En el Trabajador Católico de Houston, durante un almuerzo en la tradición de la clarificación del pensamiento, se estaban discutiendo los “Propósitos y metas del movimiento del Trabajador Católico,” que habían sido publicado en El Trabajador Católicode Nueva York en 1940. Un estudiante universitario que había estado ayudando vio la lectura y dijo, ¿”Que tipo de comunidad es esta? ¿Lecturas espirituales durante las comidas? ¿Oficios Divinos o Rosario nocturno? ¿Grupos de estudio? Esto suena a monasterio!”
En mayo de 1940 Dorothy Day escribió en El Trabajador Católico sobre la relación entre el monasticismo, especialmente los monasterios iniciados por San Benedicto y formados bajo su regla, y aquellos del tardío San Bernardo, por ejemplo, y el movimiento del Trabajador Católico, especialmente relacionado a la hospitalidad:
“Cristo una vez le dijo a sus discípulos, ‘Yo tuve hambre y me diste que comer,’ etc. Desde aquel día, alrededor del mundo, los peregrinos a lugares sagrados, viajeros fatigados, los hambrientos y sedientos, santos y pecadores han sido socorridos en nombre de Cristo. Los Hospicios, desde hace siglos, estaban bajo la supervisión de los Obispos. Ellos se establecían en regiones hóstiles y solitarias. Leprosos por miles fueron ayudados en muchos hospicios diseminados por toda Francia. Los monjes de San Bernardo son famosos por su hospitalidad. El trabajo de estos monjes se inició en el año 962.
“Los tempranos monasterios fundados por San Benedicto en Nursia designaba a monjes como hospitalarios y limosneros. Los anteriores les daban la bienvenida a los huéspedes mientras que los siguientes alimentaban y vestían y les daban techo a los necesitados.
“No obligados por votos y siendo débiles en nosotros mismos, tratamos, tropezando, de hacer nuestro poquito y expresar nuestra fe en la tradición hospitalaria.”
Mientras no estamos atados a las promesas, las primeras comunidades del Trabajador Católico tenían sobretonos de monasticismo. En su libro Searching for Christ: The Spirituality of Dorothy Day (Buscando a Cristo: la espiritualidad de Dorothy Day), University of Notre Dame Press, 1994),Brigid Merriman comentó que la descripción de Dorothy del movimiento reflejaba raíces monásticas: “En las tempranas ediciones del periódico Dorothy Day deletreó el programa para las casas de hospitalidad en una forma idealista que contenía sobretonos de una interpretación monástica de una vida de servicio. Prospectos para una casa fueron vistos, y su propósito en esa época decía: ‘El propósito general de las casas de hospitalidad es el formar un centro de Acción Católico en todos los campos, para trabajar, enseñar, y predicar justicia social, el formar una verdadera casa de poder de espiritualidad genuina y trabajo vocacional y educacional sincero, para transformar y dignificar el trabajo manual, y para trabajar para la gloria de Dios y su Iglesia.”
La espiritualidad benedictina relacionada a la hospitalidad, oración litúrgica y trabajo manual, fueron una gran influencia en el Trabajador Católico. De hecho, Stanley Vishnewski, por largo tiempo Trabajador Católico, dijo posteriormente, “Peter Maurin acostumbraba a decir en sus conferencias como los monjes benedictinos barrieron sobre toda Europa a la caída del Imperio Romano y establecieron comunidades agrícolas que mantuvieron el aprendizaje vivo durante la así llamada Edad Obscura.,”época de superstición e ignorancia.”
“Yo estoy seguro que sin la influencia de los Benedictinos habría muy poco en el movimiento del Trabajador Católico – Pues de los benedictinos obtuvimos el ideal de la hospitalidad – casas de huéspedes -comunidades agrícolas – oración litúrgica. Quite esto y hay muy poco en el programa del Trabajador Católico.”
San Benito nació a menos de 500 años después del nacimiento de Cristo en Nursia una región al Noreste de Roma. Los Trabajadores Católicos lo sostuvieron, como también lo hizo la gente de su época, como un ejemplo de uno que indicaba el trabajo de Dios en su vida.
