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¿Necesitamos la eucaristía o la Iglesia?

Voluntarios potenciales llaman a Casa Juan Diego para saber si existe algún grupo que no esté conectado con la religión y que otorgue hospitalidad a inmigrantes y refugiados.

A algunos les gustaría participar en el trabajo, pero no se sienten a gusto con la religión.

Nuestra respuesta a esta pregunta es no.

No sabemos de alguien que pueda sobreviv ir día tras día, año tras año, compartiendo el peso de trabajar con los pobres, con amor, sin la gracia y fortaleza de la Eucaristía y el apoyo y oración del Cuerpo de Cristo.

Estos candidatos se sentían muy desilusionados, puesto que la religión no se tiene en buena reputación hoy en día.

Distinción popular

Existe una distinción popular entre la espiritualidad y la religión.

La religión se ve como negativa y rígida, ocupándose de ritos, formas externas, reglas restringentes y doctrina. La espiritualidad es algo distinto, dicen.

¿Por qué preocuparse con la iglesia institucional? es la pregunta–la Iglesia es considerada muy conservadora y opresiva por algunos. Se acusa a los miembros de la Iglesia de ser hipócritas y de no vivir la fé de otros. Otros creen que la Iglesia es demasiado liberal.

Estudios recientes indican que muchas personas pertenecientes a la generación posguerra buscan un significado fuera de la religión formal, y ven la religión como algo que no es á propósito. En realidad, el 85% de éstos creen que se puede ser un buen cristiano, muy espiritual, sin asistir a la Iglesia.

Espiritualidad

La espiritualidad es esencial. El cielo sabe que necesitamos santos, personas que están tratando de hacer algo con sus vidas, tratando de seguir a Jesús, sin importar el precio.

Lo que pasa en las mentes, corazones y almas de las personas es muy importante. La clase de espiritualidad que ellos tengan impactará a mucha gente y a todo el mundo.

Hoy en día, existe un gran número de caminos hacia la espiritualidad, muchos de ellos también populares entre los católicos que buscan fuera de la tradición católica como enriquecer su fe.

La “espiritualidad” puede estar basada más en la experiencia personal, interpretación individual, a veces narcisismo y emoción, y no en la creencia en la Iglesia como el Cuerpo de Cristo o el Pueblo de Dios llamado a vivir unido como vivió Jesús y a contribuir al bien común.

Frecuentemente, algunas de las mejores tradiciones de la Iglesia y del Evangelio no han sido exploradas. Como ejemplo está el desconocimiento general que existe del misticismo occidental o la selección arbitraria y limitada de algunas de las Escrituras. Algunas veces los escritos difíciles del Evangelio se omiten.

A menudo, los valores más importantes en la vida de una persona provienen no de las enseñanzas de la fe, sino de lo que es políticamente correcto o aún de lo que es conveniente.

Creando nuestros dioses

La gente ha creado una imagen y concepto de Dios tan terrible, que uno tendría que ser alguna clase de demente para tener algo que ver con Dios o la religión.

Una vez que han relegado a Dios y a la religión a las ligas menores, se permite venerar las cosas más importantes, como la propia libertad, placer, posesiones materiales o política. Una espiritualidad que pueda convivir con esta clase de permiso florecerá.

Nos parece a nosotros, que es de mucha ayuda el tener principios, guías, verdades y modelos de comportamiento para ayudarnos a encontrar el Camino, la Verdad y la Vida, si vamos a tener suficiente fortaleza y gracia para poder seguir a Jesús.

“Pro escoger” contra el llamado de evangelio

El tener libre voluntad hace a todos, en cierto sentido, personas libres de escoger, en el sentido general, en favor de selecciones responsables.

El término “pro escoger” ha sido mal entendido o usado equivocadamente. Con todo el énfasis en la libertad de escoger hoy, el término pro escoger, como se usa popularmente, sólo se refiere al aborto.

