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La alegría del Evangelio: La opción por los pobres es fundamental – La economía de “derrame” crea desigualdad

El mensaje del Papa Francisco ha sacudido al mundo, llegando a los católicos comprometidos, a los católicos antes desilusionados, a los ateos y a los medios.

Su nueva Exhortación, La Alegría del Evangelio, ilustra profundamente por qué es cierto. Francisco nos desafía a trabajar para hacer un mundo mejor, donde se predica el Evangelio a los pobres, donde no hay tanta desigualdad.

Muchos han admirado a San Francisco de Asís, pero no tantos han seguido su camino. Si admiramos a este Francisco, si tomamos en serio lo que él nos pide en este documento, nuestras vidas estarán cambiadas. Desde el principio de su escritura el Papa Francisco nos llama a una vida interior más profunda y, desde esta fuente salir a los pobres, a los que más necesitan nuestra ayuda, para el bien de ellos, pero también el nuestro:

“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.

“Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado”.

En La Casa Juan Diego

La gente viene a Casa Juan Diego mencionando que Francisco nos ha pedido que toquemos las heridas de Jesús a través de los pobres, y preguntando cómo pueden ayudar en nuestro servicio hacia los inmigrantes y refugiados.

Una amiga de Casa Juan Diego, inspirada por las palabras y el ejemplo del Papa Francisco, hizo el compromiso de llevar a una mujer que no tenía transporte a la clínica Smith para su tratamiento de cáncer. Teníamos miedo de que la paciente abandonara sus tratamientos diarios. Esta amiga voluntaria organizó a su círculo de amigas para llevar a Sara (no es su nombre real) a sus citas diariamente.

Otros visitaron a los enfermos y a los heridos en asilos en los que damos apoyo. Con frecuencia aquéllos en esos asilos no tienen a nadie que los visite o que les ayude a resolver sus problemas. Dos mujeres vinieron a visitar a Lupe (no es su nombre real). Estaba desesperada. Lupe tiene muy serios problemas de salud después de haber sufrido un accidente automovilístico. Además de eso se le estaban cayendo varios dientes. Estas mujeres de Spring, Texas, llevaron a Lupe con un dentista católico que le hizo todo el trabajo dental gratis. A la mitad de un largo procedimiento, Lupe empezó a llorar. El dentista se detuvo inmediatamente diciendo: “¿Te estoy lasti-mando? Voy a detenerme”. “No”. respondió ella, mientras lloraba más fuerte. “Estoy llorando de alegría. ¡Nunca imaginé que mis dientes pudieran ser arreglados!”

La Alegría del Evangelio, nos alienta en Casa Juan Diego en los Trabajos de Misericordia, opuestos a los trabajos de la guerra, gran parte de lo que pretende el Trabajador Católico y las propuestas de Dorothy Day y de Peter Maurin. Como dijo Dorothy, Jesús hizo al Cielo depender de nuestra respuesta hacia Él con el más pequeño de nuestros hermanos.

Sabemos que cuando recibimos a los pobres, los heridos, la persona ya no es Joe Smith o José Smith o Josefina García sino el mismo Jesús.

La Nueva Evangelización y la Opción por los Pobres

El Papa Francisco invita a los fieles cristianos a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría que viene del encuentro con Jesús y con los Evangelios,  indicando nuevos caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años. El inmediatamente explica sus prioridades en esta nueva evangelización:

“Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que ‘no tienen con qué recompensarte’ (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, ‘los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio’, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres”.

Los pobres en el corazón de Dios

Francisco nos dice que el corazón de Dios tiene un sitio especial para los pobres, tanto que Él mismo ‘se hizo pobre’ (2 Cor 8-99):

“El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo ‘se hizo pobre’ (2 Co 8,9). Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres. Esta salvación vino a nosotros a través del ‘sí’ de una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio. El Salvador nació en un pesebre, entre animales, como lo hacían los hijos de los más pobres; fue presentado en el Templo junto con dos pichones, la ofrenda de quienes no podían permitirse pagar un cordero (cf. Lc 2,24; Lv 5,7); creció en un hogar de sencillos trabajadores y trabajó con sus manos para ganarse el pan.

“Cuando comenzó a anunciar el Reino, lo seguían multitudes de desposeídos, y así manifestó lo que Él mismo dijo: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres’ (Lc 4,18). A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón: ‘¡Felices vosotros, los pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!’ (Lc 6,20); con ellos se identificó: ‘Tuve hambre y me disteis de comer’, y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt 25,35s)”.

Dos grandes cuestiones

Reuniendo los temas del bien común, la evangelización, la solidaridad, y una mejor economía, El Papa  concentra en dos grandes cuestiones que le parecen fundamentales en este momento de la historia.