Timothy Fry, OSB, da un esquema de su vida en RB 1980: The Rule of St. Benedict (RB 1980 La Regla de San Benedicto), Liturgical Press, 1980: “El fue enviado a Roma a la escuela y ahí experimentó la conversión religiosa que lo llevo a renunciar al mundo. A él se le describe como al principio vivía con lo que parece ser un grupo de ascetas en Enfide (ahora Affile), al Este de Roma, luego en absoluta soledad por tres años en Subiaco. Se le unieron numerosos discípulos, para quienes estableció doce monasterios de doce monjes cada uno y nombró decanos sobre ellos.
“Después que estos monasterios estuvieron firmemente establecidos, Benito dejó esta región con unos pocos discípulos y fundó un monasterio totalmente cenobítico en lo alto de una montaña que se elevaba sobre Casino, a unas 80 millas al Sur de Roma en el camino a Nápoles. Aquí adquirió una reputación que se difundió como de un hombre santo investido de carisma divino y envío una delegación a fundar otro monasterio en Terracina, y murió en medio del siglo VI.”
El principal carisma que el Trabajador Católico tomó de San Benito fue el de hospitalidad. Su Regla ha requerido que los monjes provean de hospitalidad a los viajeros, los extranjeros, a cualquiera que necesite hospitalidad. Esto vino de la tradición cristiana primitiva. Benedicto insistió que los huéspedes que viniesen se les tratara con amoroso cuidado: “En el capitulo 25 de la regla, Benito indica la recepción que se le debe dar a los huéspedes. El, le recuerda a los monjes, debe ser recibido como Cristo, pues en el ultimo día a cada monje se le recordara: ‘Yo era un extraño y me diste la bienvenida’ (Mt 25:35). Todas las personas sin distinción, deberían ser acogidas con todas las cortesías, incluyendo el compartir en la mesa del abad, y alojarlos en el cuarto de huéspedes. El conocimiento de la presencia de Cristo corrió como un estribillo a través de todo el capitulo, con especial consideración dada a los más humildes: ‘Gran cuidado e interés deben ser enseñados en recibir a la gente pobre y a los peregrinos, por que en ellos especialmente es recibido Cristo; nuestro propio temor de los ricos les garantiza un respeto especial.'” (Merriman, p. 86)
Cuando alguien criticó al programa del Trabajador Católico como solo vendar las heridas y mantener el statuo quo, El Trabajador Católico en la misma edición de mayo de 1940 respondió, diciendo que la hospitalidad estaba profundamente enraizada en la tradición cristiana y que los monasterios que la practicaban en realidad habían tenido mayor impacto en las condiciones sociales y la forma en que la gente pensaba y actuaba sobre ellos: “Nosotros consideramos los Trabajos de Misericordia espirituales y corporales y el seguimiento de Cristo como la mejor técnica revolucionaria y el medio de cambiar el orden social en vez de perpetuarlo. ¿Acaso no fueron los miles de monasterios, con su hospitalidad, los que cambiaron el entero patrón social de sus días? Ellos no esperaron por un estado paternal para encargarse, ni tampoco se quedaron parados a ver la destitución precipitar rebeliones sangrientas.
Varios Papas han llamado a la reconstrucción de un orden social en el que había tantas injusticias y la gente no encontraba significado en sus vidas y su trabajo. Peter Maurin indicó que había habido un gran precedente para dicha reconstrucción durante lo que posteriormente se la llamó la Edad Obscura. En varios de sus Ensayos Fáciles él indicó que los monjes Irlandeses habían traído luz, enseñanza y fe mientras establecían monasterios por todo Europa.
Peter Maurin presentó el modelo de los monjes como una forma para cambiar el orden social. El sabia por la historia que el modelo monástico de vivir los Evangelios en caridad y pobreza voluntaria sin burocracia podría cambiar el orden social y la cultura. Peter contó como los monjes Irlandeses vivieron el ideal de la oración, conocimiento, hospitalidad y trabajo y como misioneros lo llevaron a otros países:
El Santo Padre y los
Obispos nos piden
reconstruir el orden social.
El Orden Social fue una vez
construido
a través de la dinámica
Acción Católica.
Cuando los bárbaros
invadieron
el decadente Imperio
Romano
los monjes Irlandeses
fueron por toda Europa.
Establecieron la fundación
de la Europa Medieval,
a través del establecimiento
de centros culturales,
esto es decir, mesas
redondas de discusión.
Ellos trajeron pensamiento
a la gente
através de casas libres
de huéspedes,
esto es como decir,
Casas de Hospitalidad.