Pero estar a favor de escoger no es de gran valor si hacemos malas decisiones.

Sobreenfatizar en pro de selección puede ser una explicación que ofusca o confunde la moralidad de la selección.

La pregunta verdadera, la selección real es: ¿escogeremos o rehusaremos la llamada de Jesús y de los Evangelios?

Todo sigue de esto.

El narcisismo puede convertirse en el nuevo culto de muchos si dejamos que la libertad de escoger sea interpretada como la selección de hacer cualquier cosa que nos plazca.

El contemplar nuestro ombligo puede estar bien, pero no es una manera que contribuya al bien común. ¡El mundo nos necesita! Hemos llegado al punto donde la gente ahora se para frente a un espejo largo y se dice a sí mismo: “Yo soy quien yo soy.”

Estábamos equivocados

Por años hablamos de la primacía de lo espiritual a nuestros voluntarios.

Aunque decían que estaban de acuerdo con la idea de la espiritualidad, ellos no parecían comprender y no respondían de una manera que nos llevara a la espiritualidad de Dorothy Day y del movimiento del Trabajador Católico.

Estábamos equivocados.

Para nosotros la primacía de lo espiritual–las palabras de Dorothy Day–significaba algo más diferente a lo que ellos entendían como “espiritual.”

¿Qué significaba espiritual para Dorothy Day?

Antes de nada, Dorothy Day y los Trabajadores estaban embriagados con el concepto del Cuerpo de Cristo (El Pueblo de Dios.)

Todos los miembros de la Iglesia son parte de la Iglesia, o más bien, partes de la Iglesia, las partes de un cuerpo todo con la misma sangre corriendo por sus venas. En el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, la sangreque corre por cada miembro es la vida de Cristo. (I Corintios 12:12-26).

Y la pierna no puede decir: “Y no soy parte del cuerpo, no tengo ninguna responsabilidad”. La pierna, si se separa, está muerta, muerta, muerta. Todo lo que queda es un entierro decente. Los miembros y órganos del cuerpo (de Cristo) tienen vida mientras son buenas partes del cuerpo que funcionan y permanecen unidas en el cuerpo.

Frecuentemente la gente piensa de la Iglesia como una jerarquía solamente. Esto es un error grotesco, si no herejía porque la Iglesia siendo el Cuerpo de Cristo incluye a todos los miembros y creyentes. Necesitamos obispos y sacerdotes como sucesores de los apóstoles, si vamos a estar arraigados en la Iglesia de los primeros tiempos.

Pero todos los miembros de la iglesia tienen responsabilidad por la Iglesia, no solamente los Obispos.

Cuando criticamos a la Iglesia por no hacer algo, nos estamos criticando a nosotros mismos, porque nosotros somos la Iglesia simplemente: hágalo usted mismo.

El gran y primer título de un obispo o aún de un papa no es de que es un obispo, sino de que él es un miembro del Cuerpo de Cristo.

Stanley Vishnewski, uno de los primeros Trabajadores Católicos en Nueva York, escribe en el libro Alas del Alba (Wings of Dawn) publicado por el Trabajador Católico de Nueva York, acerca de las visitas de Padre Benedict Bradley y Padre Virgel Michel a principos de 1930, en las que ellos ponían a la comunidad en conocimiento de la doctrina viviente del Cuerpo Místico de Cristo. Dejaremos que hable Stanley por sí mismo acerca de la visita de los sacerdotes:

“La Iglesia, nos dijo Padre Bradley, no es simplemente una sociedad o organizacion: es un organismo, con cabeza y miembros. El concepto dogmático de la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo. Esta es la verdad fundamental revelada al mundo por Cristo. Fue predicado al hombre en la calle por San Pablo. Los primeros cristianos lo entendieron. San Agustín lo menciona insistentemente y Sto. Tomas de Aquino lo enseñó. El Cuerpo Místico de Cristo es el título que los Padres del Primer Concilio Vaticano declararon ser la más adecuada expresión de la naturaleza de la Iglesia. Fue explicada por León XIII y dirigido por Pio X a un mundo agobiado en la frase espléndida, Restaurare omnia de Christo–traer todas las cosas bajo la autoridad de Cristo.”

