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LA POLÍTICA DE OBEDIENCIA LIBRE: ¿Qué puede hacer un católico laico?

¿Cómo pueden los liberales permanecer en la Iglesia después de la reciente carta papal contra la ordenación de mujeres y ese Catecismo de la Iglesia Católica que puede tener tan hermosos conceptos pero que tiene lenguaje exclusivo?

¿Cómo pueden los conservadores permanecer en la Iglesia? Algunos ya la han abandonado diciendo que el Papa Juan Pablo II es demasiado liberal (Los seguidores de LeFebvre, por ejemplo). ¿Y que hay de la aparentemente absurda decisión acerca de chicas monaguillas? Ya se ha abandonado mucha tradición, dicen ellos.

Y ustedes Trabajadores Católicos, ¿no tienen una falta de estructura burocrática en su acercamiento? ¿Cómo pueden tolerar la Iglesia? ¿Les dicen lo que hagan? ¿Cómo tratan con eso?

¿Cómo pueden católicos inteligentes, o inteligentes seres humanos, pensar en participar en tal Iglesia? ¿Cómo pueden tolerar el dolor de terribles desilusiones cuando se hacen decisiones que son tan difíciles de aceptar? ¿Qué puede hacer un hombre o mujer laicos? ¿Cuales son
nuestras opciones?

Uno podría retirarse tristemente y tratar de encontrar sentido en la vida de otras maneras y en otros lugares.

Uno podría encontrar y atacar a sus enemigos en la Iglesia (de la izquierda o la derecha) y tratar de hacer la Iglesia como uno piensa que debe ser–inmediatamente.

O uno puede continuar leyendo el Nuevo Testamento y tomar el sendero de Jesús, que es S. Mateo 25, el lavado de los pies, las bienaventuranzas, la Cruz y la Resurrección, sabiendo que la Iglesia no es “ellos” haciendo las decisiones, sino “nosotros” y “ellos” sirviendo a los pobres.

Todos nosotros hemos conocido personas que han escogido el camino de la desesperación en lugar de la esperanza.

Pero amigos en la Fe cuyas ideas provienen de una vida profunda de oración pueden ayudarnos a encontrar nuestro camino. Recordamos un retiro que hicimos con el prominente Jesuita inglés, Bernard Bassett. Esperábamos poder tirar el problema que nos estaba molestando sobre su regazo. Teníamos responsabilidades en ciertos pisos en un hospital y no teníamos problemas atendiéndolos. Pero en otros pisos la gente estaba mal atendida por aquellos que tenían su responsabilidad. Gradualmente, nosotros asumimos la responsabilidad de los otros pisos, pero ya nos estabámos cansando de esto.

Con la venida de la psicología como “el” ingrediente en la dirección espiritual, sabíamos que este famoso Jesuíta diría, “Seguro, hagan solamente lo que se les asigna..No traten de contender con el mundo entero. Ustedes no son responsables por lo que otros no hagan.” No
hizo tal cosa.

En vez de eso, brincó de su silla gritando, “¡El lavado de los pies!

¡El lavado de los pies! ¡Sigan haciendo lo que están haciendo!” Nuestros esfuerzos por contradecir a S. Mateo 25 (“Lo que haces por el más pequeño de mis hermanos, me lo haces a Mi”) se terminaron otra vez.

¿A quién preferiría uno tener como papa u obispo?

¡Obediencia!–dice uno, espantado. ¿Cómo podría ser uno obediente a tan opresiva institución?

La obediencia no es un concepto popular hoy en día. Hace a una persona moderna estremecerse solamente de pensar en eso. La palabra tiene connotaciones de insensatez, limitaciones en la expresión de las habilidades y talentos de uno. Vienen a la mente las más básicas preguntas acerca de cómo es Dios y el porqué uno quisiese someterse en obediencia a El y a un plan que el Señor pueda tener designado para nosotros sin saberlo nosotros. Y la idea de obediencia a la Iglesia es aún peor.

Pero, en realidad, la obediencia es muy popular en nuestra sociedad. Sin la Iglesia, la gente encuentra hoy en día modas intelectuales y modismos y los aceptan como su credo. Aceptan estas creencias enteramente, sin mucho análisis, y prestan obediencia a los líderes sin
preguntas.

