alguna forma de colectivismo (por ejemplo, el comunismo). El pasar por alto estos peligros sería lanzarse de cabeza dentro de las arenas movedizas del modernismo.”

Estos, pues, son los dos peligros que el Santo Padre nos cauciona a evitar si la sociedad ha de regenerarse: son los productos de una visión anti-cristiana de la vida y son por lo tanto paganos de corazón; y ambos son hoy en día síntomas de un orden social enfermo.

La renovación de la sociedad humana, que debe y necesita generar una relación harmoniosa entre los hombres, una de cooperación y ayuda mutua y no de una lucha mutua ni de competencia degolladora, ahora debería originarse e inspirarse en la religión. El Santo Padre cita a su antecesor, Leo XIII: “Para el fundamento social basado de esta forma en la religión, no es dificil establecer las relaciones de los miembros el uno al otro, para poder vivir juntos en concordia y obtener prosperidad.”

Se necesita renovación del espíritu cristiano

Es verdaderamente muy enfático con respecto a este punto: “Si examinamos diligentemente los asuntos, podremos percibir claramente que esta tan añorada reconstrucción social debe ser precidida por una renovación profunda del espíritu cristiano, del cual las multitudes de todos los paises que participan en industrias tristemente se han separado. De otra manera, todos nuestros esfuerzos serán inútiles, y nuestra edificación social será construida, no sobre una roca, sino en arena movediza.”

Ahora la pregunta lógicamente es: ¿Dónde vamos a encontrar este espíritu cristiano que es esencial para el éxito de la regeneración del orden social? La respuesta la dio hace mucho tiempo San Pio X en una directiva que muchos de ustedes sin duda habrán oído repetidamente. Primero expresó su vehemente deseo “que el verdadero espíritu cristiano floreciera de nuevo y que fuese más firmemente establecido en todos los fieles.” Luego indicó la gran necesidad de derivar este espíritu de su origen primordial e indispensable: la participación activa en los sagrados misterios y las públicas y solemnes oraciones de la Iglesia.”

Con esto hemos llegado a la liturgia. Porque la liturgia no es más que la solemne y pública alabanza de la Iglesia, sus oraciones oficiales y sus bendiciones, los sacramentos y sobre todo el santo sacrificio de Cristo, la Misa. Pio X no sólo llamó a esta liturgia la indispensable fuente del verdadero espíritu cristiano, sino que también agregó que los fieles deben derivar este espíritu de la alabanza de la Iglesia participando activamente: por esto, no por la pasiva presencia corporal, sino por estar presente de manera que la mente y el corazón estén activamente unidos a la alabanza y tomen parte inteligente en la santa acción.

No hay tiempo aquí para detenerse sobre el sentido de participación activa, ni de analizar más la naturaleza de los elementos que componen la liturgia de la Iglesia. Procederé inmediatamente a la pregunta: ¿Cual es la idea básica de esta liturgia?

Es la del Cuerpo Místico de Cristo–un concepto que no era solamente bien conocido por los primeros cristianos sino también una inspiración principal para toda su conducta y vida. Constantemente fue predicado por los Padres de la Iglesia y enseñado por la Iglesia hasta nuestro propio día, pero frecuentemente, entre los fieles de todos grados, ha sido relegado al fondo e incluso olvidado, especialmente desde el creciente dominio de un individualismo no-cristiano.

La doctrina del Cuerpo Místico fue explicada por Cristo bajo el ejemplo de la vid y las ramas y por San Pablo bajo el dibujo del cuerpo humano compuesto por cabeza y miembro. Cuando a través de la iniciación litúrgica del bautismo entramos en la Iglesia, por este mismo hecho estaremos íntimamente unidos con Cristo como miembros del Cuerpo Místico del cual El es la cabeza. Cristo es por lo tanto muy verdaderamente y sobrenaturalmente nuestro Hermano, todos somos hijos de Dios de manera muy especial y sublime, todos somos hermanos unidos en un Cristo. En esta santa confraternidad encontramos una harmoniosa combinación de dos factores complimentarios de la humanidad, es decir, la confraternidad orgánica acoplada con completo respecto para la personalidad humana y la responsabilidad individual.