“Yo (Stanley Vishnewski) estaba sentado en la primera fila y escuchaba fascinado al Padre Bradley. El gran número de gente que se había reunido estaba extraordinariamente tranquila. Y tuve un sentido religioso imponente. Tuve un sentido de unidad con Dorothy, Peter, Maria, Margarita, Dan Grande y Dan Pequeño. Cerré mis ojos y me sentí en comunión con los Afro-americanos, los Chinos y los Rusos. Todos eran mis hermanos y hermanas. Eramos todos uno en Cristo.

“La Liturgia,” (Misa y Sacramentos) – concluyó el Padre Bradley – “fue una vez la suprema expresión de la vida Cristiana y el instrumento de la conversión del mundo. Y solamente através de ella, la celebración y aplicación a los hombres y mujeres de la Redención, puede la cristiandad ser revivida.”

La plática del Padre Bradly fue como un pentecostés para todos nosotros, los del Trabajandor Católico. Por primera vez comprendimos la realidad viviente que era nuestra fe. Fue una doctrina inspiradora y estábamos tan entusiasmados, tan embriagados con el nuevo Vino–que queríamos salir a las calles y gritar a todos los que nos escucharan acerca de la unidad de los miembres del Cuerpo Místico de Cristo. Yo quería gritar a la gente en las calles que ellos eran mis hermanos y hermanas en Cristo y que juntos pertenecíamos a la verdadera familia de Dios.

Lo que fue consolador para mí fue el reconocimiento de que no estábamos solos en nuestro apostolado. Ya no era una cuestión de un alma individual y Dios. Era una cuestión del Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, orando a Dios Padre.

La doctrina de que éramos una familia en el Cuerpo Místico de Cristo transformó nuestras vidas y abrió nuevos horizontes de Fe que se extendían hasta la infinidad. El viejo concepto de la fe, que yo había conocido, ahora se transformaba en algo dinámico. La fe que yo había conocido era algo más personal, algo estrecha, aun negativa. Solamente Dios y yo existíamos. Había sido un tipo de religión de convenio: “Haz esto para mí, querido Señor, y yo rezaré estas oraciones para Tí. Si Tú evitas esta tragedia, yo haré esta peregrinación. Querido Santo, yo voy a encender esta vela en tu honor pero tú atiende mi pedido.”

La doctrina del Cuerpo Místico de Cristo hizo de nuestra fe una realidad viviente. La Iglesia no era sólo un edificio de ladrillo que estaba en la esquina. La Iglesia no era el Padre Paulauskas o la Hermana Perpetua. Eramos nosotros la Iglesia! La Iglesia éramos todos nosotros unidos bajo el Reinado de Cristo. Era Cristo el que era nuestro Rey. Era Cristo, nuestro Hermano, quien actuaba como nuestro Mediador con Dios Padre.

Si alguno de nosotros sufría, entonces todos sufrían. Si uno de nosotros estaba feliz y se regocijaba, entonces todos estábamos felices y compartíamos, de una manera mística, en el regocijo. Yo despertaba a media noche y con júbilo reflexionaba que en ese mismo momento yo estaba compartiendo los frutos de la Misa que se estaba ofreciendo a través del mundo. Qué consuelo era saber que mientras yo dormía, coros de monjas y monjes contemplativas y estaban cantando el Divino Oficio y que como miembro del Cuerpo Místico yo estaba compartiendo en sus oraciones.

Yo empecé a darme cuenta de lo importante que eran mis acciones y oraciones para la salud y bienestar de la Iglesia. Por primera vez comprendí lo que Dorothy quería decir aquella mañana fría, cuando ella me dijo que al no asistir a Misa yo estaba haciendo daño al trabajo.