Una moda actual es lo “políticamente correcto”, que empezó en la politización de la universidad, y una de sus publicaciones especiales es el ‘New York Times’. Los pronunciamientos infalibles de los poderosos líderes de este movimiento son mucho más convincentes que los de ningún Papa. Hacen aparecer a Juan Pablo II como el de una liga menor. Atacan a cualquiera de creencias religiosas como un fanático, un loco o un hipócrita. Uno no puede oponerse a ellos o desobedecerlos sin graves consecuencias y una forma de excomunicación. (Irónicamente la “política correcta” surgió del esfuerzo por justicia en el movimiento por los derechos humanos y civiles y el trabajo por la paz de los 1960’s.

Subsecuentemente los Católicos han tenido que apartarse por algunos puntos con algunos de los Protestantes y otras personas de buena voluntad que se unieron en estos históricos esfuerzos.)

Los nuevos dogmáticos también alcanzan a aquellos que han adoptado el espiritualismo de “yo primero”. Con el abandono de hasta la Regla de Oro, estas nuevas espiritualidades han llevado el narcisismo a nuevas alturas–o mejor dicho, profundidades.

Desde un punto de vista diferente, la moda en voga es la absoluta creencia en el capitalismo y el mercado libre como la mejor energía para controlar nuestro destino. Uno no se atreve a contradecirlo, aunque el mayor enemigo, el Comunismo, ha sido desacreditado. Cuando uno protesta el terrible impacto de las políticos económicas actuales en los trabajadores, especialmente en el Tercer Mundo, pero aún en los Estados Unidos, las infalibles autoridades nos indican que uno debe de tener ‘fe’ en el mercado libre, y luego continúan con sus políticas que son provechosas para unos pocos. Las gotas que caen de la teoría de un derrame lento (que el mercado creará gotas de dinero y bienes para los pobres)son realmente gotas de sangre para los pobres.

Otro ejemplo de larga duración ha sido un siglo de dogmas freudianos.

Los autores personalmente han conocido a algunas personas de brillantes mentalidades en la Costa Oeste de Estados Unidos que prestaban absoluta, casi ciega obediencia a estos dogmas. Uniéndose a ellos en el diagnóstico de niños mentalmente afectados, uno tenía que aceptar estos dogmas sin hacer preguntas. Ellos exigían más fé de lo que uno necesitaría para aceptar el Credo de los Apóstoles.

Paradoja de la fe cristiana

“Pero ¿por qué es la obediencia siquiera una pregunta?” se pregunta la gente hoy. ¿No podemos creer en Dios y nada más hacer nuestras propias decisiones? ¡El nos dió un cerebro, después de todo!

Los grandes místicos, los mejores teólogos y los mejores guías espirituales nos dicen que la fe no es solamente una creencia en una Persona, es una sumisión de nuestra voluntad a Dios. Y la cristiandad no es una religión de “yo y Dios” solamente. El Señor nos dejó como una comunidad. El dijo, “Donde dos o tres se reunan…” no uno solo–y nos pidío que fuesemos responsables el uno por el otro.

Uno viene a la Iglesia por la amplitud de la fe, por la Eucaristía, por el perdón de Dios y de la comunidad, y confía en la sucesión de los Apóstoles enfatizado por todos los Padres de la Iglesia primitiva. Y en este proceso, uno encuentra lo que Mel Piehl, escribiendo enRevolución del Corazón, editado por Patrick Coy (New Society Publishers), llama la “paradoja central de la fe Cristiana: que el creyente escoja libremente someter su libre voluntad individual a Dios y a otras personas.”

Cuando una persona ha tenido una experiencia religiosa real, una confrontación elementaria con el Dios Vivo y un encuentro con Jesuscristo, Dios Encarnado, el espíritu orgulloso deja de existir. El creyente se da cuenta que uno no lo sabe todo, la persona se dará cuenta de que es difícil ser justo en su propia estimación. El creyente busca el sendero del Evangelio y encuentra que Jesús era obediente, buscando la voluntad de su Padre sin importar lo doloroso que sea, aún hasta la muerte–una muerte que fue el camino a la redención y la Resurrección, no solamente para el Señor, sino para todos los que creen en El. De alguna manera debemos de seguir sus pasos y mantener sus palabras–por la gracia de Dios.

Somos libres para servir

La obediencia tiene que ver con tratar de descubrir el plan de Dios en nuestras vidas–y esto se lleva a cabo en la comunidad de la Iglesia.

