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Jacques y Raissa Maritain: Los cristianos deben transformar el mundo

Hemos dicho que en el transcurso ordinario es principalmente por su sinceridad o concentración que se hace un esfuerzo de reforma o revolución efectiva y que tiene una posibilidad de éxito en el orden actual de las cosas. Pero ¿como es posible en el caso de un esfuerzo para renovar el orden temporal de principios cristianos, del Evangelio y de caridad, opuesto a la sinceridad de violencia, fanatismo o de odio por el cual se sabe que las revoluciones tienen éxito? La pureza y sinceridad de un atentado a renovar el orden temporal de principios cristianos excluye todas las maneras y medios que no son sinceros y puros.

Por esta razón y por hipótesis, ¿cualquier atentado a reforma que sigue la ley cristiana estará condenado a fallar?

Las preguntas podrán necesitar ninguna otra contestación que la palabra del Evangelio: “El Hijo del Hombre, cuando El venga, ¿encontrará, piensa usted, fe en la tierra?” Una revolución cristiana puede tener éxito solamente por el uso de estos medios que están más allá de la habilidad de otros a entender. Si la fe puede mover montañas, ¿está impotente para quitar a los poderosos de sus tronos? Si los cristianos, que viven por la fe en sus vidas privadas, hacen a un lado su fe cuando se acercan las cosas de la vida pólitica y social, deberán estar contentos de ser remolcados como esclavos en el transcurso de la historia.

Aquellos que trabajan para transformar el orden social en el nombre de la personalidad humana y de justicia cristiana se exponen a reproche de dos lados opuestos. En una mano se les acusa de ser falsos al proletariado por huir de la violencia y fuerza revolucionaria; de otro lado se les acusa de traicionar el orden social haciéndose ellos precursores de una revolución que pondrá todas las cosas abajo.

El doble reproche, aunque sea injusto, lleva en si una advertencia. La naturaleza no perdona a aquellos que no cumplen con la ley de su ser; y el cristiano tiene que buscar en niveles muy altos las leyes que gobiernan su vida y acción, que segregan a el en el orden social al igual de los apóstoles de una revolución nacida de odio y de los representantes de una orden basada en avaricia.

Trabajador Católico de Houston, Vol. XVI, No. 1, enero-febrero 1996. Tomado deFreedom in the Modern World (Libertad en el mundo moderno), ordian Press, 1936, 1971.