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Santa Teresa de Avila inspiró a Dorothy Day a acción y contemplación

Este es el séptimo artículo en una serie acerca de los filósofos y guías espirituales que inspiraron a Dorothy Day y Peter Maurin a fundar y vivir su visión del Movimiento Trabajador Católico. En esta edición presentamos a Sta. Teresa de Avila.

Cuando Dorothy Day se convirtió a la iglesia católica, poco tiempo después del nacimiento de su hija, ella le dio el nombre de Tamar Teresa por Sta. Teresa de Avila.

Mucho antes de interesarse en la iglesia, Dorothy Day nos dice en su autobiografía, La larga soledad, había leído acerca de Teresa de Avila en el libro de William James, Las variedades de experiencia religiosa. James era un escéptico en religión, pero él presentaba a Teresa como una de las mujeres más aptas conocidas–aunque él pensaba que era “una lástima que tanta vitalidad de alma hubiera encontrado un trabajo de poco mérito.” El enfásis de James sobre la correlación entre la oración y vida personal y acción en su vida llevó a Dorothy Day hacia Teresa.

En los 1920’s y 30’s Dorothy leía los escritos de Teresa Vida y Libro de las fundaciones, que relatan la historia de la búsqueda de Dios por Teresa y las acciones de la gracia de Dios en su vida y su crecimiento y experiencias en oración. El Libro de las fundaciones también recuenta el establecimiento de su primer fundación carmelita reformada, San José en Avila. Dorothy se concentraba en las enseñanzas de Teresa tocante a los frutos de la oración, no en sus visiones y experiencias extraordinarias.

La devoción de Dorothy Day a San José originalmente surgió de su lectura de Sta. Teresa, quien contaba con San José como su banquero y pedía su ayuda en todas las clases de situaciones prácticas.

Algunos biógrafos recientes han tratado de amoldar a Teresa y Dorothy como precursoras o participantes en el movimiento femenista contemporaneo. Estas dos grandes mujeres eran líderes activas, fuertes e independientes que tuvieron mucha influencia en sus tiempos. Aunque no proclaman realmente que ellas eran protofemenistas, las escritoras sí enfatizan que ellas retaban el orden que existía. Pero lo que ellas desafiaban más era la mediocridad de mujeres y hombres.

El contraste con mucho de femenismo contemporaneo está en su motivación, en la correlación para ellas entre la oración y vida personal y acción, todo llevado a cabo en amor por la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Estas dos mujeres casi eran combatientes en hacer la voluntad del Señor en sus vidas. Nada se interponía en su camino para llevar a cabo su dedicación a contemplación y crecimiento en la oración combinado con acción que las llevó a la fundación de comunidades. Ellas reconocían lo humano de la gente de la iglesia, pero nunca ni por un momento olvidaron que la iglesia fue instituída por Cristo para la salvación de santos y pecadores, aunque la tremenda profundidad de sus vidas eclipsaba a muchos representantes de la iglesia de sus tiempos.

Teresa y Dorothy eran buenas negociadoras que conocían los seres humanos, especialmente a la gente de la iglesia, como denotar algo sin ser destructivo.

Con insulto, profanación, y confrontación amargos uno podrá ganar una batalla, pero perderá la guerra. El camino de Jesús es diferente. Es el poder del amor dispuesto a sacrificarse uno mismo, sin violencia. Al celebrar el cumpleaños de Martin Lutero King, Jr., estamos conscientes de aquellos que practicaban la no-violencia. No celebramos a aquellos que no lo hacen.

Mujeres como Teresa de Avila y Dorothy Day son, de hecho, la clase de femenistas que necesitamos hoy.

Teresa vivió y escribió en el tiempo de la Inquisición, en un tiempo en que estaban investigando un movimiento que enfatizaba infatuación sin límites con éxtasis y otros extraordinarios fenómenos. Las obras de Teresa fueron leídas en detalle por los Inquisidores, pero nunca cuestionados. Para Teresa, el interés de la iglesia por sus escritos era una gracia que le ayudaba a enfocar en las profundas verdades centrales de la fe en lugar de los elementos marginales y devociones exóticas. Ella temía los disfrazes de Satanás y su propia obstinación más que a la Inquisición.

Teresa era reportada repetidamente a la Inquisición, como también lo era Dorothy Day al arzobispado de Nueva York. Cuando la gente le caucionaba acerca de los peligros de la Inquisición, ella respondía, “Esto me divertía y me hacía reír. Y yo dije que no debían temer esas posibles acusaciones; que sería muy malo para mi alma si hubiera algo en ella de la clase que me hiciera temer la Inquisición; que si yo pensara que tenía algo de que temer iría yo misma a buscar a los Inquisidores.

En el tiempo de Teresa, gente respetable de la iglesia como los jesuítas reconocían la profundaidad de la vida espiritual de ella, y así las autoridades de Nueva York reconocían la de Dorothy day. La gente preguntaba porque el Cardenal Spellman no cerraba los establecimientos de Dorothy Day durante la II Guerra Mundial, cuando ella se oponía vehementemente a la guerra. El Cardenal sabía que ella era una santa, aunque ella proporcionó la gente para protestar durante la famosa huelga del cementerio católico. La presión de los reportes al arzobispado aseguraban que Dorothy sería fiel a la doctrina de la iglesia.

Directores espirituales políticamente correctos

Por diecisiete años Teresa vivío una vida de aburrimiento y mediocridad aunque era una monja carmelita, gracias a los consejos de confesores y directores espirituales políticamente correctos que continuamente le decían que ella estaba haciendo todo bien: “No había pecado.” Le aconsejaban que no se preocupara por el tiempo que pasaba en charlas y ocupaciones frvolas en las salas comunes, al igual que más seria ofensas de las cuales no habla Teresa.