La obediencia es escuchar al Señor y a otra gente, no esperar los mandatos de algún monarca.

Y porque nuestra obediencia se entrega libremente, somos libres para encontrar maneras creativas de vivir según el Evangelio. Estamos libres para dar nuestras vidas para el servicio de los pobres totalmente. Como católicos laicos no tenemos que esperar ordenes de Roma para empezar a lavar los pies de otros. Somos libres para amar a nuestros enemigos y buscar la manera de terminar conflictos terribles y hacer muchas cosas que el Evangelio nos pide que hagamos. Somos libres para desarrollar alternativas a una sociedad industrial que despoja la dignidad y el sentido del trabajo. Estamos libres para ayudar al extranjero en nuestra tierra. Estamos libres para luchar contra la maldad del racismo y anti-Semitismo. Somos libres para superar nuestra concentración en nosotros mismos y seguir los mil pasos extra. Somos libres para rechazar todo y seguir a Jesús. No dependemos de modas actuales. No estamos controlados por afectos caprichosos e instintos. Tenemos un nivel mucho más alto de libertad que muchos otros.

Y a través de casi 2,000 años de historia de la Iglesia, podemos observar que aquellos que respondieron con gran dedicación a la libertad de vivir el Evangelio últimamente tuvieron más éxito en influir sobre la Iglesia que aquellos que respondieron con ira.

Como indica Mel Piehl, “Casi por definición la expresión de valores cristianos más perfecta florece, no en los lugares visibles de la sociedad sino en los invisibles, no entre los convencionalmente poderosos sino entre los impotentes.” Renunciar a todo significa ganar
todo, pero no en los términos del mundo.

La obediencia libera

Al tratar de comprender la obediencia es interesante reflexionar acerca de lo que algunos de los escritores en espiritualidad de este siglo han escrito sobre esto.

Desde una perspectiva de liberación, Johannes Metz ha dicho que la obediencia es “la radical e incalculable entrega de la vida de uno a Dios Padre quien eleva y libera. Lo impulsa a uno a detenerse muy cerca a aquellos para los cuales la obediencia no es un caso de virtud, sino la señal de opresión…” Esta definición fue escrita acerca de la vida religiosa, pero se le puede aplicar a cualquiera.

Y Thomas Merton nos ayuda a comprender que el seguir la voluntad de Dios no nos oprimirá o destruirá nuestras personalidades, sino nos llama a nuestro más grande potencial. El nos dice que la perfección significa “simple fidelidad” a la voluntad de Dios en toda circustancia de nuestra vida ordinaria. Ser un santo significa ser uno mismo, ser lo que Dios intentaba que fuésemos. Somos llamados a compartir con Dios “la labor de crear la verdad de nuestra indentidad.” Pero uno no puede encontrarse a sí mismo aislado del resto de la humanidad. Debemos darnos a otros en la fuerza del amor sin egoísmo (New Seeds of Contemplation, New Directions Books).

El Espiritu está con la Iglesia

Hay esperanza. Hay tres imágenes de la Iglesia enfatizadas en el Nuevo Testamento y el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: El Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y el Templo del Espíritu Santo, nos ofrecen una perspectiva de la presencia de Dios con la Iglesia que nosotros sabemos puede últimamente sobreponer las estrecheces, conflictos y dolorosas discordias, y la posiblilidad de ser desarraigados de las mejores tradiciones católicas.

No hemos aún leído el nuevo Catecismo pero estamos interesados en verlo. Nuestro interés fué provocado cuando el Padre Tom Sheehy, que trabajó por la paz y justicia por muchos años, le estaba diciendo al párroco de Todos los Santos en una conversación en la Conferencia Católica en Houston, unos cuantos días antes de su fallecimiento, que un taller sobre el Catecismo de la Iglesia Catolica había cambiado su vida.

Algunos modelos

Dos ejemplos de personas que usaron su libertad para vivir el Evangelio se destaca extraordinariamente: Dorothy Day y el Trabajador Católico y San Francisco de Asís.