Igualmente la liturgia de la Iglesia no sólo nos hace y nos conserva como miembros, sino que siempre pone la idea de confraternidad en Cristo en acción. Cuando hay participación, la liturgia es verdaderamente la fuente primaria e indispensable del verdadero espíritu cristiano; no sólo nos enseña lo que es este espíritu sino que también nos hace vivir este espíritu en todos sus decretos. En la liturgia la enseñanza es inseparable de la práctica.

Este entonces es el verdadero espíritu cristiano y primeramente y últimamente la suprema lección de la liturgia como la alabanza y vida del Cuerpo Místico de Cristo. Y este espíritu debe ser la fuente de toda extensión futura y de toda aplicación de los principios de solidaridad y confraternidad en la vida común y en la civilización.

Así está indicado por el mismo Santo Padre. Para él esta mutua relación sobrenatural entre los hombres unidos en Crsito es el modelo hacia el cual toda regeneración social debe aspirar. Hablando de relaciones económicas propias entre hombres dice, por ejemplo: “Dónde esta proporción harmoniosa se conserve, las varias actividades económicas del hombre se combinan y se unen en un solo organismo y se vuelven como miembros de un cuerpo común, prestando el uno al otro ayuda mutua y servicio.” De nuevo: “Sólo entonces será posible unir todo un harmonioso esfuerzo por el bien común, cuando todas las secciones de la sociedad tengan íntima convicción de que son miembros de una sola familia e hijos del mismo Padre celestial, y además, que son un Cuerpo de Cristo y todos miembros el uno del otro.”

En conclusión, podré resumir en este silogismo lógico:

El Papa Pio X nos dice que la liturgia es fuente indispensable del verdadero espíritu cristiano; Pio XI dice que el verdadero espíritu cristiano es indispensable para la regeneración social.

De aquí la conclusión: La liturgia es la base indispensable de la regeneración social cristiana.

Liturgia: Fuente de vida en el cuerpo de Cristo

Esta es entonces la sublime función de la liturgia de la Iglesia: el asimilarnos en Cristo, el hacernos partícipes de la vida de Cristo, de la vida eterna de Dios. Alcanzamos a Dios a través de la mediación de Cristo que vive y actúa en su Iglesia. La vida de la Iglesia es la continuación de la vida de Cristo: Tenemos que buscar a Dios primeramente en esta vida de la iglesia, es decir, en su liturgia. Sin aquello, es imposible encontrar una unión con Cristo. El estar en la Iglesia, el ser un miembro activo de la Iglesia y de Cristo, significa precisamente estar en unión viviente con la divinidad de la Trinidad. Y así, la Iglesia, que ha sido caracterizada como la continuación de Cristo en la tierra, está constituida no solamente por aquellos que por transmisión especial de los apóstoles ejercen el oficio sacerdotal y misionero de Cristo de manera oficial, pero de todos aquellos que por participación en la vida litúrgica de la Iglesia también viven la vida de Cristo.

De allí surge la hermosa idea de la Iglesia como el Cuerpo Místico de Cristo, todos los fieles siendo los miembros que componen este cuerpo, con Cristo como la cabeza; y de nuevo, la idea de los fieles como las ramas de la vid que es Cristo. “Yo soy la vid; ustedes las ramas: el que viva en mí, y yo en él, produce mucha fruta: porque sin mí, no pueden hacer nada.”

Los miembros de la Iglesia de Cristo están todos injertados sobre él que es la vid. No son una aglomeración o agregación accidental, como un montón de piedras, tan juntas como estas pueden estar, sino un organismo unido. La Iglesia es así una confraternidad de almas en Cristo, una confraternidad que se extiende a todos los que han sido incorporados en Cristo. También admite por lo tanto las almas de los santificados en el cielo–una doctrina que la tradición cristiana expresa a través del término, la comunión de los santos.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XV, No. 4, mayo-junio 1995. Las selecciones de los escritos de Virgil Michel están tomados de su libro, La liturgia según el rito romano y de su artículo, “La liturgia la base de la regeneración social,” Orate Fratres, Nov. 1935.