Comprendí que mis oraciones, mis sacrificios, contribuirían las gracias necesarias para mantener viva la fe de algún pobre prisionero encerrado en algún campo comunista o fascista de concentración. Mis oraciones y buenas obras también tenían el poder de convertir a sus captores. Fué entonces cuando comprendí lo enorme de mis acciones pecaminosas. Mi omisión de cooperar con la gracia, no solamenteme me lastimaba a mí, sino al mismo tiempo negaba a algún pobre mortal la gracia y fuerza necesaria para perseverar. “Nosotros somos guardianes de nuestro hermano!” Al mismo tiempo yo me sentía humilde al pensar que yo también estaba siendo apoyado y fortalecido por las oraciones y los sacrificios de mis compañeros en Cristo.

La idea de que uno llevaba a Cristo y que uno era el “templo del Espiritu Santo” era bien serio y le ayudaba a uno a mantenerse lejos de las ocasiones peligrosas de pecar. Entonces comprendí que era Cristo quien me llamaba a trabajar en el apostolado laico y del Trabajador Católico, porque cuando yo pensaba en retirarme (y las ocasiones fueron muchas), no podía pensar en otra parte a la que quisiera yo ir. Me dí cuenta que tenía más necesidad de Cristo y comprendí entonces que El me había escogido y que no era yo el que habia escojido seguirlo a El. Era esto una idea inspiradora, pero qué indigno me hacía sentir. Las oraciones salían sin pensarlo de mi corazón: “O Señor, hazme digno de la confianza que Tú has puesto en mi.” Fue el Padre Virgel Michel, entonces Decano de la Universidad de St. John en Collegeville, Minnesota, quien vino a nosotros una tarde y nos habló acerca de la relación del Cuerpo Místico de Cristo a la sociedad. El Padre Virgil nos dijo que una vez que la gente estuviera consciente de la vida espiritual y su relación con Dios, los problemas de economía y raza se solucionarían . El enfatizó enérgicamente en la necesidad de las oraciones litúrgicas, la recitación del Oficio Divino por las personas laicas para tener a sus mentes y pensamientos en armonía con la Iglesia. Como resultado de la visita del Padre Virgil la costumbre de rezar “Completas”, fué instituido en el Trabajador Catolico.

El Trabajador Católico era como una célula del Cuerpo Místico de Cristo. Era una “Liga de Naciones” al igual que un movimiento ecuménico. Siempre había personas de diferentes nacionalidades y varias creencias religiosas, al igual que ateos y agnosticos que estaban con nosotros. Uno no tenía que pertenecer al personal editorial.

A Dorothy siempre le gustaba contar las varias nacionalidades representadas en el Trabajador Católico. “Aquí estamos” -decía Dorothy- “personas de diferentes nacionalidades cuyas naciones supuestamente deben ser enemigas, pero porque todos somos católicos nos es posible conocernos y ser amigos.”

No siempre, pensé yo. Había bastantes conflictos y altercados dentro del Trabajador Católico. Pero la gente sí parecía ser mas amigable en el Movimiento. Le pregunté a Dorothy sobre esto. “Es por el dogma del Cuerpo Místico de Cristo,” contestó ella. “Los católicos no deben permitir que sus almas sean ensombrecidas por la avaricia, el egoísmo y el odio. No deben odiar a personas afro-americanas, judías o comunistas. Cuando son culpables de prejuicio, están hiriendo al Cuerpo Místico de Cristo. Es como si ellos empuñaran los látigos de las manos de los soldados que atacaron a nuestro Señor. Si una persona odia a su prójimo, está odiando a Cristo.” Qué cantidad de estímulo y júbilo desde los primeros días del Trabajador Católico (sesenta años pasados) y de estos grandes hombres del movimiento litúrgico (los monjes benedictinos antes mencionados) cuando se unían en una profunda comprensión del Cuerpo de Cristo y lo que ello significaba en sus vidas!