Ellos popularizaron la
virtud
divina de la caridad.
A través de colonias
agrícolas,
esto es decir Universidades
Agrónomas,
ellos hicieron énfasis en la
pobreza voluntaria.
Fue en base a la caridad
personal y pobreza
voluntaria
que los monjes irlandeses
pusieron los cimientos del
orden social.
El comentario de Peter está confirmado por el historiador eclesiástico Henry Mayr-Harting en su libro, The Coming of Christianity to Anglo-Saxon England (La venida de la cristiandad a la Inglaterra Anglosajona) (University of Pennsylvania Press, 1991, p. 91): “Se dice a menudo que los irlandeses fueron motivados en sus peregrinajes por su celo misionero. Pero tenemos que entender lo que significa trabajo misionero en este contexto. Si esto significa que los santos hombres que se establezcan en algún lugar remoto para llevar una vida de oración y ascetismo atraerán a seguidores, o aun que ellos están interesados en revitalizar toda la sociedad cristiana a través de su forma de vida, entonces los irlandeses fueron misioneros.”
El monasticismo irlandés tiene sus raíces en los monasterios de Egipto y fue muy influenciado por la Regla de San Benito, aunque de acuerdo a Mayr-Harting la Regla de San Benedicto “no alcanzó su exclusiva eminencia en el Oeste hasta el noveno o décimo siglos.” Mayr-Harting, al comparar los monasterios de Egipto y los de Irlanda, notó con Peter Maurin la distinción de que, “Los monjes irlandeses valoraban el estudio en una forma que era ajena a la mayoría de los monasterios Egipcios.” Peter Maurin hizo énfasis que los monjes irlandeses eran estudiosos y reunieron a los trabajadores con los estudiosos:
Los estudiosos Irlandeses
fueron los líderes
en la construcción del
orden social
después de la caída del
Imperio Romano.
A través de discusiones de
mesa redonda
dispersas por toda Europa
tan lejos como
Constantinopla
los estudiosos irlandeses
trajeron pensamiento a la
gente.
A través de casas de
hospitalidad
los estudiosos irlandeses
ejemplificaron la caridad
cristiana.
A través de las
comunidades agrícolas
los estudiosos irlandeses
hicieron
trabajadores de los
estudiosos
y estudiosos de los
trabajadores.
Mayr-Harting se pregunta, “Que hizo al monasticismo una fuerza social tan dinámica?” Su respuesta confirma el punto de vista de Peter Maurin y Dorothy Day al orden social y del Ensayo Fácil de Peter, “Volando la dinamita,” que utilizó exactamente las mismas palabras sobre lo que debería ser la Iglesia, “una fuerza dinámica social”: “Primero que nada, después da la paz de Constantino y el establecimiento consecuente de la iglesia cristiana en el Imperio Romano, los monjes habían sido una influencia primaria en mantener vivo el sentido de pecado del hombre y una regeneración moral a través de la vida ascética; ellos preservaron un agudo conocimiento que era muy fácil para el mantenerse inmerso en los asuntos del mundo y adoptar los valores corrientes de una sociedad mundana. Las vidas y hechos de los ascetas tenía un interés aun en aquellos que no los seguían, porque ellos eran un criticismo vigente de la Iglesia en su todo. Por lo tanto la sociedad laica en cierta forma tomó el liderazgo de los monjes. Segundo, los monjes observaban a la sociedad laica. Dentro del movimiento monástico mismo la vida de la comunidad había venido a tener mas énfasis, hasta que se sintió que aun aquellos que habían sido llamados a ser ermitas deberían por lo menos aprender la disciplina de vivir en comunidad. La batalla contra el egoísmo y hacia la perfección en el amor de Dios, parecería, no podría ser lograda si la arena del amor de la hermandad y la hermandad de los hechos buenos se pasaba enteramente. Mucho antes de San Benito por lo tanto, el monasticismo estaba lejos de ser algo no social. Y a esto se añadió el desarrollo de la idea en círculos monásticos, una idea que nosotros hemos visto expresadas por Gregorio el Grande, que la vida activa, la vida de administración pastoral, podría beneficiarse de la contemplación monástica. Los monjes podrían beneficiar a sus prójimo no solo en las comunidades monásticas, sino también fuera de estas, y su vida de oración era una ventaja positiva, porque les daba el amor de Dios, el celo para las almas, e ideales claros sobre la vida de los hombres, que los equipaba a ser predicadores y guías. Por lo tanto, desde la etapa temprana, el monasticismo había estado naturalmente más envuelto con la sociedad humana, y también había tenido de ignorar los valores y estructuras de esta sociedad en su concentración de la perfección. En este sentido era una fuerza revolucionaria social.”