Dorothy Day comprendía el lado humano de la Iglesia y reconocía sus faltas, pero ella pedía que nosotros siguiesemos el precepto del Evangelio de ser obediente a todo ser viviente: “Sean súbditos, por esta razón, a toda criatura humana por amor de Dios.” Significa lavar
los pies de otros, como lo hizo Jesús en la Ultima Cena. “Ustedes me llaman Maestro y Señor,” les dijo él, “y bien dicho porque eso es lo que Yo soy. Entonces Yo, su Señor, les he lavado sus pies, ustedes también deben lavárselos el uno al otro. Yo les he dado el ejemplo; ustedes deben hacer como Yo lo he hecho para ustedes.” Servir a otros, no buscar el tener poder sobre ellos. No dominar, no juzgar a otros.

Desde el punto de vista de Dorothy Day, las obras de misericordia no son ni caridad paternalista ni obligación formal religiosa, sino una oportunidad para expresar el dar libremente el amor en el corazón e la fe cristiana.

Los Trabajadores Católicos no creen solamente en la práctica diaria de las obras de misericordia al contrario de obras de guerra, pero las hacían, día de día, año a año, y vivieron un modelo de lo que ellos creían que debía de ser la Iglesia.

Al mismo tiempo ellos publicaban un periódico para traer la ensenanza social Católica a la sociedad y protestaban cuando era necesario y a veces iban a la cárcel para atraer la atención a los problemas de injusticia hacia los pobres, trabajadores, o por el amor de la paz.

Pero todo esto ha estado basado en una profunda fe, como lo escribió Dorothy Day en su ensayo sobre la obediencia.

Se requiere la Fe cuando hablamos de obediencia. Fe en un Dios que nos ha creado, un Dios que es el Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Fe en un Dios a quien debemos obediencia por la misma ra_on de que hemos sido dotados con libertad para obedecer o desobedecer. Amor, Belleza, Verdad, todos los atributos de Dios que vemos reflejados a nuestro alrededor en criaturas, en la mismas obras, del hombre mismo….llenan nuestros corazones con tanta admiración y gratitud que no podemas dejar de obedecer y venerar….Mi fe podrá ser del tamaño de una semilla de mostaza pero aún así, además de su potencial, nos trae con ello el comienzo del amor, tan intenso que el amor humano con todas sus alturas y profundidades palidece en comparación.”

El argumento de Dorothy Day aquí y en otras partes, es de que fe y obediencia a la Iglesia no es un constreñimiento sino una expresión de libertad espiritual, cuando, por supuesto, se acoge libremente.

Dorothy Day y el Trabajador pudieron influenciar la Iglesia en los Estados Unidos desproporcionadamente al tamaño del movimiento. Un ejemplo muy citado de esto es el crédito que se le dió a Dorothy por los Obispos de Estados Unidos en su carta pastoral sobre la paz.

La vida y trabajo de San Francisco de Asís, una persona laica através de la cual la faz de la tierra se renovó, también nos inspira. Y el tenía dificultades y luchas con la obediencia.

Podemos verlo a él, una persona que no es sacerdote, como un ejemplo de una persona que hizo una decisión. Inicialmente se le rehusó el permiso de su orden por un Papa medieval. Le dijeron que su idea para los Franciscanos era muy severa; el creía que eso era lo que Jesús enseñaba en los Evangelios. El tenía que hacer una decisión.

Podía mobilizar una cruzada contra el Papa por corrupción como rehusarse a ayudarle, o él podía buscar otras soluciones, esperar, trabajar, orar por dirección. Hizo lo último, y siguió adelante cambiando totalmente la faz de Europa con la bendición de la Iglesia. ¿ A quién recordamos, al Papa o a San Francisco–?

¿Soltero frustado?

Como un ejemplo en una escala muy pequeña, los autores escucharon a una persona condenar con furor a todos los obispos como ineptos, solteros frustados sexualmente que no podían inspirar a nadie—-simplemente porque un obispo no le dió fondos o reforzó su plan por la paz algunos años atrás. El llevaba esta rabia por años, desde su primera y última reunión con el obispo.

Cualquier jugador de fútbol el lunes por la mañana, podía haberle dicho que él mismo debía haber financiado e implementado su propio plan de paz y no poner la culpa por su falta de éxito a los pies de un viejo obispo que se tomó el tiempo de escucharlo.

Al mismo tiempo este mismo obispo nos dijo a nosotros que formaramos un grupo de la Legión de Maria o una cofradía en lugar de una Casa del Trabajador Católico. Le dijimos que no. El nos bendijo y nos deseó el bien.