Dorothy Day decía frecuentemente durante los últimos años que la verdad del Cuerpo Místico de Cristo sostenía el Movimiento del Trabajador completamente. Repetidamente enfatizaba las implicaciones de la visión de Sto. Tomas de Aquino por la que todos los miembros y miembros potenciales del Cuerpo de Cristo y la devoción a Cristo exige servir a aquellos en quien El vive.

Dorothy frecuentemente citaba a Clemente de Alejandria acerca del Cuerpo de Cristo. ¿Por qué se hacen daño los miem bros de Cristo el uno al otro? ¿Por qué nos sublevamos contra nuestro propio Cuerpo? En Casa Juan Diego somos un ejemplo viviente del Cuerpo de Cristo trabajando. Los miembros del Cuerpo de Cristo, (individualmente o las parroquias) rezan por nosotros y apoyan nuestros humildes esfuerzos, todo lo cual nosotros celebramos, en la Misa, varias veces por semana en la Casa Juan Diego. Celebrando la liturgia, estamos conscientes de nuestros vínculos con todos aquellos (muchos que no conocemos) que están unidos a nosotros y nuestros humildes esfuerzos a través de la oración y el sacrificio. Y nosotros estamos unidos con los pobres y con los miembros del Cuerpo de Cristo que sufren, que vienen a nosotros como refugiados e inmigrantes después de dolorosas y devastadoras jornadas, como mujeres maltratadas con muchos golpes o de los hospitales, con los huesos quebrados.

Personalismo, sirviendo personalmente

Dorothy Day nos ayuda con nuestro concepto de espiritualidad. Ella y Peter Maurin ayudaron a inventar el personalismo e hicieron de él, el sello del Movimiento del Trabajador Católico como un concepto central de su ser. Esta idea provino también de Emmanuel Mounier, pensador francés que insistía en la primacía de lo espiritual en toda acción y transformación social. El escoger seguir a Jesús y lo que se pide de nosotros en los Evangelios y para el movimiento del Trabajor Católico, particularmente las bienaventuranzas y las palabras del Senor acerca del Ultimo Juicio y el más humilde de mis hermanos es, según Dorothy Day, una libre elección, un caso de amor, que lo hace voluntariamente, no obligado por temor o fuerza. En este sentido Dorothy Day era favorable a escoger el comprometerse antes de escoger lo bueno de cada día. Esto es una decisión personal, de cambiar nuestros corazones, de responder personalmente a la llamada de Jesús, de renunciar a todo y seguirlo a El, amar como El nos lo pide en el Sermón de la Montaña. El vivir esta decisión personal en el Trabajador Católico se expresa en las obras de misericordia espirituales y corporales, con un compromiso de servir a los pobres a costa de sacrificio personal, sin depender del estado u otra institución para que haga esto.

Day y Maurin nos enseñaron que el personalismo del Evangelio significaba hacer “amor Cristiano”, la fundación de existencia social. Verdadero amor, para ellos, antes de nada se requiere tomar responsabilidad por uno mismo, luego “amor en acción” en servicio a nuestros más próximos prójimos y entonces transformar a la sociedad en su totalidad por el poder de este amor. También quería decir comprometerse a una labor servicial socialmente y que satisfaga, un rechazo a todas las formas de violencia y coerción, y un alejamiento personal de las cosas materiales por medio de la práctica de la “pobreza voluntaria”. Este compromiso y manera de vivir personalista es directamente opuesto a los movimientos “yo primero” y algunos de los movimientos de espiritualidad de hoy.

Porque escoger obediencia a la Iglesia

Muchas personas pueden entender y apreciar el trabajo de Dorothy Day con los pobres, su trabajo por la paz y no violencia, su liderazgo al trabajar por la justicia social. Pero se preguntan sobre su ortodoxia y dedicación a la Iglesia Católica.