Los monjes eran agricultores y además a ser testigos de los Evangelios para el mundo, ellos proveían un modelo económico alternativo en la comunidad local. Tan tarde como en los 1930s Dorothy Day habló de visitar a los monjes Benedictinos de Collegeville, Minnesota, y describió el componente agrícola:
“El Colegio San Juan, en Minnesota [ahora la Universidad de St. John), es un lugar muy impresionante. Yo fui huésped de Dom Virgil Michael, O.S.B., ahí y ayer en la mañana me enseñó todo el lugar. Empezó con unos pocos monjes y ahora tiene una tremenda planta. Visitamos la cocina, donde las monjas franciscanas alemanas se encargan de las necesidades de la comunidad y el Colegio, el molino de harina donde el grano de sus tierras es molido, la carnicería y las manadas de novillos y puercos, y los graneros donde hay más de 80 vacas; y la prensa litúrgica, que es la que bien utilizamos en Nueva York. Yo hablé con los estudiantes de ahí, los seminaristas y la facultad, y ellos quieren que Peter Maurin venga a pasar unas semanas con ellos. El Colegio de San Benito para mujeres está a solo cuatro millas de aquí. Las hermanas de allí son también muy apreciativas del trabajo de Peter Maurin. Yo pude prometerles una visita de el para febrero.
Ambos Mayr-Harting y Fry hacen énfasis en que las mujeres fueron parte del monasticismo desde el principio, y que a menudo eran figuras muy poderosas en las comunidades donde fundaron monasterios. Mayr-Harting describe el fenómeno de “monasterios dobles,” en Inglaterra donde los de los hombres y los de las mujeres estaban cercanos. Fry cuenta que:
“En cada período de historia monástica, las mujeres al igual que los hombres vivieron a plenitud la vida monástica. Desde sus inicios en el Este, las mujeres jugaron un papel importante en el monasticismo. El Apophthegmata (antiguo libro de los dichos de los Padres de Desierto) menciona mujeres solitarias en el desierto; Pachomius estableció un monasterio para vírgenes, y Basilio legisló para ellas. Paula y Melania y las otras asociadas de Jerome y de Rufinus estuvieron entre las propagadoras más entusiastas de la vida monástica en el mundo latino. San Gregorio habla de monjas en el séquito de San Benedicto y nos ha dejado un retrato inolvidable del poder de la oración de Santa Escolástica. Un número de reglas en latín fueron escritas especialmente para mujeres. A través de la Edad Media, muchas abadesas rigieron grandes estableci-mientos con problemas económicos, políticos, y militares complicados.”
Siguiendo a San Benito, Peter Maurin presentó los ideales de la integración de los trabajos, la oración, la liturgia y vida, lo que debería ser la unidad de la vida religiosa y económica de la gente: El moto de San Benito era “Labore et Orare,” Trabajo y Oración.
El trabajo y la oración
deben
ser combinados;
El trabajo debe ser una
oración.
La liturgia de la Iglesia
es la oración de la Iglesia
La vida religiosa de la
gente
y la vida económica de
la gente
debe ser una.
Peter sabia que la Regla de San Benito había sido escrito para personas laicas y creía que podía ser adaptado por vida en una comunidad laica, como lo había sido para los oblatos laicos benedictinos. San Benito mismo, como mucho de los monjes, era un laico aunque permitía a algunos sacerdotes el ser ordenados. (Fry, p. 96)
Peter había aprendido sobre la tradición benedictina durante su formación como miembro de los Hermanos de la Salle en Francia.
