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DEUDA DEL TERCER MUNDO: EL ASESINO SILENCIOSO

“La crisis de la deuda ha terminado,” proclaman las publicaciones económicas y oficiales del gobierno. A diferencia de la década pasada cuando México causó un pánico en el mundo financiero al declarar que no podía hacer sus pagos de la deuda, el sistema bancario internacional ya no está en peligro de derrumbarse por las posibles faltas de los deudores del Tercer Mundo.

Los bancos pequeños han abandonado extensamente la práctica de hacer préstamos al Tercer Mundo; los bancos grandes como Citicorp han incrementado reservas capitales para proteger contra la posibilidad de faltas de pago. También han estado convirtiendo préstamos de mucho riesgo en instrumentos más seguros, como bonos que llevan garantías del gobierno de E.E.U.U.

Aún así, la crisis de la deuda ciertamente no ha terminado para los pobres de Lima, Sao Paulo y Manila. Sus gobiernos continúan pagando miles de millones de sus escasos dólares por préstamos que fueron obtenidos por regímenes militares durante los años 70. Estos pagos no sólo absuerben recursos que serían esenciales para un desarrollo sostenible, sino que tampoco han logrado reducir la deuda.

Según el Banco Mundial, los países del Tercer Mundo han pedido colectivamente préstamos de $1.935 billones de dólares y han devuelto $2.237 billones entre 1972 y 1992. A pesar de estos pagos, todavía deben $1.7 billones de dólares a gobiernos del norte (E.E.U.U., Gran
Bretaña, Alemania, Japón, etc.), a sus bancos comerciales (Citibank y Banco Barklay’s) y a organismos financieros multilaterales (el Banco Mundial, bancos de desarrollo regional y el Fondo Monetario Internacional).

Después de 1980, los intereses que habían aumentado radicalmente elevaron las cantidades que debían los países a sus acreedores del norte. Y debido a que los ingresos fiscales cayeron durante la recesión global, la mayoría de estos países han tenido que pedir nuevos préstamos para pagar las antiguas deudas. Deuda continúa aumentando sobre deuda, dejando a los países pobres con poca esperanza de escapar.

Ajuste estructural

Mientras la riqueza de los países gravemente endeudados desvanece, los pobres sufren a causa del remedio prescrito por el Fondo Monetario Internacional (FMI) que ha asumido el puesto de policía de la deuda global.

La misión del FMI es de asegurar que los países paguen sus deudas. Hacen esto por medio de programas de “estabilización” y “ajuste estructural.” Se les pide a los países que reduzcan el déficit de su presupuestos de ingresos y gastos y que aumenten sus exportaciones,
aunque esto signifique el cortar lo que queda de sus bosques–fomentando alta contaminación al minar la superficie de las tierras–o el exportar sus maestras para trabajar de criadas en el extranjero, todo para que el gobierno pueda cobrar impuestos sobre el dinero que ellas manden a sus familias.

A los gobiernos del sur, se les permite alguna desviación al hacer sus rebajas de presupuestos, pero el peso más grande del ajuste estructural cae sobre los pobres. Dinero que de otra manera sería usado para proporcionar vacunas y medicinas que combaten enfermedades prevenibles, para promover la nutrición infantil, el agua limpia y la educación, y para construir una infraestructura básica que fomente el desarrollo es extraído de los programas de servicios sociales para poder pagar la deuda. Mientras tanto, el recaudar nuevos fondos cobrando impuestos a los ricos es comúnmente rechazado por legisladores ricos. En lugar de eso, los gobiernos típicamente imponen impuestos en ventas que afectan más duramente a los pobres.

En las Filipinas, donde alrededor del 60% de la población vive en la pobreza, el “Reporte sobre la pobreza filipina” del Banco Mundial revela que el gobierno cobró el 27% de los ingresos de las familias filipinas pobres mientras las familias de altos ingresos pagaron solamente el 18%. La deuda realmente se está pagando sobre las espaldas se los pobres.