La base del Catolicismo orotodoxo de Dorothy Day se encuentra en la custodia de la Iglesia de los sacramentos, al igual que con su ardiente identificación con las vidas de los santos. La Iglesia tenía credibilidad para ella porque trazaba sus raices hasta los apóstoles y así proporcionaba los sacramentos, establecidos por Cristo.

Para Dorothy Day la Eucaristía, y las substancias materiales de pan y vino transformados en la Misa, en particular eran la fundación de vida espiritual, conectando lo espiritual y lo material.

Dorothy apreciaba y celebraba lo inmanente de Dios con nosotros, viviendo con nosotros en los sacramentos y la presencia sacramental de la Iglesia y en Su pueblo.

Ella había empezado a asistir a Misa diario antes de comenzar el Trabajador Catolico y continuó la práctica durante toda su vida.

Problemas de institutionalismo

Hay muchos hoy que gastan mucha de su energía criticando al Papa, obispos y sacerdotes ya sea desde el punto de vista de la derecha o la izquierda. ¿Hay alguna esperanza para la Iglesia institucional? ¿Debemos permanecer con ella? Algunos dicen “No,” y tristemente se alejan.

Estamos sorprendidos del número de conservadores que no van a Misa. Ya sabemos que muchos de nuestros amigos liberales se retiraron hace mucho tiempo o que sólo van ocasionalmente si se celebra alguna hermosa liturgia en alguna parte.

Dorothy Day estaba muy consciente de las deficiencias de los seres humanos que componen la Iglesia. Lo describe de esta manera:

“Yo amo la Iglesia por Cristo hecho visible, no por si misma, porque frecuentemente fue un escándalo para mí. Romano Guardini dijo que la Iglesia es la cruz en la que Cristo fue crucificado. Uno no podía separar a Cristo de su Cruz, y uno debía vivir en un estado de descontento permanente con la Iglesia.”

Con el Papa Pablo VI, Day sabía que la Iglesia siempre necesitaba reforma, pero ella no creía en desperdiciar mucho tiempo en culpar la falta de éxito en la Iglesia.

Day mantenía la percepción de que los religiosos Católicos debían obedecer a sus superiores y que las personas laicas debían concentrarse en acción social positiva en lugar de atacar a la Iglesia y a sus líderes. Cuando un grupo de activistas católicos en Los Angeles le escribió quejándose de la oposición de la jerarquía allí, ella les respondió:

“Debemos seguir a donde el espíritu nos lleva. Así que continúen y no busquen apoyo o aprobación. Y no siempre estén buscando culpa, tampoco, o vean oposición donde quizás no hay ninguna. Eso es juzgar los motivos de otros. Disculpen mi tono didáctico, pero yo tengo una larga experiencia. Les ruego que guarden sus energías para combatir las gigantescas injusticias de nuestros tiempos, y no a la Iglesia en la forma de su Cardenal Arzobispo allí. Es la tentación del demonio de desviar nuestras energías, desanimarnos, afligirnos, y neutralizar todo lo que nosotros quisieramos hacer.”

Dorothy Day y Peter Maurin escogían libremente obedecer la autoridad de la Iglesia en las áreas de fe y doctrina. Pero tomaban en sí mismos y el Trabajador Católico y su movimiento la responsabilidad personal como católicos laícos de vivir según los Evangelios, particularmente enfatizando las bienaventuranzas y a S. Mateo 25:31 ff.

Ellos estudiaban y oraban para saber cómo hacer esto.

Mientras algunos puedan creer que la manera de llamar a la Iglesia hacia una mayor dedicación a la justicia social y la paz es provocar confrontaciones y criticar a la Iglesia ásperamente, el Trabajador Católico escogió otra manera.

Mel Piehl, escribe en Una Revolución del Corazón, de esta manera:

“En efecto el Trabajador Católico trató de cambiar la Iglesia, no usando los métodos de la política, sino presentando entre la comunidad Cristiana un modelo activo de lo que la comunidad profesa ser. Al practicar libremente los valores aprendidos dentro de la Iglesia misma, sin comprometer a la Iglesia a una posición particular que pueda ser equivocada, el Trabajador Católico ha tratado de conmover la comunidad Cristiana por inspiración y ejemplo en lugar de confrontación directa.”