El vino varias veces a visitarnos después de que empezamos nuestra Casa del Trabajador Católico y a celebrar la liturgia. El venía sólo sin secretarios o maestros de ceremonias y no parecía frustrado para nada. En realidad, el pasaba todo su tiempo durante sus visitas compartiendo con los pobres de la casa, ya que él hablaba el español perfectamente–tal vez eso va con el celibato.

¿Cómo podemos responder?

“Pero,” lamentan los católicos contemporáneos, “Es este particular Papa, o este particular obispo o sacerdote o Hermana—-!Usted no puede esperar que yo tenga paciencia con esta persona!”

Han existido muchos tiempos difíciles en las historia de la Iglesia. A veces ha habido liderazgo extraordinario, a veces el liderazgo ha sido, en lo mejor, débil, y en lo peor corrupto. Pero el Espíritu Santo siempre ha estado con la Iglesia y, en los más obscuros, más difíciles tiempos, ha aparecido en maneras totalmente inesperadas y en lugares inesperados–a veces entre los laicos–para llamar la Iglesia a sí misma de nuevo–no solamente con palabras, sino viviendo el Evangelio en maneras creativas.

No se puede permitir que recientes decisiones del Papa destruyan la obediencia libre a Dios y al Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Muchos perciben estas decisiones como que son una gran tragedia, causando tremenda pena y desilusión.

Pero no se puede permitir que la frustración nos desvíe del Evangelio y de renunciar a todo para seguir a Jesús. No debemos substituir el seguir el Evangelio con ira, aunque uno cree que la Iglesia ha causado la ira al hacer malas decisiones.

Si después de un tiempo de orar y reflexionar, el rencor hacia la jerarquía Católica reemplaza nuestra dedicación a Jesús, la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, entonces sí ha pasado una verdadera tragedia. Nuestras vidas como cristianos se vuelven de arriba a abajo y se
perderán los valores del Evangelio.

Uno tiene que escoger.

¿Escogemos guardar la ira y adoptar la furia como una respuesta poniendo nuestras energías a esto? O, ¿aún cuando no comprendamos o estemos de acuerdo, confiaremos en el Espíritu Santo en lo entero de la vida, y practicaremos los consejos evangélicos para renunciar a todo y seguiremos a Jesus? Si escojemos la primera decisión y nos inmovilizamos por ello, puede ser terapeútico, pero esto es rendirse. Y ciertamente es más fácil que responder a S. Mateo 25 y compartir las vidas y problemas de los pobres.

Una preocupación

Una preocupación para muchos es la falta de dirección en las vidas de muchos de hoy.

El ser como un liberal de los 60’s con ideales vagos de estilos de vida y dedicación no mantendrá a uno a flote–ni siquiera a un Trabajador Católico y hasta puede llevar a hundirse en las aguas superficiales de lo “políticamente correcto.”

Es fácil ser atrapado en los ornamentos de Cristiandad o dedicación con nuestra casera ideología y teorías predilectas–incluso ideales donde las palabras son de poco valor.

Nadie le ha prohibido a una persona predicar con su forma de vida–como dicen los viejos feligreses, “Prefiero ver un sermón vivo que un ser–món hablado.”

Como dijo el Padre John Kavanaugh recientemente en America (Julio 2, 1994),”Un cristiano, ya sea Papa o campesino, es más efectivo al ser discípulo cuando es menos ambiguo en motivo. Es fácil desnatar los beneficios de arriba. Hay la tentación de servir las
noticias buenas de nuestro propio egoísmo y prominencia, en lugar de ceder a las horripilantes verdades que predicamos.” Obviamente necesitamos saber hacia dónde vamos.

Esperamos no olvidar las palabras de los Proverbios: “Donde no hay una visión la gente abandona restricciones.”(Capítulo 19, versiculo 8).

Tememos que la gente abandone la Iglesia en lugar de abandonar todo y seguir a Jesús.

Rogamos que todos respondamos al simple mandato: Sean fieles a Dios, a ustedes mismos y a otros a seguir su misión en la vida y ninguna crítica podrá disuadirles, mucho menos detenerlos.

Recen por nosotros aquí, en el Trabajador Católico de Houston, para que podamos seguir el Evangelio en amor, obediencia y alegría.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XIV, No. 6, septiembre 1994.