Peter enseño con los Hermanos Cristianos de la Salle, pero salió antes de tomar sus últimos votos. En su libro sobre Peter Maurin, un Trabajador Católico por largo tiempo, Arthur Sheehan, que conoció a Peter por muchos años reporta:
“El noviciado de Peter fue fuertemente influenciado por los benedictinos … el Cardenal Jean-Baptiste-Francois-Pitra, un conocedor monje benedictino y co-trabajador de Dom Prosper Guéranger, había sido Cardenal protector de la congregación De La Salle algunos años antes. Un prelado erudito – un filólogo, Helenista y canonista – había dedicado sus grandes talentos a la reconstrucción de la Abadía Solemnes y a revivir la vida litúrgica. El había venido de Rue Oudinot de vez en cuando para hablarles acerca de su vocación como profesores y religiosos. Tan inspirados fueron sus consejos y tan profunda su sabiduría que los hermanos lo consideraban casi como a San Benito de nuevo encarnado.”
La Regla de San Benito estaba especialmente dotada en muchas formas como modelo para el Trabajador Católico, aunque los horarios nunca fueron seguidos estrictamente en El Trabajador Católico. Dorothy Day contó en su libro Loaves and Fishes (Panes y pescados)que Peter habia tratado actualmente de hacer un horario para trabajar y orar en las granjas del Trabajados Católico:
5 – 7 Trabajo en los campos
7 – 9 Misa
9 – 10 desayuno
10 – 11 lectura y discusión
11 – 2 descanso o estudio
2 – 3 lectura o discusión
3 – 4 almuerzo frío
4 – 5 lección de artesanía
5 – 8 trabajo en los campos
8 – 9 comida
9 – 5 dormir
El comentario en la edición crítica de la Regla (Fry et al) hacia énfasis en como “el respeto por las personas” y “el misterio de la libertad” explica el interés de Benito sobre disposiciones internas del corazón.” Por contraste con reglas anteriores de los Padres del Desierto, Benito generalmente se contentó con declaraciones generales que dejan todos los detalles y cabos sueltos.” El énfasis de Benedicto sobre el misterio de la libertad y el respeto por la persona, su interés en la “sumisión del individuo a la acción de la gracia dentro de él” se correlacionaba perfectamente con la de Berdyaev, Mounier y Maurin y otros en el movimiento personalista. Fue Peter Maurin que juntó la filosofía personalista con la tradición benedictina para una expresión concreta en los Estados Unidos de personalismo comunitario.
Por supuesto, muchas veces en vidas caóticas de las Casas de Hospitalidad y en las granjas del Trabajador Católico no se parecieron en ninguna forma a un monasterio. Stanley Vishnewski nos cuenta acerca de varias personalidades difíciles entre los huéspedes o co-trabajadores en las casas y las granjas. En una ocasión él dijo que en la granja, “Dorothy acostumbraba a suspirar con desesperación sobre las acciones de Sr. O’Connell. Ella nos dijo que la Regla de San Benito les dice a los monjes de nombrar un hombre sabio y amable para actuar como portero y darle la bienvenida a los visitantes. ‘Y nosotros,’ ella gemía, ‘tenemos a Sr. O’Connell. Pero tenemos que tomar lo que Dios nos manda.'”
Peter y Dorothy encontraron en los Padres del Desierto y en el monasticismo de San Benito y los monjes Irlandeses inspiración para sus vidas muchos siglos después. También se dieron cuenta de y relacionaron al monasticismo en la actualidad. En la edición Octubre-Noviembre 1977 del TC Dorothy recordó en los primeros días cuando recién conoció a Peter Maurin que él le había contado de Charles de Foucald, un moderno Padre del Desierto. Dorothy compartió con los lectores como los Pequeños Hermanos de Jesús que lo siguieron viven ahora: “Hace tiempo, en los 30s, cuando Peter Maurin era mi huésped diario, “endoctri-nándome” con Emanuel Mounier y su Manifiesto Personalista, él me contó la historia de Charles de Foucald y la espiritualidad de estos ‘Padres del Desierto,’ cuyos Pequeños Hermanos ahora viven en los barrios pobres como también en los desiertos, y son sacerdotes lo mismo que hermanos, y se ganan la vida con el sudor de su frente, en fábricas o con otros trabajos manuales. Los Pequeños Hermanos entre nosotros viven ahora en barrios bajos, sin embargo se rodean de belleza. Toman un apartamento mugroso en algún complejo del lado del Este de Nueva York, y ven que sea restregado y limpio, claro y brillante, pintado para que dure, y luego, amueblado tan simple y sencillo que el crucifijo y los iconos sagrados iluminan el lugar. Peter Maurin me dio a leer la vida de Charles de Foucald. El me dijo, ‘Esta es la espiritualidad para nuestros días.'”