La magnitud del problema

El gobierno de los Estados Unidos es el deudor más grande del mundo. Una deuda de $4.3 billones de dólares está deteniendo el crecimiento de E.E.U.U. y causando un serio aprieto del presupuesto en Washington. Cada bebé americano recién nacido debe $14,813 de esta deuda. El déficit del presupuesto de E.E.U.U. en 1993 (la cantidad por la cual los
gastos exceden los ingresos) era $281 mil millones. Los pagos de la deuda en 1993 consumieron el 14% del presupuesto federal. Además, la deuda de E.E.U.U. ha agravado el problema de la deuda de los países en desarrollo al aumentar mundialmente los intereses reales.

Sin embargo, la crisis de la deuda claramente ha sido más severa en los países pobres. Países africanos, latinoamericanos y asiáticos que reportan al Banco Mundial, deben más de $1.7 billones de dólares a sus acreedores. La crisis es peor en las naciones de Africa del Sub-Sahara.

Aunque la deuda africana es menor en comparación con la de América Latina, su capacidad de pagar es mucho menor. Mientras países se lanzan de una ronda de negociaciones financieras a otras con banqueros y oficiales del FMI, las deudas sólo aumentan. Recientes estrategias del manejo de la deuda–tal como el Plan Brady (para reducir las deudas del
banco comercial)–han reconocido la necesidad de reducir el peso de la deuda, pero ninguno ha llegado lo bastante lejos. Hasta los oficiales del Banco Mundial reconocen que es necesario más apoyo, particularmente para los países de bajo ingreso y mucha deuda.

Orígenes del problema

“¿Cómo se acumuló esta deuda en primer lugar?” podrán preguntar. “¿No debería ser pagada?” ustedes dirán. “Después de todo, los bancos no son instituciones de caridad.”

Ciertamente, deudas honorables deben ser respetadas. Desafortunadamente, mucha de la deuda de hoy es cualquier cosa menos honorable. Miles de millones fueron prestados por bancos comerciales, gobiernos del norte y bancos de desarrollo multilateral a gobiernos represivos por razones con las que la mayoría de su gente no estaba de acuerdo y con resultados de los cuales no obtuvo ningún beneficio.

“No es apenas una brutal simplificación el decir que los ricos recibieron los préstamos y los pobres recibieron las deudas,” escribe Pat Adams, autor de Deudas odiosas. Préstamos descontrolados (1), la corrupción (2) y un impropio modelo de desarrollo (3) promovidos por gobiernos y agencias de asistencia multilateral ayudan a explicar por qué el dinero no fue invertido en empresas productivas.

(1) Los préstamos descontrolados y la facilidad en obtenerlos empezaron durante los años ’70 cuando productores de OPEC dirigieron sus aumentos de ingresos del petróleo a bancos europeos y estadounidenses. Los bancos, vigorizados con dinero que tenían que volver a prestar para poder pagar intereses a sus depositantes, se volvieron hacia los países en desarrollo donde las restricciones para hacer préstamos eran mínimas. Los gobiernos militares estaban particularmente a favor de solicitar préstamos, aunque no emplearon eficazmente el dinero. Los encargados de préstamos de bancos comerciales volaron a las capitales del Tercer Mundo y firmaron convenios de multimillones de dólares a base de una garantía soberana, pero sin analizar a fondo la viabilidad del proyecto.

Walter Wriston, anterior presidente de Citibank, justificó los préstamos imprudentes de su propio banco anunciando que tales deudas no pueden fracasar ya que “los países no dejan de existir.” Si el proyecto resultara con pérdidas, tal como muchos resultaron, los bancos no
dejarían de recibir el dinero prestado porque el país les había prometido pagar.

Para los que pedían préstamos, el dinero era barato–los porcentajes reales de interés (porcentajes de interés menos el porcentaje de inflación)–habían sido negativas durante varios años y los precios de sus exportaciones eran altos. Nadie sospechaba que los porcentajes de interés subirían tanto, ni que los precios de los productos de
exportación caerían tan bajos.