Dorothy y Peter criticaban a la Iglesia con sus vidas.

Gente preocupada por la justicia social a veces cuestionan la dedicación del Trabajador Católico a las Obras de Misericordia y le llaman trabajo de vendaje. Han dicho a través de los años: ¡Cambien las estructuras! No se detengan en tratar de ayudar a la persona pobre. Hemos escuchado esto muchas veces en la Casa Juan Diego.

Pero el Trabajador Católico ha tomado la inusual posición de tratar de hacer ambas cosas con el doble énfasis en cambio social y las obras de misericordia, tratando de traer los “más altos valores espirituales y éticos de cristianismo a la vida pública…, proclamando la suprema aplicabilidad de los moralmente heróicos consejos evangélicos de perfección.” La esperanza de los Trabajadores Católicos es cambiar corazones y traer Cristianos a luchar por vivir las enseñanzas radicales sobre el amor en el Sermón de la Montaña.

Según Patrick Coy en Una Revolución del Corazón, la filosofía personalista ofrecida por Day y Maurin no esperaba cambio a través de instituciones sociales, sino buscaban los cambios creativos en individuos al elevar el precepto cristiano de amor activo a un lugar de primacía establecido en sus vidas diarias.

Day y Maurin trataban de balancear lo encarnacional (el Señor presente en lo interior) con lo escatológico (el Señor resucitado que vendrá a nosotros en la muerte y al final del tiempo).

Modelos inspirados de la Iglesia

Dorothy Day y Peter Maurin, en su espiritualidad, tenían mucha inspiración de algunas de las grandes personalidades que habían pasado antes que ellos en los casi 2,000 años de historia de la Iglesia. El ejemplo de mujeres y hombres como los místicos occidentales, Sta. Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, Julián de Norwich, Sta. Teresa de Liseux, y muchos otros que trataron de vivir con su fé y amor a Dios en el centro de su existencia, ayudaron a traer al Trabajador Católico a ambos, contemplación y acción.

A Dorothy Day le encantaba la literatura y leía bastante y era considerada una personal intelectual; ella tambien seguía el modelo de los santos cuya iluminación provenía del asceticismo y oración. Dorothy decía de esos grandes modelos, “Ellos son el corazón del catolicismo; ellos son su centro místico. Despúes de haberlos encontrado y estudiado, yo no hubiera dejado la Iglesia bajo ninguna persuasión.”

Estas grandes personas de fé incluyen a San Francisco de Asis, que vivió su fé de una manera muy creativa, que revolucionó la Iglesia de sus tiempos. Y Francisco no era un sacerdote. Francisco no ponía sus esperanzas en la política, no trabajaba con políticos o comités o el grupo organizado de desconformes, pero si fue el instrumento para efectuar la caída de un sistema social indeseable.

En un artículo en el Trabajador Católico de Nueva York en 1953, Robert Ludlow escribió sobre la manera de San Francisco de desarrollar su idea de la Tercera Orden, que era para personas laicas al igual que el clero:

“Francisco atacó la iniquidad del sistema social indeseable especialmente con dos condiciones de la regla de la Tercera Orden. Una era la Condición que los Terciarios no debían de comprometerse con algún juramento, excepto donde la autoridad debidamente constituída lo requería. Se debe recordar que literalmente miles de personas laicas se unieron a la Tercera Orden, tanto así que los barones feudales estaban furiosos y apelaron a Roma para que detuviera esta locura. La locura que los privaba de esclavos porque los miembros de la Tercera Orden se rehusaban a tomar armas o a tomar juramentos de homenaje a los Barones.”

La decimasexta regla de la Tercera Orden era “Ellos no deben tomar armas mortales o amenazar a cualquiera.”