En la edición del TC de agosto de 1950 Dorothy había escrito acerca del retiro que había hecho que fuese patrocinado por la Fraternidad Secular de Jesús (Charles de Foucald). En aquel articulo llamado “Retiro,” ella dio una pequeña historia de Charles de Foucald y también René Voillaume, que había iniciado los Pequeños Hermanos y Hermanas de Jesús, tal como Charles de Foucald siempre soñó hacer. Ella contó de la visita de Voillaume al Trabajador Católico y su conexión con varios grupos de los Pequeños Hermanos y Hermanas de Jesús, que vivían el silencio y la simplicidad de Nazaret entre los pobres. Dorothy también contó como Peter Maurin había leído la biografía de Charles por René Bazin y había hablado constantemente de los hombres y mujeres viviendo en un mundo de “vida consagrada a la labor manual, pobreza, y adoración.” Ella le recordaba a los lectores que Peter mismo pasaba una hora diaria en adoración y como ella había dicho en su libroThe Long Loneliness (La larga soledad), “como cuando yo primero lo conocí a él y él propuso el movimiento del Trabajador Católico, lo fui a encontrar en una Iglesia Parroquial y lo encontré absorbido ante la Santa Eucaristía,tan absorto que yo, también, me senté en la iglesia esperándolo por cerca de una hora.”
En aquel artículo sobre el retiro de Foucald, Dorothy hizo énfasis en los puntos similares entre él y el retiro de Lacouture/Hugo, tan a menudo practicado en el Trabajador Católico: “Había varios puntos similares en ambos retiros, uno de ellos la adoración nocturna de los jueves en la noche, y el énfasis en el silencio y el trabajo del Espíritu Santo en el retiro. Había la misma enseñanza sobre la oración de Padre Louis Farina que él siempre nos daba, aquella hora en el desierto que cada uno de nosotros debería emplear cada día, adorando al Padre en espíritu y verdad. Es una hora en presencia de Jesús en la Eucaristía, adorando en fe desnuda.
“P. Lesseur de Saint Sulpice había volado desde París para dar un retiro en el seminario, y abrió nuestro retiro con una larga conferencia, empezando a las 9 PM y que duró hasta cerca de las 11. El habló de la presencia viviente de Jesús en la Eucaristía y en los Evangelios, y la disciplina de silencio, exterior e interior, y la presencia de Jesús en nuestros prójimos, y en los pobres. Nuestro amor por Jesús debe hacerse notar abiertamente, debemos hacer la caridad visiblemente clara, expresada en todo lo que hacemos o decimos.
Dorothy le dijo a sus lectores que a ella la atraía fuertemente el espíritu de la familia Foucald “por su énfasis en la pobreza como medio, pobreza como expresión de amor, pobreza por que Jesús la vivió.” Ella cerró su artículo sobre el retiro con una profunda reflexión en el significado de la vida cristiana y la vocación: “Que tan lejos nos llevara la vocación a cada uno, es siempre un misterio, y donde nos llevará la vocación. Pero yo creo que es verdad que los fundamentos son siempre la pobreza, el trabajo manual, y en aparente falla. Es el patrón de la Cruz, y en la Cruz es la alegría del espíritu.”
Dorothy alentó a los lectores a creer que era posible en medio de la crisis de los tiempos presentes el recordar la espiritualidad de los Padres del Desierto y actuar cuando fuera necesario. En 1950 ella tomó un viaje a Amarillo, Tejas, y escribió en la edición de enero del Trabajador Católico: “El vasto cielo está arriba y los vastos planos se extienden por todas partes, el sol brilla pero hace frío. Está callado también. Aquí no hay ruido de tráfico, ni estruendo de camiones de la calle del canal, ni trenes clamorosos. Hay silencio. Aquí uno podría tal vez ser un Padre del Desierto. Es un buen lugar para parar y escribir.
Pero aun los Padres del Desierto salieron del desierto en tiempos de necesidad. Ahí estaba San Efraín, uno de mis santos favoritos, que dejó el desierto para empezar Casas de Hospitalidad en la ciudad en tiempos de hambre y pestilencia.”
Dorothy óbviamente amó a Tejas y tal vez tuvo la visión de que algún día habría Trabajadores Católicos en lo profundo del corazón de Tejas.
Trabajador Catolico de Houston, Vol. XX, No. 6, noviembre 2000.