(2) La corrupción no detuvo los préstamos. Se cree que el Presidente Marcos robó alrededor de $10 mil millones de dólares de la gente de las Filipinas. Cosechó millones de un solo contrato, esto por una planta de fuerza nuclear construida por la Corporación Westinghouse, cuya construcción costó $2.2 mil millones de dólares aunque es demasiado peligrosa para ponerse en operación. Miles de millones de dólares fueron prestados a corporaciones cuyos dueños eran amigos íntimos de Marcos, en base de garantías gubernamentales del Presidente.

Los bancos conocían la reputación de corrupción de Marcos, pero no les importaba mientras se les pagara a ellos. Los compinches huyeron con Marcos en 1986, dejando atrás corporaciones en bancarrota; sus deudas fueron reconocidas por gobiernos subsiguientes y los ciudadanos filipinos hoy las están pagando. La deuda filipina, que era sólo $2.3
mil millones en 1970 de dólares, hoy es más de $35 mil millones.

(3) Pero la corrupción es culpable solamente en parte. El modelo de desarrollo que los países industrializados y el Banco Mundial promueven mantiene la dependencia a la deuda.

En las Filipinas, enormes préstamos financiaron grandes presas que producían energía para fábricas, la infraestructura (edificios, caminos, electricidad, agua) para zonas que procesan exportaciones, y la comercialización de la agricultura. Todos estos proyectos fueron creados para cambiar radicalmente la dirección de la economía filipina hacia un enfoque en una producción para exportación en lugar de uso doméstico.

Esta estrategia depende de un gran grupo de labor barato que el Banco Mundial llama la “ventaja comparativa” de las Filipinas (el factor económico que el país debe de explotar para su ventaja). Esto proporcionaba un racional para mantener los sueldos bajos. Un enfoque
en agricultura orientada a la exportación condujo a que los pequeños agricultores fuesen desposeídos de sus tierras y que las cosechas de comestibles fuesen substituidas por cosechas de lujo para exportación. Ambas estrategias (la industrialización para exportación y la agricultura para exportación) han enriquecido a unos cuantos filipinos, pero no han ayudado a la mayoría pobre.

Una historia igual, en mayor escala, se podría contar de Brasil. La deuda de Brazil, a $141 mil millones de dólares, es la más grande de Latinoamérica. El dinero se pidió prestado para subvencionar a industrias con orientación a la exportación, para ayudar a pagar unos
precios más altos de petróleo y también la mantenencia de los militares que reprimían a la oposición popular contra el régimen. El 25% de la deuda fue usada para financiar enormes proyectos de energía (presas y plantas nucleares) muchas de las cuales fueron desastres económicos y ecológicos. El proyecto de la presa de Itaipu inundó casi 1500 kilometros cuadrados y desplazó a 40,000 personas. La corrupción subió la cifra de unos $2 mil millones de dólares hasta alrededor de $25 mil millones.

La deuda aumenta

Dependiendo de las cifras que se usen, entre 1972 y 1992 los países en deuda pagaron entre $227 y $302 mil millones de dólares más de lo que habían solicitado. La cantidad de dinero en circulación durante los años 80 fue de un promedio sorprendente de $41.5 mil millones al año. Aún así, estos mismos países se han endeudado más gravemente–$1.7 billones ($1700 mil millones). ¡¿Qué está pasando?!

La corrupción, la fuga de capital y las malas inversiones son parte de la explicación. Pero había otros factores importantes sobre los cuales los deudores no tenían control. Por ejemplo, los porcentajes de interés–determinadas por el gobierno de E.E.U.U. para atraer dinero para pagar el creciente déficit de su presupuesto y para mantener la inflación baja–subieron cómo cohete a más del 20% entre 1979 y 1981. Como las deudas de países en desarrollo están denominadas en moneda extranjera, a porcentajes variables de interés, sus pagos se inflaron.

Los países más pobres, sobre todo aquellos en Africa, han caído en atrasos muy serios y solamente pueden cumplir con cerca de la mitad de los pagos comprometidos. Todos los países gravamente endeudados han tenido que solicitar préstamos de nuevo a los bancos comerciales y al Banco Mundial para hacer pagos sobre las deudas pre-existentes.

