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Dando de comer a los hambrientos y cuidando a los enfermos

Era el último día del mes. Sabíamos que iba a ser una mañana ocupada, pero superó nuestras expectativas.

Todos conocemos a las personas a las que hemos estado ayudando durante algún tiempo, personas que están muy enfermas o que tienen lesiones que les impiden trabajar. Aquéllos que pueden transportarse en silla de ruedas, o las esposas de aquéllos que están enfermos, vienen a Casa Juan Diego cuando tienen que pagar la renta y cuando reciben la comida del mes. Y siempre hay algunos nuevos.

Afortunadamente, esta mañana varios Trabajadores Católicos estaban aquí para ayudarnos. Dawn, Leonor, Bridget y la hermana Angélica estuvieron ocupadas toda la mañana haciendo bolsas de comida y encontrando el tamaño correcto de pañales para adultos para los enfermos. Adecuamos la comida lo más que podemos de acuerdo a las necesidades especiales de cada uno. Estábamos contentos de tener a la mano, además de arroz, frijoles y pasta, apio fresco, lechuga de nuestro jardín, manzanas, papas y cebollas, maseca recientemente empacada en bolsas zip lock de un galón, así como atún y vegetales en lata. El arroz integral y la pasta se reservaron para varios diabéticos que están muy enfermos. José puede usar de manera limitada sus manos y sólo puede abrir latas con tapa “abre fácil” y verduras fáciles de preparar para complementar el  arroz y los frijoles. Para aquéllos con Parkinson, agregamos café y algunas moras azules congeladas que teníamos a la mano.

Con la prisa de preparar todo, incluyendo cheques para la renta, tratamos de tener un poco de tiempo para platicar con cada persona o familia.

Bernabé tenía llagas que se agravaron por estar mucho tiempo en la silla de ruedas y por dormir en un colchón en mal estado. Esperábamos que el colchón nuevo que le ayudamos a obtener algunos meses atrás le estuviera ayudando. Uno de los pacientes con Parkinson lloraba mientras nos contaba cómo se había caído cuando trataba de llegar a Casa Juan Diego, sin poder levantarse de la banqueta.  La gente pasaba de lado, ignorándolo. Una mujer le dijo que estaba fingiendo. Después nos dijo que recientemente había sido aprobado para “metro lift”, pero que pensaba que no podían traerlo a Casa Juan Diego, solamente al hospital para citas medicas. Le aseguramos que lo traerían aquí de manera más segura.

Estábamos contentos de haber podido ir a la farmacia a recoger las medicinas ayer. Cuando César vino a recoger su medicina para el dolor el día anterior, lloramos porque todavía no la teníamos aquí. Hoy la recibió. Un paciente que se está muriendo de cáncer de hígado está mejorando un poco después del tratamiento. El Sr. García cuida a su hijo noche y día y no puede cocinar muy bien. Tratamos de encontrar algunas cosas que pueda preparar fácilmente. Su hijo adulto estaba trabajando en un coche cuando la grúa se le cayó encima y no recibió suficiente oxigeno por unos momentos. Ahora está postrado en una cama y sólo puede comunicarse muy poco a través de quejidos.

Una pareja joven con dos hijos nos contaron su historia reciente. El padre de familia estaba trabajando en un techo y se cayó. Todavía no puede trabajar después de varias cirugías. La madre tuvo una infección después del nacimiento de su segundo hijo. Se salió de control y acababa de estar en el hospital durante doce días mientras su esposo cuidaba a dos pequeños de la mejor manera que podía, coci-nándoles y visitándola en el hospital.

No es fácil detenerse a hablar con cada uno y relacionarse cuando hay mucha gente esperando para recibir ayuda. Alguien nos preguntó, ¿no se sienten bien de estar ayudando a esta gente? Marcos respondió, como siempre lo ha hecho en el pasado, “Nos sentimos cansados.”

Nosotros creemos, con los ojos de la fe, que es Jesús mismo quien está ayudando a los pobres cuando realizamos las obras de Misericordia. Tenemos que recordarnos a nosotros mismos con-stantemente que las heridas que la gente nos muestra levantándose la camiseta o los pantalones para en-señarnos las heridas en sus piernas, son las heridas  de Jesús.

 

El Trabajador Católico de Houston, Vol. XXXV, No. 3, junio-agosto 2014