Teresa trató de entregarse a la oración y de convencer a otros, incluyendo a su padre, a entregarse a la oración. Su padre murió un contemplativo, pero Teresa continuaba su vida de mediocridad–una vida que el Nuevo Testamento acusa tan severamente–y esto sugiere que la gente sería vomitada de la boca del Señor porque ella era ni fria ni caliente. En otras palabras, ella llevaba una vida que hacía enfermar al Señor.

Teresa culpa a los medio-informados confesores que le permitieron quedarse en esta existencia superficial tan largo tiempo. “Lo que era pecado venial,” dice ella, “ellos me decían que no era ningún pecado, y lo que era pecado serio mortal, ellos decían que era venial.”

Teresa se sentía culpable acusando a confesores incompetentes y directores espirituales, pero sentía que lo tenía que hacer para advertir a otros contra tan gran mal.

De acuerdo con varios autores sobre Sta. Teresa, ella proseguía con esta superficial espiritualidad por que se sentía inferior por las raíces de su familia. En ese tiempo la obsesión con la familia de uno y el indebido apego a las cosas de este mundo, aunque esto fuera incompatible con la vida religiosa, eran consideradas rasgos de “honor” de los adinerados de España. La familia de Teresa, aunque rica, tenía un árbol genealógico que era considerado manchando porque su abuelo era judío. Más importante que riquezas era la posesión de “honor,” ese complicado conjunto de cualidades denotando gentil nacimiento, pureza de sangre y reputación (Jodi Blinkoff, The Avila of St. Teresa).

Junto con la ligereza de los confesores, el complejo de inferioidad de sangre detenía a Teresa de desligarse y hacer la carrera de que habla San Pablo. Con el tiempo Teresa reemplazó el énfasis en “honor” con un tremendo énfasis en humildad, pidiendo que sus Hermanas cuyos padres eran ricos y bien conocidos hablaran menos de sus familias.

Dorothy relacionaba la lucha de Teresa con mediocridad a través del curso de muchos años a un temor de dedicación total a Dios. En From Union Square to Rome, escribe Dorothy:

“‘Yo deseaba vivir,’ ella (Teresa) escribió, ‘pero vi claramente que yo no estaba viviendo, sino luchando con la sombra de la muerte; no había nadie para darme vida, y yo no pedía tomarla….'”

“La sombra de la muerte de la que ella hablaba era la vida que ella llevaba, sin propósito, sin orden, constantemente escogiendo lo de segunda clase, o menos que lo perfecto que ella deseaba.”

“Como una convertida yo puedo decir estas cosas, sabiendo cuantas veces yo me retiré, casi en disgusto, de la idea de Dios y el entregarme a El.”

Este es el temor de la conversión y sus consecuencias que Dorothy Day, como Teresa, tenía que enfrentar. La sociedad ve a aquellos que se convierten como que escogen una vida de estrechés y aburrimiento, pero, sí de hecho, los convertidos parecen tener toda la diversión y toda la verdad, también, como Dorothy Day y Sta. Teresa. La sociedad hará casi cualquier cosa para evitar la conversión.

Contemporaneos de hoy podrán identificar más con Teresa de Jesús (como ella quiso ser conocida) en su vida activa, reformando su orden carmelita, fundando muchos conventos nuevos y guiándolos a la visión original.

Dorothy Day también se identificaba con las habilidades de Teresa de organizar y sus escritos, al igual que su devoción a pobreza voluntaria. Pero la vida de Teresa, como la de Dorothy, era una union de contemplación y acción, con amor al prójimo y la construcción de comunidades brotando de la oración.

Todos son llamados

Un tema central de las escrituras de Sta. Teresa es que todos son llamados a la cima de la montaña en oración, que la misericordia de Dios está buscando a cada alma, aunque la persona puede tardar mucho para responder. Lo que se requiere de cada uno de nosotros es un cambio de corazón, un cambio tan profundo que una persona podrá percibir y seguir la voz del Espíritu de Dios.

Grandes santos y místicos como Sta. Teresa ayudaron a convencer a Dorothy del llamado universal a la santidad del Evangelio, un llamado que incluye personas laícas al igual que sacerdotes y religiosos. El Movimiento del Trabajador Católico acogió estas ideas mucho antes de que el II Concilio Vaticano las promulgara.

La selección hecha por Sta. Teresa y Dorothy de dirigir sus vidas a Dios les liberó, no solamente para amar a Dios, sino también para tener un poderoso impacto en la iglesia y sociedad de sus tiempos. Lo profundo de su dedicación estaba arraigada en la profundidad de sus vidas espirituales.

Procedencias:

Jodi Blinkoff. The Avila of St. Teresa: Religious Reform in a Sixteenth-Century City (El Avila de Santa Teresa: reforma religiosa en una ciudad del siglo dieciseis). Cornell University, 1989.

Brigid O’Shea Merriman. Searching for Christ: the Spirituality of Dorothy Day (Buscando a cristo: la espiritualidad de Dorothy Day). University of Notre Dame, 1994.

Saint Teresa of Avila. Collected Works, 3 Vols (Obras Coleccionadas) ICS Publications, Institute of Carmelite Studies, 1976.

Santa Teresa de Jesús. Moradas del castillo interior. Bruguera.

Santa Teresa de Jesús. Camino de perfección. Colección Austral. Espasa-Calpé.

 

Trabajador Católico de Houston, Vol. XVI, No. 2, marzo-abril 1996.