Y cuando los países fueron forzados a reorganizar sus préstamos, sobre todo aquellos de los bancos comerciales, se les cobró pesadas cuotas y porcentajes de interés aún más altas. ¡Además, los bancos se negaron a entrar en ninguna negociación con los países deudores como Brazil, Perú y Argentina a no ser que sus gobiernos asumieran responsabilidad por la deuda incurrida por las corporaciones privadas de sus países!

Mientras los países fueron agredidos por porcentajes altos de interés, sus ingresos fueron decayendo, debido a la recesión global. Los precios internacionales de los exportes más importantes de países en deuda–como café, azúcar, cocoa, cobre, estaño y algodón–bajaron dramaticamente durante los años ’80. Hasta los países que no dependían de uno o dos productos para exportación fueron afectados por la caída general de los precios. Países tenían que exportar más para solamente mantener sus ingresos. El aumento de exportaciones bajó los precios mundiales aun más.

Una pausa

Claramente, todos necesitamos trabajar para implementar reglas más equitativas y sensatas para controlar la deuda. En 1987 la comunidad de diferentes religiones de E.E.U.U. articuló su criterio para evaluar alternativas. En nuestros esfuerzos de afectar estos reglamentos a través de la mobilización pública, tal vez nosotros podremos mantener este criterio–que aparece aquí de forma condensada–en mente.

1. Quitar la carga del ajuste de aquellos menos responsables y más vulnerables. Se debe encontrar la manera de asegurar que el “ajuste estructural” no resulte en más reducciones en las normas de vida de los desaventurados.

2. Compartir la carga equitativamente entre las instituciones acreedoras y los gobiernos en deuda, corporaciones y selectos que contrajeron la deuda. Ahora las estrategias colocan el peso del ajuste casi exclusivamente sobre las naciones deudoras, a pesar de que las
reglas de préstamos de los bancos privados y la fuga del capital han contribuido inmensamente a la situación de hoy.

3. Mitigar factores que añaden al peso de la deuda de los países en desarrollo, tal como el declino de recursos de asistencia, las reglas proteccionistas en países industrializados, y el impacto del presupuesto de E.E.U.U. y los déficits del comercio en los porcentajes de interés.

4. Apoyar los esfuerzos de naciones en desarrollo a fomentar autonomía económica y auto-determinación política.

5. Asegurar que los esfuerzos para aliviar el peso de la deuda beneficien a los pobres y ayuden a llevar a los deudores del pago al desarrollo. Ciertos compromisos de los deudores, como el respeto de los derechos humanos y los esfuerzos de controlar la fuga del capital y
gastos militares, pueden ser necesarios para asegurar que el reducir el
peso de la deuda verdaderamente beneficie a los pobres.

6. Promover un sistema económico internacional que sea justo. Urgentemente se necesitan reformas para proveer más representación y decisión democráticas en instituciones económicas internacional es, mayor responsabilidad del sistema financiero, precios estables y remunerativos por los productos de las naciones en desarrollo, justo acceso a mercados de países desarrollados y apoyo por caminos alternativos hacia el desarrollo que se orienten según la necesidad.

Conclusión

Para concluir, la relación entre el desarrollo y la deuda debe ser observada cuidadosamente. “El desarrollo sostenible” es un proceso en el cual los reglamentos económicos, fiscales, comerciales, agriculturales, industriales y de energía están todos designados a
llevar a cabo el desarrollo que sea económicamente, socialmente y ecológicamente sostenible. Es decir, el consumo de hoy no puede ser financiado incurriendo deudas económicas que otros tengan que pagar en el futuro. Se deben hacer inversiones en la salud y la educación de la población de hoy para no crear una deuda social para futuras generaciones. Y los recursos naturales se deben usar de maneras que no creen–en las palabras del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas–“deudas ecológicas al super-explotar el sostenimiento y la capacidad productiva de la tierra.

Reproducido de Beyond Debt; Relieving the Debt Burden on the Poor and the Environment. (Más allá de la Deuda; aliviando el peso de la deuda sobre los pobres y el ambiente.) Missionary Society of St. Columban.
Trabajador Católico de Houston, Vol. XV, No. 1, febrero 1995.