Creyendo que el Señor estaba presente en nuestros hermanos y hermanas, San Francisco sentía que matar a alguien era como cometer suicidio. Aparentemente, un santo canonizado puede hablar de esta manera.

¿Podremos imaginar la revolución que ésto causaría si esta regla se esforzara entre los miembros de la Tercera Orden de hoy, para que todos, como cosa natural, se convirtieran en objetores de conciencia?

La actitud de San Francisco hacia la violencia (rechazaba las Cruzadas y fue él mismo desarmado, a visitar al Sultán) y hacia la represión, es muy avanzada para aquellos tiempos…pero para él era solamente una reiteración de lo que contenía el mensaje de Cristo.

Francisco no se detuvo a averiguar teorías acerca de lo justo o injusto de las guerras, él simplemente decía que si la gente deseaba seguir el camino que él indicaba, no tomarían armas.

San Francisco no respondió a la mediocridad y corrupción de la Iglesia separándose de la Iglesia, como lo hicieron los reformadores varios siglos despúes, sino que permaneció con las estructuras de la Iglesia para llevarlas a su función propia.

Su dedicación a la paz y no violencia, derrivada de los Evangelios, fue fuerte influencia para el Trabajador Católico, como lo fue su dedicación a la pobreza voluntaria, otro credo del Trabajador Católico. Como San Francisco, no fue tanto como que El Trabajador Católico se opuso a ciertas teorías y maneras filosóficas con que la Iglesia respondía a los problemas sociales, sino que sus vidas demostraban una nueva y creativa manera de expresar la visión cristiana.

Podemos estar agradecidos de que la carta pastoral de los Obispos sobre la paz ha afirmado el pacifismo y objeción de conciencia contra guerra como una válida respuesta a la teología católica. Los obispos de E.E.U.U. dan crédito a Dorothy Day en el desarrollo de su carta pastoral sobre guerra y paz.

Robert Ludlow del Trabajador Católico hizo algunas buenas preguntas y nos dirigió a la dirección correcta en aquel artículo acerca de San Francisco.

Si los movimientos de la derecha y de la izquierda son superficiales, si son muy estrechos para satisfacer, si la política y sistemas políticos han demostrado su inutilidad en crear una sociedad justa, si todos estos han demostrado sus propias clases de tiranía, ¿no es que acaso aún tenemos que explorar áreas grandes de pensamiento y existencia?

Si hemos degradado a Dios hasta el punto que lo que llamamos Dios es una quimera no digna de venerar por hombres y mujeres libres, y si, porque no sabemos qué venerar, nosotros veneramos al estado, o la raza, o nuestras propias compulsiones, y si, en todas estas cosas no hemos encontrado felicidad, entonces nos damos cuenta de que Dorothy Day, Peter Maurin, San Francisco y tantos muchos otras personas creativas y grandes de fe eran profundamente felices, tal vez nosotros, también, podíamos ser retados a traer nueva vida y acercaminentos creativos a la Iglesia, nuevas visiones o maneras de efectuar el reino de Dios.

Con la fortaleza y gracia de la Eucaristía venimos a la Iglesia a ser transformados poco a poco, dejando a un lado nuestro antiguo ser para ser una nueva persona en el Señor resucitado, en cada uno de nuestros corazones podemos crear la revolución personalista. Nuestros corazones de piedra pueden ser reemplazados por corazones nuevos, pero según las Escrituras, en la comunidad de la Iglesia.

Como dijo Dorothy Day, “No podemos amar a Dios si no nos amamos los unos a los otros, y para amar debemos de conocernos los unos a los otros. Lo conocemos a El y nos conocemos a nosotros al compartir el pan y ya no estamos solos.”

Tendremos una visión mucho más rica de la Iglesia a varios niveles si somos conscientes de la armonía de las voces compartidas de muchas generaciones al ver con esperanza hacia el presente y el futuro.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XIV, No. 2, marzo 1994