Estas dos son la La inclusión social de los pobres y la paz y el diálogo social.

No hay excepciones

Francisco no excluye a nadie de su desafío:

“Nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social: ‘La conversión espiritual, la intensidad del amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos’”.

El Papa nos pide no solamente salir a los pobres, sino para ayudarles en su camino:

“Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo”.

“El pobre, cuando es amado, ‘es estimado como de alto valor’, y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses per-sonales o políticos. Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. Únicamente esto hará posible que ‘los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa.’”

“Cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos”.

Defensa de campesinos y los que cortan el césped

Nuestra experiencia hace muchos años en apoyo a la Union de Campesinos en EEUU y ahora nuestros encuentros cada día con los jornaleros nos ha ayudado a apreciar la sección donde Francisco cita el libro de Santiago sobre el clamor de los pobres obreros oprimidos:

“El salario de los obreros que segaron vuestros campos, y que no habéis pagado, está gritando. Y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos’ (5,4)”.

Cambiar estructuras, pero primero nuestros corazones

“En este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37), lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos.

“La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la pro-piedad privada. La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde. Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven posibles. Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces.”

Citando a Pablo VI, Francisco recomienda la piedad popular:

“En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. En algún tiempo mirada con desconfianza, ha sido objeto de revalorización en las décadas posteriores al Concilio.

“La piedad popular ‘refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer’ y que ‘hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe’”.

En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangeli-zadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada. Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evan-gelización.

Atención espiritual para los pobres

“Puesto que esta Exhortación se dirige a los miembros de la Iglesia católica quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria”.

No hay un derrame de  riqueza

“En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando.”

No matarás

En su nuevo documento el Papa Francisco critica fuertemente “el mal cristalizado en estructuras sociales injustas,” la “economía de la exclusión creada por las teorías y las practicas del efecto de filtración de la riqueza.” Nos pide que digamos no a la nueva idolatría del dinero.

El Santo Padre va tan lejos como equiparar ‘no matarás” con matar a través del sistema económico:

“Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.

Hemos dado inicio a la cultura del ‘descarte’ que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son ‘explotados’ sino desechos, ‘sobrantes’”.

Tiranía de la autonomía del mercado

Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este des-equilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.

Los neoliberales católicos rechazan la enseñanza del Papa

Mientras muchos han respondido con entusiasmo a La Alegría del Evangelio, otros han reaccionado algo violentos a las palabras de Francisco sobre la economía. Rush Limbaugh llamó al Papa un “rojo” y Sarah Palin expresó sus “dudas” acerca de él.

Los católicos neoliberales que han trabajado con fuerza durante muchos años para implementar ese efecto de  la economía de “derrame” que el Papa condena, han declarado que él no entiende la realidad, que las condiciones que describe no existen realmente, y que por lo tanto él no está en desacuerdo con ellas. Ninguno de ellos, ni Fr. Sirico, ni George Weigel, ni Michael Novak,  reconocen sus declaraciones de que “el sistema socioeconómico es injusto de raíz.”

La estrategia de algunos fue alabar al Papa en términos generales, diciendo que amaba a los pobres, pero manteniendo el silencio acerca de sus fuertes palabras sobre la economía que mata.

Michael Novak dice que el Papa no entiende a los Estados Unidos, sino sólo a Argentina; en un artículo titulado “Concordando con el Papa Francisco,” contradice al Papa, reclamando que la forma de capitalismo que Francisco condena de hecho ha sido de gran beneficio.

No a la inequidad que genera violencia

“Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explo-sión. Cuando la sociedad —local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequi- dad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz.

“Jesús, el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona, se identifica especialmente con los más pequeños (cf. Mt 25,40). Esto nos recuerda que todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra. Pero en el vigente modelo ‘exitista’ y ‘privatista’ no parece tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida.

Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc. Los migrantes me plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos. Por ello, exhorto a los países a una generosa apertura, que en lugar de temer la destrucción de la identidad local sea capaz de crear nuevas síntesis culturales.

“Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo”.

Paz con justicia

Francisco predica el Evangelio de paz, pera una paz construida en la justicia. Su mensaje es creativo, pero desafiante:

“La paz social no puede entenderse como una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de un sector sobre los otros. También sería una falsa paz aquella que sirva como excusa para justificar una organización social que silencie o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden. Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución del ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz profética.

“Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales”.

Papa Francisco enseña más bienuna fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno”.

La Exhortación en su totalidad se encuentra en http://www.vatican.va/holy_father/francesco/apost_exhortations/index_sp.htm u on-line como un libro.